Con la forja de la
Biblioteca Ecuatoriana en más de treinta volúmenes, hazaña pionera
en la cultura ecuatoriana, ya se inicia en Alfonso Rumazo González,
con volúmenes propios, lo que da título a ´Los Ideales´ una de las
novelas del autor: la concreción de ideas, de rumbos y derroteros -
nombre dado con posterioridad a sus columnas periodísticas - para
avanzar en el resto de su trayectoria intelectual a un ideario
propio. Ya casi al término de su vida en la novela ´Justicia, la
mala palabra´ las ideas vuelven, aun con mayor poderío y en
´Fijaciones´, su libro último, que son apuntaciones sobre silva
varia, la idea está siempre presente. Esto, a fuer de anotación de
que no se perdió el propósito y que más bien fue siempre uno en todo
momento. ´Los Ideales´ dentro de las transposiciones propias de
lo creativo, pues ser escritor es también ser varios seres a la vez,
vocea a posteriori lo que vendrá después. Nunca, para citar algo,
Alfonso Rumazo González podría mostrarse hispanista de convicción
como lo hace un personaje de ese libro; pero sí es capaz de admirar,
en su condición de escritor que tiene un código valoral afirmativo,
las aportaciones de España en el arte en América, por ejemplo. O sea
se hace presente el dualismo entre el hombre como encarnación de un
ideario propio, combativo, anticolonial que quiere regarse en
siembra y de un humano que conoce sus íntimas contradicciones
axiológicas. Será a aquel sin embargo al que sacrifique todo, aun al
amor que señala otro rumbo. El contracanto de ese desencuentro, que
puede llegar a encuentro - y en efecto llega - es el propio de quien
ya es un convencido de su ideología. Se prefigura así desde ese
momento al héroe por venir, al que en el futuro a través de la
historia y de la biografía asumirá en absorción integral el espacio
épico de una América libertaria. Hombre de la libertad y para la
libertad ya va anunciando un mandato desde los primeros de sus
libros. Así, el socialismo humanitario predicado por Guillermo en
´Los Ideales´, percibido en su complejidad frente a las masas y las
que a ellas se interponen, será más tarde expresión de la
´emergencia americana´ - así la llama Leopoldo Zea - frente a los
varios neocolonialismos. Las ´8 Grandes Biografías´ - Bolívar,
Sucre, Miranda, Manuela Sáenz, Simón Rodríguez, O´Leary, José Martí
y José de San Martín - obra de la madurez creadora de Alfonso Rumazo
González, en organal entrega toman para sí no sólo un proceso de
revolución integral, único en el caminar civilizatorio, sino la
interioridad de las ideas que en ellas se expresan, o sea
insurgencia; antiimperialismo; identidad; creatividad a lo Simón
Rodríguez; valores propios y americanos, como son el instruir frente
al educar; conciencia y realidad mestizas; poder renovador y tántos
más. Todo eso desde la captación del héroe y del pueblo que lo
acompaña, de ese dar vuelta a un continente para tornarlo emergente,
retador, empinado desde una concientización de lo propio
identificable, lejos ya de la sumisión que no se atreve a responder.
