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ANANDA COOMARASWAMY: LA FAZ OSCURA DE LA AURORA
 
    Abreviaturas usadas: Ait. Br.: Aitarêya Brâhmana. AV.: Atharva-Vêda Samhitâ. BG.: Bhagavad-Gîtâ. Bh. P.: Bhâgavata Purâna. BUp.: Brihadâranyaka Upanishad. CUp.: Chândogya Upanishad. Jaim. Br.: Jaiminîya Brâhmana. JAOS.: Journal of the American Oriental Society. JUB.: Jaiminîya Upanishad Brâhmana. Mbh.: Mahâbhârata. Mund. Up.: Mundaka Upanishad. MUp.: Mândûkya Upanishad. PBr.: Pañcavimsha Brâhmana. RV: Rig-Vêda. Sh. Br.: Shatapatha Brâhmana. SN.: Samyutta Nikâya. Taitt. Br.: Taittirîya Brâhmana. TS.: Taittirîya Samhitâ. VS.: Vâjasanêyi Samhitâ.
 
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Aquellos que han estudiado teología y mitología saben que es posible considerar dos aspectos de Dios: uno benéfico y el otro terrorífico; Él suscita tanto el amor como el temor; Él es a la vez luz y tiniebla, revelación y misterio. Bajo su aspecto terrorífico, está rodeado a nubes y de oscuridad. La Luz es Vida, la Tiniebla, Muerte. Una corresponde a nuestra idea del Bien, la otra a la del Mal, según la definición convencional del bien como "lo que desean todas las criaturas", y del mal como "lo que quieren evitar todas las criaturas". En la formulación exotérica de la mayor parte de las religiones estos aspectos contradictorios son considerados en su manifestación exterior como dos fuerzas distintas y opuestas, divina y satánica, celestial y ctónica. Satán es concebido comúnmente como una serpiente o un dragón, y a menudo es así representado en el teatro o en el arte. Sin embargo, el Héroe solar y el Dragón, en guerra sobre el escenario, son hermanos de sangre entre bastidores. Desde el punto de vista cristiano, los Ángeles caídos son "caídos en gracia, pero no en naturaleza", y, desde el punto de vista musulmán, Iblîs es redimido al final de los tiempos; en otras palabras, Satán es de nuevo Lucifer. En la mitología griega, la misma divinidad, Zeus por ejemplo, puede ser adorada y representada en forma antropomórfica u ofídica. La adoración de la serpiente y su iconografía, a pesar de su apariencia "primitiva", tiene profundas bases metafísicas.

 Toda tradición considera una "Identidad Suprema" (tad êkam, "Este Uno", en el Rig-Vêda), en la cual las fuerzas exteriormente opuestas son un principio único e indivisible; el león y el cordero yacen juntos. Las potencias contrarias no están separadas más que por la propia naturaleza de la razón, que ve las cosas separadamente como sujeto y objeto, afirmación y negación, acto y potencialidad, Cielo y Tierra. La práctica contemplativa, tanto en Oriente como en Occidente, intenta aproximarse a Dios en sus dos aspectos; evitando una visión incompleta de la Unidad, desea conocerla a la vez como ser y no ser, vida y muerte, Dios y Deidad (Godhead). La contemplatio in caligine, por ejemplo, se dirige a la faz oscura de Dios, y corresponde al culto indio de Shiva-Rudra, pues las Tinieblas primordiales moran en él en tanto que Rudra (RV, X, 129, 3, y MUp., V, 2).
