De Lupe Rumazo

Ideaciones de Alfonso Rumazo González

Con la forja de la Biblioteca Ecuatoriana en más de treinta volúmenes, hazaña pionera en la cultura ecuatoriana, ya se inicia en Alfonso Rumazo González, con volúmenes propios, lo que da título a ´Los Ideales´ una de las novelas del autor: la concreción de ideas, de rumbos y derroteros - nombre dado con posterioridad a sus columnas periodísticas - para avanzar en el resto de su trayectoria intelectual a un ideario propio. Ya casi al término de su vida en la novela ´Justicia, la mala palabra´ las ideas vuelven, aun con mayor poderío y en ´Fijaciones´, su libro último, que son apuntaciones sobre silva varia, la idea está siempre presente. Esto, a fuer de anotación de que no se perdió el propósito y que más bien fue siempre uno en todo momento.
´Los Ideales´ dentro de las transposiciones propias de lo creativo, pues ser escritor es también ser varios seres a la vez, vocea a posteriori lo que vendrá después. Nunca, para citar algo, Alfonso Rumazo González podría mostrarse hispanista de convicción como lo hace un personaje de ese libro; pero sí es capaz de admirar, en su condición de escritor que tiene un código valoral afirmativo, las aportaciones de España en el arte en América, por ejemplo. O sea se hace presente el dualismo entre el hombre como encarnación de un ideario propio, combativo, anticolonial que quiere regarse en siembra y de un humano que conoce sus íntimas contradicciones axiológicas. Será a aquel sin embargo al que sacrifique todo, aun al amor que señala otro rumbo. El contracanto de ese desencuentro, que puede llegar a encuentro - y en efecto llega - es el propio de quien ya es un convencido de su ideología. Se prefigura así desde ese momento al héroe por venir, al que en el futuro a través de la historia y de la biografía asumirá en absorción integral el espacio épico de una América libertaria. Hombre de la libertad y para la libertad ya va anunciando un mandato desde los primeros de sus libros. Así, el socialismo humanitario predicado por Guillermo en ´Los Ideales´, percibido en su complejidad frente a las masas y las que a ellas se interponen, será más tarde expresión de la ´emergencia americana´ - así la llama Leopoldo Zea - frente a los varios neocolonialismos. Las ´8 Grandes Biografías´ - Bolívar, Sucre, Miranda, Manuela Sáenz, Simón Rodríguez, O´Leary, José Martí y José de San Martín - obra de la madurez creadora de Alfonso Rumazo González, en organal entrega toman para sí no sólo un proceso de revolución integral, único en el caminar civilizatorio, sino la interioridad de las ideas que en ellas se expresan, o sea insurgencia; antiimperialismo; identidad; creatividad a lo Simón Rodríguez; valores propios y americanos, como son el instruir frente al educar; conciencia y realidad mestizas; poder renovador y tántos más. Todo eso desde la captación del héroe y del pueblo que lo acompaña, de ese dar vuelta a un continente para tornarlo emergente, retador, empinado desde una concientización de lo propio identificable, lejos ya de la sumisión que no se atreve a responder. Y que frente a ejecutorias de barbarie - algunas de la Colonia -, opta con vigor por leyes de intrínseca posesión de lo propio, de lo intransferible, de un nuevo Poder, como es por ejemplo el Poder Moral lanzado por Bolívar en Angostura. Y con ese lenguaje nuevo hacer justamente el Nuevo Mundo, que no deja por ello de reconocer su antigüedad precolombina, ni su ancestro hispánico, ni su negritud, ni su mestización. Es lo que dice El Libertador en sus dos Cartas de Jamaica: la mixtura que sin embargo nos torna originales, independientes, diferenciados.
