Félix Sautié |
Ética política,
cristiana y revolucionaria
Como parte de
la exposición conceptual sobre la Ética política ,
cristiana y revolucionaria que he comenzado a publicar en POR
ESTO, considero imprescindible analizar ante todo, la
interrelación existente entre lo ético, lo social y lo
diverso, porque constituyen esencias que no solo se
interrelacionan decisivamente sino que se complementan dentro de
una interdependencia, que en mi criterio no admite exclusión
de alguno de estos elementos, ya que la ética es una práctica
concreta y específica en las diversas circunstancias y coyunturas
que se le presentan a los seres humanos dentro de su
desenvolvimiento social. La opción libre entre el bien o el mal,
de acuerdo con el concepto binario esencial de la vida
humana, en virtud de su libre albedrío y de su creatividad
inherente que puede llegar incluso a empeñarnos en realizaciones
contra natura capaces de poner en peligro mortal al
equilibrio ecológico dentro del cual nos desenvolvemos, tiene un
conjunto de derivaciones, incidencias y consecuencias que se
manifiestan en diversos grados de intensidad según el caso, que
tendríamos que identificar de la forma más exhaustiva que nos
sea posible, con vistas a conformar un concepto definitorio
integral de lo que es la ética política, cristiana y
revolucionaria.
En
consecuencia tenemos que la ética como elemento práctico de la
moral, se manifiesta en la actitud de las personas hacia los demás
y hacia el medio y la naturaleza dentro de cuyos marcos de
referencia nos desenvolvemos cotidianamente. En este orden de
pensamiento, debo señalar que en sentido general existe una idea
de lo que significa la ética hacia las demás personas, pero en
lo que se refiere a la ética con la naturaleza que nos rodea no
hay un mismo nivel de consenso, aunque los problemas objetivos que
se están presentando con el cambio climático que actualmente
observamos ya presente entre nosotros, ha determinado que se vaya
adquiriendo un mayor nivel de conciencia con la importancia que
tiene la práctica universal de una ética para con la naturaleza
que constituye el marco de referencia dentro del cual existe
nuestra Casa Común que poco a poco hemos ido deteriorando de
forma cada vez más alarmante, lo que indudablemente habrá que
detener y revertir a favor de la subsistencia de nuestra especie
en el tiempo.
El
planteamiento de amor de Dios y amor al prójimo como a nosotros
mismos reiterado en el Evangelio, con que resume Jesús la Ley
y lo expuesto por Juan al respecto en su Primera Carta, de que
miente quien dice amar a Dios que no ve y no ama al prójimo que
ve, nos señalan claramente el compromiso ético que plantea la
concepción cristiana de la vida. En este orden de pensamiento el
Evangelio no deja duda alguna cuando nos expresa: “En verdad
os digo que cuanto hicisteis a uno de éstos hermanos míos
más pequeños a mi me lo hicisteis” (Mt. 25,40) como
respuesta de Jesús a los que resulten salvados en el Juicio
Universal. Aquí se define una clara concepción social para
el desenvolvimiento de la vida y su resultado escatológico,
que parte además de un programa que perfectamente podría
catalogarse como de genuinamente político, que el propio Jesús
nos plantea en la expresión narrada en esta perícopa del
Evangelio, que en Mateo el más social de los cuatro evangélicos
sinópticos que componen el Nuevo Testamento, se plantea
textualmente con las siguientes palabras : “Porque tuve
hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de
beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me
vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel y acudisteis
a mí.” (Mt. 25, 35-37). Como podemos ver el Juicio al final
de la vida, de acuerdo con lo que se plantea en el Nuevo
Testamento, se fundamentará en un conjunto de resultados
concretos en nuestra acción para con el prójimo, entre los que
no se encuentran incluidas acciones estrictamente pietistas sino
que se nos exige el cumplimiento de un verdadero programa social
con nuestros prójimos elevados a la categoría de hermanos más
pequeños del Logos que es Jesús, en su condición teológica de
Dios y hombre verdaderos con una vigencia histórica sobre la
tierra.
El programa es
muy claro: dar de comer a quien tiene hambre, dar de beber a quien
tiene sed, dar acogida y cobija a quien es forastero y no
tiene casa, vestir al desnudo, atender a los enfermos y a
los que están presos. En este orden de cosas la proyección
eminentemente social queda implícitamente planteada en el resumen
final de la vida. Y cuando analizamos el concepto básico de la ética
que está dado por la opción por lo que es bueno específicamente,
vemos que dentro del contenido del Evangelio esto no queda
reducido a expresiones generales o vagas que necesitan de un
complejo análisis de interpretación, sino que se nos plantean
hechos vitales del acontecer cotidiano tan vigentes en la época
del Jesús histórico como en la actual de nuestro siglo XXI,
expresados en un lenguaje propio para todos los tiempos que recoge
la necesidades primarias que nos son imprescindibles al
desenvolvimiento de nuestras vidas sin exclusión de nadie en
particular.
