Cronología






José María Aldana, José María Bustamante y José Mariano Elízaga se distinguieron en los últimos años de la Colonia y en los primeros del México Independiente.
Aldana (1730-1810) compuso obras religiosas, entre ellas varias misas importantes, y una serie de piezas profanas para clave.
Bustamante (1777-1861), quien ejerció el maestrazgo en la catedral y en otros templos capitalinos, estrenó el 27 de octubre de 1821 su ópera México Libre.
Elízaga (1786-1842) tuvo desde pequeño una disposición excepcional para la música: en 1802 era ya organista de la catedral de Morelia, su ciudad natal; y en 1822 el emperador Iturbide lo nombró maestro de capilla de la Corte; polifacético y sumamente activo, publicó Elementos de Música (1823) y Principios de la armonía y de la melodía, fundamentos de la composición musical (1835); fundó la Sociedad Filarmónica (1824) y la Academia Filarmónica (1825), considerada como el primer conservatorio de América Latina; llevó a escena su ópera La Italiana (1825); estableció una imprenta, tal vez la primera, dedicada exclusivamente a la publicación de música (1826) y formó y dirigió un conjunto orquestal, el más importante que hasta entonces había tenido el país. Su producción como compositor comprende desde la música eclesiástica hasta el drama musical,  escapando en cierto modo a la influencia italiana y acusando una discreta inclinación hacia la estética y la técnica francesas.


A partir de 1821 la práctica de la música se inclinó definitivamente hacia la ópera, usando francamente los procedimientos del romanticismo italiano, fenómeno que se extendió a toda Iberoamérica. De modo simultáneo y como producto directo de la Independencia, se generalizaron los intentos por utilizar la música local (sonecitos y bailables) en el teatro (zarzuelas y ópera) y poco más tarde en algunas piezas de salón y de concierto. A la Sociedad Filarmónica de Elízaga siguieron una Academia de Música (que andando el tiempo sería el germen del Conservatorio Nacional), establecida en 1838 por Agustín Caballero y Joaquín Beristáin, y la Gran Sociedad Filarmónica, fundada por José Antonio Gómez en diciembre del año siguiente. De ésta surgió también una orquesta, con capacidad para ejecutar el género de concierto.
Caballero (1820-1886), de quien se dice que tocaba casi todos los instrumentos, ejerció extensamente la pedagogía y la dirección de orquesta.
Beristáin (1817-1839) se distinguió como ejecutante precoz, compositor y director: a los 17 años fue director de la orquesta del Teatro de México; compuso una sinfonía, dos oberturas (La primavera y Raquel), varias zarzuelas y obras religiosas, y murió un año después de participar en la fundación de la Academia de Música, a los 22 años de edad.
Gómez (1805-1878) comenzó a componer siendo todavía un niño; a los 22 años fue maestro al cémbalo (director) de al compañía lírica del tenor español Manuel García; formó a varios músicos –Luis Baca (1826-1855), Felipe Larios (1817-1873) y Melesio Morales (1838-1908), entre otros-; escribió Gramática musical razonada (1832), Método de pianoforte y Gran método de música vocal; fundó la revista Instructor Filarmónico (1842) y compuso música de ópera, de cámara, religiosa y de salón. El desenvolvimiento de la música instrumental originado por la creación de las nuevas instituciones, permitió reunir hacia 1840 una orquesta de 52 profesores, a la que eventualmente se incorporaba un conjunto coral.


Cenobio Paniagua, michoacano (1821-1882), se dedicó a la enseñanza y a la ejecución (órgano, piano y varios instrumentos de arco y aliento); publicó Cartilla elemental de música, Vocalizaciones matinales y Compendio de armonía; y compuso tres óperas, varias oberturas, un oratorio, un cuarteto y más de 80 misas. Murió a semejanza de Mozart, al terminar una Misa de Réquiem que habría de servir para sus funerales. Entre sus discípulos  se cuenta un buen número de compositores, especialmente de óperas; su hijo Manuel Paniagua, Melesio Morales, Miguel Meneses, Miguel Planas, Mateo Torres, Octaviano Valle, Lauro Beristáin, Leonardo Canales y Antonio de María y Campos.


