Santa Cruz que llevó Fray Francisco a Roma, Jerusalén y Santiago de Compostela, años de 1643 - 1646

Relato primero.-

                            Fue Fray Francisco de la Cruz natural de la villa de Mora (patria fértil de hijos que han adornado muchas Religiones), en el Reino de Toledo, cinco leguas de aquella ciudad imperial, hijo legítimo de Bartolomé Sánchez, portugués, y de María Hernández, de Alcobendas, cristianos viejos e hijosdalgo, cuyos parientes, en muy cercano grado, han servido en la Casa Real en oficios nobles, y en Madrid han tenido actos positivos de hijosdalgo.

Débese notar que antes de su conversión tuvo ocupaciones que no dicen con esta calidad; pero como Nuestro Señor le quiso siempre en Cruz, en todos estados, no hacen consecuencia los misterios en que dispuso su vida secular, porque él siempre corría por cuenta superior que regía sus pasos; y así esta parte de sus ocupaciones fue irregular en nuestro conocimiento; porque, o ya fuese en lo natural, por la suma pobreza a que vinieron sus padres y él, o ya fuese porque la Cruz que había de llevar por toda su vida la quiso colocar nuestro Señor en su casa, al tiempo casi de su nacimiento; con que las ocupaciones a que asistió fueron todas desacomodadas y trabajosas.

Nació en 28 de diciembre de 1585, día en que la Iglesia celebra en llantos fúnebres la muerte de los Santos Inocentes; y no careció de misterio ser en este día su nacimiento, porque el que en el mundo no había de tener sino penas y Cruz, era bien que al nacer le hallase vestido de luto. Fue bautizado el día 3 de enero del año siguiente, día de la Octava del Señor San Juan; y aquél que al nacer al mundo le halló con tristeza, el día que nace a la gracia le halla con alegría; y como había de ser pregonero de la fe, cuando la recibe en el santo Bautismo, en su casa no faltó contento, pues una abuela suya celebró el día espléndidamente, concurriendo lo más noble de la villa.

Apenas había llegado Francisco a los cinco años, cuando ya sus padres eran pobres de solemnidad, respecto de unas fincas en que habían entrado y haber tenido su padre una tutela que a uno y a otro le obligó la piedad de su natural, porque era notablemente inclinado a hacer bien y a no negarse a lo que se le pedía; principios todos que traen estos fines; porque aunque no es virtud el asegurarse, tampoco lo es el desamparar la prudencia; y ésta consiste en atender siempre a la primera obligación. Sus padres tuvieron otros hijos, que murieron temprano.

Era su madre muy sierva de Dios, y en aquella tierna edad le enseñaba las oraciones y los principales Misterios de nuestra Santa Fe Católica, acostumbrándole a algunas piedades cristianas, y entre otras es mucho de notar que, cuando Francisco le pedía pan, le llevaba delante de una Imagen de Nuestra Señora, que tenía el Niño en los brazos, y le hacía hincar de rodillas y que puestas las manos pidiese pan a Jesús y a su Madre; y entonces ella, por detrás de la Imagen, le arrojaba el pan, como que le recibía de las divinas manos de Jesús y de María; por lo cual solía decir, siendo ya Religioso, que lo que aprendió en la inocencia lo practicó después en la necesidad.

Relato segundo:

                                Francisco, habiendo hecho confesión general muy a su satisfacción, se volvió otra vez con su Padre Fray Juan Maello, el cual le quería bien y sabía su verdad, fidelidad y cuidado, y que era hombre principal; atribuía sus defectos a su corta capacidad, y así le volvió a recibir en su servicio, admirándose de ver su mudanza y verle tan rendida la voluntad, que es lo que más extrañaba, y que sus pláticas eran todas en orden a aprovechar en la virtud; y así, por conseguir su perseverancia y por apartarle de los lazos que los mozos ellos mismos se echan para ahogar la vida del espíritu, trató de casarle con una hija de confesión, mujer honrada y principal y que tenía algunos bienes de fortuna, y que persona de más comodidades que Francisco lo tuviera a mucha suerte. Propúsoselo, y como si le hubieran hecho alguna sinrazón, se sobresaltó, y por no dejar sin respuesta al Padre Maello le dijo, con grande destemplanza: - Sólo una esposa espero tener, que jamás se ha de morir, y a ésta he dado la palabra; quiera Dios que sepa cumplirla. Quietóse, y al Padre Maello, con buenas palabras, le procuró dar a conocer sus intentos, aunque por rodeos, de que el Padre hizo poco caso, porque conocía bien sus mudanzas; pero viendo que perseveraba en sus buenos propósitos, le aconsejó que acabase ya de resolverse a tomar estado y eligiese el más conveniente a su natural, porque el modo de vida que tenía era muy arriesgado. Francisco tenía muchos impulsos de pedir el Santo Hábito del Carmen; pero el demonio le hacía fuerte guerra, con capa de humildad falsa, persuadiéndole a que era indigno de él, pues le había despreciado, y la tentación no le daba lugar a que tuviese atrevimiento de pedirle. Volvía a considerar los riesgos del mundo, y que el que no hace mucho aprecio de ellos para excusarlos, muere a sus manos; y así se determinó de ir al convento de la Victoria de Madrid a pedir el Santo Hábito de San Francisco de Paula, pareciéndole sería fácil conseguir este bien en aquella Sagrada Religión, porque en ella no se sabía que él había desestimado el estado Religioso, y porque allí había muchos sujetos de Mora, su patria, que tenían mano en el Gobierno, y conociendo su calidad y sus buenos deseos le ampararían para que consiguiese la dicha de ser admitido en tan Santa y ejemplar Familia. Todo este discurso iba muy puesto en razón, y los medios eran proporcionados, si no lo embarazara determinación superior que, como si todo fuera al contrario, luego que se hizo la proposición se desvaneció el intento; y Francisco, resuelto a tomar forma de vida por el estado Religioso, y que en el Carmen, respecto de su indignidad, no podía ser, volvió a dejar al Padre Maello para intentar su fortuna en otra parte.

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