Los paseos
Sí fue,
aunque nunca incrustó
sus tobillos en el barro;
avanzó, suave,
sobre la corriente del arroyo,
hasta alcanzar la pradera mundana
                            /de los conejos.
Se alimentó con las ancas de un grillo
que arrebató a un salto sobre la hierba,
y bebió gotas de sereno
en la copa de un árbol caído.
Se inclinó sobre dos hormigueros
e incrustó sus tobillos,
fue un llamado a la reconstrucción
y reorganización de dos mundos,
uno que adoptó como suyo,
y otro, el que me ha otorgado.
Sí fuimos,
aunque nunca incrustamos
nuestros tobillos en el barro;
avanzamos, tranquilos,
por el interior de galerías
que entrelazan dos hormigueros.
Alas y olas
Inmensas olas con pétalos en las crestas
agitando mi mar cuando bañas tus pies...

Alas diurnas,
alas nocturnas,
surcando brisas,
cortando vientos.

Pero ahora,
el silencio es total,
no más olas,
no más crestas,
no más pétalos.

Ahora el mar está calmado,
su agua no siente la calidez de tu piel...

Alas lejanas,
alas muertas,
no más brisa,
no más viento.

Pero mi mar es sedentario,
pacientemente a la espera...
extraña las juguetonas olas,
las blancas crestas,
los pétalos,
tus pies...
La disculpa del pegaso
Un pegaso
que cruzaba nubarrones,
no supo lanzar,
con sus cuerdas,
una caricia;
sus palabras se transformaron
en dagas involuntarias.
Su error le costó
causar una herida;
el arrepentimiento
y la desdicha
le obligaron a descender,
caídas sus alas,
hasta un párpado,
hasta un labio;
y lanzó al aire
una sincera disculpa...
Ahora espera con ansia
el perdón de una hechicera,
que lo transmutará de nuevo
en el pegaso que cruzaba nubarrones.
Si tengo que hacerlo
                                                     A Gabriela

Esperaré,
sin pretensiones absurdas,
la nostalgia
de verme a tu lado,
del roce de tus labios
perdidos
entre la maleza
de los días en fuga.

Esperaré,
en cuclillas,
escondido
en los túneles
que serpentean
bajo la ciudad llamada ¿Por qué?

Esperaré,
rodeado por fantasmas
que juegan al pasado
sin lograr descifrar
su inexistencia en el presente.

Esperaré,
el retorno de mis noches
desvanecidas por la ausencia,
para encontrar la mañana
en la cual,
sin duda,
he de hallarte.
¡Yo no le escribo a una mujer!
                                                         A Natalia

Yo le escribo a un poema,
de ojos inevitables
y sonrisa cautivadora.
Yo le escribo a un poeta,
y a su abismo,
ese pequeño abismo encuadernado,
el que lo separa
de un dúo inevitable.
Yo le escribo a un hombre y a su lápiz,
que van levantando un puente,
construyendo palabras en el aire.
Y le escribo también a la pluma
que va regando su savia
sobre superficies fibrosas,
para ir engendrando
sílabas delatoras.
Yo le escribo a un ladrón
que hurtó las alas al amor,
las atornilló a su espalda
y se convirtió en poeta.
Yo le escribo a un vuelo,
sobre un abismo,
que alcanzó tus ojos inevitables
y tomó por asalto
tu sonrisa cautivadora.
Hexálogo
1. Fluídos:
    Deja que tus fluídos de vida
    jueguen con los míos en el
    parque recreativo de la pasión,
    el placer y el encanto descomunal...

2. Instintos:
    De seda no tienen que ser
    las sábanas... deben ser los instintos.

3. Sentidos:
   
Permite leer con mis sentidos
    la poesía de tus movimientos.

4. Represión:
    No lo reprimas, disfrutémoslo.

5. Instante:
   
Regálame la vida de un instante.

6. Acción:
    ¿Quieres hacerlo?
    Hazlo...
Carlos Cid Guillén
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