Guillermo, el héroe joven de ´Los Ideales´ es Alfonso Rumazo González, también nuevo, también en inicio de batalla. La librará después los días todos, a partir de ese momento y de otros momentos anteriores. Pues no se escribe nada sin preparación previa, completa y de mies que alcanza sazón. Se lo siente al autor sumido en lecturas, en saberes. Y se percibe en ese libro el fuelle vibrante no sólo de lo juvenil que otea el derrotero sentimental, sino el de quien va muy más allá, pues el ser es una unidad con su propósito, con su rumbo existencial. Novela así del existencialismo, sin que en ese momento se lo planteara al menos en el Ecuador. Novela de trasiego meditativo para dar al fin con la contradictoria escogencia, con el dualismo que exige posiciones, pues tal es la fundamentación de lo existencial: lucha para emerger y alcanzar desde la existencia la esencialidad; conciencia de la alteridad, o sea del distanciamiento que puede existir con el otro, o del ser con el universo; asunción del exilio intrínseco que acosa al humano, pues sólo un tallarse de todos los momentos ha de llenar el mito de Sísifo; asunción del sentimiento de lo humano - cada ser decide en sus acciones por la humanidad -; conciencia de lo heroico y compromiso. O como señala Kierkegaard, el hecho de existir como capacidad de tomar una decisión última y en ello trascender; o Heidegger que llama a la existencia ´Dasein´, pero no en el sentido general sino atribuyéndola ´al ser humano como único ente que se pregunta por el significado del ser´. Eso, inquirirse, es lo que va a acuciar a Alfonso Rumazo González a través de su obra toda. Hombre existencia que se hace día a día a sí mismo y que finalmente arriba a una esencia acerada.
No conoce sin embargo Alfonso Rumazo González en ese momento - el de la publicación del libro ´Los Ideales´ - la teoría existencial; pero la otea. Nombra por ello a la novela ´Los Ideales´. No por pensar en la ´idea´ platónica sino en la relación metafísica de la idea con la realidad. Y más aún puesto en tangencia con lo estatuido por Spinoza, también respecto de la idea: ´conceptos del espíritu que éste forma porque es una cosa pensante´. O se aproxima a Kant y a los conceptos puros de la razón que constituyen las ideas trascendentales. Ya se atisba el pensador libre del futuro. Y al historiador que trabaja con ideas y no simplemente con caracteres, épocas, procesos históricos. Lo suyo va mucho más allá: a un historiar dentro del avanzar dialéctico: al contrapunto de masa y poder; a una asunción de los lineamientos de Max Brod, de Braudel, aun de la historia estructural. En un ensayo suyo posterior se adentrará en las ideaciones que subyacen el proceso histórico. De allí que al estudiar a Simón Rodríguez, a quien le dedica cinco volúmenes - Simón Rodríguez, Maestro de América (biografía en 350 páginas), Biografía Breve de Simón Rodríguez, en 170 páginas, El Pensamiento Educador de Simón Rodríguez, Ideario de Simón Rodríguez, también en ensayo se detenga en las Ideaciones de Simón Rodríguez -. Esta permanente fijación en la idea y en el pensamiento ya lo había advertido desde el principio: ´Guillermo era ante todo alma dominada por la potencialidad de la idea´, expresa.
Hay naturalmente en este espíritu la individuación intrínseca del escritor, algo que erróneamente se calificó en el pasado como un determinado carácter. La psicología y especialmente Freud enseñarán otras cosas. Alfonso Rumazo González fue siempre un hombre de Voltaire, tanto como lo fue de la Ilustración en general. No podría sin ese basamento firme, de acerada lectura, haber arribado a un humanismo posterior. Si absorbió plenamente a Rousseau - sobre todo para sus trabajos sobre Bolívar y Simón Rodríguez -, amén de innumerables escritores; alcanzó desde sus inicios la risa y la ironía que es manera de sapiencia de Voltaire. Más tarde entre sus lecturas estarán por esa misma vertiente de la ironía Russell y su Diccionario Filosófico. Hombre de inmensa capacidad de emergencia frente a una lucha vital de gran intensidad no perdió en ningún momento la capacidad de sonreír, que en término final constituía una opción de amar. Amó profundamente la existencia, pues a éste, al amor, consideró un valor superior. Más adelante en su libro póstumo ´Fijaciones´, el amor es una irradiación plena, una valoración integral de los seres todos. Amor que se convierte en una suerte de panteísmo o sea en una concepción del mundo específica en la que todo ser importa, en la que todo entraña un valor. No acude a la inmanencia; acepta la existencia de Dios, el gran constructor del universo, el gran generador del prodigio humano. Lo dice y reafirma en ´Fijaciones´.
