El lunes 29 de mayo del 2000 fuimos Mike, Rubén y yo a andar en bici por un caminito que descrubrió Ruben, muy cerca del centro de la ciudad, pero al mismo tiempo fuera de la zona urbana, a no más de 10 minutos de mi casa.
El caminito de terracería se convirtió al rato en una vereda entre árboles de huizaches, llenos de espinas.
Rubén nos advirtió de no pisar las espinas. Pero como era mi primera vez en bici por veredas, pues no soy muy hábil para esquivarlas, pense que se me iba a ponchar una llanta...tuve suerte: no pasó nada...por el momento.
Después de varias vueltas a la izquierda y derecha, pasando por terrenos de cultivo, enmedio de ranchos ganaderos y de casitas esparcidas por aquí y por allá, llegamos a un canal de aguas negras. Rubén nos dijo: "hay que cruzar usando el tubo grueso de agua que atraviesa el canal".
Mike pensó que era en broma, pero yo ya conocía a Rubén, así que ni modo. Con sumo cuidado de no caernos, cruzamos con paso gallo-gallina el tubo de unos 10 metros de largo y 30 cms de ancho que se alzaba unos tres metros sobre las aguas negras. Yo fui el último en cruzar. Me arrepentí de no haber llevado mi cámara para que vieran el espectáculo del cruce con las bicis levantadas y rodando en una sola llanta, haciendo equilibrio con el cuerpo, todo al mismo tiempo en que bromeábamos sobre tirarle piedras al que estuviera cruzando en ese momento...
En fin, cuando ya ibamos de regreso a la casa, a Ruben se le ponchó una llanta. Nos detuvimos a la altura de Jardines de la Hacienda. Por supuesto que era una espina. Había que revisar con cuidado toda la superficie de la cámara por si tenía más espinas para parchar todos los agujeros. Cuando estaba terminando de parcharla, descubrimos que tambien una llanta de Mike se ponchó. ¡Vaya! Por suerte Ruben llevaba todo un equipo de reparación de cámaras de bicicletas. Después de otros 15 minutos parchando la llanta, reanudamos el camino de regreso a mi casa.
Eso fue el Lunes. Y quedamos de ir de nuevo en bici al otro dia. Así que cuando llegó Mike temprano para andar un rato en bici, descubrimos con desilusión que también a mi bici se le ponchó una llanta. No nos dimos cuenta que tenía una espina enterrada, así que como no iba Rubén y no teniamos el equipo necesario para parchar, decidimos salir a caminar y trotar un rato.
Quedamos de ir a andar el sábado otra vez en bici. Cité a Nacho, Rubén y a Mike en mi casa a las 8:30 para parchar mi bici y salir a andar un rato hasta medio dia. Traté de despertar a Rubén por teléfono pero seguramente no lo escuchó con el sueño pesado que tiene. Le pedía a Nacho que pasara a la casa de Rubén y se lo trajera.
Cuando llegó Mike a mi casa, descubrimos que la otra llanta que no le ponchó a Mike estaba también desinflada. Rubén habló por teléfono que tambien tenia la otra llanta ponchada y que iba a llegar "al rato". Total, que todas las llantas de las tres bicis que usamos el lunes se nos desinflaron. Y conociendo la puntualidad de Rubén, pues fuimos adelantando el trabajo de quitar las cámaras de nuestras bicis.
Como no teníamos el equipo adecuado, usamos unos desarmadores de cruz y uno plano. Con bastante esfuerzo quitamos la cámara de mi bici; parecía que estaba pegada al rin. Y con los jalones que le dimos no nos dimos cuenta de que rasgamos la cámara con el desarmador en cruz. Ahí aprendí mi primera lección: no improvisar con herramienta inadecuada.
Cuando por fin llegaron Rubén y Nacho como a las 11:00am, mi garage parecía taller de bicis. Había cámaras tiradas por todos lados, bicis boca arriba sostenidas con el asiento y el manubrio en equilibrio sobre el suelo. Toyito, el perrito de mi mamá, jugaba con un desarmador de cruz que encontró por ahí...
Después de un buen rato, terminamos de parchar las cámaras y poner las llantas en su lugar. Mas bien dicho, Nacho parchó mi llanta y yo aprendí a poner la cámara en su lugar e inflarla. Nada más que la puse chueca y el pivote del aire estaba inclinado. Tuve que desinflarla, acomodarla y volver a inflar. Sólo que se me olvidó ponerle talco antes de acomodar la camara e inflarla y azotar la llanta ya inflada un poco en el suelo para que la cámara se acomodara uniformemente dentro de la llanta. Ése fue mi segundo aprendizaje con todo y sus consecuencias, como verán después.