Puede demostrarse, según el Rig-Vêda u otros textos, que Dios en la Tiniebla –entonces no manifestado, no actuante, en su origen, ab intra- es concebido bajo una forma que no es ni humana ni angélica, sino animal, en particular bajo la de una serpiente incubando o un dragón arrojando fuego, agazapado en una cueva u oculto en una montaña, defendiendo un tesoro o impidiendo que fluyan los Ríos de vida. El acto creador entraña la mutilación, la división o la transformación de la serpiente circular, frecuentemente concebida como "sin pies ni cabeza", es decir, con su cola en la boca. La determinación y la identificación de esta Unidad primordial y sin partes es comprendida por un lado como un sacrificio voluntario, y, por otro, como obtenida gracias a la violencia ejercida por el deseo de vida de las Potencias de la Luz. La celebración de la victoria sobre la Serpiente por parte de estas Potencias es un tema fundamental de los himnos védicos y un aspecto de la gran Batalla entre los Ángeles y los Titanes por la posesión de los mundos luminosos –correspondiente a la lucha entre san Jorge y el Dragón-. Es seguro, además, que las Potencias luminosas y las Potencias tenebrosas son una sola y misma Potencia. Los Dêvas y los Asuras son igualmente hijos de Prajâpati o de Tvashtri; las Serpientes son los Soles. Es cuestión únicamente de puntos de vista. Al final del ciclo, las Potencias de las Tinieblas son a su vez victoriosas. Las Potencias de las Tinieblas residen igualmente en las Serpientes acuáticas (nâga) o Pueblos del Mar, y representan la posibilidad maternal del ser. La primera determinación de la Deidad (la Muerte) es el ser. Vida y Muerte, Dios y Deidad, Mitra y Varuna, apara y para-Brahma, están unidos, desde este punto de vista, como pareja procreadora (mithuna). El principio determinativo y paterno cumple, en conjunción con el principio pasivo y materno, "el acto de fecundación latente en la eternidad" (Eckhart). La generación del Hijo "es una operación vital a partir de un principio de conjunción... aquello por lo que el Padre engendra es la naturaleza divina" (santo Tomás de Aquino, Suma Teológica, I, c. 27, a. 2, y c. 41, a. 5). El Padre es el Intelecto, la Madre es la Palabra, el Hijo es la Vida (BUp., I, 5, 7). Al igual que el Padre obra por el Hijo, el artista obra "por una palabra concebida en su intelecto" (Suma Teológica, I, c. 45, a. 6). En este sentido, toda formulación ontológica afirma la dualidad de la Unidad tanto como la unidad de la Dualidad. Es entonces evidente que todo lo que pertenece al aspecto masculino de la Unidad pertenece igualmente a su aspecto femenino; aquí consideraremos principalmente la concepción védica del principio femenino ab intra.
Para muchos, estos principios ontológicos poseen valor e interés no como "huellas" de la Vía, sino en tanto que ofrecen una explicación lógica de algunas formas-tipo del mito de la creación –es decir, un bien propio de todas las tradiciones-. Sin embargo, incluso desde el punto de vista puramente "científico", quien estudie la mitología, el folklore y los cuentos de hadas hallará en tales principios un medio precioso para reconocer y aproximarse a las diversas formas que adopta este mito universal. Estos relatos no se refieren solamente a un tiempo anterior a la historia, pues ya eran contados en un tiempo en que la historia no existía. Podemos estar seguros de que los aspectos pseudo-históricos que ha revestido el mito, por ejemplo en la Volsunga Saga del Béowulf o en el Mahâbhârata, son desarrollos tardíos y racionalizaciones parciales. Podrán reconocerse fragmentos del mito en la vida dogmática de cada Mesías, en los milagros atribuidos, por ejemplo, a Cûchulainn, al Buda, a Moisés y a Cristo. Otros fragmentos sobreviven en los cuentos de hadas, y también en las canciones de cuna; en la historia del héroe que atraviesa el mar o que trepa a un árbol y llega así a otro mundo mágico, del que libera o rapta a la muchacha prisionera de un gigante o de un mago; en las historias de sirenas u ondinas que se apoderan de un mortal, y adquieren un alma y pies en lugar de su cola de pez.
