teatro "El Ornitorrinco" Semanario Brecha - 9 de marzo, 2007 Disfraces a un lado Atendibles dosis de observación y de ingenio giran en torno a las conversaciones que sostiene una pareja en cuyo futuro quizás aceche la rutina, así como en el encuentro de la mujer con un amigo de su novio y en un par de vueltas de tuerca finales que conviene no revelar. El punto de partida de las sucesivas escenas es por cierto el de las relaciones sexuales y el entendimiento que puede surgir, si todo sale bien, entre quienes la mantienen. Habida cuenta de que se reconoce a la especie humana como la que halla mayores dificultades en los prolegómenos y los resultados del apareamiento, el mexicano Humberto Robles introduce aquí un cuarto personaje encargado, a modo de comparación, de desgranar cierta información acerca del mundo animal, y del ornitorrinco en particular. Esta zona del texto -y del espectáculo que, en definitiva, el propio Robles codirige junto a Daniel Torres- no se integra, sin embargo, con comodidad al resto de una puesta que quiebra una lanza a favor de la sinceridad y la naturalidad en un terreno tan resbaladizo como el del sexo. Por más que quien se sienta en la platea esté habituado a vestirse y desvestirse frente a una o más personas sin mayores problemas de conciencia, luce inevitable pensar que casi siempre que alguien se despoja de sus ropas en la pantalla o sobre el escenario, la secuencia en cuestión parece obedecer más a razones vouyerísticas que a las exigencias de la trama. La intención de Robles, por el contrario, apunta a disipar dichos temores por medio de la frescura que logra instalar en el diálogo inicial y luego prolongar en buena parte de lo que sigue. Esta frescura proviene nada menos que del efecto de presentar a sus personajes desnudos después de hacer el amor, consiguiendo de esa manera que quien los oye y los contempla considere realmente lo que éstos dicen sin distracciones dignas de las tapas de ciertas publicaciones de la vecina orilla. A poco comenzada la historia, las siluetas implicadas, lejos de alentar la sospecha de exhibicionismo, se han convertido en gente que conversa, discute y hasta cambia de opinión con respecto a tópicos que, no por viejos, se vuelven transparentes. La frescura en cuestión que Robles y Torres manejan y distribuyen con deportivo espíritu se trasluce en el desenvuelto rendimiento de Alejandro Martínez, Ernesto Ruzich y Laura Barboza -el papel femenino en algunas funciones lo desempeña Vanessa Castro-. espejos, voceros o interlocutores de los designios del espectador. Álvaro Loureiro |