¿SÓLO UN CUENTO?... ¡NO!, SÓLO UN MATRIMONIO

 

 

Basado en "Corazón de guerrero"

 

Iban caminando, por la orilla del mar, estaban viejos, casi harapientos y muy hambrientos. Estaban rodeados de un halo muy especial, era como un brillo que atraían la mirada y la atención de quienes estaban cerca de ellos.

Eran felices, alababan a Dios y le daban gracias por toda la Creación, especialmente por su amor vigente y natural.

Al llegar a un promontorio de grandes piedras, encontraron a un grupo de hombres y mujeres que eran rudimentarios pescadores, que les ofrecieron comida y cobijo antes de seguir andando. La pareja, agradecida, decidió traspasarles algunos de sus conocimientos. El anciano conocía el lenguaje de los peces y dialogaba con ellos, su esposa sabía escuchar el murmullo de las estrellas y podía hablar con ellas. Enseñaron a los pescadores a utilizarlos y éstos al comprobar sus efectos hicieron de esos conocimientos una tabla tan rigurosa que terminó por atarlos a ella, dependientes.

Aquella pareja era feliz entre los pescadores, pero al verlos "atados a la nueva técnica" que ellos le habían transmitido... sintieron pena, pues esa no era su intención, sino ayudarlos. Entonces partieron entristecidos.

Se sentían culpables y eligieron el desierto para continuar su peregrinar; allí casi seguro no encontrarían a nadie con quien pudieran relacionarse. Se equivocaron: en andrajosas tiendas agitadas por los vientos del desierto unas pocas familias luchaban por sobrevivir. Los recibieron recelosos, pero generosos les dieron de beber sorbos de leche de sus cabras y trozos de pan oscuro. Los ancianos, compadecidos y agradecidos: ella les confió secretos del lenguaje del fuego y él les contó del pasto húmedo. Los llaneros se desesperaron por aquellas palabras y se afirmaron en ellas proponiéndose alcanzar el oasis más cercano y presos de su ignorancia no descubrieron la esencia del mensaje. La pareja otra vez se retiró triste por no ser comprendida y complicar la existencia de personas sencillas.

Caminando llegaron a las montañas que los separaba de su objetivo. En esa travesía un grupo de montañeses los recibió, los vistió y alimentó. Ellos no pudieron evitar transmitirles sus experiencias. Les enseñaron el lenguaje de las águilas y del viento. Llenos de admiración los montañeses escribieron un libro lleno de indicaciones frías y asfixiantes y se olvidaron de vivir. Al notar esto los ancianos desaparecieron, dejando ver las lágrimas que se deslizaban por sus mejillas.

Pasó el tiempo y en las playas, el desierto y las montañas corrió una noticia. La gente cuerda de los valles había sentenciado a dos ancianos afectados por la locura de amar, ayudar y alabar todo lo creado, porque hablaban los idiomas de la Naturaleza y a pesar que intentaban demostrar que el Señor del Universo estaba siempre con ellos, que sentían Su presencia entre ellos y que Él estaba en todas partes, andaban harapientos: no les importaba su propia presencia porque se sabían limpios en cuerpo y espíritu; entonces no temían a nada ni a nadie y amaban y se entregaban. ¡¡ Lo más parecido a una herejía !!. No los entendían y los condenaron a morir.

Con sus últimos suspiros la luz del atardecer pareció brillar más.

En las playas se escuchó: "eran pescadores muy capaces"; los llaneros decían: "eran los llaneros más valientes" y el eco de las montañas repetía: "eran los montañeses más sinceros". Más allá un niño, que jugaba distraídamente con una mariposa y sonriendo con la serenidad que da la seguridad de la fe, dijo muy bajito: "era sólo un matrimonio que sabía lo que eran... ELLOS ERAN, SOLAMENTE, UN MATRIMONIO QUE VIVIÓ SUS PROPIAS EXPERIENCIAS Y LAS ENTREGÓ A LOS DEMÁS CON SU AMOR".

No buscaban prestigio, ni poder, ni riquezas: sólo que agradecían el ser aceptados, dando toda la riqueza que tenían: su Amor y su Experiencia.

Eran dos viejos locos que a esa edad todavía creían en el amor y decidieron amar y dar TESTIMONIO del Poder de su Pareja hasta su último día, transmitiendo su técnica con humildad y con mucha, pero con mucha libertad. Fue por ello que cuando murieron, cientos de animales, mariposas y las flores los rodearon y les agradecieron su caminar por las playas, las llanuras y las montañas, siendo portadores de una Buena Nueva: SI QUEREMOS, PODEMOS SER LIBRES.

 

G. Jurjevich