De José Ramón Medina

DE LA EPICA DE LA ESPERANZA A LA ENCRUCIJADA DE LA SOLEDAD
(Apuntes sobre la obra biográfica de Alfonso Rumazo González)

Prólogo del volumen, de próxima aparición, de la Biblioteca Ayacucho dedicado a Alfonso Rumazo González

´Los hombres agradecen todo, menos lo que se hace
por ellos, esta deprimente conclusión nos deja
el repaso minucioso de la historia´

Historia de la Soledad, de José Edmundo Clemente


Es posible que una biografía sea la iniciación de un viaje. Con cierta sensatez, diremos que de un viaje peligroso donde lo que se transforma no son sólo las fronteras, sino los pensamientos y los contenidos de una visionaria forma de ver la humanidad. Los libros, no son letra muerta. El enciclopedismo, crea una conjetura: la conciencia de los derechos individuales.
Voltaire le escribía en 1770 D´Alambert: ´Desde hace quince o veinte años se ha operado en los espíritus una venturosa revolución que supera todas nuestras esperanzas. La edad de la razón ha comenzado. Por ello merece, ¡oh, naturaleza!, la gratitud del género humano´. Cuando Voltaire se refiere concretamente a las instituciones de su país y de su tiempo, lo impregna todo con la resina de la burla y del sarcasmo. Lo mismo ocurre con Rousseau, - como advierte Engels -, en el surgimiento de la desigualdad, el ginebrino ve un progreso.
Tan rápida es la fuerza que genera ese cambio, que no sólo cae la cabeza del rey, sino la de los propios complotados; y, entre ellos, Robespierre.
Saint-Just, que también será guillotinado, decía: ´Están talladas todas las piedras para el edificio de la libertad; le podéis construir un templo o una tumba con las mismas piedras´. Corolario de este hecho: tanto el poder temporal del rey como el poder de Dios, sucumben ante la necesidad de los hombres. La monarquía se tambalea y el iluminismo atraviesa el mar desde el Viejo Continente, para impulsar la gesta más estremecedora de todos los tiempos en el Nuevo Mundo.
Pero también es posible que un estudio biográfico sea una exhumación. La reconstrucción de una existencia. En este sentido, en el mejor sentido de todos, Rumazo González entiende que la empresa es una difícil confrontación en la que la dialéctica no está perdida, porque va de la esencia a la existencia, es decir, de lo absoluto a lo relativo. Y en este caso, uno de sus biografiados, José Martí, decía muy bien que ´la conciencia es la ciudadanía del universo´.
Al cabo de las primeras páginas del conjunto de sus Ocho Grandes Biografías, el autor entra de lo filosófico a lo histórico para exponer descamadamente en lo que hay de sustancial, en el maridaje de lo subjetivo y lo objetivo, en el temperamento de los hombres que escribieron con sangre la epopeya americana.
De ahí que las mejores páginas del libro, se remitan a un antiguo conflicto, muchas veces a una irreverente verdad, a un serio replanteamiento de las palabras. Podría decirse que la biografía, así entendida, es un género de relaciones domésticas que desemboca casi siempre en lo universal de los tiempos; porque convoca al juego de las pasiones.
Habría, sí, que calificar entonces que cualquier tentativa por establecer un punto de referencia con la esperanza, es buscar, en buena medida, el paralelo que existe con la soledad. Como si esa soledad de los grandes destinos de la historia, fuera la redimensión estremecedora de una ilusión perdida en el fondo de la noche de los tiempos. Así, probablemente, se entienda la melancolía, el amor, la catástrofe o la frustración en la que vivieron esos personajes rebeldes del pasado, que de una u otra manera, construyeron la emancipación americana. Rostros, paisajes, contiendas, asonadas sangrientas, naufragios en el mar de la memoria, con su romanticismo vitalista a cuestas y, también, su trasfondo de ingratitud. Toda otra visión a más de ser descorazonadora será, desde ya, inaudita. Las palabras tienen ese misterio de confrontar lo real con lo imaginario, desde una perspectiva peligrosa. Sartre decía muy bien que ´No escribiría por el gusto de escribir, sino para tallar a ese cuerpo de gloria en las palabras´. De ahí que el ejercicio de las letras traiga aparejada la idea de la construcción de un texto absoluto de los grandes temperamentos, que se conjugan en el imperativo de los tiempos.
Y es en este sentido que los personajes que van vertebrando este corpus de gloria y de soledad, también son la memoria, el trasplante de otras gestas, el encuadre polifacético de una experiencia del ideario americano que es común a todos: Miranda, Bolívar, San Martín, Rodríguez, Sucre, Martí, Manuela Sáenz, O´Leary y una estela de coraceros de la independencia que son parte de la misma estirpe del pasado. Así han quedado registrados en los partes de batalla, en los diarios personales de los protagonistas, en el epistolario del generalato, en las canciones populares y, en definitiva, en las páginas olvidadas e inescrutables ya para siempre, que la historia sabe guardar para sí de aquellos hombres que murieron desafiando toda adversidad. La adversidad de la conspiración, de la intriga, de la confabulación que entretejía el cipayaje de la época. La adversidad de un ejército maltrecho, al enfrentar a un ejército profesional y bien dotado de pertrechos. La adversidad del páramo, del hambre, de la sequía. Y, sobre todo, la adversidad de la traición, esa palabra tan doliente y costosa al espíritu del combatiente.
Cifrar esas secuencias de la historia y separarlas de la leyenda, es parte de la tarea del investigador. Una labor, muchas veces confrontada a su propia especificidad, cuando está muy lejos de ser lineal. Los episodios del pasado también conllevan su desorden, sus miserabilidades y sus debilitamientos. Los días radiantes de la victoria, también deben soportar las noches cariadas de la fatiga o de la derrota. Es parte de esa épica vertiginosa que recoge el historiador, que entrelaza casi siempre el ensayista, con cierta audacia y desapasionada justeza, como si se tratara de capturar un primer plano, eso es, en el anónimo cortejo indolente de la ingratitud.
Existen jornadas de luminosidad e interminables noches en las que no se distingue nada. Y en esas noches, son engendradas las conjuras, las cárceles se llenan de pobres diablos. Se planifican los destronamientos. En la época de las ideologías, dice Camus, hay que ponerse en regla con el asesinato. También se traza calculadamente el daño de la tergiversación, la indiferencia o el olvido. La tergiversación se maneja con la astucia. La indiferencia, con la envidia y el olvido, con la mortaja y la manipulación. ´No se muere más que una vez - decía Simón Rodríguez -, y se puede llorar muchas veces al día: dos, por lo menos, si se come a la inglesa, mañana y tarde; tres, si se come a la antigua española, mañana, tarde y noche; o cuatro, si se merienda´.
Neruda retrataba en silicios y tungstenos líricos el temple heroico: ´Del hombre gastado en su abismo/ nacieron las sales sangrientas´.


EL PRECURSOR FRANCISCO DE MIRANDA


´Cantaré combates; ya escribí de mi niña.
Ahora quiero avanzar solemne, con el rostro elevado;
Hoy me anuncia cítara diferente mi musa´.

Propercio (Elegías, Libro II)


Una imprecisión geográfica ha dado más de un hallazgo poético; pero una desconcertación en lo personal, una encrucijada peligrosa de la geopolítica, como un atrevido movimiento de piezas de ajedrez, puede dar paso a una tragedia histórica, de incalculables consecuencias en una gesta revolucionaria. Hay memoria de eso en la gesta libertaria. Es probable, también, que algo de eso, le sucediera al Generalísimo Miranda en la estructuración del movimiento emancipador bajo su mando, que concluyera con su apresamiento y muerte por sometimiento a soledad y otras injurias, en La Carraca de Cádiz.
Es penoso que la crónica registre que Miranda haya tenido que correr detrás del temperamental empírico y congelado mister Pitt, cuando lo hubiéramos preferido con un Coleridge, un Blake o un Wordsworth. Los poetas, estaban más cerca de un revolucionario como el venezolano, que toda la política del Foreign Office. Porque cuando los grandes héroes de la historia pasan primero por la impresión de los poetas, su naturaleza se convierte en onda de altísima frecuencia; pero cuando se incorpora al lenguaje espúreo de los políticos, no sólo se hace mediocre, sino que se altera el buen criterio de quienes por desgracia están cerca y esperan otra cosa. Los políticos corrompen por sus intereses cualquier espíritu de cambio. Los grandes héroes, inspiran a los poetas; porque los héroes no saben mentir ante la historia: la hacen. Cuando no se mistifica no se disfraza su acción, la Historia es sagrada y los poetas son sus más nobles mensajeros. Como en la vieja Grecia de Agamenón, jefe de los héroes que sitiaron Troya. Pero, lamentablemente, como para cualquier transacción humana, siempre intervienen los banqueros y la usura, para los acontecimientos históricos de importancia y el contenido es manoseado como un periódico por los políticos. Es siempre lastimoso tener conciencia de que la historia, haya dejado de tener eficacia, como en los viejos tiempos, de un poema.
Todos saben de la actitud de Inglaterra frente a la Revolución Francesa. Todos saben que mientras Miranda exponía sus sueños libertarios a los anglos, éstos invadían las tierras del Río de la Plata. No era cuestión de imponer a América una corona devaluada y católica, por una corona protestante. Frente a la frialdad de Mr. Pitt y su arrogancia a todo resplandor revolucionario, habría que recordar el poema de Coleridge, ´Francia: una oda´:

´Cuando Francia iracunda alzó su cabeza gigante,
Y con ese juramento que aniquiló aire, tierra, mar,
Se puso de pie y dijo que sería libre,
¡Ah, créanme, cuánto miedo tuve, cuántas esperanzas!
Con qué alegría canté mi sublime congratulación
Ante la banda tiránica:
Y cuando para abrumar a la desencantada nación,
Como fieras fortificadas por la vara de un hechicero,
Los monarcas marcharon un día maldito,
E Inglaterra se unió al fatal regimiento;
Aunque amaba sus playas y su océano circundante,
Aunque tantas amistades y tantos amores juveniles
Habían henchido la emoción patriótica
Y arrojado una mágica luz sobre sus colinas y arboledas;
¡Mi voz inalterada cantó, sin embargo, la derrota
A todos aquellos que blandieron su lanza en contra del tirano,
Y la vergüenza tan largamente postergada y la inútil retirada!
Pues jamás ¡Oh Libertad! Empañé tu luz
O tu sagrada flama extinguí con designio parcial;
Sino que bendije los peanes de nuestra Francia redimida
Y agaché la cabeza y lloré por el nombre de Inglaterra.´

Sí, seguramente el Precursor se hubiera sentido más comprendido con los poetas que con los políticos. De la misma manera que Byron, comprendería más tarde a Bolívar y bautizaría su barco con su nombre, para llevarlo a las playas de Grecia en su épica de liberación.
El tema de don Francisco de Miranda es un caso excepcional en el siglo XVIII, o sea, el siglo de las grandes conspiraciones. Y como es lógico, para que se den esas conjeturas, debe haber conjurados.
El conjurado es una figura arquetípica que se mueve entre la traición, los desenlaces violentos, las intrigas, como parte de un rompecabezas de las posibilidades. De aquella confrontación universal de las espadas, a grandes rasgos, suenan por esos días en la crónica dos conspicuos y enigmáticos personajes, que dieron mucho que hablar en su tiempo: el Conde Cagliostro y el cortesano Casanova, que por sus características donjuanescas y conspirativas, parecen emparentarse a don Francisco Miranda. Tal es así que, aunque en profundidad nuestro héroe americano, tenía una expectativa mayor, más oceánica, más navegable por el encanto de su ansiada Colombeia, sus fines eran más tangibles en términos de hacer una comparación.
Es el período de las Luces, del enciclopedismo y de la nueva filosofía. D´Alambert, Diderot, Mably, Raynal, Montesquieu y otra vez Rousseau y Voltaire.
Se cartean los príncipes, los abates, los filósofos y leguleyos de la época. Son los mensajeros de la Razón. ¿Pero es la Razón, un argumento suficiente para la liberación de los hombres? ¿Es la Razón del autor de las Cartas Persas, que en un discurso académico sobre la causa de la transparencia de los cuerpos, decía que ´Aparentemente, hay animales para los que las más espesas murallas son transparentes´? Y la paradoja existe: él, muere ciego, en tanto que su escritura da luz a la conciencia revolucionaria de su época. O el autor de Cándido, que piensa que forman legión aquellos cuya situación social impide hacer uso de sus facultades intelectuales.
También los mencionados arquetipos de la conspiración, (Casanova, Cagliostro y Miranda), aunque por motivos diferentes y geografías distantes, son el prototipo de romances palaciegos y una cultura insaciable. Por cronología y por espejismos aristocratizantes, como por lecturas no convenientes de la hora, los tres, separadamente, han tenido problemas con el clero. También, no es casual, que los tres, hayan pertenecido a la Logia que va a conspirar contra distintas monarquías. ¿Qué naturaleza entrañaba en estos seres una vocación tan diferente y a la vez tan parecida?
Cagliostro, al parecer, fue el creador de la proclama revolucionaria: ´Libertad, Igualdad, fraternidad´, que después de magias y escándalos como el del robo del collar de la Reina Antonieta, termina sus días miserablemente en una celda. Casanova, muere de viejo; pero después de haber sido acusado de integrante de una logia masónica que atentaba contra la monarquía, culminó sus días como delator de príncipes. En cambio, Miranda, tiene sus planes transoceánicos con el proceso de la liberación de América, convirtiéndose en el Precursor. En torno a esto, dice ´el biógrafo de los grandes héroes´, Alfonso Rumazo González: ´Comprendió Miranda el momento histórico de América Latina antes que todos; inventó y creó la Revolución, enrumbándola reciamente durante treinta años. A la hora de la guerra, entró directamente en ella; comandó las tropas de su patria, Venezuela, con el grado de Generalísimo, cayó prisionero y murió en una cárcel del enemigo. Fue así, un Protolíder, un líder primero, del preeminencia´.
De esta manera, su existencia tiene contornos vertiginosos. Como la de los grandes hombres, su vida apasionada se ve envuelta en las grandes causas del pensamiento, donde el peligro y la justicia, hacen acto de presencia. Y así creó en Londres, ´La Gran revolución Americana´, y otras tantas por el estilo, con el fin de promover la lucha independentista.
Su genio, un verdadero genio de los últimos años del decimoctavo siglo y principios del decimonono, ha tenido más de un vuelco psicológico, de contrastantes perfiles y estremecedores alcances, que el destino puso a prueba en una vida agitada, por momentos turbulenta de conjurado, y por momentos apacible, de diplomático francmasónico, en constantes peregrinaciones que van de un país a otro, en antesalas cortesanas, en pasillos ministeriales como los del Primer Ministro Pitt, en fórmulas conspirativas, y en emplazamientos con figuras relevantes del Continente Europeo y del Parlamento Británico, así como escarceos diplomáticos con la revolución de los Estados Unidos y la Emperatriz Catalina de Rusia. Más tarde, lo hará también como protagonista de la Revolución Francesa (fue miembro de los Girondinos), padeciendo, por reyertas políticas, los sinsabores de una celda próxima al cadalso y la suerte de no perder la cabeza bajo el régimen del Terror.
Neruda, lo retrata así, en ´Miranda muere en la niebla (1816)´:

´Si entráis a Europa tarde con sombrero
de copa en el jardín condecorado
por más de un Otoño junto al mármol
de la fuente mientras caen hojas
de oro harapiento en el Imperio
si la puerta recorta una figura
sobre la noche de San Petersburgo
tiemblan los cascabeles del trineo
y alguien en la soledad blanca alguien
el mismo paso la misma pregunta
si tú sales por la florida puerta
de Europa un caballero sombra traje
inteligencia signo cordón de oro
Libertad igualdad mira su frente
entre la artillería que truena
si en las Islas la alfombra lo conoce
la que recibe océanos Pase Ud. Ya lo creo
Cuántas embarcaciones Y la niebla
siguiendo paso a paso su jornada
si en las cavidades de logias librerías
hay alguien guante espada con un mapa
con una carpeta pululante llena
de poblaciones de navíos de aire
si en Trinidad hacia la costa el humo
de un combate y de otro el mar de nuevo
y otra vez la escalera de Bay Street la atmósfera
que lo recibe impenetrable
como un compacto interior de manzana
y otra vez esta mano patricia este azulado
guante guerrero en la antesala
largos caminos guerras y jardines
la derrota en sus labios otra sal
otra sal otro vinagre ardiente
si en Cádiz amarrado al muro
por la gruesa cadena su pensamiento el frío
horror de espada el tiempo el cautiverio
si bajáis subterráneos entre ratas
y la mampostería leprosa otro cerrojo
en un cajón de ahorcado el viejo rostro
en donde ha muerto ahogada una palabra
una palabra nuestro nombre la tierra
hacia donde querían ir sus pasos
la libertad para su fuego errante
lo bajan con cordeles a la mojada
tierra enemiga nadie saluda hace frío
hace frío de tumba en Europa´

De esos encuentros y desencuentros, al fin, fue cincelándose año tras año, las primeras escaramuzas proyectadas en dramática secuencia desde el viejo Mundo hasta las costas venezolanas, a bordo de una flotilla de tres barcos, parecida a la que siglos antes llevara a cabo Colón al cruzar el Océano Atlántico; pero a diferencia de aquel, no para colonizar; sino con la esperanza de liberar sus ataduras de la España colonialista.


DATOS PARA UNA BIOGRAFÍA: BOLIVAR Y SAN MARTIN


´A la humanidad no le queda ya más que la república
y creo que hay esperanzas fundadas´

Lord Byron, 1821

Bolívar

Parafraseando a Jorge Luis Borges, en su ensayo ´La esfera de Pascal´, la historia universal podría ser la historia de unas cuantas metáforas. O sea la cifra que formula en imágenes contrastadas la historia misma del personaje, forjador de la Patria Grande. Esta definición, aproxima los hombres a la mitología. El poeta cubano José María Heredia llamaba a Bolívar ´sublime Atlante´, uno de los titanes. Y las trayectorias de los hacedores de nuestra emancipación, se transfunden en la leyenda de los titanes. Son los hijos de Urano y Gea. Porque la raza de los titanes, es la que se enfrenta contra la injusticia de los tiempos, en cualquier época, obedeciendo a una ley dialéctica de la negación, aun para enfrentarse a la ética o a los intereses más sagrados de sus propios progenitores, en razón del cambio. Un cambio que tiene en el rebelde patriota, un ideal que va tanto contra la mentira como contra la opresión. Porque si en los comienzos fue el mito, se puede conjeturar que en el comienzo también fue el olvido, una manera sórdida y perversa que conduce a la infidelidad y el desagradecimiento. De ahí que el molde de estas ocho biografías de los grandes hombres, establezca una búsqueda común, cronológica, inquebrantable, sostenida con tal firmeza en su talladura, que diera la impresión, lo sé, de una interminable columna de Trajano en la que se cincelan las acciones y graban las palabras que las centurias pretenden olvidar, por esa misma ingratitud o por aquella misma vocación de caprichosa ignorancia, que ciertos períodos de la historia parecen asumir.
La poesía del siglo XIX, de gran contenido epopéyico, tiene como vértice a estos personajes, gloriosos. Uno de los textos románticos acerca de Bolívar, fue la oda pindárica de José Joaquín de Olmedo, que con versos templados describe el campo de batalla en el ´Canto de Junín´:

´Gloria, mas no reposo de repente
clamó una voz de lo alto de los cielos.
Y a los ecos, los ecos por tres veces
Gloria, mas no reposo, respondieron.´

Bolívar, es cierto, intercambió cartas con el poeta guayaquileño. Y hasta le reprochó el desliz en el que Olmedo había incurrido, diciéndole: ´usted dispara donde no se le ha disparado un tiro´, ya que en la batalla de Junín el episodio armado fue a arma blanca, es decir, a sable desnudo, a pura lanza.
Pero es José María Heredia el que exclama en dramáticos versos ´A Bolívar´, una sinfonía de resonancias heroicas:

´Y resuena una voz, y soberana
Se alza Bolivia bella,
Y añádese una estrella
A la constelación americana.
¡Numen restaurador! ¿Qué gloria humana
Puede igualar a tu sublime gloria?
¡Oh Bolívar divino!
Tu nombre diamantino
Rechazará las olas con que el tiempo
Sepulta de los reyes la memoria;
Y de tu siglo al recorrer la historia
Las razas venideras
Con estupor profundo
Tu genio admirarán, tu ardor triunfante,
Viéndole sostener, sublime Atlante,
La independencia y libertad de un mundo.

¿Y tan brillante gloria
Eclipsaráse al fin? Letal sospecha
En torno de tu frente revolando,
Empaña su esplendor: yacen las leyes
Indignamente holladas,
Sin ser por ti vengadas.
La patria y la virtud su estrago gimen:
Triunfa la rebelión, se premia el crimen.


Cual cometa serás, que su carrera
Por la atracción del Sol arrebatado,
Se desliza en el éter, y abrasado
Se pierde al fin en su perenne hoguera.
¿Contra la Libertad entronizada
Por tu constante, generoso brío,
Esgrimirás impío
De Carabobo y de Junín la espada?
Cuando tu gloria el Universo abarca,
Libertador de esclavos a millones,
Creador de tres naciones,
¿Te querrás abatir hasta monarca?


Jamás impunemente
Al pueblo soberano
Pudo imponer un héroe ciudadano
El sello del baldón sobre la frente.
El pueblo se alza, y su voraz encono
Sacrifica al tirano,
Que halla infamia y sepulcro en vez de trono,
Así desvanecerse vio la tierra
De Napoleón y de Agustín la gloria,
Y prematura tumba los encierra,
Y la baña con llanto de Victoria.
¡Hijo de Libertad privilegiado,
No a su temible majestad atentes,
Ni a nuestro asombro y lástima presentes
Un laurel fulminado..!´

Habría que ajustarse, como se ajusta el ensayista Rumazo González, a dos de aquellas figuras gigantes de la independencia americana, cuando dice: ´Bolívar y San Martín se parecen poco; pero, como gigantes de la libertad, llevan, con sus compañeros y con sus pueblos, un único objetivo: independizar América de España. Se funde, por tanto, en los dos un mismo ideal, un único anhelo y una sola determinación. La sorprendente diversidad engendrada por los hechos bélicos, tan distintos a veces en los campos norte o sur, no alteró en ningún momento el punto céntrico. Así, las dos vidas pisan una misma tierra roja, porque han escogido una misma luz cenital. Y como son varones constituidos en comando supremo, los pueblos que rigieron en las Antillas-Pacífico, hacen, por causa del ideal común, una sola gran historia´.
´La suerte de la guerra es impenetrable para los hombres´, argumentaba alguna vez Bolívar, como desafiando cualquier certeza sobre el momento bélico. Sólo sus ideas sobre la victoria final en su empeño liberador, le daban un carácter claro e irrebatible. La contienda no era sólo contra el imperio hispano, era contra el cipayaje y el neocolonialismo. Estaba muy claro en lo que se avecinaba una vez que concluyera el predominio español. La liberada nación anglosajona, tenía sus apetencias en las costas de los países nacientes. En 1787, Thomas Jefferson, una de las expresiones liberales más connotadas de los Estados Unidos, afirmaba sin tapujos: ´Nuestra confederación debe ser contemplada como el nido desde donde toda la América, la del Norte y la del Sur, ha de ser poblada. Pensando en los mejores intereses de aquel Continente nosotros debemos cuidarnos de no presionar demasiado pronto a los españoles. Esos países no pueden estar en mejores manos. Mi temor es, empero, que estas manos sean demasiado débiles para sujetarlas hasta que nuestra población sea suficientemente numerosa para arrebatársela pedazo a pedazo´.
La ya conocida actitud antincolonialista de Bolívar, tiene antecedentes muy claros en torno a la perspectiva de ´buenos oficios´ que manifiesta Jefferson. Uno de esos enfoques es el que señala el Libertador a Patricio Cambell en una carta fechada el 5 de agosto de 1829, cuando prevé esa situación hacia futuro: ´Los Estados Unidos parecen destinados por la providencia para plagar la América de miseria en nombre de la libertad´.
Su temperamento había sido templado, en parte, en la mística de los estremecedores acontecimientos de fines del siglo XVIII, la lectura de Montesquieu, El espíritu de las leyes, que hacía un examen crítico del uso libre de las instituciones que era considerado tabú; del Rousseau de Emilio, bajo cuya influencia definitiva lo forjara su maestro y orientador Simón Rodríguez, que era un libro fundamental para los jacobinos franceses y, desde luego, más tarde, para el futuro Libertador, El Contrato Social, espíritu mismo de la Revolución francesa. Y más allá, todavía, el llamado ´filósofo ateo´ Voltaire, tan demoledor para la sociedad de las cortes como la peste negra en la Edad Media. Voltaire, según Rodríguez, era el autor preferido de Bolívar. Había, eso es, una cierta heterodoxia en sus lecturas, y un carácter verdaderamente ecléctico en sus apreciaciones sobre la conciencia, al par, que una mística demasiado sólida de ir hacia el encuentro del porvenir a como diese lugar. Sería repugnante verlo ahora, y sobre todo, como un pensador, con su bata y sus pantuflas. Bolívar no tenía el genio para ejercer solo una función intelectual desde una torre de marfil. No. Es el inspirador del ´Decreto de Guerra a muerte´; el arquitecto del ´Manifiesto de Cartagena´; el convocador del ´Congreso Anfictiónico de Panamá´; el autor del ´Discurso de Angostura´; el gran estratega de la Patria Grande. Su grandeza, estaba precisamente en cristalizar la idea, en encauzar la dinámica de las corrientes libertarias y, justamente, en asistir al parto, a caballo de la historia. En eso, sí, Bolívar anuncia la epopeya americana, guiando hasta el fin de su existencia los ejércitos de la emancipación, contra los enemigos de afuera y los enemigos de adentro. Un hombre de su casta, solamente está perfilado en el terreno de los titanes. Y emprender la guerra donde hay que improvisarlo todo, es parte de su misión.

San Martín

Más que el ´Santo de la espada´, como literariamente lo definiera Ricardo Rojas, a don José de San Martín correspondería llamarlo, más apropiadamente, ´el estratega de la espada´, nada más que por la forma en que estructuró al Ejército de los Andes, donde la táctica estaba subordinada en orden de prioridades, a las consonancias populares. Era lacónico hasta en la victoria. Cuando venció al ejército español en Maipo, escribió el parte de guerra en un papel con manchas de sangre que recogió del suelo: ´Acabamos de ganar completamente la acción. Nuestra caballería los persigue hasta concluirlos. La patria es libre´.
Su ejército más que de combatientes de los estratos populares, parecía una tropa de centauros bajo su mando. Y es que el orden de las instancias, era directamente proporcional al de los propósitos. Si algo arrebataba su temple, era la mínima sospecha de cobardía en cualquiera de sus hombres. Tal como lo señala Rumazo González, acerca de esa batalla: ´Hubo un cobarde, aquella mañana inmediatamente anterior a la batalla que empezó a las doce: el general francés Brayer, que había pertenecido a los ejércitos de Napoleón; servía en Chile, enviado por San Martín desde Buenos Aires, para la instrucción militar según los métodos europeos. A las diez y media se presentó al General en Jefe para pedirle permiso a fin de irse a los Baños de la Colina, la respuesta de San Martín fue una bofetada: ´Con la misma licencia con que el señor general se retiró del campo de batalla en Talca (Cancha Rayada), puede hacerlo a los Baños; pero, como en el término de media hora vamos a decidir la suerte de Chile; y la colina está a trece leguas, puede V.S. quedarse, si sus males se lo permiten. Señor General: el último tambor del Ejército Unido tiene más honor que V.S. Señor General, es usted un carajo.´´.
De ahí la esencia del valor para su ideario. Su ejército no está compuesto de individuos a la usanza pretoriana. Su concepto del hombre de armas es otro y de características revolucionarias: él consideraba una economía de guerra basada en la ´cooperación de trabajadores y combatientes que se sostuvieran mutuamente´ Porque, - agrega -, desde este instante el lujo y la comodidad deben avergonzarnos´.
En una palabra, San Martín preparaba una batalla como Coleridge estructuraba un poema: con ojos y oídos por todos lados. La guerra para él se apoyaba en lo popular; porque había que preparar al pueblo y templarlo en la lucha. Así lo ejecutó en Chile y en el Perú. Confiaba en la sorpresa y en la disciplina. De esta manera, sus tropas cruzaron los Andes divididas en dos columnas que el General comunicaba por medio de mensajeros. Las dos ocupaban la posición prevista en la fecha indicada, después de tres semanas de salir de Mendoza. Cada una cumplía su parte. Mientras una aferraba al enemigo de frente, la otra debía atacarlo por la espalda hasta deshacerlo. Era, en realidad, una lucha que el general Accame compara con la estrategia napoleónica. Lo que prueba, una y otra vez, la experiencia de San Martín en escala europea, al enfrentarse a los ejércitos franceses. Podría conjeturarse que, entonces, un ejército sin sorpresa es la mitad de un ejército. Corolario posible: un ejército sin disciplina es una multitud descarriada y una presa segura para el enemigo.
En Canto General, el poeta chileno Pablo Neruda, lo retrata así en un fragmento de ´San Martín (1810)´:

´Tú abarcaste en la muerte más espacio.

