MUJER Y LIDERAZGO MITOS Y VERDADES

 

 

Resulta difícil, todavía hoy, en el año 2001, considerar el liderazgo como algo normalmente aceptable a la condición femenina.

Teorías muy arraigadas en las sociedades, como es el caso de la visión del "Gran Hombre", y de esa frase hecha "Detrás de todo Gran Hombre, hay una gran mujer", contribuyen muy seria y efectivamente a estereotipar al liderazgo como una condición absolutamente masculina. Y esto, sin duda, ha traído la necesidad de enfrentamientos muy grandes por parte de las mujeres al momento de ingresar a universos profesionales, laborales, políticos y sociales. sin embargo, hoy en día, y desde hace ya bastantes años, la pujante y creciente incorporación de mujeres al mundo laboral, como valiosa  fuerza de trabajo ha generado como consecuencia lógica e irreversible, que muchas mujeres ocupen hoy importantes puestos de liderazgo. 

En esta reflexión sobre el Liderazgo, es fundamental plantearse, que el mismo significa un complejo proceso, que para su comprensión es elemental evaluar el impacto que el género significa. Algunos estudios muy recientes sobre liderazgo, han dejado claro muchas diferencias  entre hombres y mujeres en áreas de: Actitudes y características individuales, concepción y estilos de liderazgo y también las percepciones y  las reacciones de los subordinados según el líder sea hombre o mujer.

Aunque siempre he tratado de no dejarme atrapar por el pensamiento feminista, ya que cualquier sexismo me produce escozor, tengo que aceptar, que al respecto del liderazgo, existe una  perspectiva andrógina, y esto, inevitablemente, causa un rechazo a esos estilos efectivos que obligan a concebir al  líder como masculino, y a juzgar su pertinencia más por el género, que por sus reales capacidades, y de alguna manera, olvidan características personales y habilidades como la inteligencia, la creatividad, la credibilidad o la honradez, que siempre se han relacionado con el liderazgo efectivo, y que gracias a Dios, no son patrimonio ni exclusividad del genero masculino.

Me parece mentira, que hoy en día, en los años 2001, se tenga que estar planteando este hecho y haya que hacer conocer teorías posteriores a la del "Gran Hombre" que nos permiten valorar   la relación existente entre el liderazgo efectivo y conductas comunes a ambos sexos y de igual factibilidad de aprendizaje para hombres y mujeres, y la necesidad de destacar habilidades femeninas innatas como lo son las relaciones humanas y su particular estilo democrático debido a las menores expectativas de poder que nosotras las mujeres nos planteamos.

Esto crea una visión desmitificadora del estereotipo del liderazgo como actividad masculina, aunque aún debemos convivir con esa imagen del líder "macho", lo que obliga a miles de mujeres a anteponer   su profesión a su propia naturaleza  para  llegan a ocupar cargos importantes, y tener que aceptar  no ser bien vistas por la sociedad, que las considera poco femeninas, otro mito al respecto del liderazgo, junto con el de creer que la mujer no cuenta con las capacidades necesarias, que la califiquen  para ocupar puestos de liderazgo, o somos nosotras mismas, las que no estamos interesadas en ocupar esos puestos, o que no poseemos credenciales académicas y experiencias necesarias para esas posiciones.

Ha sido, y es muy difícil enfrentar estas realidades. Estudios recientes prueban la evidencia de las capacidades  de la mujer para crear un clima de apoyo y facilitar el desarrollo de relaciones humanas optimas, la capacidad de organización y persuasión, el entusiasmo, la integridad y una grande y especial habilidad para controlar las emociones cuando se enfrentan a problemas; también han dejado muy claro el especial cuidado que muestran por sus subordinados y el valor que dan a las diferencias personales. Es así que ya es reconocido que nosotras las mujeres somos igual de capaces que los hombres para el desempeño de roles de liderazgo en todas sus dimensiones. 

Ahora bien, vivir bajo los esquemas de cambio y modernidad que impone el siglo XXI,  la proporción de hombres ocupando puestos administrativos, de dirección o de supervisión es bastante mayor que el de mujeres con iguales credenciales y experiencia, y que al respecto, debemos considerar  el alto índice de ingreso de mujeres a la fuerza de trabajo en los últimos veinte años.