Varios ejecutantes y compositores extranjeros se radicaron en México o vivieron en el país largas temporadas, entre otros el español Jaime Nunó, autor de la música del Himno Nacional Mexicano (1854). Visitaron el país varias compañías de ópera; los cantantes Manuel García, Mara Mialibrán, Balbina Steffenone y Enriqueta Sontag, inspiradora de Chopin; los pianistas William Wallace, Oscar Pfeiffer, Ernesto Lubeck, Carlos Bochsa y Henry Herz; los violinistas Henry Vieuxtemps, Franz Coenen, Jehim Prune y Joseph White; y el violonchelista Maximiliano Bohrer.
- Erudicción y Decadencias Musicales
- La Independencia












































































A mediados del siglo brillaban Tomás León y Aniceto Ortega.
León (1826-1893) fue uno de los primeros virtuosos del piano; introdujo la música de los grandes compositores clásicos y románticos, de Mozart a Liszt, pasando por Beethoven, Schumann y Chopin; reunía con frecuencia a profesionales y aficionados para hacerles escuchar las obras de alto rango, no sólo en su forma pianística sino también de cámara y sinfónica, transcrita a piano para dos o cuatro manos.
Ortega (1823-1875) fue notable médico obstetra, hombre de letras, pianista que tocaba al lado de León y compositor que investigó el mundo sonoro con métodos físico-matemáticos. Su obra incluye una pieza titulada Invocación a Beethoven, que en su momento tocaron todos los pianistas de México, y de tal manera especial la ópera Guatemotzin (1871), la primera obra mexicana de ese género compuesta con tema propio, lo cual constituye una temprana aportación a la corriente del nacionalismo. El alemán Karl Heinrich Graun (1704-1759) había hecho en el siglo XVIII la ópera Montezuma, sobre el libreto del rey Federico el Grande.
Contemporáneo de León y Ortega, aunque más joven, Melesio Morales (1838-1908) es autor de media docena de óperas, varias cantatas, obras para piano y un premonitorio poema sinfónico, La Locomotora (1869), que acusa el advenimiento del impresionismo.


Hacia 1862 surgieron las primeras compañías nacionales de ópera. Encabezó el movimiento Cenobio Paniagua, quien llevó a escena Romeo y Julieta de Melesio Morales. Octaviano Valle, en 1863, presentó su compañía de ópera lírica en el Teatro Nacional con Cleotilde de Coscenza y La Traviata de Verdi. Bruno Flores reunió a su vez un grupo de discípulos e integró con ellos su propia compañía, con la que representó en 1864 Agorante, Rey de Nubia de Miguel Meneses y Norma de Bellini, ante Maximiliano de Habsburgo.


A fines de 1865 se formó la tercera Sociedad Filarmónica, precedida por el Club Filarmónico que habían creado varios músicos e intelectuales reunidos en torno a Tomás León, entre otros Aniceto Ortega, Melesio Morales y Julio Ituarte, quienes con frecuencia ejecutaban muestras del clasicismo y romanticismo europeos, además de sus propias composiciones. La Sociedad creó su propio Conservatorio; Agustín Caballero le incorporó su Academia, y el presidente Juárez le cedió en 1867 el edificio de la Universidad. Se elaboraron reglamentos, se nombraron profesores, se organizaron las materias y se eligió director a Caballero, quien por su carácter sacerdotal no protestó la ley laica y hubo de declinar el nombramiento a favor de Agustín Balderas. Los cursos se iniciaron en enero de 1868, con la cooperación de nacionales y extranjeros. Más adelante se creó la Lotería del Conservatorio para cubrir los modestos sueldos del cuerpo magisterial.