 
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En el estudio anterior [Ángeles y Titanes] hemos visto la relación existente entre los Ángeles (dêvâh) masculinos, por un lado, y los Titanes (asurâh) o las Serpientes (sarpâh) por otro, debiendo ser los primeros considerados como "conversiones" o transformaciones sacrificiales de las Serpientes. Como introducción a lo que sigue, y para facilitar la interpretación de los textos que se citan, será útil indicar la naturaleza general de las características de esta transformación de las Serpientes. La referencia se encuentra en primer lugar en el Rig-Vêda, pero está cómodamente resumida en el Pañcavimsha Brâhmana, XXV, 15, donde las Serpientes, gracias a una sesión sacrificial, abandonan su vieja piel (1) (hitvâ jîrnân tacam) y avanzan arrastrándose (ati-srip), adoptando nuevas formas; así, "las Serpientes son los Adityas" (sarpyâ vâ âdityâh); cf. Shatapatha Brâhmana, VII, 3, 2, 14, donde Agni, habiéndose "deslizado fuera de las Aguas" (adbhya upôdsriptam), se tiende sobre una hoja de loto. No es necesario demostrar la identificación entre Agni ab extra y Ahí Budhnya ab intra, pues puede advertirse que Agni "sin pies ni cabeza, ocultando sus dos extremidades" (apad ashirsho guhamâno antâ, IV, 1, 11) es manifiestamente concebido como una serpiente enrollada sobre sí misma, quizá mordiéndose la cola. Igualmente, el Sol es en el origen "sin pies", pero Varuna se los da a fin de que pueda avanzar (apadê padâ prati dhâtavê, I, 24, 8). En otros pasajes, Indra, Agni, Soma y Varuna son descritos como "teniendo pies" (padavîh); cf. los términos padavî, la huella de un paso, vestigium pedi (2) (I, 72, 2 y X, 71, 3) y pada (passim). En cuanto al término apâd [sin pies], se refiere naturalmente a la "serpiente"; los demonios Kunâru y Vritra son sin manos ni pies (ahastam, apâdam, III, 30, 8, y también I, 32, 7, en cuanto a Vritra). El Shatapatha Brâhmana (I, 6, 3, 9) indica claramente la transformación de Soma: "Porque rodaba, se hizo Vritra; porque era sin pies, se convirtió en Ahí" (yad apat samabhavat tasmâd ahis).
 Estudiemos ahora el caso de la Aurora (ushas), cuyos himnos son familiares a aquellos que han estudiado el Rig-Vêda. Es sabido que la Noche y el Día o la Aurora (naktôshasá, dual f.) son hermanas parecidas que siguen sucesivamente el mismo camino. La Noche, "habiendo concebido para dar vida a Savitri [el Sol], fabrica la matriz de la Aurora" (I, 113, 1-3); "la hermana cede la matriz a la hermana más fuerte" (I, 124, 8, la hermana más joven sale victoriosa, y la Dêvi reemplaza a la Asurî, cf. Mbh., XII, 35, 25: "los Asuras son los hermanos mayores, los Dêvas son en efecto los pequeños"). "Ellas amamantan una tras otra al Ternero de un año" (I, 95, 1), i. e. Agni, que tiene dos madres (ubhê sa mâtror abhavat putra, III, 2, 2, y dvimâtâ, passim); "Una madre lleva al Ternero, la otra descansa (kshêti)... Las gemelas se dan diversas formas (vapûmshi); una (hermana) es sombría (krishnam) y la otra brilla" (III, 55, 4 y 11, cf. V, 2, 2) (2a).
    También el Hijo, sea Sol o Fuego, posee dos aspectos, correspondientes a los de las hermanas Auroras (ushasâ virûpê, V, 1, 4): "Bajo un aspecto es sombrío (hari), bajo el otro es claro (shukra) y brillante (suvarca)" (I, 95, 1). En tanto que Pushan, tiene dos aspectos diferentes, como el Día y la Noche, uno claro y el otro oscuro (VI, 58, 1); al igual que las Auroras, él "parte y regresa" (I, 164, 38), "tan pronto estéril (starîh) como fecundo" (sûtê, equivalente a savitâ bhavati, "es Savitri"), él modela su aspecto como quiere" (VII, 101, 3); "Así se muestra la serpiente negra; adopta las formas (vâpûmshi) que quiere, por magia titánica" (AV., VI, 72, 1); "El Inmortal y el mortal, su hermano uterino (sayonih), van siempre juntos: los hombres ven a uno, pero el otro se les escapa" (I, 164, 38) (3). Después de que la Noche y el Día (ushasâ, las "hermanas auroras") le hubieran llevado, Agni nació "lleno de fuerza y blanco, en el principio de los días" (V, 1, 4) (4). El empleo del término ushasâ para designar a la Noche y al Día corresponde a las expresiones "días de muchos colores" (vishurûpê ahanî, I, 123, 7, y VI, 58, 1) y "día negro y día blanco" (ahash ca krishnam ahar arjunam ca, V, 9, 1) (5). "Muchachas de color diferente, cuyo devenir se renueva según la idiosincrasia propia de cada una, la Noche con sus bellezas sombrías, la Aurora con sus bellezas radiantes, ellas han avanzado una tras otra alrededor del Cielo y de la Tierra, desde tiempos remotos" (I, 62, 8).