Y que frente a ejecutorias de barbarie - algunas de la Colonia -,
opta con vigor por leyes de intrínseca posesión de lo propio, de lo
intransferible, de un nuevo Poder, como es por ejemplo el Poder
Moral lanzado por Bolívar en Angostura. Y con ese lenguaje nuevo
hacer justamente el Nuevo Mundo, que no deja por ello de reconocer
su antigüedad precolombina, ni su ancestro hispánico, ni su
negritud, ni su mestización. Es lo que dice El Libertador en sus dos
Cartas de Jamaica: la mixtura que sin embargo nos torna originales,
independientes, diferenciados. Guillermo, el héroe joven de ´Los
Ideales´ es Alfonso Rumazo González, también nuevo, también en
inicio de batalla. La librará después los días todos, a partir de
ese momento y de otros momentos anteriores. Pues no se escribe nada
sin preparación previa, completa y de mies que alcanza sazón. Se lo
siente al autor sumido en lecturas, en saberes. Y se percibe en ese
libro el fuelle vibrante no sólo de lo juvenil que otea el derrotero
sentimental, sino el de quien va muy más allá, pues el ser es una
unidad con su propósito, con su rumbo existencial. Novela así del
existencialismo, sin que en ese momento se lo planteara al menos en
el Ecuador. Novela de trasiego meditativo para dar al fin con la
contradictoria escogencia, con el dualismo que exige posiciones,
pues tal es la fundamentación de lo existencial: lucha para emerger
y alcanzar desde la existencia la esencialidad; conciencia de la
alteridad, o sea del distanciamiento que puede existir con el otro,
o del ser con el universo; asunción del exilio intrínseco que acosa
al humano, pues sólo un tallarse de todos los momentos ha de llenar
el mito de Sísifo; asunción del sentimiento de lo humano - cada ser
decide en sus acciones por la humanidad -; conciencia de lo heroico
y compromiso. O como señala Kierkegaard, el hecho de existir como
capacidad de tomar una decisión última y en ello trascender; o
Heidegger que llama a la existencia ´Dasein´, pero no en el sentido
general sino atribuyéndola ´al ser humano como único ente que se
pregunta por el significado del ser´. Eso, inquirirse, es lo que va
a acuciar a Alfonso Rumazo González a través de su obra toda. Hombre
existencia que se hace día a día a sí mismo y que finalmente arriba
a una esencia acerada. No conoce sin embargo Alfonso Rumazo
González en ese momento - el de la publicación del libro ´Los
Ideales´ - la teoría existencial; pero la otea. Nombra por ello a la
novela ´Los Ideales´. No por pensar en la ´idea´ platónica sino en
la relación metafísica de la idea con la realidad. Y más aún puesto
en tangencia con lo estatuido por Spinoza, también respecto de la
idea: ´conceptos del espíritu que éste forma porque es una cosa
pensante´. O se aproxima a Kant y a los conceptos puros de la razón
que constituyen las ideas trascendentales. Ya se atisba el pensador
libre del futuro. Y al historiador que trabaja con ideas y no
simplemente con caracteres, épocas, procesos históricos. Lo suyo va
mucho más allá: a un historiar dentro del avanzar dialéctico: al
contrapunto de masa y poder; a una asunción de los lineamientos de
Max Brod, de Braudel, aun de la historia estructural. En un ensayo
suyo posterior se adentrará en las ideaciones que subyacen el
proceso histórico. De allí que al estudiar a Simón Rodríguez, a
quien le dedica cinco volúmenes - Simón Rodríguez, Maestro de
América (biografía en 350 páginas), Biografía Breve de Simón
Rodríguez, en 170 páginas, El Pensamiento Educador de Simón
Rodríguez, Ideario de Simón Rodríguez, también en ensayo se detenga
en las Ideaciones de Simón Rodríguez -. Esta permanente fijación en
la idea y en el pensamiento ya lo había advertido desde el
principio: ´Guillermo era ante todo alma dominada por la
potencialidad de la idea´, expresa. Hay naturalmente en este
espíritu la individuación intrínseca del escritor, algo que
erróneamente se calificó en el pasado como un determinado carácter.
La psicología y especialmente Freud enseñarán otras cosas. Alfonso
Rumazo González fue siempre un hombre de Voltaire, tanto como lo fue
de la Ilustración en general. No podría sin ese basamento firme, de
acerada lectura, haber arribado a un humanismo posterior. Si
absorbió plenamente a Rousseau - sobre todo para sus trabajos sobre
Bolívar y Simón Rodríguez -, amén de innumerables escritores;
alcanzó desde sus inicios la risa y la ironía que es manera de
sapiencia de Voltaire. Más tarde entre sus lecturas estarán por esa
misma vertiente de la ironía Russell y su Diccionario Filosófico.
Hombre de inmensa capacidad de emergencia frente a una lucha vital
de gran intensidad no perdió en ningún momento la capacidad de
sonreír, que en término final constituía una opción de amar. Amó
profundamente la existencia, pues a éste, al amor, consideró un
valor superior. Más adelante en su libro póstumo ´Fijaciones´, el
amor es una irradiación plena, una valoración integral de los seres
todos. Amor que se convierte en una suerte de panteísmo o sea en una
concepción del mundo específica en la que todo ser importa, en la
que todo entraña un valor. No acude a la inmanencia; acepta la
existencia de Dios, el gran constructor del universo, el gran
generador del prodigio humano. Lo dice y reafirma en ´Fijaciones´.
Pero pone siempre en primer término la justicia. ´Mi socialismo
- escribirá en ´Los Ideales´ - es más que lo aprendido en Rusia,
porque es humano. Mi supremo mandato es que os améis los unos a los
otros por medio de la justicia, que la impondréis vosotros mismos´.
