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BLANCO...

(Anti-parabola a-futurista)


De Pablo García-Gámez


Sobre "Blanco".

"Cuando leí 'Blanco' creí estar viendo un episodio de 'Mad Max', donde la lucha por la supervivencia es primordial anteponiéndose a todo tipo de concepto humanista; es así como el artista nos retrata en los albores del siglo XXI, llenos de egoísmo y mecanizados donde un dólar vale más que una caricia y un número sustituye nuestro nombre. (...) El venezolano Pablo García-Gámez, nos hace padecer al punto de hacernos sentir culpables, pero también trasluce un rayo de esperanza para un mundo mejor (...) Nos hace saber que la gran mayoría de los cambios radica en nosotros mismos..."

(De 'Pablo García-Gámez: Sus denuncias cubiertas de belleza' Franco Galecio. Ecuador News. Nueva York, junio de 1999).


©1997-Pablo García-Gámez. 83-40 Britton Avenue, #5-A. Elmhurst, NY 11373. Katiago@aol.com


 

Los Personajes:

Uno, Otro y Aquel. Uno y Otro son agradables, de buen aspecto. Sin embargo, llevan ojeras que les hacen ver agotados. Visten uniforme cuyo diseño está entre lo deportivo y lo marcial: unos monos overalls enterizos blancos, zapatos deportivos muy vistosos, más allá de lo que se considera moderno. Son pulcros en su apariencia. Uno es comandante, de su pecho cuelgan condecoraciones. Otro es un soldado al servicio de éste. Uno y Otro están al acecho de una invasión. Aquel difiere en cuanto aspecto: descuidado en el vestir, el traje -similar al de Uno y Otro en cuanto a diseño- es raído, sucio, negro. Entre su cuerpo y la ropa hay un relleno de goma espuma que le hace parecer personaje de cómics.

El Espacio:

La acción se sitúa en un comando fronterizo rodeado de desierto. Las paredes son blancas; muestran decadencia por la textura y los tonos amarillentos. A la entrada hay un andamio que sirve como torre: de allí se divisa la entrada del público y el movimiento del enemigo. En el piso, a la entrada, hay arena regada. En el espacio escénico se encuentra una pila de zapatos amontonados: zapatos viejos y rotos. El espacio lleva al espectador a un futuro en el que se mezclan lo reaccionario y el new age. Otro está al lado de la puerta construyendo una muralla de zapatos.

UNO: (Montado en el andamio). El pelotón que no llega y yo... yo haciendo guardia como un soldado cualquiera...

OTRO: (Bajo). Siempre quejándose... siempre quejándose.

UNO: ¡Otro, mire: ahí vienen los aliados...!

OTRO: ¿Llegaron los aliados?

UNO: Sí, se les ve en la cara. Son los aliados... (Al público). Espero que el desierto no haya estado muy caliente hoy, menos mal que tienen zapatos. Pasen, pasen, pasen rápido... Los Aquellos pueden darse cuenta... cuenta.

OTRO: (El público aún no termina de entrar. Otro está a la entrada construyendo la pared de zapatos). Comandante Uno, ¿son de verdad?

UNO: Claro que son Ellos... son los Ellos. Son los aliados. (La audiencia entra. Otro los mira con desgano. A Otro). ¡Salude...!

OTRO: Como usted diga. (Al público). ¡Hola...! ¡Hola...!

UNO: ¡No, tonto...! ¡Saludo marcial...!

OTRO: (Permanece unos segundos en posición de saludo marcial. Bajo. A Otro). ¿Está seguro de que en realidad son los Ellos y no los Aquellos?

UNO: No me lleve la contraria, ¿no ve que son los aliados?

OTRO: Cuidado, comandante Uno: usted es muy ingenuo.

UNO: Soldado, no me desacate. (Para sí). El pobre nunca será ascendido por lo torpe… ser torpe, esa es su tragedia. (Ve fijamente a los espectadores). He dicho que son los Ellos y no los Aquellos. Además, llevan salvoconductos. Recíbalos... recíbalos.

OTRO: (Se dirige al público). Si tienen el salvoconducto es que son. Ciudadano, le habla la autoridad: déme el salvoconducto...

UNO: ¡Así no...! ¡Son los aliados...! ¿No puede hacerlo con un poco de educación?

OTRO: Bienvenido a nuestro querido reino. ¿Podría hacer el favor de mostrarme su salvoconducto, ése que le dieron a la entrada? (A Uno). ¿Por qué tengo que hacer esto solo?

