Santiago, 1 de diciembre de 1998

Diario El Mercurio
Sección Cartas al Director

Renuncia al Poder

En el año 80 a.C., el dictador romano Sila, después de un sangriento período de guerras civiles y restaurada la República, sorpresivamente depuso su cargo y se paseó por el foro como un simple ciudadano. Todos callaban por temor, a excepción de un muchacho que lo cubrió de reproches y lo siguió hasta su casa insultándolo. Sila sólo comentó que ese muchacho impediría que otro hombre que tuviera tal poder lo depusiera. Sus palabras fueron proféticas, porque 30 años después Julio César ya no quiso abdicar de su poder y debió ser asesinado.

Los dictadores del siglo XX han recordado la lección de Sila. Todos mueren en el poder o son derrocados por la fuerza: Lenin, Stalin, Hitler, Mussolini, Franco, Mao, Somoza, Brezhnev, Castro, Ho Chi Min, Marcos, Duvalier, Ceaucescu, Jadafy, Honecker, Hussein y muchos más que no recuerdo. En cambio, Pinochet, despreciando ese consejo, promulgó un Constitución que limitaba sus poderes y, finalmente, al haber perdido una elección, entregó el mando como un demócrata cualquiera. Muchos hemos sabido apreciar la grandeza de este gesto casi único en la historia, pero hoy al igual que entonces un garzón impedirá que sea imitado por otros.
 

Eduardo Vila-Echagüe C.