O sea una desviación radical del mandato bíblico de ´Amaos los unos
a los otros´. La justicia impone el derrotero distinto, la justicia
que tiene que ejercer el hombre. Más adelante entregará su gran
novela ´Justicia, la mala palabra´, finalista del Premio Rómulo
Gallegos. Entonces ya es conocedor y dominador del materialismo
histórico, de la dialéctica hegeliana. Pero es sobre todo el hombre
de la historia americana, no sólo la del proceso de independencia
sino de la actual. Leopoldo Zea escribirá de esa novela: ´He leído
con suma atención e interés el trabajo que aquí se publica, de
Alfonso Rumazo González. ¿Novela? No sé mucho de géneros literarios
ni reglas del buen decir, lo que encuentro en el trabajo es una
cosmovisión de la región a la que el escritor ecuatoriano y más que
ecuatoriano bolivariano, ha dedicado toda su vida: Bolívar, Sucre,
Miranda, San Martín, Bello, Manuela Sáenz, Martí y Simón Rodríguez.
¡Cuánto he aprendido en la lectura de esas extraordinarias
biografías históricas! Grandes próceres de nuestra América que a
partir de su peculiar realidad e identidad, de su ´pequeño género
humano´ del que habló Bolívar, se universalizaron mostrando la
posibilidad de una Nación de naciones, una Cultura de culturas y una
Raza de razas, cuyos entresijos ha sacado a flote Alfonso Rumazo´.
Novela que ya habla del terrorismo, de la resistencia, porque según
Zea ´el terrorismo tiene su origen en la resistencia de algunos
hombres a los reclamos de justicia de otros, haciendo de la
Justicia, una mala palabra que deberá ser sacada del léxico propio
del sistema institucionalizado. Resistencia de la mojigatería que
defiende los intereses creados en nombre de la decadencia del buen
hacer y el buen decir. Habrá que desterrar malas palabras que puedan
afectar el orden creado en el cual todos y cada uno de sus miembros
tienen el lugar que les ha sido previamente asignado´. Alfonso
Rumazo González, el luchador, se identificará tanto con Ricardo
Andrós, el meditativo, pero será más que nada Tristán ´que ha ligado
su vida y la que será su muerte a la vida y la muerte de los otros,
de los que sufren injusticias´. Y que si en la novela fracasa, ´es
el fracaso de los Bolívar, Sucre y tantos otros. ¡Muerte y
resurrección!, mientras la mala palabra tome su lugar en la
gramática del hombre consciente de su misma esencia´. La novela
´Esmeraldas´, posterior a ´Los Ideales´, de expresionismo
descriptivo a lo Rousseau (el aduanero), de reticulada pincelada de
la selva, esa sí auténtica, vale decir taraceada en su magnitud, en
su dolor, trepanadura, combustión febricitante, imponencia, pero
sobre todo vida sin término en todos los seres, diminutos o grandes,
quizá para cohonestar la idílica fijación de ´Cumandá´, está a medio
camino entre el realismo exasperado de los narradores ecuatorianos
del año treinta y la utópica silueta de Juan León Mera. Tampoco el
indio es el hombre que clama de Icaza, trasluz de un grito
exasperado, sino una mole humana que se ha ido decantando, no
siempre para propender mejora, sino para convertirse muchas veces en
un ser que sólo marca los pasos de la vida. La denuncia existe pero
dentro del término peor que es el del estancamiento. A eso lo ha
llevado la acción deletérea del otro, de la sociedad, de la
inacabada ´leyenda negra´, nunca leyenda sino realidad. A pesar de
ese intento de un realismo decantado, muy hondo y distinto, ya no de
equilibrio pero sí de fijación, se ha dejado a ´Esmeraldas´ de lado
en las selecciones que han oteado sólo unos nombres y nada más que
ellos. Es verdad que la greda social de algunos de esos narradores -
José de la Cuadra, Gil Gilbert, Pareja Diezcanseco, Joaquín Gallegos
Lara, Aguilera Malta, el propio Icaza - ha sido de excepcional
materia y que merecen el encumbramiento. Objeto sin embargo que se
mutile una trayectoria diferenciada en ´Esmeraldas´, relato, también
de la década del treinta, por no estar en el carril de lo que se
consideró y sin duda fue emergente. No es sólo la vertiente del
mundo natural en toda su potencia, trátese del Ande, de la selva,
del mar, la tratada en la novela. Es el contracanto entre ese mundo
natural del cual forma parte el hombre y el hombre mismo. Es el
enfrentamiento de ambos, es el desideratum de esa contigüidad que
puede llegar a términos decisivos. Es el hombre, nuevamente con sus
ideales, el que por ese su ingrediente definitivo es doblemente
enfrentado. El tema de la libertad se corresponde en esa obra con la
obstinación absoluta y con la expresión de Bolívar de ´Si la
naturaleza se opone, lucharemos contra ella´. Ya no es la
vorágine de la selva solamente la que destruye al humano, lo que
también se evidencia en la novela; es su imposibilidad de evasión,
su necesaria liberación más allá del medio, de ataduras, de
imposibilidades también puestas al frente, a veces a través del
elemento natural. El mayor peligro radica sin embargo en el
contexto, de por sí uniformado y hostil, pero fundamentalmente en el
ser mismo que no logra realizarse. Ya no se oye el grito de que la
selva los tragó, sino de que una vida inútil no merece continuar.
