Elegía de acera

 

Las líneas se desfasan.

Vibran las moléculas.

Los dedos golpean las suelas.

Las suelas golpean el suelo.

Las voces no dejan de acosarme.

¿Quién se robó el maldito producto lácteo?

¿Qué tiene el fuego que no deja de fluir?

Es el vaso que se desliza al interior del escape.

Los vientos dicen la verdad sin alejarse del terciopelo.

Los oídos no dejan de hablar.

¡No! ¡No! ¡No hablen!

El auto me da la espalda porque no fui de su agrado.

El siete es un número que abre puertas y enciende velas.

Su música se disuelve como sal en el césped.

La estrella de rock no se levanta de su pantano.

El diablo toca rock o mambo o bolero o vals o...

El sueño se practica, se ejercita, se fortalece.

La música se queda guardada en la cajuela.

Los flamencos me cercan y los quetzales se retiran.

El triunfo del melón se levanta por encima de las risas.

La escalera nos lleva al vacío.

Las despedidas de los pelícanos.

 

 

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