CARTA DEL PADRE FARINELLO, A JESÚS

 

 

Jesús, quiero agradecerte porque a pesar de mis infidelidades y mis pecados me seguís eligiendo, seguís dándome el sacerdocio.

Y te lo agradezco infinitamente, porque eso es mi mayor tesoro.

Todo lo que soy, los momentos más hermosos y plenos de mi vida los he vivido como sacerdote...

Cuando levanto la hostia y mis manos tiemblan de emoción.

Cuando atiendo a un enfermo grave y en tu Nombre perdono sus pecados.

Cuando puedo ayudar a mi hermano.

Cuando hago todo es... ¡Soy tan feliz!

Por eso, a pesar de mis flaquezas y mis pecados, te agradezco que me hayas elegido.

Gracias, Jesús.

Pero también tengo que reconocer y pedirte perdón por la falta de alegría que tengo en los últimos tiempos.

¡Me cuesta tanto sonreír, estar en paz y atender a mis hermanos con amor!.

Me estoy volviendo nervioso, impaciente... Me siento desbordado, Jesús.

Siempre hay gente, siempre hay pobres que me persiguen, que me piden, que esperan mi ayuda. Y a veces, te lo confieso, quisiera desaparecer, borrarme de todo y vivir tranquilo, quedarme en mi casa leyendo un libro o mirando una película.

Pero es imposible, me persiguen.

Y entonces ya no tengo fuerza para sonreír y atenderlos con amor.

Lo peor de todo, Jesús, es que creo que ellos se dan cuenta de lo que me pasa. Y esto es terrible, Señor, porque no estoy cumpliendo con el mandamiento que, junto con el amor de Dios, resume toda la ley: “Amarás al prójimo como a ti mismo”.

Por esto, Jesús, también quiero pedirte perdón.

El padre Ferinello, también llamado el cura de los pobres, colabora día a día con su obra en la atención y cuidado de los más desposeídos. Su compromiso y su fe lo convierten en un ejemplo de entrega, servicio y amor.