´Después de todo, para qué servían´, es el final de ´Esmeraldas´.
Esta novedad es prolegómeno de la defensa permanente que hace el
notable biógrafo del tema libertario como asunción de una existencia
que quiere convertirse en esencia y que lo logra a través de las
figuras proceras de la épica americana, o desde su novela ´Justicia,
la mala palabra´. En ´Esmeraldas´ la conciencia de la nada,
nombrada como tal, ya se hace presente. Dice el autor: ´Iban por el
altamar, náufragos de sus incertidumbres, con perspectivas de
inmensidad por todo lado; les asediaba el suplicio de no hacer nada
valedero, siquiera provechoso; iban rumbando hacia el hastío, en
plena inconciencia de orientaciones y responsabilidades; no estaban
en el mundo para nada, o quizás habían venido para encontrarse
demás. El altamar les hundió en meditaciones intensas, que hacen
tanto provecho en la vida. Los que no meditan, huyen de sí mismos y
el momento menos previsto son desgarrados por crueldades de la
realidad. Por desgracia la meditación, para ellos no pasó de
divagación; eran esclavos, sin ligaduras pero esclavos: como el de
Miguel Angel. Y no hay nada tan doloroso como ser libre, llevando en
el espíritu la esclavitud. Y no hay esclavitud mayor que la del
vacío, para consigo mismo, para con los demás, para con el mundo. Y
sin embargo nadie les tomaba como vacíos; los demás eran lo mismo;
era el mal general. Y la nada, nada produce. La lógica de esta
realidad, daba una realidad sin lógica´. No se han entendido ni
´Los Ideales´ ni ´Esmeraldas´ como las novelas del existencialismo
ecuatoriano. Se fraguó un esquema, el del realismo del año treinta,
y en él se detuvo la crítica ecuatoriana, sin comprender que la
emergencia provenía también de esta simiente de Alfonso Rumazo
González y en forma tal que luego derivó en el abra gigantesca de
una literatura, la suya, que transformó la nada existencial
individual en la asunción de la lucha épica de todo un continente. O
sea que convirtió su producción, como ya lo indica desde el inicio,
en una literatura comprometida. No hay existencialismo sin
compromiso. Y este fue total y hasta el término final. Las grandes
preguntas de la novela son las mismas de Tolstoi, a quien también
cita en el texto: ¿Quién soy?, ¿Qué estoy haciendo en la vida?, ¿Qué
es la vida?. Y ante tales inquisiciones, una de dos rutas: evadirse
o quedarse, pero en una y otra edificarse a sí mismo hasta
constituir ciudadela: ´Y de un campo a otro, de un paisaje a otro,
de un medio a otro, se repetía insistentemente una misma
interrogante. ¿Quiénes eran ellos? ¿Para qué estaban ellos en el
mundo? ¿Qué les llevaba así tumultuosamente a rodar y rodar, hacia
cualquier cumbre o cualquier abismo? Evidentemente, no hallaban
respuesta alguna a su inquietud interior. Querían encontrar sus
destinos, plasmarse en alguna realidad, útil o inútil, pero
realidad; a eso les llevaba la conciencia, a eso iba toda la fuerza
de sus facultades; pero estaban incapacitados. Vivían la tragedia
del ambiente, estaban vacíos, eran superficiales; la superficialidad
les consumía interiormente, la vacuidad les empujaba para hacerles
más vacíos, más descontrolados, ineficaces. A Tolstoi le hizo que
intentase suicidarse el interrogante de para qué había nacido; a
éstos, el mismo interrogante les hacía desvanecerse, hundirse en la
inutilidad más y más totalitaria, porque carecían del impulso de
Tolstoi. Eran un fuego fatuo, errante, cuando el otro, como otros
muchos, fue una llamarada prendida en la tierra para, arraigada,
lamer el cielo´. Y deciden entonces partir: ´Resolvieron que afuera
del Ecuador, porque consideraban que su patria, en que se les
hostilizaba de ese modo y en que sobre todo no había orientaciones,
rumbos, campos de aspiración, era ya prácticamente invivible´.