Pero pone siempre en primer término la justicia. ´Mi socialismo - escribirá en ´Los Ideales´ - es más que lo aprendido en Rusia, porque es humano. Mi supremo mandato es que os améis los unos a los otros por medio de la justicia, que la impondréis vosotros mismos´. O sea una desviación radical del mandato bíblico de ´Amaos los unos a los otros´. La justicia impone el derrotero distinto, la justicia que tiene que ejercer el hombre. Más adelante entregará su gran novela ´Justicia, la mala palabra´, finalista del Premio Rómulo Gallegos. Entonces ya es conocedor y dominador del materialismo histórico, de la dialéctica hegeliana. Pero es sobre todo el hombre de la historia americana, no sólo la del proceso de independencia sino de la actual. Leopoldo Zea escribirá de esa novela: ´He leído con suma atención e interés el trabajo que aquí se publica, de Alfonso Rumazo González. ¿Novela? No sé mucho de géneros literarios ni reglas del buen decir, lo que encuentro en el trabajo es una cosmovisión de la región a la que el escritor ecuatoriano y más que ecuatoriano bolivariano, ha dedicado toda su vida: Bolívar, Sucre, Miranda, San Martín, Bello, Manuela Sáenz, Martí y Simón Rodríguez. ¡Cuánto he aprendido en la lectura de esas extraordinarias biografías históricas! Grandes próceres de nuestra América que a partir de su peculiar realidad e identidad, de su ´pequeño género humano´ del que habló Bolívar, se universalizaron mostrando la posibilidad de una Nación de naciones, una Cultura de culturas y una Raza de razas, cuyos entresijos ha sacado a flote Alfonso Rumazo´. Novela que ya habla del terrorismo, de la resistencia, porque según Zea ´el terrorismo tiene su origen en la resistencia de algunos hombres a los reclamos de justicia de otros, haciendo de la Justicia, una mala palabra que deberá ser sacada del léxico propio del sistema institucionalizado. Resistencia de la mojigatería que defiende los intereses creados en nombre de la decadencia del buen hacer y el buen decir. Habrá que desterrar malas palabras que puedan afectar el orden creado en el cual todos y cada uno de sus miembros tienen el lugar que les ha sido previamente asignado´. Alfonso Rumazo González, el luchador, se identificará tanto con Ricardo Andrós, el meditativo, pero será más que nada Tristán ´que ha ligado su vida y la que será su muerte a la vida y la muerte de los otros, de los que sufren injusticias´. Y que si en la novela fracasa, ´es el fracaso de los Bolívar, Sucre y tantos otros. ¡Muerte y resurrección!, mientras la mala palabra tome su lugar en la gramática del hombre consciente de su misma esencia´.
La novela ´Esmeraldas´, posterior a ´Los Ideales´, de expresionismo descriptivo a lo Rousseau (el aduanero), de reticulada pincelada de la selva, esa sí auténtica, vale decir taraceada en su magnitud, en su dolor, trepanadura, combustión febricitante, imponencia, pero sobre todo vida sin término en todos los seres, diminutos o grandes, quizá para cohonestar la idílica fijación de ´Cumandá´, está a medio camino entre el realismo exasperado de los narradores ecuatorianos del año treinta y la utópica silueta de Juan León Mera. Tampoco el indio es el hombre que clama de Icaza, trasluz de un grito exasperado, sino una mole humana que se ha ido decantando, no siempre para propender mejora, sino para convertirse muchas veces en un ser que sólo marca los pasos de la vida. La denuncia existe pero dentro del término peor que es el del estancamiento. A eso lo ha llevado la acción deletérea del otro, de la sociedad, de la inacabada ´leyenda negra´, nunca leyenda sino realidad. A pesar de ese intento de un realismo decantado, muy hondo y distinto, ya no de equilibrio pero sí de fijación, se ha dejado a ´Esmeraldas´ de lado en las selecciones que han oteado sólo unos nombres y nada más que ellos. Es verdad que la greda social de algunos de esos narradores - José de la Cuadra, Gil Gilbert, Pareja Diezcanseco, Joaquín Gallegos Lara, Aguilera Malta, el propio Icaza - ha sido de excepcional materia y que merecen el encumbramiento. Objeto sin embargo que se mutile una trayectoria diferenciada en ´Esmeraldas´, relato, también de la década del treinta, por no estar en el carril de lo que se consideró y sin duda fue emergente.