UNO: Porque yo soy más autoridad, yo soy el que ordena y usted es el que cumple... así es la vida... así nos enseñó Totomoch.

OTRO: (En extásis). ¡Totomoch...!

UNO: (Al público, mientras baja del andamio). Siéntense. No se preocupen por el soldado Otro, él es así... y no es para menos... ustedes saben, con estas cosas que pasan... pasan.

OTRO: Yo voy directo al punto y ya está...

UNO: (Lo interrumpe). Esas malas costumbres no las aprendió aquí: él es nuevo... lo trasladaron hace poco de otro frente, mientras llegan los soldados que van a quedar fijos aquí. ¡Tiene una educación tan lamentable...!

OTRO: (Vuelve a la pared de zapatos). ¿Lamentable porque me preocupo por el reino...?

UNO: (Interrumpe de nuevo). El pobre, a pesar de ser de este reino, tiene carencias de roce… le falta tacto. ¡No saben cómo espero el día que llegue el pelotón y que a él lo manden a otro lugar, bien lejos.

OTRO: Comandante Uno, la señora me pregunta que por qué están estos zapatos aquí.

UNO: ¿Los zapatos? Se los quitamos a los Aquellos cuando nos han querido invadir... los decomisamos y a los Aquellos los soltamos... descalzos no pueden transitar... descalzos no pueden volver... la arena del desierto es muy caliente de día, de noche es fría y allá no hay agua. No queremos que les pase nada, por eso los zapatos, para que agarren miedo y así no vengan más. Claro, si se arriesgan ya es problema de ellos.

OTRO: ¡Y lo que apestan...! No los zapatos: los cuerpor. Por las noches, la brisa del desierto trae un olor a perdido, a no alcanzado.

UNO: Lo peor de todo es que cuando viene un Aquello, hay que hacer informes tediosísimos, investigaciones interminables...

OTRO: Que por lo general, termino haciendo yo.

UNO: Ustedes están bien... bien, ¿verdad? Por lo menos tienen la apariencia. La apariencia, la palabra mágica... el eje de la filosofía de Totomoch. Por eso es que estamos aquí, por la apariencia. Antes de comenzar con la apariencia...

OTRO: Comandante Uno: espérese que no han terminado de acomodarse los aliados.

UNO: ¿Qué manera es esa de dirigirse a un superior?

OTRO: Perdón, mi comandante.

UNO: Y vigile como hace esa pared. No está saliendo como yo quiero.

OTRO: A mí me parece que está bien.

UNO: No me importa si le parece bien o no. Hágala como yo le dije. (Irónico). Cuando usted sea comandante... la hará a su gusto…(Ríe).

OTRO: Como diga. (Retira unos zapatos de la pared para acomodarlos de nuevo).

UNO: (Al público). Como dice el soldado Otro, aún no terminan de acomodarse los aliados. Mientras eso sucede, mientras ustedes se sientan... sientan, voy a encender las ondas alfa de mi cerebro. (Se escucha una mezcla de música entre disco y marcial con la que el comandante Uno hace calentamiento para después hacer ejercicios aeróbicos. Al público). Vamos, todo el mundo... ¡Un, dos, tres, cuatro, fir...! ¡Un, dos, tres cuatro, fir...! (Grita). ¡Otro: apúrese...! ¡Un, dos, tres cuatro, fir!

OTRO: Hago lo que puedo. Vinieron muchos aliados. (Al público). Acomódense.

UNO: (Mientras hace los ejercicios). Entonces, voy haciendo las presentaciones. (Para de hacer ejercicios). Como les dije, él es el soldado Otro. Yo soy su superior, el comandante Uno. Estamos aquí para ayudarlos, para hacer que el alma de cada uno de ustedes se agrande. (Pausa). Hace siglos que los griegos dieron en el clavo: enriquecemos la mente a través del cuerpo. Uno y otro,

OTRO: Dígame...

UNO: No es con usted. Decía que cuerpo y alma no pueden estar separados. ¿Saben ustedes que cuando el cuerpo está en movimiento, una serie de ondas comienza a generarse en nuestro cerebro?

OTRO: Acuérdese de los uniformes.

UNO: ¡Ah...! Los uniformes. Blancos. Además de pureza, rectitud, además de significar nuestras bondades, incentivan las ondas de las que les hablo. Esas ondas nos hacen más sensibles, más inteligentes, más cultivados, más en contacto con el mundo que nos rodea... rodea. (Pausa). En una palabra: nos hace superiores. (Pausa). Soldado Otro: mente...

