GARCILASO DE LA VEGA
Su
biografía
Al Inca Garcilaso de la Vega puede considerársele el primer gran escritor del Nuevo Mundo. Mezcla de sangre española y de rancia prosapia indígena, fue hijo de un capitán español que llegó al Perú con Francisco Pizarro y de una princesa incaica, Isabel Chimpu Ocllo, descendiente directa del emperador Túpac Amaru Inca Yupanqui. En el antiguo Cuzco recibió una educación a la europea por parte de su padre, pero impregnado de las tradiciones de su patria de origen.
¿Qué decidir, entonces,
con este nobilísimo personaje? Para un tercio español como su padre, no había
duda alguna y pronto lo envió a la península. En España, bajo una severa
formación adquirida en Sevilla y Córdoba, pasaría el resto de su vida
dedicado a estudiar y a escribir.
El destino juega con los seres humanos notables. A algunos los sume en la tragedia; a otros les brinda una vida de solaz, honor y reconocimiento. Esto ocurrió con el Inca. Otro habría sido su camino si se hubiere quedado en Perú. En cambio en España, este representante de un pueblo que carecía de escritura, comenzaba su labor intelectual traduciendo del italiano los “Diálogos de Amor” del sefardí León Hebreo. Luego, en 1605, escribe una de sus obras importantes, “La Florida del Inca”, en que cuenta la triste historia de Hernando de Soto en su aventura en La Florida.
Narrador
innato, posee una destreza literaria acompañada de cierta ingenuidad que
aumenta la belleza de su escritura. La descripción del entierro de Soto
constituye una muestra de su capacidad para relatar. Los aborígenes enemigos,
con frecuencia profanaban las tumbas donde yacían soldados; cometían con ellos
toda clase de atrocidades, ignominias y afrentas. Cuando llegó el momento de
sepultar a su capitán, los españoles urdieron un plan, que podemos conocer,
según lo cuenta nuestro escritor en el siguiente fragmento:
...“Por
lo cual acordaron enterrarlo de noche, con centinelas puestas, para que los
indios no lo viesen ni supiesen dónde quedaba. Eligieron para sepultura una de
muchas hoyas grandes y anchas que cerca de un pueblo había en un llano, de
donde los indios, para sus edificios habían sacado tierra, y en una de ellas
enterraron al famoso adelantado Hernando de Soto con muchas lágrimas de los
sacerdotes y caballeros que a sus tristes obsequias se hallaron".
“Y
al día siguiente, para disimular el lugar donde quedaba el cuerpo y encubrir la
tristeza que ellos tenían, echaron nueva por los indios que el gobernador
estaba mejor de salud y con esta novela subieron en sus caballos y hicieron
muestras de mucha fiesta y regocijo, corriendo por el llano y trayendo galopes
por la hoyas y encima de la misma sepultura, cosas bien diferentes y contrarias
de las que en sus corazones tenían...” Luego, las huestes hispanas lo
desenterraron en secreto y le dieron cristiana sepultura”.
En
1609 apareció la obra que puso en la historia de la literatura a este personaje
excepcional, “Comentarios reales de los incas”, en que se narra
principalmente la vida y cultura en el imperio, sus leyes, sus mitos, sus
costumbres. Hay una poderosa descripción de las instituciones y del desarrollo
de su civilización. Como escritor renacentista posee estilo depurado y
elegante, una sólida formación filosófica y artística, además del profundo
conocimiento de la tierra de origen. Su educación en Andalucía no impidió que
permaneciera en él la huella indígena y que la patria distante ocupara un
sitio decisivo en su alma.
Importantísimo es el relato que el autor entrega acerca del origen de los incas reyes del Perú. El narrador plantea preguntas básicas a un anciano sabio indio: “ ¿qué memoria tenéis de vuestras antiguallas? ¿Quién fue el primero de vuestros Incas? ¿Cómo se llamó? ¿Qué origen tuvo su linaje? ¿De qué manera empezó a reinar? ¿Con qué gente y armas conquistó este grande imperio? ¿Qué origen tuvieron nuestras hazañas?” Las respuestas del sabio dan una acabada información acerca del origen del mundo incaico.
La fisonomía y sicología de este escritor van a enriquecer el panorama histórico y social del Nuevo Mundo y a añadirle un elemento fundamental sin el cual no se podría entender su historia.