Arraso o habrá caos... En esencia, eso dijo Labastida ante nueve
organizaciones (auto)adheridas. Don Pancho: ¿es lo menos, lo menos?;
yo le suplicaría que no dijera cosas tan apocalípticas, porque
nomás de
oirlas, hasta se me espanta la leche. Además, ahora que me acuerdo,
creo, don Pancho, que al decir "habrá caos", está usted incurriendo
en una grave confusión de los tiempos verbales. ¿Nadie le
ha avisado que
llevamos ya dos décadas largas sumidos en ese caos eufemísticamente
apodado "la crisis"?; ¿ha leído usted con cuidado las cifras
que indican el tamaño de nuestro empobrecimiento en todos los ámbitos?;
¿será
coherente y justo que nos mande sesgadamente el mensaje de que usted
no es como su padre político, benefactor y vivificador Ernesto Zedillo?
Sólo usted podría responder a estas preguntas; yo me resigno
a no
entender nada de estas machincuepas. Lo que sí me consta como
individuo y como ciudadano es que el caos ya lleva un buen tiempo viviendo
entre nosotros y empobreciendo mi vida, la de mis hijos y la de millones
de
mexicanos a quienes les fue bastante peor que a mí con sus Fobaproazos,
sus errores de diciembre (que, como su nombre lo indica, han ocurrido en
cualquier mes), sus narconegocios, sus promesas de bienestar y con su intolerable
e incontenible rapacidad. Así pues, don Pancho, yo le aconsejaría
que buscara otra manera de acalambrarnos, o de convencernos (quizá
esto sea mucho pedir); pero, por respeto a nuestra lastimada
memoria, no nos venga con su historia del caos que se aproxima (aunque
entiendo que su partido es tan sabio que siempre encuentra la manera de
empeorar cualquier desgracia: "para empeorar, ¡somos los mejores!").
El
caos ya se naturalizó mexicano y lo que queremos es expulsarlo.
Ya una vez, con la amenaza de Chiapas pendiendo sobre nuestra cabeza, nos
vendieron la incumplida oferta de que votáramos por la paz. Creo
que ya no queremos reincidir en la torpeza y creo también que ya
localizamos en su partido el peor foco de violencia en este país.
No serán muchos los que reincidirán. ¿Me entendió,
señor Labastida, o vamos a Chalco y le enseño un croquis?
¡Vicente Presidente!