    Las hermanas Auroras no son solamente las madres del Sol o de Agni, se dice además que son las esposas del Sol: la Aurora es una joven (yoshâ) deseada por el Sol (I, 123, 10); las Auroras son llamadas las esposas (panîh) del Sol inmortal (IV, 5, 13); la generosa Aurora (maghonî ushâ) es la virgen del Sol (sûryasya yoshâ, VII, 75, 5 y 69, 4); las hermanas Auroras son las esposas del Sol (ushasâ... sûrya-pâtni, AV., VIII, 9, 12). La Aurora es igualmente hermana de Bhaga, pariente (jâmi) de Varuna (I, 123, 5), y es "hija del Cielo" (6). El hecho de que sea hija del Sol (yoshâ... sûro duhitâ, VII, 69, 4) conlleva el tema del incesto, conocido sobre todo por el de Prajâpati (7): "incesto" inevitable a causa del parentesco (jâmitva) ab intra de todos los principios manifestados. Pûshan es el amante de Sûryâ (VI, 58, 3). La identificación de la Aurora (ushas) con Sûryâ es evidente, así como la de las hermanas Auroras (ushasâ) con Saranyû y su savarnâ (8). En la Vâjasanêyi Samhitâ (III, 10), la Noche (râtû) y la Aurora (ushas) o el Día (ahas) son las esposas de Indra (indravatî), representando aquí Indra al Sol.
El hecho de que Ushas sea tanto la Noche como la Aurora o el Día permite comprender algunos pasajes desatendidos del Rig-Vêda, en los cuales la Aurora es considerada como una potencia siniestra. Y lo es esencialmente, no más o menos de manera accidental, dado que los días que pasan hacen disminuir el tiempo de vida (I, 92, 11); por esta razón Ushas es llamada jarayantî (VII, 75, 4), de jri, "arraigar" (9). Indra es elogiado por haber "abatido a la hija del Cielo, esa mujer malvada" (IV, 30, 8, 11), que es descrita "saliendo" [fr. s’écoulant, que posee además el sentido de transcurrir, de pasar (el tiempo)] (sarat) de su carro estropeado; ese carro que "la Hija del Cielo, la Maestra del Universo, engancha aquí abajo (parâkât, i. e. ab intra) para inspeccionar rápidamente los Cinco focos y para vigilar los caminos tumultuosos de los Ancestros" (VII, 75, 4). En X, 138, 5, Ushas teme el rayo de Indra y huye (akrâmat) abandonando su adorado carro (cf. II, 15, 6). Agni es designado normalmente como el "raptor" o el "agresor" de la Aurora (usho na jârah); habitualmente se traduce como "amante de la Aurora", pero jâra, de jri, "arraigar", incluso cuando significa "amante", siempre tiene un sentido un poco siniestro; y, con respecto a los pasajes que a ello se refieren, Yâska y Sâyana tienen razón al relacionar jâra con jarayitri, en el sentido de que, con el amanecer, se imagina siempre que las Auroras se alejan para reunirse con las Auroras precedentes (cf., por ejemplo, I, 113, 10). Agni, "ahuyentando a las Noches (nirudhya nahushah), da a las Auroras en matrimonio al ario" (aryapatnîr ushasash cakâra, VII, 6, 5, Sâyana hace equivaler arya ["noble"] y sûrya ["sol"] (11). Dakshinâ, sinónimo de Ushas en el mismo himno, "surge de la noche oscura en tanto que aria" (krishnâd ud asthât aryâ, I, 123, 1). Evidentemente, debe comprenderse que ella había sido anaryâ; puede verse también que Dakshinâ es la madre de Indra por Yajña (TS., VI, 1, 3, 6), y que Dakshinâ es Vâc [la "Palabra"], de la que se conoce su origen asura.