El
planteamiento es general y sin exclusiones de ningún tipo
en lo referido a la diversidad, pues se plantea de forma
totalizadora en relación a la humanidad elevada al rango de
hermanos más pequeños de Jesús. Lo diverso es parte esencial de
la vida humana y por tanto la ética en lo social tiene una clara
implicación con lo diverso porque si se plantearan exclusiones
con alguien perdería su papel normativo general para todos. La
libertad de acción es inherente a la condición humana, la
libertad puede ser coartada por medio de la fuerza, el engaño y/o
la manipulación, mediante los cuales el ser humano llega contra
su voluntad incluso a inhibirse en su libertad o la entrega
voluntariamente por medio de la sumisión y/o del miedo, pero
nunca se le podría arrancar si no quiere entregarla, sin antes
quitarle la vida, ya que aunque se le apresara o se le sometiera
por la fuerza, en su fuero interior podría seguir sintiéndose
libre o con conciencia de su derecho a libertad que le es
inherente a su condición de ser humano, aunque se mantenga
reprimido en lo externo. Esto es un concepto esencial de la
libertad muy importante para comprender básicamente la necesidad
social de una formación de la conducta humana con vistas a su
desenvolvimiento con los demás. Lo cual podemos denominar como la
responsabilidad de la libertad.
Lo que les
estoy planteando al respecto del desenvolvimiento ético que se
fundamenta en una moral concreta, desarrollada dentro del grupo
social de que se trate, debe tener una vocación muy específica
que en el caso del cristiano está dada por el llamamiento hacia
el amor con un claro compromiso con los más pequeños del
conglomerado social que no son otros que los pobres. Jesús
comienza su planteamiento a partir de los más pequeños de sus
hermanos, o sea los más desvalidos y necesitados descriptos en
las acciones de la necesidad de comer, de beber, de vestirse, de
tener una cobija en donde guarecerse, de estar enfermos o presos.
Son las circunstancias límites básicas, en que puede encontrarse
cada una de las personas o seres humanos en un momento determinado
que bien pudiera durar toda la vida, sino se actúa decididamente
para eliminar la pobreza y eso necesariamente se encuentra dentro
del campo de la política. No excluye tampoco a quienes ya
las han satisfecho y/o no se encuentran en la condición de
enfermos o presos, pero sí establece una preferencia muy especial
por los que están en desgracia al respecto; además advierte
claramente sobre los que solo se preocupan en acumular para ellos
nada más, cuando nos dice: “Mirad y guardaos de toda
codicia, porque, aunque alguien posea abundantes riquezas, éstas
no le garantizan la vida” (Lc. 12, 15). No cabe la menor
duda que en su conjunto constituye un programa político y un
llamado a la denuncia y/o reprobación de lo que resulta ser su
incumplimiento y su carencia. De estos conceptos queda implícito
que todos tenemos derechos inalienables en nuestras respectivas
vidas y que cada uno de los mortales estamos llamados a
garantizarlos para nosotros mismos y para los demás.
Muy clara al
respecto de la obligación social para con los demás es también
la expresión que se plantea en Lucas: “Sed compasivos
como vuestro Padre es compasivo. No juzguéis y no seréis
juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis
perdonados. Dad y se os dará; una medida buena, apretada,
remecida, rebosante pondrán en el halda de vuestros vestidos.
Porque con la medida que midáis se os medirá.”. (Lc. 6,
36-38). El planteamiento ético está concebido como una
necesidad primaria de volcarse hacia los demás de dar y tomar la
iniciativa de lo bueno y que lo bueno que queremos para nosotros
debe ser medido por lo bueno que dispensamos a los demás. Más
adelante en el propio capítulo de Lucas se complementa
y especifica el planteamiento cuando se expresa: “El hombre
bueno, del buen tesoro del corazón saca lo bueno, y el malo, del
malo saca lo malo. Porque de lo que reboza el corazón habla su
boca” (Lc. 6,45)
Jesús fue
intransigente con lo que es bueno para los demás y con el
cumplimiento de estos derechos y exigió una entrega total a
la causa por los demás, por parte de quienes pretendieran
seguirlo en el plano de apóstoles o anunciadores de su buena
nueva. Baste por señalar algunos planteamientos y momentos
culminantes recogidos en el Evangelio: “Vended vuestros
bienes y dad limosna. Haceos bolsas que no se deterioran, un
tesoro inagotable en los cielos, donde no llega el ladrón, ni la
polilla corroe; porque donde esté vuestro tesoro, allí estará
también vuestro corazón.” (Lc. 12,33-34) y específicamente
a sus discípulos dijo tajantemente en una expresión de pobreza
evangélica, que nunca deberíamos olvidar quienes nos proclamamos
sus discípulos o seguidores, lo cual cito textual:
“Pues, de igual manera, cualquiera de vosotros que no renuncie a
todos sus bienes no puede ser discípulo mío”. (Lc. 13,
33).