México entonces con las orquestas de la Ópera y de Santa Cecilia, que no eran permanentes, sino que se formaban en ocasión de las temporadas de ópera u de las actividades de la Sociedad de Santa Cecilia, creada por Charles Laugier y el grupo de franceses residentes en México, amantes de la música. Actuaban también los orfeones Alemán, del Club Alemán, el Popular y el del Conservatorio,  y las bandas Municipal y de Zapadores.
En ocasión del centenario del natalicio de Beethoven se organizó un festival (diciembre de 1870 y enero de 1871) durante el cual Melesio Morales dirigió por vez primera en México las sinfonías Segunda y Quinta y el Concierto para violín. Se dispuso de una orquesta de 90 profesores (la mayor hasta entonces) formada por 15 violines primeros, 18 segundos, ocho violas, y violonchelos, ocho contrabajos, cinco flautas, dos oboes, cuatro clarinetes, dos fagotes, cuatro cornos, cinco cornetines (a modo de trompetas), cuatro trombones, tres figles y bombardones, dos timbales y un bombo; y un coro de 322 voces constituido por 71 sopranos, 39 contraltos, 102 tenores y 110 barítonos y bajos.
En 1876 fue disuelta la Sociedad Filarmónica como consecuencia de la suspensión del derecho de asociación originado por los acontecimientos sucitados en Tuxtepec. El Conservatorio de la Sociedad Filarmónica se convirtió en el Conservatorio Nacional, según decreto del presidente Díaz del 13 de enero de 1877. Antonio Balderas fue designado director de la institución, la cual decayó con rapidez por el incumplimiento de las promesas oficiales. Lo sucedió Alfredo Babalot, de origen francés, radicado en México desde varios años atrás y miembro fundador de la Sociedad Filarmónica Mexicana: reorganizó el plantel y formó la Orquesta del Conservatorio, que durante más de nueve años fue dirigida indistintamente por Melesio Morales, Julio Ituarte, Lauro Beristáin, Apolonio Arias, Carlos Meneses y otros.


Para entonces la corriente italianizante se debilitaba mientras adquiría fuerza la influencia francesa representada por Ricardo Castro (1864-1907), Carlos Meneses (1863-1929), Gustavo Campa (1863-1934) y Felipe Villanueva (1862-1893). Hacia 1892, este grupo, al que se sumó José Rivas, poco después director del Conservatorio, organizó la Sociedad Anónima de Conciertos de Orquesta, que quedó constituida el 7 de abril de ese año con el apoyo de prominentes aficionados, entre quienes destacaba José Ives Limantour. La Sociedad realizó una temporada de cinco conciertos ese año y una segunda de tres audiciones al año siguiente, tras lo cual se disolvió por el total desinterés del público. En esos conciertos sin embargo, sobresalieron dos figuras importantes: Carlos Julio Meneses, como director de orquesta, y Ricardo Castro, como pianista y compositor.
Campa prefirió continuar dedicado a la enseñanza (fueron sus discípulos, entre otros, Aurelio Barrios y Morales, Candelario Huízar, Alfonso de Elías y Juan Tercero). Más tarde fundó y dirigió La Gaceta Musical (1896-1914). Durante la gestión de José Rivas como director del Conservatorio Nacional se estableció la escuela pianística de Carlos Meneses y acogió a músicos tan distinguidos como Luis Moctezuma, Pedro Luis Ogazón, Carlos del Castillo, Rafael Tello, Julián Carrillo, Luis G. Saloma y Velino M. Preza, quienes a más de formar discípulos, hicieron recorridos artísticos por Europa.


Ricardo Castro organizó en 1895 la Sociedad Filarmónica Mexicana, que en ese año y el siguiente ofreció conciertos de tríos, cuartetos y quintetos de Beethoven, Schubert, Schumann, Glazounoff, Smetana y Tchaikowsky. A fines del siglo actuaron en México y en algunas ciudades  de provincia el violinista y compositor español Pablo Sarasate, y el pianista y autor Eugenio d’Albert. Éste incluyo en sus programas, al lado de Beethoven, Schumann, Chopin y Liszt, composiciones de Castro, Campa y Villanueva.
En el campo de la ópera hubo representaciones de Baile de máscaras, Otelo, Aída y Hernani de Verdi; Romeo y Julieta de Gounod; Los pescadores de perlas de Bizet; Lohengrin, El buque fantasma, La Walkiria y Tannhauser de Wagner; y Fidelio de Beethoven.




- Primera Decada Del SigloXIX
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- La Alborada Republicana
- De la Escuela Tradicional a la Italiana
- Triunfo de la Esuela Italiana
- Renacimiento Musical
- La Música Bailable y el Canto Popular
- El Himno Nacional
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Música en Europa
por Diego de la Mora G.