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Las
pulperias en el siglo XIX
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Cunninghame Graham, en viaje por nuestro pais durante el año 1870, refiere sus impresiones al conocer una pulperia; describiendo con minuciosa claridad el espiritu de aquellos hombres rurales que habian quedado atrapados al borde de las ciudades | ||||||||||||||||
«El rastrilleo de las espuelas sonaba como chasquido de grillos en el suelo, y de dia y de noche gangueaba una guitarra desvencijada...» Si lo desea, puede hacer clic aca o en la imagen y ver un detalle de la misma en mayor tamaño |
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«Delante
de la puerta habia una fila de palenques enclavados en el suelo para atar los
caballos; alli se veian, a todas las horas del dia, caballos atados que pestañeaban
al sol. Los cojinillos estaban doblados hacia adelante sobre las cabezadas de
las sillas, para mantenerlas frescas cuando hacia calor y secas si llovia; las
riendas estaban cogidas por un tiento, para que no cayeran a tierra y fueran
pisoteadas. Algunas veces salia un hombre de la pulperia con una botella de
ginebra en la mano, o con algun saco de yerba que colocaba en su maleta, y luego
soltando cuidadosamente el cabestro, apoyaba el pie contra el costado del caballo
y se encaramaba, arreglandose las bombachas o el chiripa, y emprendia camino
hacia el campo, al trotecito corto, que a eso de las cien varas se convertia
en galope lento de las llanuras.
Algunos de los caballos atados a los palenques estaban ensillados con recados viejos, cubiertos con pieles de carnero; otros relucian enchapados de plata; a veces, algun caballo redomon, con ojos asustados, resoplaba y saltaba hacia atras si algun incauto extraño se acercaba mas de lo mandado De la pulperia salian, en ocasiones, tres o cuatro hombres juntos, alguno de ellos medio borrachos. En un momento, todos estaban a caballo con presteza, y, por decirlo asi, tendian el ala como si fueran pajaros. nada de embestidas infructuosas para tomar el estribo, ni de tirones de de rienda, ni atiesamientos del cuerpo en posiciones desairadas al hallarse ya a caballo, ni fuerte golpear de la pierna del otro lado de montar, segun el estilo de los europeos, se veia jamas entre aquellos centauros que lentamente empezaban a cabalgar. Ocurria que algun hombre que habia bebido demasiado generosamente Carlon o cachaza, coronandolo todo con un poco de ginebra, se mecia en la silla de un lado a otro, pero el caballo parecia sostenerlo a cada balanceo, manteniendolo en perfecto equilibrio, merced al firme agarre de los muslos del jinete La puerta de la casa daba a un cuarto de techo bajo, con un mostrador en medio, de muro a muro, sobre el cual se alzaba una reja de madera con una portezuela o abertura, a traves de la cual el patron o propietario pasaba las bebidas, las cajas de sardinas y las libras de pasas o de higos que constituian los principales articulos de comercio Por el lado de afuera del mostrador, haraganeaban los parroquianos. En aquellos dias la pulperia era una especie de club, al cual acudian todos los vagos de las cercanias para pasar el rato El rastrilleo de las espuelas sonaba como chasquido de grillos en el suelo, y de dia y de noche gangueaba una guitarra desvencijada que, a veces, tenia las cuerdas de alambre o de tripa de gato, remendadas con tiras de cuero. Si algun payador se hallaba presente, tomaba la guitarra, de derecho, y despues de templarla, lo que siempre requeria algun tiempo, tocaba callado algunos compases, generalmente acordes muy sencillos, y luego prorrumpia en un canto bravio, entonado en alto falsete, prolongando las vocales finales en la nota mas alta que le era posible dar. Invariablemente estas canciones eran de amor y de estructura melancolica, que se ajustaba extrañamente con el aspecto rudo y agreste del cantor y los torvos visajes de los oyentes Solia suceder que algun hombre se levantara, llegara a la ventanilla de la reja y dijera "Carlon"; recibia un jarro de lata lleno de ese vino catalan, capitoso, de color rojo oscuro, como de medio litro; y lo pasaba alrededor de todos los ociosos que alli se hallaban, comenzando por el payador. Llegaban transeuntes que saludaban al entrar, bebian en silencio y se volvian, tocandose el ala del sombrero al salir; otros se engolfaban al punto con conversacion sobre alguna revolucion que parecia inevitable u otros temas del campo. En ocasiones sobrevenian riñas a consecuencia de alguna disputa, o bien sucedia que dos reconocidos valientes se retaran a primera sangre, tocandole pagar el vino o cosa parecida al que perdiera. Pero a veces surgia alguna tempestad furiosa: por el mucho beber o por cualquier otra causa, algun hombre empezaba a vociferar como loco y sacaba a relucir el facon Me acuerdo
de algo por el estilo en una pulperia del Yi: un viejo adusto, con larga cabellera
gris que le cubria los hombros, salto repentinamente hacia el centro de la
estancia, y sacando el cuchillo empezo a golpear en el mostrador y en los
muros, gritando "Viva Rosas", "Mueran los unitarios salvajes",
y echando espumarajos por la boca. Su aspecto eran tan terrible, que casi
todos los concurrentes sacaron sus armas, y deslizandose como gatos al palenque,
les quitaron las maneas a sus caballos, quedandose al lado de ellos, listos
para cualquier evento. |
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