Tu muerte fue un silencio de granero.
Pasó la vida tuya, y otras vidas,
se abrieron puertas, se elevaron muros
y la espiga salió a ser derramada.

San martín, otros capitanes
fulguran más que tú, llevan bordados
sus pámpanos de sal fosforescente,
otros hablan aún como cascadas,
pero no hay uno como tú, vestido
de tierra y soledad, de nieve y trébol.
Te encontramos al retornar del río,
te saludamos en la forma agraria
de la Tucumania florida,
y en los caminos, a caballo
te cruzamos corriendo y levantando
tu vestidura, padre polvoriento.

Hoy el sol y la luna, el viento grande
maduran tu linaje, tu sencilla
composición: tu verdad era
verdad de tierra, arenoso amasijo,
estable como el pan, lámina fresca
de greda y cereales, pampa pura.

Y así eres hasta hoy, luna y galope,
estación de soldados, intemperie,
por donde vamos otra vez guerreando,
caminando entre pueblos y llanuras,
estableciendo tu verdad terrestre,
esparciendo tu germen espacioso,
aventando las páginas del trigo.

Así sea, y que no nos acompañe
la paz hasta que entremos
después de los combates, a tu cuerpo
y duerma la medida que tuvimos
en tu extensión de paz germinadora.´

A San Martín no lo doblegó nunca un adversario, pero sí lo inmovilizó la oligarquía de un poder central dominado por infamias y negociantes que habían puesto su fortuna y su moral al servicio del imperialismo inglés y no al servicio del ejército emancipador. No era político; porque estaba más allá de la política. Era un general de causas nobles que regresó al Río de la Plata en 1812 y libró su primer combate en 1813 en la batalla de San Lorenzo, en la conciencia de que una causa que no asumiera un carácter popular era innoble.
Cuando el Perú se desangraba en dos bandos: el de Riva Agüero, que chocara con Bolívar y el del Marqués de Torre Tagle, San Martín instó a limar las diferencias para vencer a los españoles. Su carta desde Mendoza, es tajante: ´Después matémonos unos contra otros si este es el desgraciado destino que espera a los patriotas. Muramos, pero no como viles esclavos´.
Su carácter estaba templado como el acero de una daga toledana. Tenía una dureza a muerte contra la corrupción y la mentira. Habría que cotejar todas sus cartas (único indicio de la veracidad de sus acciones), para comprobar que no admitía la claudicación. Cada vez que amenazaba con renunciar al presidente, estaba calculando otra contienda. Cada vez que anteponía una dolencia por la que debería retirarse, se empeñaba en como conseguir nuevos pertrechos o una flotilla para ir al Perú. La espada de San Martín abría heridas profundísimas contra el engaño; porque esgrimía el dolor de la historia: ´mi sable jamás se sacará de la vaina por opiniones políticas, como estas no sea a favor de los españoles y su dependencia´.
Cuando en una oportunidad le preguntaron por qué no tomaba Lima, su respuesta no era la de un dominador, sino la de un soldado respetuoso de los intereses de la mayoría. Este es un aspecto del perfil psicológico del Protector: ´¿Qué haría yo si sus habitantes me fueran contrarios? () mi plan es diferente. Deseo ante todo que los hombres se conviertan a mis ideas y no quiero dar un paso más allá de donde vaya la opinión pública () He ganado cada día nuevos aliados en el corazón del pueblo () Toca al país juzgar por sí mismo cuáles son sus verdaderos intereses () La opinión pública es un nuevo resorte introducido en los asuntos de estas partes. Los españoles, incapaces de dirigirla, la han comprimido. Ha llegado el día en que va a manifestar su fuerza y su importancia´.
Dice un historiador, que limitado por la oligarquía porteña que sólo deseaba protección armada para sus negocios; convencido de que su Patria realizaría su destino vinculándose a las luchas que por el norte mantenía Bolívar en la liberación de América y no solo con Europa; despierto ante la integridad territorial; alzado contra dos gobiernos reaccionarios; respetuoso siempre de la soberanía popular antes que la mera obediencia castrense; protector de la industria y el comercio americanos frente a las grandes potencias de su época; conductor estratégico que no se ató jamás a proscripciones doctrinarias que no se conciliaran con la realidad nacional y liberador de pueblos, San Martín es un verdadero ejemplo de la transformación emancipadora que ante cualquier obstáculo, todavía parece decir: ´Yo me voy con pies de plomo´.
Cuando el general decide su destierro voluntario en Europa, no hay reconsideración posible. Siente la enfermedad del país. Rechaza los honores. Pasa el resto de sus días en soledad. De cuando en cuando, es visitado por personajes ilustres de la vida nacional: Alberdi, Sarmiento, entre otros. El viejo general recuerda con pesimismo y desilusión los años de gesta. Escribe a su amigo Guido: ´Paso en la opinión de estas gentes por un verdadero cuáquero: no veo ni trato a personas vivientes, porque de resultas de la revolución he tomado un tedio a los hombres que ya toca en ridículo. Ocupo mis mañanas en la cultura de un pequeño jardín y en mi taller de carpintería; por la tarde salgo a paseo y en las noches en la lectura de algunos libros alegres y papeles públicos; he aquí mi vida´.
Sarmiento que lo había visitado, dice: ´Había en el corazón de este hombre una llaga profunda que ocultaba a las miradas extrañas, pero que no escapaba a los que lo escudriñaron. ¡Tanta gloria y tanto olvido! ¡Tan grandes hechos y silencio tan profundo!´.


SIMON RODRIGUEZ Y LA LIBERTADORA DEL LIBERTADOR


´Me voy porque dos soledades no pueden hacerse compañía´

Simón Rodríguez
(A su despedida en Paita, de Manuelita Sáenz)

´Yo amé al Libertador; muerto lo venero, y por esto estoy desterrada´

Manuela Sáenz
(De Carta al General Flores desde Kingston, mayo de 1834)

