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Un
alemán en América latina
Johann Moritz Rugendas, testigo de las costumbres y la geografía del
continente
Durante el mes de agosto de 2002 se llevo a cabo en
el Museo Nacional de Bellas Artes, una exposicion de este artista
La
extensa exposición del alemán Johann Moritz Rugendas (1802-1858)
le suma a lo artístico lo documental. De todos modos, sólo muestra
una porción de su obra, compuesta por miles de trabajos, entre los
que hay dibujos, acuarelas, óleos y litografías. Se vincula
con una visión europea de nuestro continente estimulada por las costumbres
exóticas y por cierto pintoresquismo que, sin embargo, no modificó
el respeto por las fuentes. Su agudeza de dibujante le permitió captar
con naturalidad, a menudo en bocetos previos a soluciones más acabadas,
las escenas. Recogió lo que vieron sus ojos y lo mejor de su obra es
lo que resulta de reproducir el motivo inspirador.
La inmediatez del tema estimulaba su capacidad de interpretación, menos
feliz en los juegos de la imaginación.
Después de recorrer los Alpes dibujando sus montañas, llegó
a América para ilustrar una expedición. Entró por el
Brasil con un contrato del cónsul general de Rusia en esas tierras,
el barón Georg Heinrich von Langsdorff. El incumplimiento de los compromisos
económicos establecidos para dibujar los motivos que se le encomendaran
culminó con su alejamiento de aquél después de haber
registrado minuciosamente la vida en su hacienda, donde trabajaban numerosos
esclavos. Recorrió distintos lugares de ese territorio y un par de
años después volvió a Europa por pedido del rey Max Joseph
de Baviera. Pero antes pasó por París, donde conoció
al sabio alemán Alexander von Humboldt cuya amistad cultivó
hasta el final. Al llegar a Munich, el rey había muerto y su sucesor
no se interesó por su obra. Viajó entonces por Italia, en cumplimiento
de su destino andariego.
La relación con el estudioso de las ciencias naturales, que apreciaba
especialmente sus representaciones de la vegetación, y el interés
de aquél por las tierras de América fructificaron en numerosos
encargos y en un nuevo viaje. Haití, México, reiteradamente
Chile (donde conoció a muchos deportados argentinos), la Argentina,
Perú (de cuyos virreyes dejó cuarenta y cuatro retratos), Uruguay,
Brasil y muchos otros lugares americanos fueron los motivos que registró
con curiosidad, sentido de la realidad y disposición para captar los
pormenores.
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El historiador
Vale la pena hacer acá una acotación que señala el pensamiento
de Sarmiento, con quien el pintor tuvo amistad. Consideraba a Rugendas más
que un paisajista un historiador cuyos cuadros tenían el valor de documentos
que revelaban transformaciones imperceptibles para cualquier otro. Sostenía
que Humboldt con la pluma y Rugendas con el lápiz fueron los europeos
que mejor describieron América latina.
Como se ve, la labor del pintor está indisolublemente ligada a sus
viajes y a las grandes figuras que conoció, de las que dejó
registro en numerosos trabajos. Desarrolló una obra descomunal por
su amplitud y por el interés de sus motivos, ligados al hombre y la
naturaleza en lo rural, a sus construcciones en lo urbano y la ciencia en
el conocimiento de la fitografía. Con colores vivos reflejó
los paisajes, las escenas, las plantas, la arquitectura, las costumbres y
los tipos autóctonos de la época.
Gauchos, negros e indios poblaron sus cuadros a veces en escenas de género
con numerosos protagonistas en medio de un urbanismo descampado.
Sus pinturas, dibujos y grabados tienen un valor iconográfico que le
agrega a su tenor romántico, en ciertos aspectos opuesto a su formación
neoclásica, un factor documental nada despreciable.
La
Nacion, 11 de agosto de 2002
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