    La Aurora precede al día y no puede retrasarse, por temor a que el Sol la queme como a un ladrón o un enemigo (V, 79, 9). No puede volverse una potencia favorable antes de que hayan transcurrido las treinta partes que componen las veinticuatro horas (11a); esperando, "moviéndose sin cabeza, con una lengua indiscreta, desciende los treinta grados" (11b). Igualmente se dice (I, 123, 8) que las hermanas "atraviesan una tras otra treinta leguas" (trimshatam yojanâni) (11c) para reaparecer en el tiempo debido, pues la "antigua Aurora nace y renace siempre, adornada con un colorido idéntico" (12). En la espera, y durante las treinta estaciones del declive de la Aurora, el Sol reina con un dominio absoluto (trimshad dhâma vi râjati, X, 189, 3).
¿Cuál es entonces el estatuto de la Aurora ab intra, en la Noche en tanto que Noche, y en particular al final del tiempo nocturno (paritakmyâyâm)? "La Noche, a su término, comienza a brillar en tanto que Aurora (aucchat) a la llegada del "Recaudador de impuestos" (13), el rey del pueblo de las luces" (V, 30, 14); "al término de su vagabundeo, la Hija del Sol escoge la gloria (shriyam) de su padre" (VII, 69, 4). La procesión de Ushas es de hecho descrita en términos exactamente similares a los ya citados a propósito de la procesión del Sol (I, 24, 8); "La joven hija sin pies avanza la primera de entre los seres provistos de pies" (apâd êti prathamâ padvatînâm, I, 152, 3), lo que es casi idéntico a "La joven hija sin pies apareció antes que los seres provistos de pies" (apâd iyam purvâ â agât padvatîbhyah, VI, 59, 6; apâd reemplaza a apadî en ambos pasajes). Esto significa que habiendo sido "serpiente", asume ahora una forma angélico-humana. La misma idea subyace cuando se dice que "Nuestra Señora se despoja de su sombrío aderezo" (13a), pues ello equivale a hacer desaparecer el desuso y la impotencia (I, 140, 8), y en realidad es la piel de la serpiente, la vieja piel (jîrnân tacam, cf. PBr., XXV, 15), que es abandonada. Así es como Urvashî y sus hermanas "escapan de los Purûravas como serpientes" (X, 95, 8-9), aunque, cuando ceden, "se transforman en cisnes" (13b).
 En I, 185, donde el Día y la Noche (ahanî), aunque sin ser idénticos, son sin embargo asimilados al Cielo y a la Tierra (dyâvâprithivî o rodasî), se dice, en la segunda estrofa, que "Los dos (no especificados) (14), aunque no avancen (acarantî) y carezcan de pies (apadî), llevan un potente Germen (garbha = Agni) que avanza y tiene pies" (carantam padvantam). Lo cual se relaciona estrechamente con X, 22, 14: "Tú precipitas a Shushna hacia la derecha por el bien de la Vida universal (vishvâyavê, i. e. Agni), y esta Tierra (kshâh), que no tenía ni manos ni pies (ahastâ yad apadî), pudo crecer" (vardhata), y con III, 55, 14: "Teniendo pies (padyâ), ella se alza (ûrddhvâ tasthau), adornada de muchas bellezas".
Podemos ahora comparar todo lo anterior con una parte del relato que describe el matrimonio de Sûryâ (X, 85, 28-30). Aquí, justo antes de sus verdaderas bodas, Sûryâ es llamada Krityâ (15), y sólo cuando esta naturaleza krityâ, semejante a un vestido ceñido (âsakti), es quitada, ella se acerca a su marido: "Krityâ, que se adhería estrechamente, es retirada (vyajyatê)... esta Krityâ ha obtenido pies, y es como mujer que conoce a su marido" (16). La continuación del texto describe el aspecto nefasto del Sol cuando se ha unido ab intra con esta misma Krityâ: "Su forma decae (ashîrâ) cuando ella brilla (rushatî) en este mal (pâpayâ amuyâ, como en X, 135, 2, en relación con la vía maléfica de Yama), cada vez que el esposo envuelve su cuerpo con el vestido de su mujer", que es, obviamente, la "ropa de la Noche" (I, 115, 4). Se halla una alusión análoga en I, 105, 2, cuando Trita (17) se queja de que "la mujer abrace a su esposo" (â jâyâ yuvatê patim); de hecho, solamente "cuando los padres, que cohabitan en la oscuridad, son separados, es cuando ellos crean al Niño" (I, 140, 3); "Por la separación de lo que era antes [los principios unidos], lo que viene después [el Sol] aparece" (X, 27, 23); cuando el sacrificador realiza una ofrenda de Soma, el potente Cielo Padre se libra de la opresión (I, 71, 6). Esta separación del Cielo y de la Tierra, efectuada por el sacrificio, es el acto esencial de la creación (RV., passim, y VII, 80, 1), pues se produce así el "espacio" (antariksha) en el cual los "principios ardientes" podrán hallar refugio, y extenderse como en una tierra prometida (17a).
