LA VIEJECITA

 

 

 Hundida en el sillón, cabe la puerta,

 La viejecita, así, medio dormida,

 Cierra como los ojos de la vida,

 Y abre como los ojos de una muerta.

 

 A veces, como un ave huyendo al frío,

 Del seno descarnado en que reposa

 Se levanta su mano temblorosa,

 Y palpa algún recuerdo en el vacío.

 

 Bajo un rayo de sol, tibio y dorado,

 El algodón de su cabeza brilla;

 Y en el ambiente puro y sosegado.

 

 Mientras que fuma lenta la calilla,

 ¡Oh! Que hueca, qué hueca es su mejilla

 ¡Y qué azul es el humo del pasado!

 

Daniel Lemaitre Tono – Cartagena, Colombia