Enredadera
Despertar, colgados de una enredadera, huérfanos de tristeza, con la firme creencia de que mandamos sobre el ruido.
La fiebre nos guía por la ruta 5, infectada con las prolongadas esperas de los años, durante las cuales hacíamos y deshacíamos las flores perdidas, entre los dedos de la libélula que se posaba sobre la mañana siguiente.
Despertar, colgados de una enredadera, huérfanos de esperanza y llenos de alegría.
Carlos Sánchez-Anaya