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John Ford

 

 

John Ford es considerado el director que estableció los cánones del western cinematográfico, a partir de la espectacular La diligencia (1939), primera obra maestra del género. No obstante, sus otros grandes éxitos artísticos no se sitúan en el mítico oeste, ya que obtuvo su primer Oscar como director por El delator (1935), sobre la Resistencia irlandesa, y sus restantes premios de la Academia corresponden a Las uvas de la ira (1940), excelente versión fílmica de la novela de John Steinbeck, ambientada en la California de los años treinta; ¡Qué verde era mi valle! (1941), dramática historia de mineros galeses, y El hombre tranquilo (1952), brillante comedia de costumbres y caracteres que transcurre en Irlanda. Al año siguiente, Ford saltaría a África para rodar la exitosa Mogambo (1953), irreemplazable paradigma de los films de safaris.

El joven Sean O'Feeney llegó en 1914 a Hollywood, donde le había precedido su hermano mayor, Francis, que ya trabajaba para la Universal. En el improvisado aprendizaje de los primeros tiempos del cine, Sean hizo sus prácticas como ayudante de dirección en algunos cortos y westerns esquemáticos. En 1921 se pasó a la Fox, adoptando el seudónimo de Jack Ford, y obtuvo poco después su primer gran éxito como director, El caballo de hierro (1924), sobre el tendido del famoso ferrocarril transcontinental que culminó la colonización del Oeste. Este film demostró las prometedoras posibilidades del western de gran presupuesto y guión algo más elaborado, y permitió que Ford, tras el Oscar por El delator (1935), años más tarde abordara el rodaje de su célebre La diligencia (1939). El director lució en esta película su maestría para el montaje de la acción que marcaría buena parte de la historia posterior del género. Su especial predilección por el western quedó registrada en Pasión de los fuertes (1946), Caravana de valientes (1950), y en el mismo año Río Grande (1950), seguida por la magnífica Centauros del desierto (1956). Uno de sus últimos títulos emblemáticos será El hombre que mató a Liberty Valance (1962), aunque todavía rodará la ambiciosa y menos personal La conquista del Oeste (1962) y El gran combate (1964), entre otras películas menos trascendentes.

Aparte de su indudable talento como realizador, Ford supo crear personajes esencialmente cinematográficos y extraer inusitados matices a sus actores favoritos, como al John Wayne de El hombre tranquilo (1952), convertido en un convincente comediante. Cineasta integral, a la vez innovador y clásico, su figura es un referente inevitable en la historia y la tradición del mejor cine que ha sido rodado en Hollywood.

 

 

 

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