El maestro y librepensador venezolano, Simón Rodríguez, es una piedra de fundación en la existencia e incentivación intelectual de Simón Bolívar, así como actor principal en el basamento filosófico-doctrinario de sus ideas emancipadoras.
Sus ideas pedagógicas eran fundamentalmente experimentales y el rasgo de toque, era predominantemente seguidor del libro de Rousseau, Emilio, en el que ejercitaba los conceptos allí sostenidos por el filósofo, donde le habla a los hombres de su alma, de lo que son por su naturaleza, de la felicidad que hay en ellos, de la necesidad intrínseca que tienen de amar y de ser amados y que, en suma, aplicados esos principios al terreno político, con tal de que esté esclarecido, todo hombre tiene la libertad de juzgar por sí mismo los problemas de Estado y de soberanía.
Este hombre magistral nace en Caracas en 1771 y va a morir en Amotape (un pueblito del norte del Perú) hacia 1854, a la edad de ochenta y tres años.
Fue expósito al igual que su hermano Cayetano Carreño, el célebre músico. Lo que significa estar amparado por la conmiseración humana y un sentido de lástima o de piadosa resignación. Todo parece indicar, según las fuentes más prestigiosas de la crónica del pasado, que su padre se llamó Alejandro Carreño y su madre Rosalía Rodríguez. Como relata Alfonso Rumazo González: ´El niño Simón adoptó el apellido materno; no así su hermano, que prefirió el paterno. Las gentes en Caracas les llamaban a los dos indistintamente: los hermanos Carreño. Durante el lapso colonial, en América, los hijos, legítimos o ilegítimos, tomaban el patronímico con libertad de escogencia. Arístides Rojas agrega que el padre de los dos expósitos murió temprano y que éstos quedaron bajo la tutela del tío, el presbítero José Rafael Rodríguez - ´sacerdote muy respetado y de gran saber´ -, quien se encargó de la educación de ambos´.
Simón Narciso Rodríguez obtiene su título de maestro en 1791, bajo la anuencia del rey, ya que su condición de expósito así lo requería. Después, una vida de largos viajes, de penurias, una trayectoria consagrada al conocimiento y a la fidelidad en proteger a su discípulo el Libertador durante su estremecedora epopeya libertadora y después, con mayor empeño, en los años más infortunados, los años que sucedieron a su muerte. Es decir, el período del vituperio.
En una de sus impresionantes disertaciones en protección a su ex discípulo y compañero de viaje, dice abiertamente: ´¡Militares! Acordáos que un filósofo os llamó ´Perros de la Nación´ por vuestra fidelidad, vigilancia, docilidad, valor y sobre todo por vuestra devoción al que os cuida. De todas estas cualidades habéis dado pruebas. No morder al amo, aunque rabiéis, es lo que os recomienda un compatriota que siente no poder ser militar´.
Alguna vez, el Libertador le llamó cariñosamente el ´Sócrates caraqueño´, una manera de precisar el temperamento y la sabiduría de un hombre de un calibre singular. Tanto por la esencia misma de su fuego interior, como por su inquietante vocación de búsqueda en el pensamiento surgido a raíz del período de las grandes crisis. La crisis americana y la crisis europea. Fue lector de El Príncipe de Maquiavelo y de Buffon, así como de los más grandes genios de las letras y del pensamiento. Con su ex discípulo, Bolívar (un viudo de apenas 22 años), viajó a pie desde París a Roma y juró en consagrar su vida a la causa de la independencia de Hispanoamérica en el Monte Sacro. Entre otras cosas, de acuerdo a como lo transmitió su educador, Bolívar dijo: ´¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!´.
El siglo XVIII no se bastaba con la Reforma. Circunstancia por la cual uno de los principales elementos cuestionadores de la época, era el de aniquilar el concepto religioso de la vida, especialmente la sumisión del espíritu del hombre a los dogmas y a la fe. Habría entonces que preguntarse si negando las supremas verdades de la Iglesia y de la fe, así como la revelación y la autoridad eclesiástica, esas ideas se proponían ir al génesis, al principio real de la materia, es decir, a la naturaleza misma. Ampliando el concepto volteriano que dice: ´Una república de ateos, sería más virtuosa, más desinteresada, que una república de católicos o de protestantes´ Es probable que esa reflexión tuviera para el maestro Simón Rodríguez, la huella del filósofo John Locke y su Ensayo del conocimiento Humano. El libro de Locke, era un verdadero vademécum para quienes se iniciaban en el empirismo, hasta el advenimiento de Kant, que hace su defensa a los derechos de la razón, ampliados en lo que sería después La Crítica de la Razón Pura. Todo esto corregido por un filósofo como Chamfort, que dice: ´Casi todos los hombres son esclavos, a menos que sepan pronunciar la sílaba no´. O todavía, aquella máxima: ´La única historia digna de atención es la de los pueblos libres. La historia de los pueblos sometidos al despotismo sólo es un manojo de anécdotas´. Son años de lecturas, de confrontaciones, de viajes por la utopía
En 1849 publicó ´Extracto sucinto de mi obra sobre la educación republicana´, es un modelo de extraña disposición tipográfica y resuelta lucidez didáctica, que se publicó en el ´Neo-Granadino´ y es el resultado de su experiencia en el campo de la enseñanza.
Sus ideas en esta materia, son curiosas: ´Los Maestros de Escuela han sido, son.. y serán mientras dure la monarquía (que será hasta el fin del mundo) unos pobres dependientes o ayos mal pagados, especies de bocinas que suenan como las soplan: su oficio es ´Engañar muchachos por orden de sus padres´. Los Rectores de los Colegios hacen un papel serio en la comedia´.
Cuando habla de la ´Producción´, dice: ´Las libertades mal entendidas, de hacer cada un lo que quiere en su taller o en su campo, dan a la casualidad lo que debiera esperarse del cálculo: hacen del agricultor y del fabricante instruidos unos optimistas, y de los ignorantes unos agoreros: los primeros atribuyen sus pérdidas a la fortuna, y los segundos a lo que les dicen o a lo que se les antoja decir´.
En 1797, estuvo en Kingston, Jamaica, y allí adoptó el sobrenombre de Samuel Robinson. Al año siguiente viaja a Baltimore y en 1801, a Francia. A partir de ahí hará un recorrido por muchas ciudades europeas, incluida, como se dijo, la peregrinación de Roma y el juramento en el Monte Sacro.
En 1823 regresa a América y adopta su nombre original. Su vida es siempre inquieta. Los traslados a distintas ciudades y aldeas, es, en efecto, base de su experiencia cultural. En Bogotá, hace su primera fundación de una Escuela-Taller.
Habría que añadir que Rodríguez es un Rousseau tropical. Recorre a lomo de mula toda la cordillera. Padece hambruna, también glorias, cuando el Libertador le da la carta abierta para pregonar sus enseñanzas. Ya no se trata del método Lancaster de instrucción. Tampoco de la primitiva Escuela Robinson. Esta será más popular. En Chuquisaca (1825), es designado Director General de Educación. Funda una segunda Escuela-Taller. Edita libros trascendentales: Luces y virtudes sociales (1834); Sociedades Americanas en 1828 (1845); El Libertador del Mediodía de América y sus compañeros de armas, defendidos por un amigo de la causa social (1830), entre otros. Y cientos de opúsculos y artículos que se editan en la prensa diaria. Ese inmenso caudal de escritos, son prácticamente arrastrados de un sitio al otro, en los momentos de peregrinaje. Muchas de esas páginas son irrecuperables; porque se perderán en el camino. ´La libertad me es más querida que el bienestar´, dice.
Se identificó con los socialistas utópicos: Owens, Adams Smith, Fourier.
Como escribe su biógrafo Rumazo González: ´El maestro nunca fue humilde; sino modesto´. Después de la muerte del Libertador, en 1830, la miseria lo cerca. Abre una fábrica de velas, con el emblema: ´Luces y virtudes americanas´. Lo que sintetiza como ´velas de sebo, paciencia, jabón, resignación, cola fuerte, amor al trabajo´. Son momentos duros en Chile. Las ideas, como la estearina: sirven para iluminar. También tiene otro encuentro con un venezolano ilustre que vive en Santiago, don Andrés Bello.
Escribe: ´Sólo los filósofos son inmortales porque viven en los corazones La gratitud de los pueblos es la gloria eterna de los héroes profanos Los guerreros, los conquistadores y los reyes se sepultan en los libros´.
Es, en realidad, un ciudadano del mundo. Y como ciudadano del mundo, también está muy consciente de lo que sucede en América. Y advierte con impactante realismo: ´Los angloamericanos han dejado, en su nuevo oficio, un trozo del viejo, sin duda para contrastar, sin duda para presentar la rareza de un hombre mostrando con una mano a los Reyes el gorro de la Libertad, y con la otra, levantando un garrote sobre un negro que tiene arrodillado a sus pies´. (Sociedades americanas en 1828, O. C., 1, pág. 342).
En 1843 viaja a Paita y visita a una mujer excepcional llamada Manuela Sáenz. Esta otrora bella mujer, que un día lo dejó todo por seguir el rumbo de Simón Bolívar, ahora está en un pueblito pesquero del norte del Perú, gorda, en silla de ruedas, enferma de reumatismo artrítico, con una de sus fieles servidoras, ´tejiendo encajes, haciendo bordados y preparando dulces´ para vivir con dignidad.
En el momento de visitarla Rodríguez, hacía sólo dos años que esta valerosa mujer había rechazado la fortuna que como heredera universal, le dejara su esposo, el médico inglés Jaime Thorne. Y es, a pesar de su melancolía (como asegura Ricardo Palma), una mujer que no puede dejar de ser irónica e intensamente crítica en sus apreciaciones.
El General Don José de San Martín, la había condecorado años ha en Lima, con la orden ´Caballeresa del Sol´, y muy merecida por su trayectoria futura frente a los realistas fue esa distinción.
¿No fue justamente ella la que advirtió a Bolívar y lo puso a salvo, la noche en que se planificó su asesinato en Bogotá, el 25 de septiembre de 1828? ¿No era acerca de su persona que el general O´Leary había escrito: ´Ella era el ser más desinteresado que he conocido´? Cuando ya no queda lealtad para Bolívar en la Lima de 1827, ¿no es la que intenta operar contra Bustamante? Se sabe que ella ´disfrazada de hombre y pistola en mano, penetró a caballo en uno de los cuarteles insurrectos, con el fin de reaccionarlo a favor de Bolívar´, lo que le costó ser apresada y urgida a abandonar el país en veinticuatro horas, siempre con sus fieles negras Jonatás y Nathán. ¿No fue acaso Manuelita la que sofocó un motín en la plaza y calles de Quito contra la causa bolivariana? En este punto, existe un reporte de Próspero Pereyra Gamba, que dice: ´Jinete en un potro de color jaspeado, con montura de hombre, pistoleras al arzón y gualdrapa de marciales adornos; vestida a lo turco, con el pecho levantado sobre un dormán finísmo, meciéndose sus bucles bajo un morrión de pieles, garbeaba la cabeza por cucarda y plumajes militares, y sus pies por diminutas botas de campaña, con espolines de oro´. Y agrega Rumazo González: ´parecía la generala del regimiento actuante´.
Hay una carta clave de Manuelita Sáenz, dirigida a su esposo, que la pinta por entero, porque habla con entereza de sus sentimientos y gratitud sobre dos hombres que la han amado en la vida. Vale la pena transcribirla de acuerdo a como la publicó Ricardo Palma en sus Tradiciones limeñas:

´No, no, no, no más hombre, ¡por Dios! ¿Por qué me hace usted faltar a mi resolución de no escribirle? Vamos, ¿que adelanta usted sino hacerme pasar por el dolor de decirle mil veces que no?
Usted es bueno, excelente, inimitable, jamás diré otra cosa sino lo que es usted. Pero, mi amigo, dejar a usted por el general Bolívar es algo; dejar a otro marido sin las cualidades de usted, sería nada.
¿Y usted cree que yo, después de ser la predilecta de Bolívar, y con la seguridad de poseer su corazón, preferiría ser la mujer de otro, ni del Padre, ni del Hijo, ni del Espíritu Santo, o sea de la Santísima Trinidad?
Yo sé muy bien que nada puede unirme a Bolívar bajo los auspicios de lo que usted llama honor. ¿Me cree usted menos honrada por ser él mi amante y no mi marido? ¡Ah!, yo no vivo de las preocupaciones sociales.
Déjeme usted en paz, mi querido inglés. Hagamos otra cosa. En el cielo nos volveremos a casar; pero en la tierra, no.
¿Cree usted malo este convenio? Entonces diría que es usted muy descontentadizo.
En la patria celestial pasaremos una vida angélica, que allá todo será a la inglesa, porque la vida monótona está reservada a su nación, en amor se entiende; pues en lo demás, ¿quiénes más hábiles para el comercio? El amor les acomoda sin entusiasmo; la conversación, sin gracia; la chanza, sin risa; el saludar, con reverencia; el caminar, despacio; el sentarse, con cuidado. Todas éstas son formalidades divinas; pero a mí, miserable mortal, que me río de mí misma, de usted y de todas las seriedades inglesas, no me cuadra vivir sobre la tierra condenada a Inglaterra perpetua.
Formalmente, sin reírme, y con toda la seriedad de una inglesa, digo que no me juntaré jamás con usted. No, no y no.
Su invariable amiga,
MANUELA´.

