Bolivia: Warista, la mujer del fusil

Autor: Sebastian Hacher
Fuente: Indymedia argentina
Fecha: 26/ 10/ 03
Sobre un pueblo sin policias, una masacre y la imagen de una
mujer que dio la vuelta al mundo.

"Yo quería venir al ampliado, caballero, pero como soy pobre,
lavo ropita para la gente, para los caballeros, para los profesores, y lavé ropa
ayer, porque nadie me da un centavito....Tengo 50 años, 50 más debo tener. Tengo
dos nietos, y solo tengo una hija, y hace años soy solita con mi hija y mis nietitos.
Siembro papita, pero no tengo terreno, un pedacito nomás. Soy pobre caballero,
no tengo nada.".
Así habla Doña Cristina, habitante de Warisata, uno de los pueblos
mas conocidos de la provincia de Omasuyus, Bolivia. Es un pueblo tranquilo, tan
tranquilo que no hay policías; los expulsaron de toda la provincia hace más de
dos años, y la justicia comunal Aymara reemplazó, sin problemas a la muy poco
justa del estado boliviano.
Warisata significa varias cosas; en primer lugar orgullo Aymara.
Es el pueblo donde se imparte educación bilingüe, y donde van 1300 alumnos de
todo el país para formarse como maestros rurales, para enseñar a los suyos su
propia cultura. Rodeada de comunidades campesinas, es uno de los centros de la
vida y la cultura Aymara.
El sábado desde muy temprano, mas de un millar de jilatas (autoridades originarias)
y campesinos de toda la provincia eligieron ese pueblo para una reunión ampliada.
Como en un parlamento popular, durante horas discutieron sus reivindicaciones,
que plazos le darán al gobierno para cumplirlas y como querían que se reorganice
la gestión de las escuelas de la zona. Finalmente eligieron un candidato para
prefecto de La Paz, y aunque es el presidente el que lo designa, lo proclamaron
y lo llevaron en andas por las calles del pueblo.
Eugenio Rojas, maestro -y por decisión de asamblea ahora prefecto de La Paz- resume
la situación así: “Ya estamos comenzando nuestra autodeterminación y por eso hemos
expulsado a las autoridades. Aquí no hay problemas, si hay un pleito entre familiares,
lo arregla la autoridad sindical. No hay robos, no hay asaltos. Es la conciencia
del pueblo que está organizado, hace miles de años que estamos acá. Si hay algún
robo, lo pescan y lo linchan o lo botan de la comunidad. La ética Aymara está
muy desarrollada acá. Si es algo muy grave es linchado. Es un pueblo con otras
costumbres, con sus leyes. Cada comunidad tiene las suyas y las del gobierno no
funcionan acá. Es prohibido que entren policías".
Para ellos, explica Rojas, la democracia tiene otro valor. “El indígena vota y
delega al parlamentario para que haga cualquier otra cosa. Cuando queremos reclamar
no nos escuchan, a fuerza tenemos que reclamar. Podría entrar Felipe Quispe como
presidente, pero eso no va a solucionar nada porque la estructura del estado esta
preparada para que sea así. Aquí en la comunidad las autoridades no tienen un
poder para imponer, sino que hay una cohesión social. La comunidad va a aprobar
y la autoridad hace cumplir lo que la asamblea decidió. En la democracia burguesa
el poder está concentrada en una persona, que es elegida por el pueblo y hace
lo que quiere, contra los indígenas".
-Warisata, masacre y resistencia
En estas semanas, Warisata también cobró otros significados. El
20 de setiembre el gobierno boliviano comandó un contingente militar para desalojar
un bloqueo, un helicóptero y dos aviones de guerra. El resultado fue de tres asesinados.
Ellos eran Mariela Nancy Rojas Ramos de 8 años, alcanzada por una bala en el corazón
mientras atendía a su madre enferma, Ismael Marcos Quispe de 20 años, que estudiaba
para ser maestro de su comunidad, y Juan Cosme, maestro y padre de 8 hijos, el
último de los cuales acababa de ver la luz.
La lucha que terminó en represión comenzó el 6 de setiembre. Ese día, una columna
de 2000 campesinos salió marchando hacia La Paz, y en el camino se le fueron sumando
otras comunidades. Cuando llegaron a la Plaza San Francisco una asamblea votó
la huelga de hambre y los bloqueos de caminos. En uno de esos bloqueos detienen
a uno de los dirigentes, y la respuesta fue inmediata; guerra civil fue la consigna
que cantaban miles de campesinos.
Guerra civil fue lo que preparó el gobierno. El sábado 20 de Setiembre el entonces
ministro y monje negro Sánchez de Berzaín se sube a un helicóptero para ponerse
al mando de 1000 soldados. Su primer acción es detener un anciano de Warisata;
una provocación para desatar la masacre. Los campesinos intentan concentrarse
en Achacachi, pero el punto de bloqueo ya está tomado por el ejército. Intentan
también trasmitir la situación haciendo humo, pero la suerte ya esta dictada y
las tropas especiales, los aviones de guerra y el helicóptero ocupan la plaza
y la escuela principal, disparándole a todo lo que se mueve.
Las mujeres y los niños se refugiaron en sus casas y los hombres resisten en la
plaza primero y se repliegan hacia los cerros después, peleando con hondas y con
todo lo que tenían a mano. El ejército no se la lleva de arriba; sufre dos bajas
producidas por viejos fusiles máuser. Con las armas de la revolución de 1952,
nos cuentan, se alimentó la resistencia del 2003; todo un símbolo de esta realidad.
Pero si en un principio parecía que el ejército retrocedía, con la llegada de
refuerzos la balacera se hizo insufrible, y todos abandonaron Warisata. Recién
al otro día, el pueblo entero pudo velar a sus mártires en la plaza central.
-Los símbolos
El gobierno presentó los hechos a la prensa como una "emboscada"
preparada por los campesinos, y su accionar como a un operativo para rescatar
turistas atrapados por los bloqueos. Pero la mentira no alcanzó, y la verdad fue
saliendo a la superficie por si misma. Warisata se convirtió en el símbolo de
la masacre y la resistencia para el pueblo boliviano, y pasará a la historia como
el inicio del proceso que tiró abajo a un presidente gringo, y que todavía tiene
mucho para decir.
De esas jornadas también hay dos fotos que dieron la vuelta al mundo. La primera
es el registro de la masacre misma; la niña con el pecho partido por una bala,
su vida inocente arrebatada para defender las ordenes directas del embajador norteamericano
David Greenlee. La segunda se convirtió en el símbolo de la resistencia; la abuela
Aymara con su nieta en la espalda y un fusil en las manos, con el rostro lleno
de furia y de lágrimas.
Y resulta extraño encontrarla ahora sonriendo y llorando alternativamente, contando
el miedo que tenía cuando vio que los militares estaban en la puerta de su rancho
y golpeando su puerta para ver si había alguien. Ella, que permaneció en silencio,
que rezó por sus nietos y su hija para que no las maten, que lava ropa para sobrevivir,
es quién empieza y termina este relato.
"La radio -dice Doña Cristina- a la noche ha tocado que hay muertos.
Y cuando he ido abajo, a mi sobrino le visto muerto, a mi mas querido wawita.
Había llegado la prensa de todas partes. Y había encapuchados, que los sacaban
en la prensa con fusil, toditos salían con fusil. "Y las señoras, también, ¿quienes
son machas?". ¡Dame, dije yo, como me van a matar a mi wawa, como me van a matar
a mi wawa!. Y una hace esas cosas por ver a su sobrino muerto, porque yo no se
disparar, le juro que no sé. Eso nomás, caballero".