No es sólo la vertiente del mundo natural en toda su potencia, trátese del Ande, de la selva, del mar, la tratada en la novela. Es el contracanto entre ese mundo natural del cual forma parte el hombre y el hombre mismo. Es el enfrentamiento de ambos, es el desideratum de esa contigüidad que puede llegar a términos decisivos. Es el hombre, nuevamente con sus ideales, el que por ese su ingrediente definitivo es doblemente enfrentado. El tema de la libertad se corresponde en esa obra con la obstinación absoluta y con la expresión de Bolívar de ´Si la naturaleza se opone, lucharemos contra ella´.
Ya no es la vorágine de la selva solamente la que destruye al humano, lo que también se evidencia en la novela; es su imposibilidad de evasión, su necesaria liberación más allá del medio, de ataduras, de imposibilidades también puestas al frente, a veces a través del elemento natural. El mayor peligro radica sin embargo en el contexto, de por sí uniformado y hostil, pero fundamentalmente en el ser mismo que no logra realizarse. Ya no se oye el grito de que la selva los tragó, sino de que una vida inútil no merece continuar. ´Después de todo, para qué servían´, es el final de ´Esmeraldas´.
Esta novedad es prolegómeno de la defensa permanente que hace el notable biógrafo del tema libertario como asunción de una existencia que quiere convertirse en esencia y que lo logra a través de las figuras proceras de la épica americana, o desde su novela ´Justicia, la mala palabra´.
En ´Esmeraldas´ la conciencia de la nada, nombrada como tal, ya se hace presente. Dice el autor: ´Iban por el altamar, náufragos de sus incertidumbres, con perspectivas de inmensidad por todo lado; les asediaba el suplicio de no hacer nada valedero, siquiera provechoso; iban rumbando hacia el hastío, en plena inconciencia de orientaciones y responsabilidades; no estaban en el mundo para nada, o quizás habían venido para encontrarse demás. El altamar les hundió en meditaciones intensas, que hacen tanto provecho en la vida. Los que no meditan, huyen de sí mismos y el momento menos previsto son desgarrados por crueldades de la realidad. Por desgracia la meditación, para ellos no pasó de divagación; eran esclavos, sin ligaduras pero esclavos: como el de Miguel Angel. Y no hay nada tan doloroso como ser libre, llevando en el espíritu la esclavitud. Y no hay esclavitud mayor que la del vacío, para consigo mismo, para con los demás, para con el mundo. Y sin embargo nadie les tomaba como vacíos; los demás eran lo mismo; era el mal general. Y la nada, nada produce. La lógica de esta realidad, daba una realidad sin lógica´.
No se han entendido ni ´Los Ideales´ ni ´Esmeraldas´ como las novelas del existencialismo ecuatoriano. Se fraguó un esquema, el del realismo del año treinta, y en él se detuvo la crítica ecuatoriana, sin comprender que la emergencia provenía también de esta simiente de Alfonso Rumazo González y en forma tal que luego derivó en el abra gigantesca de una literatura, la suya, que transformó la nada existencial individual en la asunción de la lucha épica de todo un continente. O sea que convirtió su producción, como ya lo indica desde el inicio, en una literatura comprometida. No hay existencialismo sin compromiso. Y este fue total y hasta el término final. Las grandes preguntas de la novela son las mismas de Tolstoi, a quien también cita en el texto: ¿Quién soy?, ¿Qué estoy haciendo en la vida?, ¿Qué es la vida?. Y ante tales inquisiciones, una de dos rutas: evadirse o quedarse, pero en una y otra edificarse a sí mismo hasta constituir ciudadela: ´Y de un campo a otro, de un paisaje a otro, de un medio a otro, se repetía insistentemente una misma interrogante. ¿Quiénes eran ellos? ¿Para qué estaban ellos en el mundo? ¿Qué les llevaba así tumultuosamente a rodar y rodar, hacia cualquier cumbre o cualquier abismo? Evidentemente, no hallaban respuesta alguna a su inquietud interior. Querían encontrar sus destinos, plasmarse en alguna realidad, útil o inútil, pero realidad; a eso les llevaba la conciencia, a eso iba toda la fuerza de sus facultades; pero estaban incapacitados. Vivían la tragedia del ambiente, estaban vacíos, eran superficiales; la superficialidad les consumía interiormente, la vacuidad les empujaba para hacerles más vacíos, más descontrolados, ineficaces. A Tolstoi le hizo que intentase suicidarse el interrogante de para qué había nacido; a éstos, el mismo interrogante les hacía desvanecerse, hundirse en la inutilidad más y más totalitaria, porque carecían del impulso de Tolstoi. Eran un fuego fatuo, errante, cuando el otro, como otros muchos, fue una llamarada prendida en la tierra para, arraigada, lamer el cielo´. Y deciden entonces partir: ´Resolvieron que afuera del Ecuador, porque consideraban que su patria, en que se les hostilizaba de ese modo y en que sobre todo no había orientaciones, rumbos, campos de aspiración, era ya prácticamente invivible´. Recordemos ´El Exilio y el Reino´ de Camus. Y el destierro permanente de Alfonso Rumazo González.