Hay que señalar que esta desproporción no se puede explicar simplonamente diciendo que  se debe a la falta de interés de la mujer, ya que es absolutamente falso, y por eso, hay que hacer especial hincapié en la  confluencia de responsabilidades familiares como el matrimonio y la crianza de los hijos, y a la presencia acuciante de problemas financieros que muchas veces limitan el ingreso de las mujeres a universidades y centros de estudio superiores, frenando y limitando su capacitación y actualización profesional, trayendo como consecuencia un menor número de mujeres incorporadas a los altos niveles ocupacionales, prueba de ello, es Latinoamérica, donde esta realidad puede palparse en todos nuestros países. Pero también hay que acotar que en lo referente a  títulos académicos o experiencia, estudios de investigación, y encuestas muy serias, han dejado al descubierto que hay más mujeres con los títulos y la experiencia necesarias para estos cargos que las que los solicitan o que los ocupan.

Este hecho obliga a aceptar que la mujer no necesita adoptar conductas o estilos masculinos para alcanzar el éxito como líder, a pesar de que características mayoritariamente femeninas, como la orientación humanista, han sido subestimadas o consideradas incapaces de influir los estilos efectivos de liderazgo, y que muchas veces, sacrifica su derecho y sus capacidades ciertas para ocupar puestos de liderazgo, en aras de su esencia femenina y su apego al rol de madre y custodia de la familia.

También, en esta reflexión sobre las reales expectativas de liderazgo por parte de la mujer del nuevo milenio, debemos recorrer recientes estudios donde se muestra que muchas veces esas personas aparentemente subordinadas a ser seguidores de algún líder están más interesados en los estilos democráticos y participativos, en la credibilidad y honestidad, en la gentileza y comprensión de la persona que habrán de aceptar como jefe, por ello se impone que cambiemos  las expectativas caducas que daban como axioma que únicamente los hombres están facultados para liderizar, y que los hombres y mujeres de este nuevo siglo vislumbramos del liderazgo como producto de capacidades humanas e intelectuales y no como un asunto sexista, por eso, hombres y mujeres debemos  apoyar e impulsar a las mujeres que cuentan con el potencial para el desempeño de estos cargos y no excluirlas automáticamente, aceptando que tradicional y arbitrariamente, fueron hombres los que ocuparon esos roles. Ya termina el tiempo en el cual, sólo hombres han sido los encargados de seleccionar a las personas que deben ocupar esas vacantes, y también impulsar un nuevo tiempo en el cual desechemos viejos y equivocados  estereotipos que sumieron a la mujer en la absurda aceptación de normas sin base alguna, producto solo de una sociedad favorecedora del genero masculino. Ya debe morir ese tiempo hostil para las mujeres, y ahora nacer un tiempo donde,  por derecho y capacitación optemos a cargos de liderazgo.

Vamos, en este cierre de un tiempo y la apertura de nuevos escenarios de vida en lo que será nuestro tránsito por el nuevo siglo a re-examinar las falsas teorías que limitan a la mujer a ejercer roles de liderazgo. Celebremos el hecho de que en sectores privados comienza a valorarse los estilos reales de conducción y que estos responden a un amplio repertorio de conductas tanto "femeninas" como "masculinas", también debemos conocer que por suerte, en este tiempo nuestro, grandes sectores de la sociedad y concretamente   hombres y mujeres con experiencias de trabajo bajo liderazgo femenino, consideran que las mujeres son tan capaces como los hombres y que si existe alguna diferencia digna de señalar, es aquella de poseer un marcado estilo de interacción con sus colegas y personal bajo su mando.

Concluyendo, hay que alegrarse por el hecho de que existen y son irrefrenables los avances que las mujeres hemos logrado en el campo del liderazgo, pero esto, no debe engolosinarnos y descuidarnos en la necesidad de erradicar en nuestras sociedades estereotipos ocupacionales y gerenciales, asunto que no hace más que permitir que aquellos que se encuentran administrando o supervisando grandes centros de trabajo y corporaciones importantes puedan demorar los cambios conceptuales que el nuevo tiempo impone.

 

Eleonora Bruzual