Una Rebelión limpia, inteligente, pacífica y civilizada.

Por Fernando Amerlinck.

A Alma Angélica Hernández, autora de esta idea.

Al PRI se le dificultará realizar el 2 de julio un fraude a la vieja usanza, pero nada le impide preparar un prefraude de aquí a esa fecha, con mentiras, inmoralidades y porquerías de toda laya, para inducir su versión de voto útil: el del miedo.

Para desgracia suya y gracia nuestra, hay señales de que eso no le servirá como antes. Dice Roberto Blum: "La vieja estrategia de generar el voto del miedo que funcionó bien en las elecciones de 1994 no podrá repetirse. El pueblo ya rebasó la cota necesaria y ahora está dispuesto a asumir los riesgos del cambio".

¿Será así, o sólo es "wishful thinking"? La diferencia es crucial. Esta Rebelión contra ese Imperio es y seguirá siendo pacífica (salvo en grupos violentos cuya inflación periodística hace sospechar que los azuzan los mercaderes del miedo). Es una Rebelión civil, con civilizados votos individuales y secretos.

El votante miedoso de 1994 obtuvo su recompensa: perdió la casa y/o el coche y/o el nivel de vida; su visión de futuro es de grave malestar para la familia. Y sigue viendo a los mismos de siempre decir lo mismo de siempre y hacer lo mismo que siempre y amedrentarlo como siempre.

El "nuevo" PRI ha dado un gran vuelco: un giro de 360°. El Imperio, fiel a sí mismo, hará lo mismo, recetará lo mismo, asustará con lo mismo. Ya lo conocemos. Hay que actuar donde sí ha habido cambios profundos y menos circulares: del lado de la Rebelión.

No desdeñemos a un votante cansado, decepcionado, aburrido. Crece en el subconsciente colectivo de la Nación un disgusto por el miedo del pasado y la apatía del antepasado; un creciente consenso sobre la manifiesta, lastimosa, repetitiva incompetencia del Imperio; por su deplorable desempeño como usufructuario del dinero ajeno, y su impudicia al fomentar un ambiente de terror de baja intensidad.

Han cambiado los sentimientos de esta Nación. Viene de allí el rotundo apoyo al líder único de la Rebelión, Vicente Fox.

Crece, también, un generalizado juicio sobre la debilidad y bajeza de quienes utilizan tales tácticas: finalmente, no son tan fuertes ni tan potentes como pretenden hacerse sentir.

Recuerdo a Mao y su pasado de moda Libro Rojo: el imperialismo es un tigre de papel. El Imperio no tiene fuerza alguna por sí mismo. Sólo tiene el poder que su víctima esté dispuesta a darle mientras siga declarándose víctima. Su poder depende de la obediencia. Si la víctima dice "no", el Imperio pierde el poder. Si la gente dice "no te creo", no creerá tampoco en su invitación al terror. No se dejará apantallar con lo que el Imperio "incapaz de cambiar, fiel a su naturaleza indecente" inevitablemente hará.

La inducción al miedo no tendrá efecto mientras la Rebelión sea inteligente para comunicar que el horripilante monstruo no es fuerte en sí mismo; que su poder depende de nuestra obediencia, y que una de las fuentes de la obediencia es, precisamente, el miedo. Quien finque allí su poder es fundamentalmente cobarde, indigno por ello mismo de mandar. Bien harán los partidarios de la Rebelión, y su principal líder, en revelar al votante esa primitiva y sucia táctica.

Ningún Imperio sobrevive cuando la gente decide no otorgarle su energía y/o su anuencia y/o su pasividad y/o su temor.

Aumentemos el número de golpes certeros, audaces e inteligentes de los líderes de la Rebelión, apoyándolos nosotros, las víctimas que decidimos dejar de ser víctimas.

Ningún monstruo gigantesco y agarrotado, ˜ningún brontosaurio˜ sabe metabolizar el cambio y moverse ágilmente en ambientes cambiantes. Mucho menos sabe el victimario vivir sin víctimas, enfrentado a una Rebelión que lo agujera por todos lados.

Los tiranitos, antiguos beneficiarios de chicas o grandes franquicias de tiranía, empiezan a culparse unos a otros hasta acabar comiéndose entre sí. Sobreviene el fin: el Imperio perece por implosión, víctima de reacciones en cadena de sus propios mandos inconformes, corrompidos, desleales, incompetentes. Se traba y despedaza desde adentro. Las ondas de choque, lógica y natural consecuencia de la implosión, pueden ser fuertes, llegar por sorpresa y ser difíciles de sobrellevar. Pero el que se presenten es indicador de que la Rebelión, lejos de ser derrotada, va triunfando. Esto ya está ocurriendo.

Conviene a la Rebelión acelerar dicha implosión. Es sencillo hacerlo: rehusándose al miedo y negándose a la parálisis. Pase lo que pase. Tope donde tope. Acudiendo a votar por la única vía de triunfo de la Rebelión: Fox.

Desperdiciar el 2 de julio sería posponer un dolor mayor. Diferir lo inevitable produciría consecuencias terribles. Una, convencer a los violentos de que la vía civilizada "la de los votos" no sirve.

En la Nochebuena de 1989 murió el último stalinista de Europa, un despreciable carnicero apellidado Ceausescu. ¿Cómo fue posible? Porque los rumanos no se dejaron apantallar por sus nuevas bravatas. Volvieron a salir a la calle. No se dejaron. Y ganaron.

Hay que convocar a la gente una y otra vez, por todos los medios y en todos los tonos, a no dejarse inducir miedo y respaldar al único líder viable con un voto útil que impida la amenaza más seria: la de que el Imperio siga ganando y la Nación siga perdiendo.

Convocar, hoy por hoy, a no buscar ideologías ni geometrías, ni adjetivos, sino una transición pacífica y civilizada hacia un mejor arreglo de país.

Está en juego el abrir o cerrar el futuro de México como espacio de posibilidades para los mexicanos. Para ello hay una Rebelión limpia, inteligente, pacífica y civilizada, contra la indecencia de un Imperio capaz de todo, absoluta y literalmente de todo, con tal de no perder el negociazo de gobernarnos.

Pero ni ese Imperio ni ninguno puede contra quien le diga "me niego a ser tu víctima". No me das miedo; no vales la pena. No mereces otra oportunidad. Me toca a mí.

El tiempo es hoy. No habrá una posibilidad semejante después. Los países encuentran fechas estelares en su historia. El 2 de julio, un voto útil y abundante, libre de temores infundados, sellará el triunfo de esta estupenda y pacífica Rebelión: ¡Vicente Presidente!

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