Para entonces ya eran las 11:30am y ¡apenas ibamos a salir a andar en bici! Yo me estaba muriendo de hambre. Rubén también. Se desayunó un delicioso pastel de chocolate que me regalaron el dia anterior. Yo me comí un platano, nueces, almendras y un litro de agua y partimos.
Cuando salimos, mi bici sonaba raro. Rubén me preguntó si alguna vez le había puesto aceite. Le dije que nunca le había puesto aceite. De hecho, cuando lo revasé en un tramo recto, me dijo que le pareció que lo estaba revasando una tortillería con ruedas por la izquierda. ¡Ah no! Era David en su bici.
Nos dirijimos a la gasolinería que nos queda de paso para inflar mis llantas "al tanteómetro": quedaron duras, duras, muy bien infladitas.
Ruben nos llevó de nuevo rumbo al mismo lugar de las espinas. Tan mala era mi suerte que en cuanto dejamos la carretera para entrar a la terracería, con las piedras que hay, mi llanta delantera literalmente explotó con un sonido ensordecedor como de un balazo. Salió tierra volando de la presión del estallido y mis oidos estaban aturdidos con un agudo "tiiiiiiiiiiiiiiiiiiiii".
Le grité a Ruben: "¡Mira lo que pasó!" Mientras yo seguía todavía andando con la inercia que llevaba, la llanta ahora sonaba: "plof, plof, plof, plof".
Nacho y Mike estaban atacados de la risa. Yo me sentía mal no por mi, sino por los demás porque ya era tarde, teníamos todos ganas de andar aunque fuera un rato en bici y ahora esto nos detenía.
Yo les dije que siguieran ellos y me regresaría caminando a la casa con la bici empujándola. O que tomaría un aventón con todo y bici. Nacho dijo que por algo pasaban las cosas. A lo mejor esta era la señal que nos decía que no estabamos predestinados a andar en bici el dia de hoy.
Bueno, entonces decidimos regresarnos y comencé a caminar empujando la bici por el manubrio. Rubén me sugirió tomar un taxi de los que iban pasando por la carretera. Luego Nacho me dijo que estabamos como a kilómetro y medio de mi casa.
"¿Kilómetro y medio?" Pensé. Yo troto de 2 a 4 kilómetros diarios. No creí que fuera difícil y comencé a trotar con el asombro de los demás. Ahora la bici, en vez de tortillería con ruedas, sonaba a fotocopiadora con ruedas: "plof, plof, plof, plof".
Como a los cinco minutos, Nacho me dijo que ibamos como a 9 kilometros por hora. Mmm no esta mal. Decidí mantener el paso hasta llegar a la casa. Cuando atravesamos el cerro de las campanas yo ya iba bañado en sudor. Parece que el único que hizo ejercicio ese dia fui yo. No hay mal que por bien no venga. Hice como 18 minutos trotando y empujando la bici con el "plof, plof, plof" sonando.
Mientras subía la bici en la camioneta, Nacho se despidió. Rubén, Mike y yo fuimos a una tienda de bicis a comprar una nueva llanta para mi bici porque quedó inservible. De paso compré un kit de reparación de ponchaduras, junto con dos cámaras de repuesto. Ya no dependería de alguien para parchar mis llantas.
También decidí juntar para comprarme mi propia bici de acuerdo a mis medidas. Pero antes de eso, lo más urgente sería comprarme un casco, un asiento de gel para proteger mis nachas porque, ahhh como duelen dias después, y también unos shorts con acojinado especial para bicis, y unos buenos guantes amortiguados para proteger mis manos de las vibraciones.
En fin, poco a poco voy aprendiendo y divirtiendome en el proceso. Además es un deporte que no contamina, se puede andar hasta en veredas por el campo y es un excelente ejercicio de bajo impacto para cuidar las rodillas. Como alternativa al trote es buenísimo para descansar los músculos y las rodillas sin dejar de acondicionar aeróbicamente el cuerpo.
Me hubiera llevado mi cámara digital para que vieran con imágenes lo que les conté, pero espero que hayan podido visualizar lo chistoso de ésta anécdota.
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