Si bien el esposo es oscuro cuando lleva el vestido de su mujer –de hecho, una piel de serpiente-, ella misma también se torna resplandeciente cuando tira su ropa oscura (I, 113, 4); brilla entonces, radiante, con ropas de luz (shukravâsah, I, 113, 7) (17b). "Ella se eleva y descubre los confines del Cielo (18), se aleja de su hermana... resplandece en el ojo luminoso de su seductor" (jârasya cakshasâ vi bhâti, I, 92, 11, cf. X, 189, 2). Se trata en efecto de su matrimonio cuando ella se viste de Sol, cuando "el Sol levante, estrella resplandeciente, lanza sus rayos en compañía de los suyos; y después, oh Aurora, que podamos nosotros participar en tu fulgor y en el del Sol" (VII, 81, 2, cf. VIII, 9, 18). Y también de su muerte, pues "cuando él sopla, ella expira" (asya prânâd apânatî, X, 189, 2, himno de la "Reina Serpiente" Sarparâjnî).
Puede reconocerse otra versión de la procesión de las Auroras en la historia de Apâlâ, cuyo nombre significa "sin protección", es decir, mujer libre y sin marido. En el himno en cuestión (VIII, 91), Indra representa al Sol –es descrito con términos propiamente solares- y la joven hija (kanyâ), que es hostil a su (antiguo) marido (patidvishah) (19), se pregunta: "¿Y si nos fuéramos con Indra y nos desposáramos con él?" (20). Ella le ofrece el Soma, es decir, cumple para él un sacrificio virtual (21), y le pide que haga implantar una cabellera en la cabeza (calva) de su padre, sobre su campo y sobre su propio cuerpo, "aquí, por debajo de la cintura", a fin de restaurar la fertilidad del universo (22) –la referencia a su propio cuerpo indica su extrema juventud. Indra hace pasar a Apâlâ por los tres agujeros (kha) (23) de su carro (solar), y, purificándola (pûtvî) así, le da una "piel solar" (sûryat-vacam) (24). Según la muy inteligible leyenda citada por Sâyana, Apâlâ, hija de Atri, sufre realmente de una "enfermedad cutánea" (25), y las tres pieles que Indra le quita se transforman en reptiles. Según el Jaiminîya Brâhmana (I, 220), Apâlâ deseaba ser liberada de su "mal color" (pâpam varnam). Tras las dos primeras purificaciones, se transformó sucesivamente en un lagarto (godhâ) y en un camaleón (krikâlasa), pero después de la tercera quedó samshvishtikâ (evidentemente "blanqueada"; en la versión del Shâtyayana Brâhmana se lee samshlishtikâ, "que atrae las caricias") y su forma es llamada "la más bella de las formas". De acuerdo con la versión similar del Pañcavimsha Brâhmana (IX, 2, 14), "había una Angirasî llamada Akûpârâ (lit. idéntica a "Aditi", "In-finita"). Su piel era semejante a la de un lagarto (i. e. de reptil y escamosa). Indra, habiéndola purificado tres veces por medio del sâman (llamado akûpârâ), le hizo una piel solar; en verdad, era lo que ella deseaba".