Recordemos ´El Exilio y el Reino´ de Camus. Y el destierro
permanente de Alfonso Rumazo González. Pero partir es a fuer de
padecimiento, de estrujamiento interior. De allí que otro punto
sustantivo y que hace marcación de esta producción inicial sea el
dolor: ´Desde el instante en que uno se independiza, ha perdido la
familia. Fatalmente los padres se quedan sin sus hijos, aunque se
les parta el alma, y nosotros somos huérfanos aunque nos duela. La
vida es dolor siempre; no importa el dolor; ni hace mérito, ni
purifica, nada en la vida; sólo es algo cuando se lo sabe
aprovechar. Nuestro dolor de este momento no se merece sino una
sonrisa de nuestra parte´. El dolor, así, ha de convertirse en
lo creativo, que es lo que aparece en ´Vibración Azul´: azul por
venir de Darío, vibración por la onda sutilísima de lo que entrega.
´Vibración Azul´, poesía que también se dona en prosa poética. La
acompañarán luego dos tomos sobre ´Siluetas líricas de poetas
ecuatorianos´, de crítica grande que luego continúa por el resto de
su existencia. Por vez primera en la poesía ecuatoriana, en el
volumen en varia estancia, se realiza el diálogo interno entre el
autor y su Alma; el alma sin embargo es lo distante con estar tan
cerca y no necesariamente lo perteneciente a la conciencia. Alma que
quizá otea y vigila pero que es a su vez cuestionada por el ser que
la lleva consigo. El Alma como contraluz, o como sombra que se
adhiere y camina al unísono. De allí que el gran artista plástico
Víctor Mideros le donara a Alfonso Rumazo González su cuadro de
intenso simbolismo, también llamado ´Alma´. Abajo el hombre, masa
oscura, reclinada, en actitud de pensar desde el reposo; arriba el
Alma, sintetizada en faz femenina, de hermosa radiación, a la cual
se allegan las diversas potencias. El texto se enriquece con el
vario plano, con el metalenguaje explícito y no explícito. Ya se oye
venir el cuerpo sinfónico que García Bacca intuye para algunas obras
literarias. Hay un camino franciscano en ese volumen; camino que
desde la orfandad más lacerante, la que se inicia inmediatamente en
el propio nacimiento sin la presencia de la madre, luego de una u
otra manera se encuentra con la soledad. La compañía proviene de la
naturaleza, entendida como un símbolo: es la flor, es la campana, es
el ser insignificante del mundo natural. Nuevamente se siente a
Rousseau, en sus ´Les rêveries du promeneur solitaire´. La elegía
inicial se trastrueca en el encuentro de recodos salvadores. Pero
más aun en el señalamiento de derroteros y rumbos. Nuevamente prima
la justicia, la donación íntegra del ser al otro ser. En el fondo ha
de titilar en el almario una navidad sin término, la navidad como
símbolo de resurrección. Más adelante, en su caminar literario,
más allá de esta posición justiciera y solidaria que permanecerá por
siempre, emerge la intensa ´voluntad de poder´ tomada de Nietzsche,
o sea, la reacción viril frente a la tragedia y la desgracia, el
convencimiento de que ´sólo la lucha fortalece´; el heroísmo como
imperativa necesidad y ya no el decaimiento, la postración, la
caída. El hombre deviene en héroe si logra hacer de los instintos un
único haz hacia una meta. Es el proceso de la energía que se empina
y se convierte en llamarada constructiva. Conoce todas las
arbitrariedades, las preguntas sin respuesta, pero prescinde de
ellas, si se trata de formarse o de entregarse abundosamente. No es
el nihilista que se maltrata a sí mismo ni que pide compasión
alguna. Al contrario, es el creyente de su forja propia. Podría
repetir con Nietzsche: ´no hay solidaridad en una sociedad en la que
existen elementos estériles, improductivos y destructores que,
además tendrán descendientes más degenerados que ellos mismos´.
