CARTAS de  SAN ANTONIO M. ZACCARIA
Fundador de los Barnabitas,
         de las Angélicas y los Laicos de San Pablo 
QUINTA CARTA (26 de mayo de 1537)

Advertencia:

A mediados de mayo de 1537 había llegado a Milán, y de allí transmitido a Cremona, una carta del Card. Ridolfi, obispo de Vicencia, en la que invitaba a los Barnabitas y a las Angélicas a trasladarse a su diócesis para emprender la reforma del convento de las Arrepentidas y, a la vez, desarraigar ciertos desórdenes que se habían introducido en el de las Benedictinas de S. Silvestre, fundadas en 1523 cerca de la Iglesia de San Silvestre (de aquí el nombre) por doña Domitila Thiene, pariente de S. Cayetano Thiene.

En esta inesperada invitación a trabajar fuera de Milán, Antonio María vio como una señal de aprobación celestial a sus dos Familias Religiosas.

Esta carta es todo un canto de alegría. Pero conociendo que sus Angélicas no estaban todavía suficientemente preparadas, al darles el anuncio de su próxima aventura apostólica en Vicencia, toma motivo para entusiasmarlas a adquirir y perfeccionarse en las virtudes que aún les faltan, de acuerdo con el sublime ideal propio de los Hijos del Apóstol S. Pablo.

Destinatarios:

[60]{49} A mis santas Hijas en Cristo, las Hnas. Angélicas: la Madre Superiora (Bautista Negri de Sesto), la Madre Vicaria, la Sra. Condesa de Guastalla, la Angélica Paula Antonia (Negri) y todas las demás Hijas mías en Cristo y del Apóstol Pablo, que moran en el Monasterio de San Pablo, en Milán.

JC. XC. +

[63] Muy amadas y deseadas *entrañas+ mías en Cristo:

Ustedes son mi fuerza y mi consuelo. Me siento animado sólo al pensar en mi próximo regreso a mis hijas queridas, de ánimo tan noble y generoso: corona y gloria mía. Un día daré dentera al mismo S. Pablo, porque mis hijas no tienen menor amor por la Cruz que las suyas, ni son menos ávidas de padecimientos por Cristo, ni menos amantes del desprecio del mundo y de sí mismas. No hay quien las supere en el celo por llevar a los prójimos al verdadero espíritu de la Cruz y a Cristo crucificado y despreciado.

)Qué digo? Mis hijas -no sólo una que otra, sino todas-, menospreciando su propia reputación y gusto interior {50} (lo cual las de S. Pablo, por lo general, apetecían), [64] se vuelven apóstoles a fin de remover las almas no sólo la idolatría y demás faltas graves, sino también quieren destruir esa pestífera y peor enemiga de Cristo crucificado, que es la tibieza, la cual impera ufana en nuestros tiempos modernos.

Oh hijas amadísimas, desplieguen sus banderas, porque el Crucifijo pronto las enviará a anunciar por doquier la viveza del espíritu y el espíritu vivo, es decir, el fervor y empuje espiritual propio de la Cruz.

Infinitas gracias te doy, Señor, por la estirpe generosa que me diste.

Muy queridas *entrañas+ de mi alma, les suplico que mientras tanto se esfuercen en hacer cumplido mi gozo, a fin de que cuando yo vuelva encuentre que han competido, a cual mejor, en sacar un gran provecho espiritual.

Una, haya logrado tal firmeza y un fervor tan constante en su vida espiritual, de suerte que no experimente más esos altibajos de antes, quiero decir esas oscilaciones entre fervor y languidez de que sufría; y en su lugar posea ese fervor estable y santo que, a manera de manantial, surta siempre aguas vivas renovando incesantemente su gallardía.

Otra, haya adquirido una fe tan extraordinaria que lo más difícil y [65]complicado le resulte coser y cantar, porque habrá llegado a convencerse de que su {51} confianza no podrá ser engañada por ninguna presunción ni por la vanagloria.