En definitiva, ¿no fue ella la que luchó a brazo partido, contra la sociedad toda de su época, un clero corrompido, la mentalidad colonial, la posición económica y los requerimientos de un marido mediocre que lo aceptaba todo, la que ejercía fielmente la labor de retaguardia del propio comandante en jefe, es decir, de Simón Bolívar? ¿No fue ella la de los celos inimaginables? Pues bien, sí, esta mujer, esplendorosa y a la vez astuta, previene más de una vez al propio general. Es la Amazona de la independencia que recorre todos los estratos y le aconseja a su amante sobre los peligros en ciernes, o le confiesa sus remordimientos. Esta mujer a la que Bolívar llamó ´La Libertadora del Libertador´, y a la que escribió tantas cartas llenas de amor y de impudor a un tiempo: ´Tú quieres verme siquiera con los ojos. Yo también quiero verte, y reverte, y tocarte, y sentirte, y saborearte, y unirte a mí por todos los contactos. ¿A que tú no quieres tanto como yo? Pues bien, ésta es la más pura y la más cordial verdad. Aprende a amar y no te vayas ni aun con Dios mismo´.
Simón Rodríguez estaba en lo cierto: dos soledades no podrían estar mucho tiempo juntas. Eran dos partes de la historia que habían sido golpeadas por la adversidad, la traición y, fundamentalmente, la ingratitud.
El maestro Simón Rodríguez muere en Amotape, asistido por Camilo Gómez (un amigo fortuito), con un párroco irritado por su ateísmo el 28 de febrero de 1854.
Manuelita Sáenz, la mujer más admirada de entonces, visitada por José Garibaldi, entre otros personajes que estaban conscientes de su grandeza, muere en Paita el 5 de diciembre de 1856, junto a su sirvienta Juana Rosa. Tal como dice el general venezolano Antonio de la Guerra: ´ambas fallecieron de la abominable e infernal enfermedad de la garganta´. Y agrega el biógrafo Rumazo González: ´Y hasta el cofre que contenía las cartas y los documentos que la Libertadora había guardado con tan grande celo fueron quemados, junto con los pobres vestidos, para evitar el contagio de la infección diftérica´.


EL PRECIO DE LA LEALTAD: SUCRE Y O´LEARY


´En el glorioso
Atavío de batalla lucharé hasta que
Esta ciudad, victoriosa sobre todo,
Goce de un nombre honrado por todo el mundo´

Esquilo (Euménides)

Para una teoría de la soledad no bastan los horrores, las enfermedades, el olvido, como un libro empolvado que no se ha de abrir jamás. La soledad, la más perniciosa, es la que acumula la tristeza. En ella, se enfrentan, se contraponen, las dimensiones insólitas de la existencia como una flor maligna de Baudelaire. Porque la soledad mayor, es parte de la angustia y de la desesperanza. Una cualidad leprosa del espíritu que termina en el desarraigo, en la miseria o en la muerte. La soledad, en los grandes rebeldes, es imposible de determinar porque siempre, es parte de una desilusión. El gran rebelde, como ha dicho Camus, asume que la conciencia nace con la rebelión. El rebelde lucha siempre por la integridad de una parte de su ser: ´Este se alza sobre un mundo destrozado para reclamar su unidad´. En este sentido, se debe hablar de un conjunto de soledades rebeldes que los acontecimientos y muchas veces la ingratitud, o los intereses mezquinos de los centros del poder, han relegado. Es una invitación al desconcierto, se diría. ¿No ha sido Bolívar presa del mal? ¿San Martín no se desesperanzó por la falta de respaldo a su causa y se alejó del combate? ¿Sucre, no llegó a palpar la soledad absoluta porque una bala traidora lo mata en Berruecos el mismo año que muere el Libertador? Si Bolívar muere de soledad por la traición, el Mariscal Sucre, la espada más fiel a la causa americana, cae arteramente víctima de otros intereses más conspicuos de la lucha emancipadora.
En cambio, el edecán O´Leary, vive la soledad de otra manera, porque reúne el conjunto de los episodios en una memoria singular, almacenada en la praxis misma de lo registrado en esos episodios de guerra. Es la historia escrita a caballo. El itinerario personal en esas encrucijadas del destino revolucionario. Y, acaso, el preludio para muchos de la muerte por alcanzar la victoria final. Es decir, un momento que no llega a darse nunca; porque como diría Martí, ya casi al final del siglo XIX: ´Bolívar tiene que hacer en América todavía´.
Esas muertes que recordará con gran pasión, serán hasta el fin de sus días, parte de su heroísmo en el campo de batalla y corolario ejemplar de una soledad interior que logra impregnar en los treinta y dos volúmenes de su obra.
También conoció el destierro en Kingston, Jamaica. Y fue preso de la desesperanza. Es la imagen del escritor soldado. La pluma que hace la crónica de la liberación en estas tierras. Muchas páginas son reseñas claves de una interpretación americana, cuando se trataba por todos los medios de torcer el rumbo de los ideales independentistas. Esa lucha marcará al combatiente irlandés para toda su vida.
Sobre el destierro, dice hacia 1833: ´Aquí, en medio de la peste, nos conservamos bien () cólera morbus () fiebre amarilla. El día 4 salimos de Jamaica maldita´.
La tristeza, sí, se mueve en medio de las contradicciones y de los aciertos del pasado, y es lastimosa y descorazonadora la extensión de su geografía, sobre todo para quien ha hecho de esa geografía, una fantástica epopeya de la realidad enfrentada a sangre y fuego al coloniaje.
Tanto el Gran Mariscal de Ayacucho, el general cumanés Antonio José de Sucre, vencedor de Ayacucho (que diera la libertad a la América Meridional), como el Edecán del Libertador, general Daniel Florencio O´Leary, son la expresión fidedigna de un destino común en el entorno más cercano a Simón Bolívar. Sobre Sucre, son innumerables las muestras de aprecio que el Libertador le prodigó en campaña. Cuando se trató de negociar un armisticio y un tratado de regulación de la guerra, como dice Rumazo González , el Libertador designó al cumanés de sólo veinticinco años: ´El escogido para esa actividad prolija, difícil, es el general Sucre, con el coronel Briceño Méndez y el teniente coronel José Gabriel Pérez. El rango de plenipotenciario corresponde a Sucre. Se le ha concedido muy alto honor, en una actividad diplomática en extremo compleja. Los tres delegados discutieron los términos del acuerdo durante cuatro días, en la ciudad de Trujillo. Se cruzaron varias comunicaciones; hubo intento de ruptura de parte hispana. Al final se firmaron tanto el armisticio como el Tratado de Regulación de la Guerra (no fusilamiento de prisioneros). Y obra fue, lo uno y lo otro de Sucre´. En este sentido, la visión de Bolívar sigue siendo curiosa por haber escogido al diplomático a la par que al militar apropiado, para tal contingencia. La delicadeza del asunto, Bolívar se la dice al propio Sucre en una misiva que cita su biógrafo: ´Este tratado es digno del alma del general Sucre: la benignidad, la clemencia, el genio de la beneficencia lo dictaron: él será eterno como el más bello monumento de la piedad aplicada a la guerra: él será eterno como el nombre del vencedor de Ayacucho´.
Su vida, aunque corta, tuvo una obra inmensa. Guayaquil había proclamado su independencia de España el 9 de octubre de 1820. Por ese entonces Sucre es nombrado Jefe de la División del Sur. También despuntarán en él sus dotes de político. Era una pieza clave en el espectro político-militar de Quito, de Guayaquil, de la naciente Bolivia. Allí también tendrá sus quereres y su descendencia. El amor era parte de la guerra; porque el amor, es una contienda a veces perdida. En cuestiones del corazón, a veces una derrota es a la larga un triunfo. Se le conocieron hijos naturales, entre otras, con Rosalía Cortés y Silva, una dama aristocrática de veintiún años de La Paz, con quien tuvo un hijo, José María, nacido en 1826. Pero el amor de Sucre es el que profesa a la marquesita de Solanda en Quito, que será su esposa. Dice su biógrafo: ´Sucre sigue amando a Mariana, pero no es fiel a ese amor´.
Tuvo el general Sucre varios intentos de asesinato. Uno de ellos, al parecer, es por cuestiones amorosas. Esas lides tan peligrosas pudieron infringirle una derrota emocional. Aunque la naturaleza de su asesinato verdadero en Berruecos, se gestó en la traición de un idilio que el héroe de Ayacucho tuvo con la señora Historia en 1830, el mismo año de la muerte de Bolívar a manos de la tuberculosis, que, en definitiva, era producto también de la traición. Su última proclama, del 10 de diciembre, dirigida a los pueblos de Colombia, dice, anteponiéndose a la muerte: ´Mis enemigos abusaron de vuestra credulidad y hollaron lo que me es más sagrado, mi reputación y mi amor a la libertad. He sido víctima de mis perseguidores que me han conducido a las puertas del sepulcro. Yo los perdono´.
Neruda, también le canta a ´Sucre´:

