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La
contrapartida a los "novelescos" Fabian y Aaron y por la misma época,
es Joaquín de Anchorena, su primo.
Con Joaquín de Anchorena vuelve el estilo ascético de los pioneros,
el de los hacedores de la leyenda y el mito. Ligado por parentesco a los Uriburu,
el golpe militar del '30, el gobierno de José Félix Uriburu
parece contarlo entre sus simpatizantes, aunque no ocupa cargos públicos.
"Te
puedo asegurar -dice Teresa Anchorena Hume- que abuelo no era antisemita,
ni fascista."
En
la década del '10, Joaquín había sido intendente de Buenos
Aires. "No se enriqueció con la política. Sí recuerdo
que llegó a hipotecar su casa para salvar la quiebra de su hermano
Tomás Esteban -Tomasito- cuya mujer, Clara Cobo, era famosa por sus
excentricidades: jamás se ponía el mismo par de guantes en lo
que respecta a su atuendo y a su casa venía un florista a cambiar todos
los días las flores de cada uno de los cuartos".
Teresa Anchorena conoció a Clara Cobo de Anchorena cuando ya tenía
el pelo blanco. Cuenta que en lugar de joyas, usaba flores y vestía
exclusivamente ropa en colores pastel, lila o verde claro.
Enriqueta
Anchorena de Alvarez de Toledo recordaba la sobria manera de vivir de su padre,
Joaquín y de su madre, Enriqueta Salas, en la antigua casona de la
calle Charcas. "Papá era elegante, pero jamás ostentoso.
Las costumbres de nuestra casa, desde muy chicos, siempre estuvieron regidas
por una estética muy precisa, con códigos claros, en la manera
de comer, de vestirnos o de hablar, pero siempre vinculadas a una ética,
a valores de otra época, que hoy se añoran, que nos fueron inculcados
por papá y mamá, quien trabajó muchísimo en la
obra de Don Orione."
Tanto
Enriqueta como Teresa Anchorena Hume, aseguran que Joaquín se mantenía
fiel a las tradiciones de la casa de su infancia.
respetaba la etiqueta porque la marcaba: vestirse de galera gris con cinta
oscura, o con bombín, guantes y levita al antiguo modo. A Joaquín
le costaba acostumbrarse al paso del tiempo, a la moda sport, al peronismo,
culpable de la quema del Jockey Club que había presidido antes del
horror.
Hombre
de ritos, veraneó rigurosamente en Mar del Plata con su familia cuando
las playas, la Bristol, -por ejemplo- era un páramo. "Yo recuerdo
haber sido protagonista de la famosa cuerda con la que nos ataban a los chicos
para poder bañarnos en el mar", rememora su hija Enriqueta. "Después,
cuando la Bristol perdió su privacidad, fuimos al Ocean."
Joaquín
Anchorena era viudo cuando María Enriqueta Salas lo conoció,
en la década del '10, siendo intendente. "Mamá era increíble.
Vio a Joaquín en un acto público y le dijo a su madre 'me voy
a casar con el intendente', y se casó nomás", memora Enriqueta.
"Me
acuerdo perfectamente de los almuerzos en casa de abuelo, con varios platos
de menúes deliciosos. El respeto que le teníamos era merecido,
dice Teresa. Una vez durante una comida alguien habló mal de Perón
y él, que no era peronista, dijo muy serio: 'En mi casa no se habla
mal del presidente de la Nación'."
Cuando
cayó Perón y el Jockey Club fue reabierto en la avenida Alvear,
don Joaquín de Anchorena fue nombrado presidente por segunda vez en
su vida. Una presidencia honoraria y simbólica que él ya no
estaba en condiciones de disfrutar. Murió en 1961, en los mismos tiempos
en que dejó de circular el tranvía 10. El fin de una época,
claro.
Revista
Noticias, 2 de enero de 1994. Investigación: Camilo Aldao, Alex
Millberg, Silvana Iglesias y Gabriela Grosso.
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