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Félix Sautié

 

Aprender de la vida y no detenernos

lunes, 03 diciembre 2007 

Hace ya algún tiempo que vengo insistiendo en mis análisis y artículos periodísticos que el tiempo se está acabando y valga la redundancia de la palabra, porque considero que su contenido esencial tiene una muy especial significación y urgencia en las circunstancias actuales de Cuba, ya que constantemente aparece la tentación de aplazar los cambios, las reformas y las rectificaciones que la situación cubana reclama con las más diversas formas expresivas de manifestarse. Ante este problema tan importante, de manera sistemática, además se le interponen la autocomplacencia, el triunfalismo, los enquistamientos de diversa índole, el dogmatismo y las esperanzas inducidas sin base sólida de fundamentarse en factores externos que pudieran sacarnos del estancamiento económico, social y político en que nos encontramos inmersos.

Pero en estas circunstancias, las realidades de la vida que son más ricas que cualquier ficción e incluso teoría, golpean constantemente a nuestras vidas y considero que deberíamos tener la necesaria templanza de espíritu para poner nuestros oídos en tierra y ser capaces de auscultar las realidades y las tendencias, unas veces contradictorias y otras no, que con fuerza se mueven hacia el futuro y que ya están ante nosotros de forma evidente e incontrastable. No oír y no ver o no querer oír ni ver a la vez, en las actuales coyunturas serían errores de un alto costo que en algunos casos pudieran convertirse en irreversibles.

Personalmente estoy en contra de las visiones catastróficas del futuro. Creo que son perjudiciales porque podrían dañar a la esperanza así como detener las acciones que son realmente necesarias. Desde el punto de vista marxista, esas visiones cuando se toman como si fueran las últimas posibilidades, niegan a la dialéctica de la vida y a las factibilidades reales que siempre existen, por muy difíciles que puedan ser, de poder revertir el rumbo de los acontecimientos, de convertir los reveses en victoria, de hacer en cada momento lo que en cada momento se requiere hacer. Niegan además al futuro y conducen también, de forma involuntaria quizás, hacia el fin de la historia que algunos han anunciado con tanto regodeo. Yo no las denomino apocalípticas para ser más preciso, porque aunque la acepción al uso tiene un significado muy parecido, el Apocalipsis como libro del Evangelio, los que lo hemos estudiado a fondo, entendemos su verdadero sentido de anuncio de un futuro en que el bien habrá de imponerse definitivamente sobre el mal. Por eso las visiones catastróficas del futuro pueden cerrarse contra toda esperanza, lo cual es totalmente negativo.

Poner la carreta delante de los bueyes como expresa el dicho popular, es siempre muy dañino, pero en nuestro caso no es la carreta sino que es un arado con el que ya se han roturado campos y se han hecho siembras en las que las semillas han caído como en la parábola de El Sembrador en tierra fértil, en el pedregal, en medio de las cizañas y a lo largo del camino, en donde en estas últimas ubicaciones no se producen los frutos por diversos motivos, lo que nos exige un constante retorno al campo para sembrar y sembrar con paciencia e insistencia con el objetivo de que todo caiga en donde verdaderamente nacen los frutos que nos son necesarios. Este símil lo planteo como un recurso para de nuevo llamar la atención de que lo que está hecho se encuentra amenazado por nuestros propios inmovilismos, por nuestros errores de estancamiento y por nuestras certezas absolutas que nos impiden mirar hacia las realidades de la vida que se desenvuelven ante nuestros ojos.

La centralización de todo, que diluye al pensamiento propio y ahoga a las opiniones distintas aunque sean aliadas, así como la agresividad en nuestro lenguaje sin darle espacio al consenso de los demás, constituyen importantes amenazas que nos perjudican en los propósitos encaminados a lograr construir un verdadero socialismo, participativo, democrático, autogestor, cooperativista, con posibilidades para diversas iniciativas del trabajo por cuenta propia, no explotador de los demás, al que en su conjunto poco a poco pueda irse incorporando el pueblo en proporciones cada vez más abarcadoras sin apresurarse innecesariamente. Quizás ésta podría ser una importante lección que en las actuales circunstancias nos está dando la vida y que no deberíamos pasar por alto enquistándonos más y más en nuestras propias inercias.

Hablo desde Cuba y con vistas al proceso cubano, que aunque lógicamente siempre habría que verlo insertado dentro de un ámbito regional, continental y global específico, lo importante para nuestro aporte a la universidad es mirarnos hacia adentro a nosotros mismos. Aquí desde el pasado 26 de julio de 2007, con motivo del discurso pronunciado por Raúl Castro en la ciudad de Camagüey, se ha estado produciendo un importante proceso de análisis de nuestros propios errores, de los absurdos que se mantienen en el tiempo, de las cosas que son obsoletas y de los problemas de una población que estoicamente los ha venido soportando y que no aguantan más, que ya no pueden esperar por rebuscadas estrategias que por muy promisorias que pudieran parecer, no dependen de nosotros mismos, ni de lo que por encima de todo tenemos que hacer y aportar nosotros. Estas estrategias podrían hacernos soñar de forma pasiva con futuros promisorios que nos van a venir dados desde afuera, sin comprender definitivamente que tenemos la necesidad ineludible de "ponernos para la cosas", como decimos los cubanos y hacernos dueños de nuestro propio futuro para construirlo con nuestras propias manos y aportar de forma específica al futuro global del mundo. Por eso nuestro proceso de cambiar todo lo que deba ser cambiado, cada vez es más necesario y más urgente.