´Sucre en las altas tierras, desbordando
el amarillo perfil de los montes,
Hidalgo cae, Morelos recoge
el sonido, el temblor de una campana
propagado en la tierra y en la sangre.
Páez recorre los caminos
repartiendo aire conquistado,
con el rocío en Cundinamarca
sobre la fraternidad de las heridas,
el pueblo insurge inquieto
desde la latitud a la secreta
célula, emerge un mundo
de despedidas y galopes,
nace a cada minuto una bandera
como una flor anticipada:
banderas hechas de pañuelos
sangrientos y de libros libres,
banderas arrastradas al polvo
de los caminos, destrozadas
por la caballería, abiertas
por estampidos y relámpagos.´

En cuanto al general O´Leary, fue un soldado digno de toda la confianza de Bolívar. Fiel a la causa de la independencia, y un crítico tenaz bien intencionado, en el momento oportuno, con el Libertador mismo. Eso le granjeó algún cruce de palabras con el general venezolano; pero Bolívar lo reconoció después. De aquel espíritu de sacrificio, ante la injusticia de las intrigas y de las confabulaciones hacia la causa bolivariana, hay un texto que pone en ejercicio una lealtad indobegable en la defensa de Simón Bolívar: ´Veinticuatro razones por qué se debe admitir la renuncia que hace el general Bolívar de la presidencia de la República´. De esa página admirable, dice su biógrafo que no pudo ser refutada por nadie. ´Todos sintieron su pequeñez ante el grande hombre, exhibido en su auténtica magnitud por quien tenía razones y documentos para mostrarla, por haber sido su edecán, y llegada la hora de la votación en el Congreso, lógicamente, la renuncia fue rechazada por gran mayoría. Al argumento de O´Leary no podía responder nadie si caer en ridículo´. Es un derecho ceder ahora a la tentación de recordarla:

1. Cuando estalló la revolución en Venezuela, Bolívar abandonó las comodidades que proporciona la riqueza para servir a su patria.
2. Encargado por su Gobierno de una comisión importante cerca del de Inglaterra, la desempeñó a satisfacción de sus comitentes y a su propia costa.
3. Subyugada Venezuela en 1912, se trasladó a Cartagena y con su pluma y su espada coadyuvó a la causa de la independencia.
4. Habiendo obtenido escasos auxilios militares del Gobierno de Cartagena, destruyó al enemigo en el Bajo y Alto Magdalena, y en seguida libertó Venezuela.
5. En el año 1814 mereció el título de pacificador de la Nueva Granada.
6. Conquistada la Nueva Granada y Venezuela por el ejército de Morillo, Bolívar, en 1817, desembarcó en las costas de Ocumare a la cabeza de 300 oficiales y, penetrando en la provincia de Guayana, logró establecer un Gobierno y formar un ejército.
7. En el año 1818 hizo frente a Morillo y destruyó en parte su ejército.
8. Siendo dictador convocó un Congreso y devolvió al pueblo, junto con su independencia, el poder que se le confió.
9. En el año 1819 libertó la mayor parte de la Nueva Granada y propendió a su reunión con Venezuela en la República de Colombia.
10. Siempre infatigable, forzó al ejército español en el año 1820 a replegarse sobre la provincia de Caracas, dejando libres a las de Mérida, Trujillo y Barinas; obtuvo un armisticio provechoso para la causa común y regularizó la guerra en los célebres tratados de Trujillo.
11. En el año 1821 renunció ante el Congreso de Cúcuta todos sus sueldos atrasados, su haber y la presidencia de la República, dando así una prueba nada común de desinterés y desprendimiento.
12. En el mismo año destruyó el ejército español en Carabobo.
13. En el mismo año fue nombrado unánimemente por el Congreso Constituyente Presidente de la República, autorizado para mandar el ejército en persona y revestido de facultades extraordinarias en el territorio que fuese teatro de la guerra.
14. En el año 1822 fueron libertadas las provincias del sur bajo su dirección y agregado a la República el departamento de Guayaquil.
15. En el año 1823 sofocó la rebelión de los pastusos.
16. Implorando por el Perú para que tomase el mando de su ejército, solicitó el permiso del Congreso, y habiéndolo obtenido, se trasladó a aquel Estado, abandonando los hechizos de un mando pacífico en un país constituido para exponer su renombre y su vida en una lucha desigual.
17. Rodeado el Congreso de Lima de enemigos internos y externos, prometió libertar al Perú en un año y cumplió su palabra.
18. Dio la existencia a la República de Bolivia en el año 1825.
19. Llamado por el Gobierno de Colombia para apaciguar los disturbios que agitaban la República, llegó a Guayaquil y rehusó el poder dictatorial que aquel pueblo ilegalmente le había conferido.
20. Habiendo venido a la capital en noviembre último, algunos perturbadores del orden (de los cuales el doctor ´Chasquino´ era Caudillo), despreciando sus deberes patrios, se reunieron tumultuariamente en la sala capitular para proclamar la dictadura. Se dice los mandó dispersar.
21. Su conducta desde su regreso a la capital mereció los aplausos de los patriotas esclarecidos; uno de ellos brindó en un convite ´por que el siglo XIX sea llamado el siglo de Bolívar´.
22. En enero de este año restituyó a Venezuela la tranquilidad de que un hijo ingrato la había privado.
23. El general Bolívar es llamado a la Presidencia por el pueblo de Colombia, que le ha dado el hermoso y bien merecido título de Libertador.
24. Pero como el ´Conductor´ número 30 ha propuesto por candidatos varios generales y ciudadanos que ciertamente reúnen más opinión, y han hecho más servicios a Colombia y al género humano que Bolívar, y por otra parte, como Bustamante insiste (constitucionalmente) en que dé cuenta de su conducta en el Perú ante el Congreso, como simple ciudadano, soy de opinión que los representantes de la nación deben darles gusto y admitir la renuncia del general Bolívar.
CON LOS POBRES DE LA TIERRA: JOSE MARTI


´Si yo creyera en la metempsicosis, diría que José Martí fue,
en más de una grandeza, la reencarnación de Simón Bolívar´

Alfonso Rumazo González

En las clases del profesor apócrifo Mairena, en las que el poeta Antonio Machado ensaya una poética muy particular, se extrae, por ejemplo, que el amor a la verdad es el más noble de todos los amores. Y ésta, claro, podría ser la cifra clave del ideario anticolonialista del poeta cubano José Martí. Porque el autor de Versos Libres, reúne las características de un idilio sublime por la verdad, una búsqueda inquietante de justicia y un afán elemental por las ideas, heredado del romanticismo, que ha de ser emblema de irrupción en el modernismo americano. Por eso, la razón de su poesía se traduce en acción. En praxis.
Martí dice en el ensayo ´Las ruinas indias´, que: ´No habría poema más triste y hermoso que el que se puede sacar de la historia americana´. Esta certeza nacida del corazón, que va a acrisolarse en una metáfora increíble que hace del sueño la esperanza y, de la esperanza, un sueño. Es más, podría conjeturarse que en ese sueño, está la patria y la noche, como ingredientes románticos. La noche, es la realidad que vive Cuba bajo el colonialismo español. Y ese espectáculo lo señala en el poema ´Dos Patrias´, donde manifiesta su vocación bolivariana:

´Dos patrias tengo yo: Cuba y la noche.
¿O son una las dos? No bien retira
su majestad el sol, con largos velos
y un clavel en la mano, silenciosa
Cuba cual viuda triste me aparece.
¡Yo sé cuál es ese clavel sangriento
que en la mano le tiembla! Está vacío
mi pecho, destrozado está y vacío
en donde estaba el corazón. Ya es hora
de empezar a morir. La noche es buena
para decir adiós. La luz estorba
y la palabra humana. El universo
habla mejor que el hombre.
Cual bandera
que invita a batallar, la llama roja
de la vela flamea. Las ventanas
abro, ya estrecho en mí. Muda, rompiendo
las hojas del clavel, como una nube
que enturbia el cielo, Cuba, viuda, pasa´

