De ratones, elefantes

y algo todavía más grande

 

Hoy en día, es una práctica habitual entre los habitantes del África meridional el criar ratones. Cada choza cuenta, al menos, con uno de estos roedores que, para nosotros, pueden parecer abominables. Cualquier persona que se jacte de ser civilizada dirá: ¡Que asco! ¿Para qué quieren esos espantosos animales en casa? ¡Yo me muero si encuentro uno en mi cocina! La respuesta a tan razonable y occidental pregunta es tan sencilla como antigua.

A veces, las aldeas sufren trágicas invasiones paquidérmicas. Una manada de elefantes, siguiendo un raro comportamiento, quizá buscando alimento o diversión, decide irrumpir en ellas. Todo se vuelve un verdadero desastre, embisten las chozas y levantan por los aires a los niños con sus trompas. Como es bien sabido, los elefantes le tienen miedo a los diminutos ratones, lo que puede ser hilarante para quienes ignoran su origen. Sacando provecho de este fenómeno, los habitantes de la región comenzaron a criar estos roedores con el fin de mantener a raya a los imprudentes elefantes. Una vez que cada hogar contó con su respectivo ratón, lo único que debía hacerse era ponerlo frente a la puerta cada vez que una manada se acercaba. Los elefantes huían, despavoridos, dejando en paz a la gente e intacta la aldea.

Mencionaba que esta costumbre es antigua y ahora lo explico: Recientes investigaciones paleontológicas han mostrado que, hace muchísimos años, cuando África no era África y ni siquiera se parecía a África, los habitantes de esa región del mundo (que tampoco se parecía a nuestro mundo) criaban canguros. Esto, con el fin de mantener a raya a otros enormes animales, los tiranosaurios, que en ese entonces tenían la misma mala costumbre que los elefantes de nuestros días.

 

 

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Carlos Sánchez-Anaya