OTRO: (Intenta completar la frase). Y cuerpo sano.

UNO: ¡No...! Mente...

OTRO: (Intenta completar la frase). Con cuerpo sano.

UNO: ¡No y no...!

OTRO: Mente... ¿La mente es sana? Mmm... ¿La mente es vida?

UNO: ¿A qué escuela fue usted? Es mente sana en cuerpo sano, del latín mens sana in corpore sano.

OTRO: ¡Qué sabihondo...!

UNO: Repita: mente sana en cuerpo sano.

OTRO: Está bien: mente sana en cuerpo sano.

UNO: Así está mejor.

OTRO: (Gran silencio mientras que Otro escucha atentamente). Comandante Uno, alguien tosió.

UNO: No, no puede ser.

OTRO: Ya sabe qué hacer.

UNO: ¡No me diga qué hacer...!

OTRO: Disculpe, estupideces mías.

UNO: Soldado, usted está hediondo a prisión, a calabozo... calabozo.

OTRO: ¿A qué?

UNO: A celda, a cárcel... cárcel por desacato.

OTRO: ¿Ah, sí? Entonces, que nos encierren a todos por culpa de uno solo. Un irresponsable que anda por allí matándonos a todos. Y el reglamento dice...

UNO: ¡Conozco el reglamento! En mala hora lo mandaron a usted para acá.

OTRO: ...en el artículo 7, parágrafo 6...

UNO: ¡El reglamento es para que lo ejecute la autoridad que soy yo y no tontos como usted! Aquí no hay ningún infiltrado. (Pausa. Condescendiente). ¿Qué tal si desintoxico el ambiente? Digo, como medida de prevención.

OTRO: (Haciéndose el indiferente). Como le parezca, usted es la autoridad.

UNO: Bueno... bueno, vuelva a su tarea... tarea.

OTRO: (Bajo). ¡Cómo le gusta mandar...! (Molesto, vuelve a la pared de zapatos).

UNO: (Agarra un rociador y echa una sustancia entre el público). Es mejor así. (Pausa). En el fondo, a mí no me gusta hacerle eso a nadie... el griterío, la agonía, las vísceras, el sangrero, los zamuros, los buitres... buitres. Ya no alcanzan los buitres... Hemos tenido que pedir al cuartel general de nuestro querido reino que nos envíen más buitres para que se coman rápido toda esa carroña.

OTRO: Sí, yo mismo me encargué de enviarles la carta.

UNO: Lo que menos me gusta es ver restos de ancianos y de niños... tantos niños que mandan... la más de las veces los padres son los primeros que se rinden... los niños agonizan más. Muchos dicen que soy sentimental. Por eso, hasta hubo quejas.

OTRO: No sabía. ¿Lo denunciaron? ¿Qué pasó?

UNO: Hubo una denuncia: que era blando para ejecutar la ley, pero no pasó nada. Es que hubo un tiempo en que no se podía dormir: la pestilencia era más terrible que ahora: los cadáveres se descomponen rápido y además se llenan de bacterias una vez que son cadáveres. Eso tampoco es bueno para la salud.

OTRO: ¿Le parece? Ah, por eso lo de los buitres.

UNO: ¡Claro...! (Pausa breve). Esas son estrategias de los monarcas de los Aquellos: envían a lo menos valioso de su pueblo para que los matemos y así contaminar a nuestro querido reino, nos lo quieren arrebatar... lo que pasa es que antes estaban aquí los Aquestos con todo su primitivismo; nosotros civilizamos estas tierras y ahora los Aquellos quieren venirse para acá.

OTRO: Que conste que alguien tosió. Yo lo oí.

UNO: Tal vez un fumador.

OTRO: ¿Un fumador? ¿De esos que salen en los libros de historia?

UNO: Sí, de los que había antes.

OTRO: ¡Un fumador...! ¡Imagínese...! (Ríe).

UNO: ¿Y esa risita?

OTRO: ¡Qué bolas, un fumador...! Esos terroristas son del pasado, ya no existen. Sé de ellos por lo que dicen los libros: un fumador era todo alquitrán y nicotina, con los dientes y las uñas amarillas, con los pulmones podridos y contagiaba con su humo a todo el mundo. La fealdad... la fealdad del pasado.

UNO: Probablemente sobrevivió alguno.

