HAY GRANDEZA TU ALREDEDOR APROVÉCHALA

 

 

Muchos podrían ser campeones olímpicos. Todos los que nunca lo intentaron. Supongo que cinco millones de personas podrían haberme vencido en el salto con garrocha los años en  que yo gané, por lo menos cinco millones. Hombres que eran más fuertes, más grandes y más rápidos que yo podrían haberlo hecho, pero nunca tomaron una garrocha, nunca hicieron el más mínimo esfuerzo por levantar sus piernas del suelo para saltar por encima de la barra.

La grandeza nos rodea. Es fácil ser grande porque los grandes ayudan. Lo fantástico que tienen las convenciones a las que asisto es que los mejores de cada actividad se reúnen allí para compartir sus ideas, sus métodos y sus técnicas con todos los demás. He visto cómo el mejor vendedor se abría a los vendedores jóvenes y les mostraba en detalle cómo trabajaba. No se contienen. También lo he visto en el mundo de los deportes.

Nunca olvidaré el momento en que trataba de batir el record de Dutch Warmer Dam. Estaba unos treinta centímetros por debajo de su record, de modo que lo llamé por teléfono.

-Dutch, ¿puedes ayudarme?- le dije-. Creo que me estanqué. No puedo llegar más alto.

- Seguro, Bob, ven a verme y te diré cómo hago yo-dijo.

Pasé tres días con el maestro, el mejor saltador de garrocha del mundo. Durante tres días, Dutch me comunicó todo lo que había visto. Había cosas que yo hacía mal y me las corrigió. Para no alargar las cosas inútilmente, subí veinte centímetros. Ese gran tipo me dio lo mejor que tenía. También he encontrado campeones y héroes deportivos dispuestos a ayudar a otros a ser grandes.

John Wooden, el gran entrenador de básquetbol de la UCLA, tiene un método de ayudar cada día a alguien que nunca pueda retribuírselo. Es su obligación.

Cuando estaba en la universidad trabajando en su tesis sobre actividades infantiles y fútbol americano defensivo, George Allen escribió un cuestionario de treinta páginas y lo envió a los grandes entrenadores del país. Un ochenta y cinco por ciento lo respondió en su totalidad.

Los grandes comparten, con lo cual resulta que George Allen es uno de los mayores entrenadores de fútbol americano del mundo.

Los grandes cuentan sus secretos.

Búsquelos, llámelos por teléfono o compre sus libros. Vaya adonde están ellos, acérqueseles, hable con ellos.

Es fácil ser grande cuando se está entre grandes.

 

Bob Richards - Atleta Olímpico 

 

Todos los seres humanos deberíamos tener como objetivo algo fundamental: Mejorar. Y cuando decimos mejorar, nos referimos absolutamente a todo. Debemos tratar de mejorar en todos los aspectos de nuestra vida. Querer ser mejores es, sin duda, el primer paso. Pero es sólo el primero... Nadie cambia con sólo quererlo; es necesario trabajar para ello. Cuando se persigue un objetivo claro se deben poner en marcha todos los recursos para conseguirlo; y uno de esos recursos es pedir ayuda y consejo. Nadie debería avergonzarse por eso. Cuando lo que se busca es algo bueno, todos los caminos deben ser igual de buenos. Por eso no debemos vacilar en recurrir a aquellos que  están en un nivel más elevado que nosotros. De ellos tomaremos experiencia y ejemplo. Experiencia que seguramente se nos brindará generosamente, porque la gente que es valiosa de verdad trasmite todo lo que sabe sin guardarse nada, egoístamente, para sí. Ejemplo que está a la vista permanentemente.

Debemos tratar de estar cerca de los grandes de espíritu. Ellos ayudarán a que el nuestro se enriquezca, se nutra... mejore. Y con nuestro espíritu enriquecido, llegará la riqueza de toda nuestra vida. Porque un espíritu rico es fuerza avasallante que enriquece todo lo que toca.  Nuestro espíritu enriquecido debe brindarse a quienes nos necesitan y ser tan generoso como lo fueron consigo mismo. Si todos estuviéramos abiertos de par en par para dar y recibir, lograríamos una comunión de espíritus que esperan elevarse; que esperan mejorar. Lograríamos sin ninguna duda un mundo mejor...mucho mejor... Un mundo donde vale la pena vivir, porque el amor sería el común denominador que nuclea cada existencia...

 

Reflexión: Graciela Heger A.