El
vino y los boliches
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"Almacen
de Pancho Flores Barrio viejo del ochenta (Milonga) 1942 |
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«Hasta
fines de los años 30, al vino se lo recibia en barricas y bordalesas,
desde Mendoza y con menor frecuencia desde San Juan y Rio Negro, y se lo trasegaba
a damajuanas y botellas de vidrio de un litro. A partir de entonces, la Junta
Reguladora de Vinos obligo a que el producto se envasara en el lugar de origen
para evitar -se dijo- que fuera adulterado en los locales de venta. Pero luego
se autorizaron plantas envasadoras del vino llamado comun o de mesa, como se
dice en Europa, en lugares distantes de las bodegas cuyanas, muchas de ellas
cerca de la Capital Federal.
El vino se transportaba a granel en vagones tanque, por ferrocarril desde los viñedos hasta esas plantas envasadoras En los despachos de bebida -boliches- se habia vendido hasta entonces vino que se extraia, a la vista de los parroquianos, de la bordalesa de origen, a medida que se necesitaba. Solo venian en botellas las denominadas bebidas blancas o destiladas (casi siempre caña, ginebra o grappa), el vermout, el aperital, el fernet y el anis En el interior de esos bares se percibia un olor habitual que, basicamente, sustentaban los vapores del vino, al que se sumaban el del humo de tabacos negros y, seguramente, algunos humores humanos Rara vez se vociferaba en su interior, como si el alcohol o el humo asordinaran las palabras en lugar de excitarlas. Ni en los entreveros del truco se permitian destemplanzas de taberna, como si las altisonancias se economizaran para dilapidarlas tan solo en hipoteticas pendencias. Pero casi nunca habia riñas, porque ser provocador equivalia a perder el acceso a sus tertulias Las voces mas fuertes solian proceder del exterior, que emitian quienes jugaban en la cancha del bochas anexa, el otro ambito se expansion masculina Sus mostradores solian tener un tramo forrado en chapa de estaño (con un grifo largo y curvo, habitualmente rematado en un pico de ave, por el que salia el agua destinada a enjuagar los vasos). De ahi que, figuradamente, 'tener estaño' era ostentar experiencia de vida, cimentada en el frecuentemente socializador del despacho de bebidas y en otras asperas aristas de la lucha por la existencia Sus nombres
fueron una coleccion de ingenio: El Parejero, La Peoresnada, Por si la pego,
el 43, La flor del pago. En Las Flores, frente al galpon de locomotoras del Ferrocarril del Sud, se hallaba El Chanta Cuatro, en alusion a su cancha de bochas. Los del barrio apocopaban su nombre: sin que Domingo Rizzo, su propietario se ofendiera, los parroquianos lo llamaban El Chanta Mas sorprendente:
en el ultimo recodo del antiguo camino de tierra que lleva a Rauch, pude leer
muchas veces, antes de perder su pintura original: Bar La Amistad, de Pelela
y Meaca Hugo Nario, diario La Nacion. "El mostrador confesionario del barrio" |
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