OTRO: (Pausa. Reflexivo). ¡No puede ser...! La historia dice que todos fueron ejecutados.

UNO: La historia se puede equivocar.

OTRO: ¿La historia? Imposible.

UNO: Sí, a veces se puede equivocar.

OTRO: ¿Afirma que los sabios de nuestro reino se pueden equivocar?

UNO: Bueno... No sé... Son humanos.

OTRO: Si eso es verdad, estamos hablando de guerrilla urbana: regar un antiguo vicio para que nadie pueda hacer sus ejercicios. Repartiendo cajitas de cigarrillos. Regalando fósforos, ¿para qué fósforos?

UNO: Contrólese.

OTRO: Y lo que es peor: atacando la base de nuestra sociedad, viniendo aquí, bajo nuestras propias narices, haciéndose el que está interesado en esto, lo que es pura pose. Y ya sabe que me revienta la gente pantallera.

UNO: (Al público). Muestren los dientes. (Pausa). Aquí nadie tiene cara de fumador. (Ve al público con atención). Nadie tiene los dientes manchados. Nadie tiene cara de pantallero.

OTRO: Que no descubra yo a un fumador porque lo ejecuto.

UNO: Deje esa pared. La terminamos luego. Venga y ayúdeme.

OTRO: (Bajo). Todo yo... todo yo. (Deja de trabajar en la pared y se reúne con Uno frente a los espectadores).

UNO: Empiece.

OTRO: (Como un discurso memorizado. Con sonrisa plástica). ¿Por qué estamos reunidos hoy...?

UNO: Porque el problema más grave que afecta a esta sociedad...

OTRO: No es la corrupción, las drogas, el analfabetismo...

UNO: El hambre, la contaminación, los desastres naturales, el robo o la ruina de los reinos pobres con sus habitantes que no conocen de futuro...

OTRO: Esos no son problemas comparados a lo que está a punto de hacer colapsar a nuestra sociedad...

UNO: La salud.

OTRO: La salud. ¡Sí, señores...! La salud. El problema de la salud ha venido como castigo en nuestros días por los excesos que cometieron nuestros antepasados y que ahora nos debilita...

UNO: Que nos mata.

OTRO: Que podría acabar con la humanidad en poco tiempo.

UNO: Para que no quede nuestra huella. Para que este planeta se vacíe como vacío estuvo hace millones de años.

OTRO: Y de los problemas de la salud hay uno, el más grave, el que intenta acabar con nosotros.

UNO: Y lo traen del reino vecino vecino... ¡Los Aquellos...!

OTRO: Por culpa de los Aquellos podríamos perder definitivamente, de una vez por toda, la estética. Los Aquellos quieren destruir todo lo bello para acabar con nuestro orgullo, para que nos parezcamos a ellos...

UNO: Para que las ciudades se afeen.

OTRO: Y los Aquellos, por feos, son flojos, carentes de voluntad e hipersensibles.

UNO: Y lo que es peor: agreden nuestro sentido de la vista. Donde está uno de ellos, donde hay un feo, o como se dice correctamente, donde hay un no-estético, nosotros no podemos mirar: ¿cómo mirar lo feo? Por eso, no pueden entrar aquí... además, son ignorantes: no pueden cultivar la belleza del espíritu: ¿cómo se puede ser bello de espíritu y ser físicamente un no-estético? Y la filosofía de nuestro querido reino, la filosofía que nos enseñó Totomoch...

OTRO: ...es que somos iguales los que vivimos aquí...

UNO: ¡Perdón...! Todos los que vivimos aquí... aquí tenemos que ser iguales.

OTRO: Los no-estéticos nos roban espacio, aire, vida.

UNO: Ustedes entraron porque son nuestros aliados, los aliados de nuestro querido reino. Sabemos que quieren tener un cuerpo tonificado, una cara hermosa y pasaron el examen de normalidad. Se ve... ustedes quieren ser sanos y cultos... cultos.

OTRO: La verdad es que somos lo que aparentamos. El hábito sí hace al monje. ¿Ustedes han visto a una actriz como los Aquellos: muy muy gorda, muy muy flaca; muy muy alta; muy muy baja? En consecuencia, ellos no... Poseen nuestros niveles.

UNO: Además, los no-estéticos son grandes transmisores de enfermedades: como no quieren que los vean, en vez de ejercitarse, se esconden... incluso, hay rumores de personas que dicen que los han visto fumando, algo inaudito.