Pero partir es a fuer de padecimiento, de estrujamiento interior. De allí que otro punto sustantivo y que hace marcación de esta producción inicial sea el dolor: ´Desde el instante en que uno se independiza, ha perdido la familia. Fatalmente los padres se quedan sin sus hijos, aunque se les parta el alma, y nosotros somos huérfanos aunque nos duela. La vida es dolor siempre; no importa el dolor; ni hace mérito, ni purifica, nada en la vida; sólo es algo cuando se lo sabe aprovechar. Nuestro dolor de este momento no se merece sino una sonrisa de nuestra parte´.
El dolor, así, ha de convertirse en lo creativo, que es lo que aparece en ´Vibración Azul´: azul por venir de Darío, vibración por la onda sutilísima de lo que entrega. ´Vibración Azul´, poesía que también se dona en prosa poética. La acompañarán luego dos tomos sobre ´Siluetas líricas de poetas ecuatorianos´, de crítica grande que luego continúa por el resto de su existencia.
Por vez primera en la poesía ecuatoriana, en el volumen en varia estancia, se realiza el diálogo interno entre el autor y su Alma; el alma sin embargo es lo distante con estar tan cerca y no necesariamente lo perteneciente a la conciencia. Alma que quizá otea y vigila pero que es a su vez cuestionada por el ser que la lleva consigo. El Alma como contraluz, o como sombra que se adhiere y camina al unísono. De allí que el gran artista plástico Víctor Mideros le donara a Alfonso Rumazo González su cuadro de intenso simbolismo, también llamado ´Alma´. Abajo el hombre, masa oscura, reclinada, en actitud de pensar desde el reposo; arriba el Alma, sintetizada en faz femenina, de hermosa radiación, a la cual se allegan las diversas potencias. El texto se enriquece con el vario plano, con el metalenguaje explícito y no explícito. Ya se oye venir el cuerpo sinfónico que García Bacca intuye para algunas obras literarias.
Hay un camino franciscano en ese volumen; camino que desde la orfandad más lacerante, la que se inicia inmediatamente en el propio nacimiento sin la presencia de la madre, luego de una u otra manera se encuentra con la soledad. La compañía proviene de la naturaleza, entendida como un símbolo: es la flor, es la campana, es el ser insignificante del mundo natural. Nuevamente se siente a Rousseau, en sus ´Les rêveries du promeneur solitaire´. La elegía inicial se trastrueca en el encuentro de recodos salvadores. Pero más aun en el señalamiento de derroteros y rumbos. Nuevamente prima la justicia, la donación íntegra del ser al otro ser. En el fondo ha de titilar en el almario una navidad sin término, la navidad como símbolo de resurrección.
