Santiago, 29 de julio de 2000

Señor Director

Ecologismo Humanista y Cristiano

La Religión Verde que denuncia Álvaro Bardón en su artículo del 25 de julio es aquella que propone como bien supremo la conservación absoluta de la naturaleza de nuestro planeta, con exclusión de cualquier idea de Dios y con clara preferencia sobre el desarrollo de la humanidad. La refutación del señor Manuel Baquedano del 29 de julio en cierta medida está de acuerdo con Bardón, ya que  el fundamento de ella es que la posición ecologista que defiende es también beneficiosa para el hombre.

Esto muestra que es perfectamente posible tener una preocupación ecologista sin compartir en lo más mínimo los dogmas de la Religión Verde. El respeto a la naturaleza no es en absoluto incompatible con la creencia en Dios. En efecto, innumerables Padres de la Iglesia, sabios de Israel y seguramente doctores del Islam predican este respeto como consecuencia lógica de nuestro amor a Dios, ya que la Creación es obra de Sus manos.

Pero este argumento tenía más fuerza cuando se creía que la Tierra era única en el Universo. Hoy sabemos que en forma regular innumerables planetas son destruidos completamente cuando su sol agota sus fuentes de energía, y que en la misma Tierra se habrían extinguido prácticamente todas las especies durante los repetidos episodios de congelamiento total del planeta hace tan sólo 600 millones de años. Incluso podríamos decir que estos sucesos fueron beneficiosos para la vida, ya que sólo después de aquellos episodios apareció la compleja vida multicelular, en tanto que fue la extinción de los dinosaurios, hace 60 millones de años, la que posibilitó el desarrollo de los mamíferos y la llegada de nuestra propia especie. Esto muestra que estos procesos son parte del plan de Dios o, visto desde otro punto de vista, que la deidad
Verde es demasiado frágil para merecer nuestra adoración.

Lo que realmente hace a nuestra Tierra distinta es la presencia del hombre. Sin ella ésta sería otra mota más de polvo en el Cosmos, cuyo destino a quién podría interesar. Y es el hombre la mejor justificación para la ecología. Debemos preservar nuestro hábitat para las generaciones futuras y no agotarlo para nuestro propio beneficio. ¿Por qué? La respuesta la dio el mismo Jesucristo: amad al prójimo como a ti mismo. ¡Lo que también incluye al prójimo futuro!

Eduardo Vila-Echagüe C.