OTRO: (En el apasionamiento de su discurso). Así sus cuerpos se convierten en cultivos de bacterias. En una palabra: no son sanos. Son dañinos: exponen al planeta reproduciendo pequeños feítos, haciéndolo anti-estético.

UNO:(Bajo a Otro). Que no se le suelte la lengua y riegue por ahí que yo digo que la historia se equivoca.

OTRO: (Bajo a Uno). No se preocupe. Tengo mis defectos, pero no soy un traidor. (A la audiencia). Dejemos la habladera. Ustedes, aliados de nuestro querido reino, vinieron a buscar ayuda y aquí la tenemos.

UNO: Para triunfar en la vida, para ser aceptados por el mundo, tenemos que mejorar nuestra apariencia física...

OTRO: ¿Cómo? Ilumine a los aliados presentes.

UNO: Aquí el soldado Otro y yo les ofrecemos a ustedes el mejor plan. Para volvernos estéticos, primero tenemos que cuidar el peso... peso.

OTRO: El primer paso es la dieta. Para los muy muy flacos, tenemos una dieta a base de chicharrón. Para los muy muy gordos, tenemos una dieta no como cualquier otra, de las que ofrece muchas calorías: es una dieta a base de agua...

UNO: (Pausa. A Otro). ¿Escuchó algo, soldado?

OTRO: No, comandante Uno.

UNO: Pareció un estornudo.

OTRO: No, no escuché nada.

UNO: Ahora, por culpa suya, estoy escuchando visiones.

OTRO: Sabe que no estornudo. Está terminantemente prohibido por el reglamento.

UNO: ¡Y dale con el reglamento! Fue usted el que empezó a decir que aquí no había gente sana... sana.

OTRO: Era una tos... escuché una tos.

UNO: Sí, pero esto sí es grave: es un estornudo. Es un moco tapando los tabiques nasales o unos microbios jodiendo una nariz para salir y desparramarse en el medio ambiente.

OTRO: Serio y grave porque lo escuchó usted y usted es más autoridad que yo.

UNO: Puede seguir con la pared.

OTRO: La presentación siempre la hacemos juntos.

UNO: La sigo yo. Termine la pared... ¡Apúrese, no vaya a ser cosa que venga un no-estético y entre aquí...! (Otro se dirige a la pila de zapatos amontonados).

OTRO: ¡Está bien... está bien!

UNO: No es una exageración no querer dejar entrar a los no-estéticos: está científicamente demostrado, porque la ciencia lo demuestra todo, que si alternamos con ellos, nos transmiten sus costumbres y su falta de voluntad. Esto no quiere decir que no los ayudemos, pero desde lejitos. Les mandamos arroz integral, zanahorias, folletines a los no-estéticos abultados, así como les mandamos a los no-estéticos esquéleticos grasas, mondongo y esas cosas folklóricas que comen por allá, pero aquí se les tiene prohibida la entrada. No deben convivir con nosotros.

OTRO: El muro está casi listo...

UNO: Volviendo al plan, tenemos una dieta de chicharrón que aumenta kilos diariamente y la dieta de agua que reduce kilos vertiginosamente, así como pastillas que dan apetito o calman el apetito, edulcorantes, infusiones, laxantes. Y nuestro famoso programa de ejercicios.

OTRO: Es un programa diario de ejercicios. Doce horas por día. Son ejercicios aeróbicos.

UNO: ¿Usted no estaba con la pared?

OTRO: Sí, pero ya terminé. Mire... (Le muestra la pared a Uno).

UNO: No quedó como le dije.

OTRO: Claro que sí. Mírela bien.

UNO: (Revisa la pared). Está bien. Ahora haga otra cosa... barra la arena del desierto.

OTRO: ¿Por qué...

UNO: Vaya...

OTRO: Nunca me deja hablar.

UNO: Como decía, los ejercicios son anaeróbicos.

OTRO: (Mientras barre). Aeróbicos.

UNO: Anaeróbicos.

OTRO: ¡Aeróbicos...!

UNO: ¡Anaeróbicos! Así fue como yo formé este cuerpo.

OTRO: Está bien, usted es la autoridad, pero el reglamento dice que lo más importante es hacer ejercicios aeróbicos.

UNO: ¡Ya se lo dije...! ¡Yo no tengo por qué seguir el reglamento al pie de la letra...!

OTRO: (Se dirige al público mientras habla). Comandante Uno... he escuchado rumores... bueno, la gente dice que su mamá era obesa, bueno que era una gorda, una no-estética y que por ser así era fea.