Más adelante, en su caminar literario, más allá de esta posición justiciera y solidaria que permanecerá por siempre, emerge la intensa ´voluntad de poder´ tomada de Nietzsche, o sea, la reacción viril frente a la tragedia y la desgracia, el convencimiento de que ´sólo la lucha fortalece´; el heroísmo como imperativa necesidad y ya no el decaimiento, la postración, la caída. El hombre deviene en héroe si logra hacer de los instintos un único haz hacia una meta. Es el proceso de la energía que se empina y se convierte en llamarada constructiva. Conoce todas las arbitrariedades, las preguntas sin respuesta, pero prescinde de ellas, si se trata de formarse o de entregarse abundosamente. No es el nihilista que se maltrata a sí mismo ni que pide compasión alguna. Al contrario, es el creyente de su forja propia. Podría repetir con Nietzsche: ´no hay solidaridad en una sociedad en la que existen elementos estériles, improductivos y destructores que, además tendrán descendientes más degenerados que ellos mismos´. Alfonso Rumazo González no acepta la derrota, la postración. Es un Maestro del ´sí a la vida´, muy a pesar de sus astillas afiladas. No teme al risco, lo enfrenta. Es por esto que muy natural y fidedignamente se encamine al encuentro de los grandes héroes bolivarianos y que su propio ductor sea en cierta manera Simón Rodríguez. Se trata de crear, de educar, de hacer la forja del hombre. Quien estuvo cerca suyo, hora tras hora, pudo entender que su primera y muy tenaz preocupación fue hacerse a sí mismo y desde ese carácter que no conoció debilitamiento alguno, educar al hombre americano. Sus valores inmensamente clarividentes y lumínicos asumieron también por eso mismo la fatalidad y el azar en totalidad. Formaban parte de la vida y no cabía descartarlos. Había sufrido mucho, miraba la existencia orbitalmente y no se detenía en pequeñeces. Pequeño era condolerse de sí mismo, más aun compadecerse o maldecir de la existencia. Pero no olvidaba nunca nada porque llevaba en sí un registro histórico, de hitos buenos y menos buenos, de piedras varias en el camino. Lo importante era caminar y no detenerse. ´Lo peor de todo, decía, es llegar a un punto final. Yo no me detengo nunca porque me anquilosaría. Y no estoy para compasiones, así exista el absurdo y la injusticia´. De allí que naciera muy espontáneamente su novela ´Justicia, la mala palabra´, a la que ya he citado. Mala palabra, criminal palabra, para tántos, para casi todos. ´No espere, me decía, justicia alguna de nadie; no le llegará nunca pero no le importe´. La historia le había enseñado esos caminos de entereza, de estoicismo, pero también de íntimo poder.
Sus estudios relativos a los Libertadores, han contribuido así de manera muy excepcional a la identificación americana, en el lapso más importante de su historia entera. Su investigación, interpretación y juicio, puestos en el ramo tan difícil de la biografía, han aclarado un ámbito complejo que ningún otro historiador americano ha logrado en forma tan completa. La verdad histórica ha sido estudiada en su parte vertebral filosófica, con aportes documentales de estricta autenticidad, mirada la realidad histórica en profundo y tomado el personaje histórico en relieve vital, sin aislarlo ni falsearlo, demostrándolo como ser social, entrabado dentro y a la vez gestor de una circunstancia anticipada de una conciencia colectiva, valiéndose de su poderosa creatividad. Cada panorama histórico ha sido mirado en el contexto de la historia continental y universal. Estos trabajos encierran de suyo los conocimientos auxiliares de las fuerzas externas favorables o contrarias. Alfonso Rumazo González es seguramente el biógrafo de mayor registro en América, puesto que cada libro suyo en sí y todos en unión han revisado la historia americana en elipse muy amplia y en el período de mayor autonomía. Alguno de sus críticos le ha equiparado con los escritores europeos André Maurois y Emil Ludwig.
Pero sobre todo, sin titubeos encontró un ideario, vale decir un vademécum suyo de pensamiento. Desde él, vuelto éste ya roca y peldaño, hizo su edificación. El libro dejó atrás la maqueta fácil, el ensamblaje que conduce a la vacuidad. ´No se puede escribir, decía, si no se tienen ideas´. Por eso subrayaba una página y otra, para encontrar en el texto ajeno también una edificación, también un corpus de pensamiento. Decir que sus miles de páginas lo convierten en escritor es no percibir lo mayor de él que es un ideario propio, una fidelidad absoluta a la escritura y un compromiso con la vida entera. Y un plan auténtico oteado desde el principio de su obra literaria hacia una meta poderosa como de arco que tensa la flecha y da en el blanco.
Saltando de mole en mole, de cumbre en cumbre, condóricamente, se podría decir que Olmedo, el supremo poeta de la gesta libertaria, se ata con Alfonso Rumazo González, el biógrafo de América. Es el mismo hálito, la misma grandeza y el vuelo de onda larga para la historia trascendental señalado por Braudel.

Caracas, 19 de enero de 2003