Alfonso Rumazo González no acepta la derrota, la postración. Es un
Maestro del ´sí a la vida´, muy a pesar de sus astillas afiladas. No
teme al risco, lo enfrenta. Es por esto que muy natural y
fidedignamente se encamine al encuentro de los grandes héroes
bolivarianos y que su propio ductor sea en cierta manera Simón
Rodríguez. Se trata de crear, de educar, de hacer la forja del
hombre. Quien estuvo cerca suyo, hora tras hora, pudo entender que
su primera y muy tenaz preocupación fue hacerse a sí mismo y desde
ese carácter que no conoció debilitamiento alguno, educar al hombre
americano. Sus valores inmensamente clarividentes y lumínicos
asumieron también por eso mismo la fatalidad y el azar en totalidad.
Formaban parte de la vida y no cabía descartarlos. Había sufrido
mucho, miraba la existencia orbitalmente y no se detenía en
pequeñeces. Pequeño era condolerse de sí mismo, más aun compadecerse
o maldecir de la existencia. Pero no olvidaba nunca nada porque
llevaba en sí un registro histórico, de hitos buenos y menos buenos,
de piedras varias en el camino. Lo importante era caminar y no
detenerse. ´Lo peor de todo, decía, es llegar a un punto final. Yo
no me detengo nunca porque me anquilosaría. Y no estoy para
compasiones, así exista el absurdo y la injusticia´. De allí que
naciera muy espontáneamente su novela ´Justicia, la mala palabra´, a
la que ya he citado. Mala palabra, criminal palabra, para tántos,
para casi todos. ´No espere, me decía, justicia alguna de nadie; no
le llegará nunca pero no le importe´. La historia le había enseñado
esos caminos de entereza, de estoicismo, pero también de íntimo
poder. Sus estudios relativos a los Libertadores, han
contribuido así de manera muy excepcional a la identificación
americana, en el lapso más importante de su historia entera. Su
investigación, interpretación y juicio, puestos en el ramo tan
difícil de la biografía, han aclarado un ámbito complejo que ningún
otro historiador americano ha logrado en forma tan completa. La
verdad histórica ha sido estudiada en su parte vertebral filosófica,
con aportes documentales de estricta autenticidad, mirada la
realidad histórica en profundo y tomado el personaje histórico en
relieve vital, sin aislarlo ni falsearlo, demostrándolo como ser
social, entrabado dentro y a la vez gestor de una circunstancia
anticipada de una conciencia colectiva, valiéndose de su poderosa
creatividad. Cada panorama histórico ha sido mirado en el contexto
de la historia continental y universal. Estos trabajos encierran de
suyo los conocimientos auxiliares de las fuerzas externas favorables
o contrarias. Alfonso Rumazo González es seguramente el biógrafo de
mayor registro en América, puesto que cada libro suyo en sí y todos
en unión han revisado la historia americana en elipse muy amplia y
en el período de mayor autonomía. Alguno de sus críticos le ha
equiparado con los escritores europeos André Maurois y Emil Ludwig.
Pero sobre todo, sin titubeos encontró un ideario, vale decir un
vademécum suyo de pensamiento. Desde él, vuelto éste ya roca y
peldaño, hizo su edificación. El libro dejó atrás la maqueta fácil,
el ensamblaje que conduce a la vacuidad. ´No se puede escribir,
decía, si no se tienen ideas´. Por eso subrayaba una página y otra,
para encontrar en el texto ajeno también una edificación, también un
corpus de pensamiento. Decir que sus miles de páginas lo convierten
en escritor es no percibir lo mayor de él que es un ideario propio,
una fidelidad absoluta a la escritura y un compromiso con la vida
entera. Y un plan auténtico oteado desde el principio de su obra
literaria hacia una meta poderosa como de arco que tensa la flecha y
da en el blanco. Saltando de mole en mole, de cumbre en cumbre,
condóricamente, se podría decir que Olmedo, el supremo poeta de la
gesta libertaria, se ata con Alfonso Rumazo González, el biógrafo de
América. Es el mismo hálito, la misma grandeza y el vuelo de onda
larga para la historia trascendental señalado por Braudel.
Caracas, 19 de enero de 2003
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