UNO: ¡Con mi mamá no te metas! Ella murió haciendo dieta... dieta.

OTRO: Sí, pero hay rumores.

UNO: ¿Rumores?

OTRO: Su mamá era una bailarina famosa... Todo el reino la conocía.

UNO: ¿Y...?

OTRO: Que no se supo más de ella. Desapareció de repente sin dejar rastro alguno.

UNO: (Parco). La fama pesa. Ella estaba harta de tantos aduladores.

OTRO: Pero... pero, ¿era una no estética? ¿Sabe? (Pausa larga. No hay respuesta). Usted es mandón, lo compadezco...

UNO: ¿Me compadeces? ¿A mí?

OTRO: Llevar esa tragedia a cuestas, andar con ese dolor no es fácil.

UNO: Soldado: te lo voy a decir sólo una vez porque en el fondo me inspiras confianza, pero no lo repitas nunca... nunca. (Bajo y melodramático). Sí, mi mamá era era una no-estética.

OTRO: ¿Una no-estética?

UNO: ¡Baje la voz...! No se sabe por qué, pero empezó a engordar... Engordar y engordar. Ningún bailarín quería danzar con ella: sucumbían ante su peso… ninguno la podía cargar. Sabía lo que le pasaba por eso cambió su humor: se volvió una amargada.

OTRO: ¡Qué tragedia...!

UNO: Estaba tan gorda que la tuvimos que montar en un camión porque no cabía en un carro y recluirla en una casa de campo para que nadie la viera... habría sido nuestro fin... nos habría execrado la sociedad.

OTRO: ¡Qué historia tan triste...!

UNO: (Se recompone). Decía que los ejercicios son anaeróbicos, el reglamento dice aeróbicos, pero considero mejor los anaeróbicos...

OTRO: (Mientras indaga en los rostros del público). Así que usted vio a todos los que entraron...

UNO: Te dije que sí.

OTRO: Y no había ningún no-estético.

UNO: ¿Estás sordo? Te dije que no.

OTRO: Estamos progresando: ahora me tutea. Porque si entra algún no estético inflado, el Cuartel General de nuestro querido reino le podría hacer una corte marcial.

UNO: Soldado Otro, ¿qué carajo pasa?

OTRO: Nada en particular. Sólo que estoy viendo a un no-estético.

UNO: (Palidece). Imposible. Yo conté a los que entraron, yo los vi de uno en uno... uno.

OTRO: Hay un no-estético.

UNO: No puede ser... ser.

OTRO: ¿No?, ¿y qué es eso? (Otro señala a alguien que está en el público. Es Aquel, un obeso coleado). Responde a las características de los no estéticos inflados que están en el reglamento... barrigón, cachetón, culón.

UNO: ¡Qué manera tan pueril...!

OTRO: (A Aquel). ¡Alto…! Ciudadano, venga acá, no oponga resistencia al arresto. Identificación. (Otro se dirige a Aquel y lo saca de entre el público mientras que Uno sigue estupefacto).

AQUEL: No tengo papeles.

OTRO: ¡Ay...! ¡Coleado y sin documentos...!

AQUEL: Mire, mire cabo...

OTRO: Cabo, no: soldado.

AQUEL: Señor soldado, yo no he hecho nada malo.

UNO: (Recuperado). ¿Nada malo? Te parece nada malo colearse, sin papeles, además de ser un no-estético inflado. Tú eres de los Aquellos.

OTRO: ¡Indocumentado! Tengo que hacer el reporte. Te sale deportación vía desierto.

AQUEL: No señor soldado, no me deporte. ¡Por favor...! ¡Por favor...! Aquí puedo tener un mejor futuro, aquí hay libertad, aquí puedo cumplir mi sueño: tener una mejor salud. Mire: en mi país no me puedo hacer la lipo-succión, no hay sitio donde la puedan hacer... no hay máquinas, no hay medicinas, todo es sucio.

OTRO: ¿No hay lipo-succión? ¡Qué atrasados...!

AQUEL: Por eso es que arriesgué la vida. No me deporte, por su madrecita...!

UNO: Claro que serás deportado. Violando las leyes y sin documentos.

OTRO: Y comandante Uno: ojalá que usted tenga suerte porque por la gravedad de los hechos a usted le sale proceso...

UNO: ¿A mí? Fue un leve error. Además, tú no vas a decir nada... nada.

OTRO: Hasta podrían alegar que fue sobornado por éste...