Como resumen
de este aspecto del desprendimiento de la riqueza, unido con la práctica
del amor y del compromiso con los pobres, que dan una impronta muy
específica al concepto ético político y cristiano, es muy
importante tener en cuenta la respuesta que Jesús le da al joven
rico y justo que se le acerca para decirle que cumple con todos
los mandamientos y preguntarle qué otras cosas deberá hacer para
tener herencia de vida eterna: “Aún te falta una cosa:
<<vende todo cuanto tienes y repártelo entre los
pobres, y tendrás un tesoro en los cielos; luego ven y sígueme>>.
Al oír esto se puso muy triste, porque era muy rico. Al verlo,
Jesús le dijo: <<¡Qué difícil es que los que tienen
riquezas entren en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello
entre por el ojo de una aguja que el que un rico entre en el Reino
de Dios.>>” (Lc.18, 22-25).
La
secularización extrema de la sociedad contemporánea y el
individualismo del sálvese quien pueda propiciado por las
contingencias materiales e incluso el consumismo y las nuevas
tecnologías de comunicación, computación y transmisión
televisivas que mantienen a las personas ocupadas en un mundo
unipersonal de vivencias propias de las historias que reflejan los
filmes, telenovelas y programas de ficción, que acompañan horas
y horas a la ocupación del tiempo libre y del descanso de las
personas que cada vez tienen menos espacio de tiempo para el
encuentro de familia o entre amigos y en colectividades afines, lo
que impregna el desenvolvimiento cotidiano de un determinado
individualismo con profundas incidencias morales y éticas que dañan
sensiblemente el concepto de lo social e incluso de lo que es
diverso. Asistimos a una globalización cultural que amenaza con
la desaparición de las culturas autóctonas de las naciones y muy
especialmente las de los aborígenes allí en donde existen
como pudiera ser precisamente México por su riqueza cultural al
respecto. Ante estas manifestaciones de egoísmo y evasión que
avanzan en la sociedad contemporánea al ritmo de un consumismo
ciego que cosifica a las personas y de las concepciones
neoliberales que pujan por imponerse no solo en las naciones cuyos
sistemas y gobiernos son afines a estas ideologías sino que también
actúan como rezagos , tendencias específicas en determinados
sectores de la sociedad incluso en avances tecnológicos
propiciadores del aislamiento físico de los demás, hay que
plantearse una clara definición de eticidad social por la vida,
por la humanidad y por la naturaleza amenazada en sentido general.
La vida en
familia, el aprecio por los colectivos laborales, estudiantiles y
sociales en sentido general, constituyen espacios a priorizar
consecuentemente dentro de los cuales deberíamos desenvolvernos
con mayor intensidad a los efectos de hacer más humanas nuestras
vidas y de enfrentarnos a la cosificación y robotización
generada por estas tendencias individualistas que nos hacen ver
cada vez más lejanos a nuestros prójimos y que como consecuencia
pueden insensibilizarnos ante los grandes problemas contemporáneos
que amenazan a la vida, a la naturaleza y a la sociedad en sentido
general. Estas tendencias además endurecen nuestros sentimientos
ante el sufrimiento humano, lo cual es propicio para que los
grandes intereses que pugnan por controlar a las sociedades
contemporáneas se fortalezcan en sus posiciones de dominación y
no encuentren en su camino una solidaridad que se les interponga y
les presente un enfrentamiento en apoyo a los más desvalidos,
porque de continuar estas tendencias dañinas sin un
enfrentamiento ético efectivo, todos estaríamos enfrascados en
nuestros propios intereses individuales y en medio de un
consumismo que nos esclavizará y que concentrará nuestros
principales esfuerzos, haciendo que cada vez nos olvidemos de los
demás.
Por otra
parte, el populismo y las manifestaciones de absolutismo que se
observan desde lo que podríamos denominar como las izquierdas
llamadas a enfrentar estas tendencias decadentes, crean una grave
situación de hastío y desengaños que es muy peligrosa porque
facilitan que el deslumbramiento mediático que plantean las
sociedades de consumo y los poderes imperiales que pugnan por
controlar al mundo, se disfracen tal y como lo harían los lobos
con pieles de ovejas y presenten ante los ojos de la humanidad una
sociedad de oportunidades, luces y oropeles que en realidad oculta
las esencias de una explotación sistemática que robotizará
a todas las personas. Lo peor del caso es que cada una de estas
tendencias contrapuestas, en última instancia coadyuva al mismo
fin de sumisión. Una ética consecuente en lo social, no
puede ocultar el engaño, la coacción de la libertad
y la represión del pensamiento, de la libertad de expresión y de
la conciencia, venga de donde venga. El fin nunca justifica los
medios y los que así actúan desde las posiciones de izquierdas
provocan mayores males aún.