Como lo presenta su biógrafo Rumazo González, Martí fue hijo de un sargento español llamado Mariano Martí y de Leonor Pérez, de Santa Cruz de Tenerife. Un matrimonio muy modesto radicado en La Habana al que por toda progenie, seguirán al poeta varias hermanas.
Su primera educación es la que recibe la gente del pueblo. Ya se va perfilando en él, dicen, un alma triste. Y gracias a los buenos oficios y al pago de la matrícula de un compadre del matrimonio, el señor Arazoza, el joven José Martí pasa a la escuela ´San Anacleto´. Y por lo que más tarde dirá un compañero suyo, Fermín Valdés Domínguez, pronto empezará a ganarse todos los premios y a ser el alumno predilecto de los profesores. Hasta que su padre, obligado por la situación, interrumpe sus estudios para que le sirviese de escribiente.
Lejos de La Habana, aprende a manejarse entre peleas de gallos y otros menesteres, a los que se somete por orden paterna en la región de los cañaverales.
Son años muy agrios. Donde también presencia el trato cruel que los blancos daban a los esclavos negros. Un espectáculo del que más tarde escribirá: ´En este mundo no hay más que una raza inferior: la de los que consultan antes que todo su propio interés, bien sea el de su vanidad, o el de su soberbia, o el de su peculio; ni hay más que una raza superior: la de los que consultan antes que todo, el interés humano´.
A partir de ahí, argumenta su biógrafo, tendrá distintos hospedajes acompañando a su padre, hasta que nuevamente vuelve a encontrase en su ciudad natal, La Habana. Allí, encuentra empleo como dependiente de una bodega. Hasta que se hace de nuevo imperativo, el retomar los estudios abortados. Interviene, entonces, nuevamente, el compadre Arazoza y Martí hijo, retoma el camino de la enseñanza e ingresa en el Colegio secundario ´San Pablo´.
El alumno será muy aplicado en todas las asignaturas. Y no tardará en tener influencias literarias y políticas. Es un adolescente soñador que no pierde el sentido de la realidad. De su maestro Mendive recibe lecciones que durarán para toda la vida. En especial un sentido anticolonialista de la existencia que acentúa su pasión poética, así como la agudeza intelectual. De modo que medita, devora, lee a los grandes poetas, entre ellos Lord Byron.
La poesía a partir de ahí, se hace ensoñación. ¿Qué otra cosa podría darle la poesía que no fuera la libertad absoluta de la imaginación? En los ´Versos sencillos´, dice:

´Con los pobres de la tierra
Quiero yo mi suerte echar;
El arroyo de la sierra
Me complace más que el mar´.

Como era de comprenderse, por aquellos años turbulentos, su maestro Mendive cae preso en el Castillo del Príncipe. El joven Martí irá a visitarlo. Hasta que el preso es transferido a España. A raíz de eso, el estudiante polemiza con las autoridades. Es uno de los que firman un manifiesto. Y el escrito (alarmante también, para la política del régimen que impera en la isla), hace que el discípulo también sea ingresado como recluso. Consecuentemente, le esperan seis años de prisión por haberse declarado culpable. A partir de ahí, vienen sus impresiones acerca de la cantera, donde estuvo por tres meses preso. Su situación se hace intolerable y va creciendo en el rebelde una actitud desafiante con quienes detentan el poder en Cuba.
Dice en una carta a su maestro Mendive: ´Mucho he sufrido, pero tengo la convicción de que he sabido sufrir. Y si he tenido fuerzas para tanto y si me siento con fuerzas para ser verdaderamente hombre, sólo a usted lo debo, y de usted y sólo de usted es cuanto de bueno y cariñoso tengo´.
Esta fidelidad de alumno a maestro: ¿No se parece a la de Bolívar, cuando se dirige a su maestro Simón Rodríguez?
También habrá una deportación. Viaja engrillado el 15 de enero de 1871 en el buque ´Guipúzcua´. Son horas terribles. El apóstol de la independencia de Cuba lo recordará siempre.
Dice su biógrafo que: ´En la isla de los Pinos pudo curarse el pasajero de las heridas en los tobillos causadas por los grilletes; también, de una seria conjuntivitis y de una lesión inguinal, ´sarocele´, producida por un golpe en los testículos por la cadena de presidiario que portaba en las canteras y que le impedía caminar, le operarán de esa lesión varias veces, en los años venideros´.
Es tiempo para reflexionar. La cárcel para un patriota abre las apetencias intelectuales, las agudiza, las calibra. Un alma encadenada gana en sed de justicia. No se puede esperar un espíritu entregado a la contemplación. Como piensa Camus ante tal circunstancia: ´la rebelión es el acto del hombre informado que posee la conciencia de sus derechos´. Y en este sentido, Martí es ya un poeta rebelde. Con una variante que va más allá del iluminismo francés, la aventura napoleónica, la lucha independentista americana y, sobre todo, la muy reciente experiencia parisina de la Comuna, que parecen inclinar sus ideas hacia el lado del corazón y con un solo norte: la libertad de Cuba. De modo que la memoria suplanta definitivamente a la señora razón.
En algún momento dice:

´Trincheras de ideas, valen más que trincheras de piedras.
Un principio justo, desde el fondo de una cueva, puede ser más que un ejército.
Los que no tienen fe en su tierra son hombres de siete meses.
Todas las grandes ideas de reforma se condensan en apóstoles y se petrifican en
crímenes, según en su llameante curso prendan en almas de amor o en almas
destructivas´.

Su vida pasa a engrosar el pensamiento revolucionario. Y su muerte en combate, todavía, a plasmar un sentimiento común frente al coloniaje. Es entonces, cuando se reavivan las palabras de Simón Rodríguez: ´La América española pedía dos revoluciones a un tiempo: la Pública (o Política), y la Económica. Las dificultades que presentaba la primera eran grandes; el general Bolívar las ha vencido, ha enseñado o excitado a otros a vencerlas. Los obstáculos que oponen las preocupaciones a la segunda son enormes; el general Bolívar emprende removerlos, y algunos sujetos, a nombre de los pueblos, le hacen resistencia en lugar de ayudarlo. La guerra de la independencia no ha tocado su fin´.
Martí, sigue confiando en su corazón de poeta: ´Bolívar tiene que hacer en América todavía´.


ACOTACIONES FINALES

En cuanto a esta relación de vidas ejemplares en el espectro emancipador de la Patria Grande, el profesor Rumazo ha sabido vertebrar, con lúcida pasión, las epopeyas individuales de una Historia plagada de sucesos desgarradores y de contiendas militares y civiles, cuyo virtuosismo se registra en páginas estremecedoras. En síntesis, podría decirse que hay, eso es, un desentrañamiento de la capacidad patriótica del sacrifico y visión ajustada del desenfreno, francamente inimaginables, de aquellos protagonistas que parten de una esperanza y que, de alguna manera, van a ir reencontrándose, una y otra vez, en el destierro, en el autoexilio, en el olvido, o sea, en la soledad más absoluta.
¿Cuánto se ha escrito de la vida de estos seres? ¿Hasta que punto se ha glorificado sus muertes? Hay una mezcla de júbilo en todo esto y también, creo, mucha devoción. Son ataduras heroicas que descuellan en el tiempo. Voces del pasado, con su melopea lejana que no ha logrado vencer el olvido.
´Hay que partir de que los integrantes de una sociedad en resurrección como la precedente de una revolución, - escribe certeramente el profesor Rumazo -, necesitan adquirir por lo menos costumbres de otra especie que las tradicionales, a fin de que puedan vivir un gobierno diferente del que tuvieron sus padres. Y no sólo costumbres, sino pensamiento y criterios distintos´
Con justicia, podría proclamarse como epitafio común de las centurias para tantos de los que escribieron a sangre y fuego la primera epopeya americana, aquel verso de Rilke: ´Señor, concede a cada cual su propia muerte´.
Debe convenirse, entonces, que la esperanza los hizo grandes. En tanto que la soledad, los convirtió en efigies vivientes para la memoria de los pueblos; porque paradójicamente, esas soledades, parecen ser el elemento que amoneda en todos, lo que hay de canto, de lucha y de profecía Ergo, ´quizás la historia universal (como bien concluye Borges), es la historia de la diversa entonación de algunas metáforas´


JOSE RAMON MEDINA

Ocho Grandes Biografías, ´Francisco de Miranda´, Tomo II, pág. 5, Ediciones de la Presidencia de la República. Caracas, 1993.
Canto General, Pablo Neruda, Editorial Losada, Buenos Aires, 1975, págs. 102-103.
Ver Los poetas de la colonia y de la revolución, Luis Alberto Sánchez, Editorial Universo, Lima, Perú, 1974.
Obra cit., ´San Martín´, Tomo III, pág. 7.
Tomado de ´Simón Bolívar y el Caribe contemporáneo´, Manuel Maldonado Denis, Revista Plural, No. 140, México.
Ibid.
Obra cit., ´San Martín´, Tomo III, pág. 94.
O. C., ´José de San Martín´, T. III, págs. 254-255.
Obra cit., ´Simón Rodríguez´, Tomo III, págs. 302-303.
Ideario de Simón Rodríguez, Alfonso Rumazo González, ´Defensa de Bolívar´, págs. 242-243.
El Pensamiento Educador de Simón Rodríguez, Alfonso Rumazo González, págs. 133-167.
O. C., págs. 133-167.
Tradiciones limeñas, Ricardo Palma, Biblioteca Ayacucho, Caracas, 1995, págs. 156-157.
Ocho Grandes Biografías, ´Manuela Sáenz´, Tomo I, pág. 569.
O. C., ´Manuela Sáenz´, Tomo I, pág. 650.
El hombre rebelde, Albert Camus, Editorial Losada, Bs. As. 1973.
Ocho Grandes Biografías, ´Daniel Florencio O´Leary´, Tomo II, pág. 895.
Ocho Grandes Biografías, ´Antonio José de Sucre´, Tomo I, pág. 730.
(Obra citada)
O. C., ´Daniel Florencio O´Leary´, Tomo II, pág. 837.
Ocho Grandes Biografías, ´José Martí´, Tomo III, pág. 408.
Pensamientos sustanciales, José Martí. Universidad de La Habana, 1961, pág. 55.
Ideario de Simón Rodríguez. A. R. G. Defensa de Bolívar, pág. 113.
Ocho Grandes Biografías, ´Simón Rodríguez´, Tomo III, pág. 481.