UNO: Es la primera vez que lo veo, ¿verdad?

AQUEL: Lo que usted diga, señor... lo que usted diga, pero no me vaya a deportar... mire, allá afuera no tenemos gimnasio ni médicos ni dietas ni libros ni clínicas de belleza. Mire, yo soy así porque no sé qué comer. (Cursilísimo). Mire, mi papá nos abandonó cuando yo era niño; pasamos muchas penurias, pasamos mucha hambre y como no había qué comer, cada vez que teníamos algo en las manos, lo devorábamos porque ni mis hermanitos ni yo sabíamos cuándo nos llevaríamos de nuevo un bocado a la boca. (Pausa). Este es el único lugar donde hay información... este es el reino de la belleza... de la información...

UNO: Exacto. Y vas a venir a quitárnoslas...

OTRO: Pero...

AQUEL: ¿Pero qué, señor soldado?

OTRO: Podrías quedarte si...

AQUEL: ¿Si...?

OTRO: Si estás dispuesto a que hagamos unos experimentos...

UNO: ¿Estás loco? Nosotros no realizamos experimentos. Esos son asuntos del Departamento de Ciencias de nuestro querido reino.

OTRO: (Se acerca a Uno. Bajo). ¿No ve que tendríamos mano de obra gratis? No tendremos que trabajar. Bueno... no tendré que trabajar y usted no tendría por qué estar trepado en la torre haciendo de vigilante mientras llega el batallón. Además, le caeremos simpáticos a los aliados que están aquí, un gesto de humanidad, usted sabe.

UNO: Mmm...

AQUEL: (A Otro). Lo que usted diga. Lo que usted diga. (A Uno). Por favor, general...

UNO: ¡Comandante...! Comandante Uno...

AQUEL: Comandante Uno: hágale caso, no me mande a una muerte segura.

OTRO: Vas a empezar con esto... (Le señala un balde con agua y unos zapatos deportivos viejos).

AQUEL: ¿Qué tengo que hacer?

OTRO: ¿No te das cuenta? Tienes que lavar los zapatos en ese balde.

AQUEL: ¿Ese es el experimento?

OTRO: Exactamente. Luego los pones al sol para que se sequen. Una vez secos, los usas como ladrillos: construirás paredes.

UNO: No debieras...

OTRO: Ya, comandante Uno. No tendremos que hacer informes y no se lo decimos a nadie... y nadie sabrá nada, será nuestro secreto.

AQUEL: Gracias, muchas gracias. (Le besa servilmente la mano a Otro y a Uno, quien se la limpia. Comienza a lavar los zapatos).

UNO: Esto no me convence...

OTRO: Nada va a pasar.

UNO: No sé.

OTRO: Varios comandos lo hacen. ¿Por qué no investiga, así como quien no quiere la cosa, en el Cuartel General?

UNO: Tal vez tienes razón. A lo mejor no es tan malo. Es más, no debe ser tan criminal tener a uno de ellos... sólo a uno de ellos aquí. Total, es un problema de células, de genética. (Reflexivo). Puede ayudarnos con el trabajo pesado... no nos esforzaremos. Nosotros tuvimos a Guadacó y no nos pasó nada.

OTRO: ¿Guadacó? Ese es un nombre muy común entre los Aquellos.

UNO: (Pausa). Lo que te voy a decir te va a sorprender por el obvio abismo que hay: casi te siento como un amigo.

OTRO: (Atento). ¿Eso es lo que me iba a decir?

UNO: Espera. Sabes quién es la autoridad, por eso te voy a contar algo, soldado... soldado. (Confidente). Otro: antes de morir mi madre, en la casa de campo donde la recluimos, tuvimos a un no-estético haciendo la limpieza y cocinando... pocos días, pero...

AQUEL: ¡Ya...! ¡Confesó...!

OTRO: Comandante Uno: está detenido por traición y por conspirar en contra de nuestro querido reino.

UNO: Déjate de chistes que bastante nervioso estoy.

OTRO: Primer cargo: desatendió el llamado hecho por un subalterno -yo- cuando éste expresó oralmente la posibilidad de que hubiese alguien tosiendo.

UNO: Otro, ¿te has vuelto loco?

OTRO: Segundo cargo: se le acusa de dejar entrar a un enemigo del reino y mantenerlo aquí...

UNO: Déjate de mariqueras, fuiste tú...