En estas
circunstancias no puede haber una ética posible, ni siquiera en
el sentido más elemental del término, porque una actuación
ganada por el egoísmo y el individualismo nunca podría
calificarse como una actuación ética, ya que lo ético comporta
normas de conductas encaminadas hacia lo que es bueno y positivo
para los demás con quienes nos relacionamos sin exclusión de
ningún tipo.
En este orden
de cosas es urgente el fortalecimiento de la familia como célula
básica de la sociedad y lugar idóneo para la formación de las
personas que surgen a la vida a los efectos de propiciar desde su
interior una ética inclaudicable volcada hacia el amor por
los demás y por la naturaleza. El ejemplo personal de los padres
dentro de la familia en la educación de sus hijos y de los que
son jóvenes constituye la fórmula más eficaz para crear una
conciencia ética en el presente proyectada hacia el futuro.
Otro problema
importante que puede presentarse en las coyunturas y
circunstancias actuales es que por exacerbación de un
colectivismo falso a ultranza como el que puede observase en
algunas latitudes de las que Cuba precisamente no constituye una
excepción, se ahogue a la persona en su individualidad básica y
se lleve a los extremos de anulación y de indefensión social
ante un estado tan poderoso que no pueda replicado y ni
siquiera criticado en lo más elemental. Por otra parte tenemos
que la sacralización del pensamiento oficial y la presentación
de un Estado mecenas, que lo proporciona todo por sí mismo sin
tomar en consideración que en definitiva ese todo no es otra cosa
que un resultado del esfuerzo colectivo de los que trabajan y que
es fuente de todo derecho, desvirtúa el papel de las personas
dentro de este estado y las sitúa en una posición de deudores de
grandes favores que siempre deberían agradecer , así como
despojados de sus derechos principales, reales y objetivos, entre
otros a pedir cuentas efectivas al gobierno de ese Estado y
a sustituirlo libremente sin presiones de ningún tipo cada vez
que corresponda y cada vez que haga falta. La pretendida
eternización de los poderes temporales, sin la necesaria renovación
periódica, hace del Estado una carga en vez de ser un centro de
soluciones efectivas. Aquí la ética que se proclama por
ese Estado centralizado y mecenas sería definitivamente una
ética de sumisión que nunca podría ser una ética realmente
justa, una ética de responsabilidad ante la libertad porque le
faltaría precisamente esa libertad que es el componente
esencial de la ética, del cual emana toda ética posible. En este
sentido, es imprescindible lograr un verdadero balance entre lo
colectivo y lo individual. Proclamar y desarrollar una ética
volcada como debe ser hacia lo social, dentro de la cual la
persona, el ser humano y la familia sean el centro de todo.
Antes de
terminar este capítulo, o parte de la serie Ética política,
cristiana y revolucionaria que estoy escribiendo para POR ESTO,
quiero abundar un poco más sobre la importancia de lo diverso,
tanto de la biodiversidad social como de la biodiversidad natural,
porque sin garantizar el más adecuado desenvolvimiento de la
biodiversidad en estos dos campos esenciales de la vida, reitero
que todo podría desaparecer y hoy como nunca antes nos hace mucha
falta que esto se fundamente porque vivimos el prolegómeno de lo
que en mi criterio pudiera ser el capítulo final de la destrucción
total de la vida humana sobre el universo.
Los que
atentan contra estos principios en su interrelación e integridad
básicas nunca podrán presentarse como seres morales y éticos
por mucho poder y autoridad que detenten y urge sacarlos de todas
sus responsabilidades sociales para que nunca más se pudiera
atentar contra la vida y la naturaleza de la forma que se está
haciendo, porque un principio básico de la ética política
cristiana y revolucionaria que estoy exponiendo es el de la lucha
sin cuartel a favor de la verdad, la vida y la justicia.
En la próxima
entrega escribiré sobre la Ética de la verdad, la vida y la
justicia sobre la base del planteamiento de Jesús de Nazaret
quien nos expresa: Yo Soy el Camino, la Verdad y la Vida. (Jn.
14,6)
(SEMANARIO
UNICORNIO PERIÓDICO POR ESTO, MÉRIDA YUCATÁN PUBLICADO EL
DOMINGO 10 DE JUNIO DEL 2007)
|