Una tercera, aporte toda la perfección posible en las ocupaciones manuales, aun tratándose de cosas insignificantes, y las lleve constantemente hasta su cumplimiento, sin dejarse nunca sorprender por el cansancio o por la vileza de esos trabajos; aquella, olvidándose totalmente de sí misma, no quiera más que servir a los prójimos; a lo cual pospondrá su propio interés, convencida de que obtendría una buena ganancia si, en lugar de preocuparse de sí misma, se preocupa exclusivamente del provecho ajeno. No olvidará, sin duda, que en su proceder debe guardar discreción, continua moderación y cordura; otras, en fin, se hayan aplicado respectivamente para vencer y doblegar su tristeza que no tenía razón de ser, o para reprimir la susceptibilidad y lo blanduzco de su espíritu, o bien para desterrar de su alma el temor excesivo de que no iban a poder hacer ningún progreso espiritual, o para no desanimarse al encontrar dificultades, por nada invencibles, o para triunfar de su propia testarudez, o para vencer las distracciones, y así, de seguida; quien una cosa, quien otra.

A mi regreso, séame, pues, consentido tocar con mano que también ustedes han recibido al que da la justicia, la santidad y la perfección, quiero decir el Espíritu Santo Consolador, quien no va a permitir, sin duda, que se equivoquen -porque él mismo les enseñará todo- o que desmayen en el camino -porque estará incesantemente [66] con ustedes-, o que les falte algo, ya que se va a encargar él mismo para proveerlas de todo, otorgándoles, antes que nada, una eterna paz y quietud espiritual que sólo se logra estando clavadas en la {51} oprobiosa Cruz de Cristo. Será él quien las guiará para llevar una vida conforme a la de Cristo, a imitación de los grandes Santos, de manera que puedan decir con nuestro Padre: *Imitatores nostri estote, sicut et nos Christi+ (1Co 11,1).

Una cosa no deben olvidar, y es que nuestros beatos Padres (S. Pablo y Fray Bautista de Crema) nos han mostrado un amor tan grande y noble por el Crucifijo, tal generosidad en los padecimientos y abnegación de sí mismos, tal deseo e interés por la conquista de las almas y por la perfección consumada de los prójimos, que si no tenemos nosotros los mismos deseos ilimitados por estas cosas, no tendremos derecho a ser llamados sus Hijos e Hijas, sino más bien, unos engendros ilegítimos y bastardos. Lo cual, estoy cierto que ustedes no quieren ser en absoluto; para eso, me basta fijarme en su generosidad para con Cristo y en el deseo que las anima, de contentarme a mí, que las amo como un padre, y que con ternura pienso en cada una, suspirando la hora anhelada de mi regreso.

[67] Las encomiendo a Cristo crucificado y a sus santos Superiores; así Cristo, como también éstos, no dejarán de seguir preocupándose por su perfección, ya porque las quieren, ya porque se lo suplico yo, fiel servidor de Cristo, a quien las ofrezco en todo momento. Y a ustedes, ruego decir a sus Superiores que quieran llenarme de gozo con procurar y atender su perfección y la mía.

{53} Cúmplala Cristo; al cual pido las bendiga a todas con una bendición consumada y perfecta en él. Amén.

Envían sus saludos, tanto mi madre, como también Cornelia, nuestro Bautista y, en particular, mi Isabelita y Judith. Una vez más, Cristo las bendiga.

Cremona, 26 de mayo de 1537.

P.D..- Recuerdos a mi pequeña Julia.

Vuelvo a insistir que correspondan generosamente a los nobles y santos esfuerzos de nuestra venerada Paula (Torelli) y lleguen a contentar a nuestro común y santo Superior, el Padre Jaime Antonio (Morigia).

Su Padre en Cristo, antes bien su Espíritu en Cristo.

ANTONIO MARIA ZACCARIA
Sacerdote