OTRO: ¡Permítame...! Usted es la autoridad, usted es el que toma las decisiones, lo dice todo el tiempo. Tercer cargo: confesó que su madre era una no-estética. Cuarto cargo: cobijó en su hogar a no-estéticos, originarios del reino enemigo, a los que tuvo como empleados.

UNO: ¡Fue sólo uno...! ¡Fue sólo unos pocos días...!

OTRO: Quinto cargo: fue en contra del reglamento al decirle a los aliados que los ejercicios más importantes son los anaeróbicos y no los aeróbicos. Sexto cargo: dijo que la historia miente.

UNO: Otro...

OTRO: Soy un agente encubierto. Mis credenciales. (Muestra las credenciales a Uno). Recibimos quejas de que usted es de los liberales que ayudan a que los enemigos entren...

UNO: Yo...

OTRO: Por eso, el agente encubierto Aquel y yo, fuimos asignados en esta misión secreta para investigar sus actividades ilícitas.

UNO: Pero él... él es de los Aquellos.

OTRO: Se equivoca. Está vestido para la misión. Le dije que era muy ingenuo.

AQUEL: Estoy bajo las órdenes del agente Otro.

UNO: (Aparte a Otro). Mi querido Otro: Esto lo podemos arreglar pacíficamente. Podría hablar en el cuartel general para que te ascendiera de rango: "Destacado Otro". Suena bien.

OTRO: Anota ahí, Aquel, séptimo cargo: intento de corrupción.

AQUEL: (Toma a Uno por el brazo). Su castigo será tan severo como la culpa que tiene que pagar.

UNO: ¿Cárcel?, ¿pena de muerte? (Cursilísimo). Lo asumo con gallardía.

OTRO: Ni lo uno ni lo otro. Usted va a ser deportado en este momento, ya.

UNO: ¡No...! ¡Eso no puede ser...! Ustedes no me pueden deportar. Yo he sido fiel a nuestro querido reino. He defendido al reino con mi vida. Además, me tienen que hacer un juicio marcial... marcial, tengo derecho a defenderme.

(Aquel le quita a uno las medallas).

OTRO: Le estamos haciendo el juicio...

UNO: ¡Mis medallas...!

AQUEL: Que acabamos de concluir. Los aliados son testigos. No haga esto más difícil y váyase.

UNO: Pero es que... ¿cómo?, ¿no ven que todos somos iguales? Todos tenemos los mismos derechos... todos tenemos el derecho a ser defendidos... vivimos en el mejor reino del mundo... en el más justo... justo.

AQUEL: Se va.

UNO: ¡Oh, no...!

OTRO: (Ayuda a Aquel y juntos agarran a Uno. Se dirigen a la puerta). Para que aprenda a defender de verdad a nuestro querido reino.

UNO: No, no... todos somos iguales, tenemos los mismos derechos... ¡Tenemos la mente sana...!

AQUEL: No haga más penosa la misión. Quítese los zapatos.

UNO: Pero yo... mire mis condecoraciones...

OTRO: ¿No oyó? Quítese los zapatos.

UNO: Los zapatos no... los zapatos no, por favor. (Gime). Mis zapatos... mis zapatos. (Después de forcejear, Aquel le quita los zapatos). ¡Todos somos iguales, tenemos la misma ciudadanía, somos del mismo reino, tenemos la mente sana...! (Uno es finalmente sacado por la puerta donde entró el público).

AQUEL: (Se limpia las manos). ¿Crees que llegue a cruzar la frontera?

UNO: (Desde afuera). ¡La arena...! ¡La arena me quema los pies...!

OTRO: Ojalá que no. Es mejor que muera en mitad del desierto. El reino enemigo tiene tanta miseria que su sentido de la estética quedaría destrozado. Además, sus restos pueden servir de abono... él se alimenta mejor que los Aquellos.

UNO: (Desde afuera). ¡La mente sana...! ¡Piedad, por Totomoch...!

AQUEL: Felicitaciones, comandante Otro. Ahora es usted la autoridad.

AQUEL: ¿Su primera medida?

OTRO: Desbarata esa pared. Quiero que la hagas como yo te indique. Los zapatos que sobren… tú sabes los puedes vender.

AQUEL: La gente paga a muy buen precio esos zapatos. Los coleccionan como objetos exóticos.

UNO: (Desde afuera). ¡Los buites...! ¡La arena caliente...! ¡La mente sana...!

OTRO y AQUEL: (Tararean). Mente saba en cuerpo sano... mente sana en cuerpo sano... mente sana en cuerpo sano...

Oscuro.


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