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viernes, 09 de abril de 2004

 

Historia / durante casi diez días los liberales se tomaron el poder después del 9 de abril de 1948

La 'revolución' de Barrancabermeja

 

Por: Luis Alberto Miño – El Tiempo.

 

Arnulfo López, que trabajaba en ese entonces en la Tropical Oil Company, recuerda cómo mañana, hace 56 años, un hombre amenazó con volar un tanque de gasolina y espantó a todo el pueblo y al país.

 

Con un machete, encaramado en un tanque donde se almacenaba la gasolina de aviación, el 'Loco' Zapata permaneció de vigila los días siguientes a la muerte del líder liberal Jorge Eliécer Gaitán, en la refinería de la Tropical Oil Company, en Barrancabermeja.

 

Zapata, un obrero paisa, amenazaba con provocar una chispa y volar no solo el complejo petrolero sino todo el pueblo en átomos, como Ricaurte en San Mateo.

 

De allí no se movió. Le llevaban la comida a la cima del tanque, donde permaneció bajo el sol y la lluvia durante los Diez Días de Poder Popular, como bautizó Apolinar Díaz Callejas a la pequeña revolución que surgió en este puerto del río Magdalena después del 9 de abril de 1948.

 

"Los que trabajábamos en la Troco sabíamos que eran mentiras, que era un tanque delicado pero que con eso no iba a volar la ciudad. Le creyeron el cuento y es fue uno de los pilares de la revolución. Hubo gente que se fue a pie para San Vicente por el miedo", recuerda Arnulfo López.

 

Este episodio de la historia del país ha estado refundido en pocos libros y recortes amarillos de periódicos. Pero la historia del 'Loco Zapata' y otras anécdotas de ese día permanecen intactas en la memoria de López, al que la muerte de Gaitán lo sorprendió, a los 18 años, en el departamento de contabilidad de la Tropical Oil Company, en una oficina en el muelle, donde llevaba las cuentas de la petrolera en una sumadora de palancas.

 

"Pasada la 1 de la tarde nos informaron que habían matado a Gaitán y como a la dos y media vi que los braceros, que le tenían vaina, venían persiguiendo al inspector fluvial, un godo de apellido Prada. Frente al hotel Tequendama había un arrume de leña. Cada uno de esos vergajos agarró un madero. El inspector entró a las oficinas de la Troco, porque supuestamente los gringos lo iban a proteger, pero nadie pudo detener la avalancha humana. Lo mataron a garrote limpio frente a nosotros".

 

López recuerda que ese fue el primero muerto de ese día y uno de los pocos que hubo durante esa semana. Esa misma tarde el puerto petrolero comenzó a hervir como la capital y otras ciudades del país. Construyendo cañones

 

Frente a la Alcaldía un grupo de liberales, sindicalitas y pobladores comenzaron a gritar arengas contra los conservadores. Y en ese alboroto surgió la creación de una Junta Revolucionaria, compuesta en su mayoría por liberales, que derrocó sin un tiro al alcalde conservador, que huyó, y asumió el gobierno local.

 

Eran cinco personalidades, encabezadas por Rafael Rangel, quien fue nombrado alcalde. Sesionaban en la alcaldía, que llamaron el 'cuartel general'.

 

"A mí me pusieron de guardia. Me pusieron unos brazaletes con una cinta roja con los que se distinguía a los liberales porque decían que a los godos los iban a matar. Pasé allí la noche y después no volví", recuerda López, quien les repartió brazaletes a sus amigos conservadores para que se salvaran. "Póntelo que te van a matar", les decía.

 

Construyendo cañones

 

Desde ese mismo día, la Junta asumió el poder de la ciudad. La Policía, la única autoridad armada que había, depuso los 17 fusiles sin resistencia. "Decían que se habían entregado a la revolución", recuerda López, que se dedicó a recorrer las calles de la ciudad, que eran vigiladas por escuadrones liberales, que patrullaban con machetes y lanzas hechas con varillas robadas de una ferretería. "Se parecían a las legiones romanas, pero eran las legiones revolucionarias".

 

La situación llegó a tal punto que pensaron en fundar un 'batallón de artillería'. En los talleres de la petrolera, con tuberías, Eduardo Nieto, un gaitanista, dirigió con otros obreros la construcción de tres cañones. "El día que fueron a probar el primer cañón se les estalló. Los otros dos lo hicieron mejor, pero nunca los dispararon", comenta.

 

Pero el arma secreta eran los tanques de gasolina de la Tropical Oil Company, en los que estaba encaramado El 'Loco' Zapata.

 

Se dijo además que la ciudad estaba bloqueada pues la pista del aeropuerto fue obstaculizada por un montón de barriles de gasolina. "La mayoría estaban vacíos, pero regaron el cuento de que si los aviones aterrizaban explotaban", recuerda López. Y se rumoraba que tampoco se podía llegar por río, pues dos cañones defendían las orillas. La desilusión

 

El nuevo gobierno también ordenó meter a la cárcel a los conservadores. "Lo hicieron para evitar que los mataran los liberales, es más, en las noches les llevaban comida clandestinamente", recuerda López, quien se tomó esos días deportivamente.

 

Mientras tanto, los gringos que manejaban la Troco se quedaron en la refinería; los curas se escondieron en las casas de los liberales; las monjas vivieron encerradas en los colegios; las putas siguieron prestando sus servicios en el muelle y los curiosos se paseaban por las calles tomadas.

 

Así fue la llamada 'revolución' en este puerto. Hubo hasta tiempo para hacer un puente de cemento, que comunicaba rápidamente el centro de la ciudad con el aeropuerto. "Era indestructible. Se le llamó el puente de la revolución", comenta López.

 

A los barcos atracados les pedían una cuota de comida, mientras del comisariato de la petrolera sacaban alimentos para las ollas comunitarias, pues el comercio estaba cerrado y mucha gente no tenía qué comer. "Lo que no se paralizó fue la producción de crudo".

 

Todo se comenzó a derrumbar cuando por la radio nacional comenzaron a llegar al puerto las noticias de que el Presidente seguía siendo el conservador Mariano Ospina Pérez y que los liberales llamaban a la cordura a todos los que se habían alzado contra el Gobierno.

 

Pese a que quisieron mantener el poder, el Gobierno mandó a decir que las tropas, que estaban en San Vicente de Chucurí, iban a entrar y podía correr mucha sangre. Pero el temor a que fueran a explotar los tanques impedía su ingreso.

 

A través de un radioteléfono, la Junta negoció con el Gobierno su entrega a cambio de que no se tomaran represalias. Retiraron los barriles del aeropuerto y el 18 de abril aterrizó una comisión en medio de un desfile militar de las brigadas de liberales, encabezado por los cañones.

 

"Hubo una desilusión, todo el mundo se enteró de que en todo el país estaba normal y que los 'godos' seguían mandando ¿El poder para qué? ", Recuerda López, que se jubiló en ECOPETROL y vive todavía en el puerto petrolero. "El problema fue bajar al 'Loco' Zapata del tanque".

 

 

 

 

 

 

 

 

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