La descripción del vestido "manchado" rechazado por Sûryâ es significativa: "rudo, raído, patético, venenoso e incomible" (X, 85, 34); la curiosa expresión "incomible" (na... attavê) se halla también en el Atharva Vêda (I, 11, 4), donde se dice que el corión (jarâyu, término aplicado a la muda de una serpiente, cf. ibid., I, 27, 1) es "un alimento para los perros" (shunê... attavê). En cualquier caso, está claro que las viejas pieles son reemplazadas por una piel gloriosa que hace a Apâlâ digna de ser la esposa de Indra (26) –o a Sûryâ la del Sol.
    Hace tiempo que opinamos que Apâlâ es Sujâtâ en la leyenda del Buda. En los Jâtakas (I, 69), hija de un colono, ella desea un marido, y entrega leche como ofrenda al Bodhisattva, que está sentado ante el árbol de Bodhi en la vigilia del Gran Despertar. De hecho, Sujâtâ se convierte en la esposa de Indra. El relato más completo se encuentra en el Jâtaka nº 31, texto I, p. 205. Sujâtâ es aquí la cuarta sirviente (pâdaparicârikâ); las otras tres, difuntas, renacen [análogamente] en el mismo estado, gracias a su virtud; pero Sujâtâ, "ya que no había cumplido ningún acto de virtud" (kusalalamassa akatattâ, cf. la nota 15) renace en forma de grulla. Indra le busca, le encuentra, le instruye, y demuestra con una prueba que su corazón ha cambiado. Ella renace entonces en la familia de un alfarero. Indra le busca, le encuentra, y le hace un regalo en recompensa a su virtud. Ella renace una tercera vez, hija del Asura Vêpacittiya –no olvidemos que los tres nacimientos corresponden a las tres purificaciones de Apâlâ- y, gracias a su virtud, es muy bella (abhirûpa). Su padre (que corresponde a Tvashtri en las versiones "Sûryâ") la engalana para el matrimonio y reúne una asamblea de Asuras con el fin de que escoja un marido. Indra adopta "el color o el aspecto asura" (asuravannam = asurya-varnam, lo que corresponde a X, 85, 30, ya citado), se presenta en la asamblea (un real svayamvara) y Sujâtâ le elige como esposo; él la convierte entonces en su reina principal. Indra representa, en este cuento, una encarnación anterior del Buda. En la última encarnación, en la que el Bodhisattva ya no es identificado con Indra (en el sentido de la dualidad védica Indrâgnî), las necesidades del relato no permiten que Sujâtâ se convierta en la esposa del Buda, y ella sigue siendo la de Indra –aunque podamos pensar que la actual esposa del Bodhisattva, Yashodharâ, sea en realidad el alter ego de Sujâtâ.
    Examinados los textos paralelos, es útil notar que el Rig-Vêda dice en más de una ocasión que Ushas es "Sujâtâ" (26a). Y la designación de Ushas como Magnonî (I, 124, 10 y VII, 75, 5) sugiere ya a Maghavan, es decir, a Indra (27). Igualmente, estamos obligados a identificar a las kanyâ y sujâtâ de nuestros textos con la sukanya, hija de Sharyata, que se convierte en la mujer de Cyavana en el Shatapatha Brâhmana (IV, 1, 5), pero como ello requeriría un estudio de la identidad de Cyavana, Atri y otros, debemos dejar este asunto de lado y retomarlo en otra ocasión. Puede no obstante señalarse que, si el Sol es oscuro cuando lleva las vestiduras de Krityâ, el inveterado (jîrnah), Cyavana tiene también "el aspecto de Krityâ" (krityâ-rûpah), jahê, "él fue abandonado", corresponde a "dejemos aquí al inútil" (atra jahâma... ashêvah, X, 53, 8) y a "yo abandono al Padre" (pitaram jahâmi, X, 124, 4); en fin, el nombre de Cyavâna o Cyavana, "caído", se encuentra en esta misma estrofa (X, 124, 4): "Agni, Varuna y Soma declinan" (cyavantê). Cf. también la "quíntuple ofrenda" realizada por Sûnritâ a Brahmanaspati (28) (I, 40, 3).
 El Atharva Vêda (I, 27) ofrece sin error posible un relato condensado de la procesión y del matrimonio de Indrânî. La primera estrofa comienza así: "Sobre la otra orilla (<