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La guerra contra el
terrorismo: la amenaza del ántrax Hay dos casos por año en la Argentina Se
registran en la provincia de Buenos Aires y responden al contagio que se produce
en la faena de vacas infectadas La forma cutánea es la prevalente en el país
Hay cepas de esta bacteria en distintos laboratorios de instituciones científicas
públicas y privadas Aunque suene a invención extranjera, el ántrax es
algo tan argentino como las vacas de la pampa húmeda, a las que todavía hoy
infecta en forma cotidiana, y, según los estudiosos, su llegada al país coincidiría
con la entrada de los primeros bovinos españoles, allá por el siglo XVI. Claro
que aquí a la forma humana de esta enfermedad causada por el Bacillus anthracis
y de la que se reportan dos casos anuales tan sólo en la provincia de Buenos
Aires, donde se ha estudiado en profundidad el tema, se la conoce como carbunco
o carbunclo . Según el libro "Historia de ganaderos y de veterinarios de la
República Argentina", escrito por el académico Juan Carrazoni, en las memorias
del Cabildo de Buenos Aires se describen casos de vacas e incluso de personas
que padecían debido a una afección cuyos signos y síntomas coinciden con el
mismo mal que hoy circula por correo. Sin embargo, la primera descripción
médica de un caso de carbunco como enfermedad humana en la Argentina corresponde
a 1847 y se le debe a Francisco Muñiz, más conocido por haber sido el primer
médico militar de nuestro país. "En la Argentina, la forma de carbunco más
frecuente es la cutánea, que afecta a las personas que faenan estos animales
en el campo", dijo a LA NACION el doctor Ramón Noseda, bacteriólogo del Laboratorio
Azul, de la localidad de Azul, provincia de Buenos Aires, que le sigue el
rastro a esta bacteria desde 1977. "Aunque también se ha reportado un caso
de carbunco digestivo en una persona que utilizó el mismo cuchillo con que
había faenado un animal para cortar su comida." Según este especialista, la
forma pulmonar de la afección no es común en nuestro medio. El grano malo
En unas "Instrucciones a los estancieros" escritas por José Hernández, el
célebre autor argentino describe el carbunco como una de las enfermedades
más comunes y peligrosas que afectan a los bovinos. En estos escritos, Hernández
califica de bárbaro que la gente de campo se contagie esta afección al desollar
los animales. Aún hoy, ésta es la forma en que las esporas del carbunco entran
en contacto con el ser humano. "Cuando el animal ha muerto, el hombre de campo
hace lo que se conoce como cuereo; pero la tracción del cuero lo lleva a lacerar
sus brazos causando el carbunco cutáneo o grano malo", comentó el doctor Noseda.
Y así como esta costumbre aún hoy sigue vigente, también sigue siendo igualmente
frecuente la presencia de vacas infectadas con las esporas de la temida bacteria.
"En un estudio realizado en treinta partidos de la provincia de Buenos Aires
entre 1977 y 2000 sobre 2018 animales supuestamente infectados con carbunco,
confirmamos que la bacteria había causado la muerte de 279 de ellos", dijo
Noseda. Pero el problema es que el carbunco infecta, pero no siempre mata,
por lo que se estima que el número de animales infectados siempre es superior
al reportado; mientras el ciclo de vida de la bacteria sigue su camino transmitiéndose
a través de las heces y de los cursos de agua. "Lo dramático es que el 72%
de los rodeos no vacuna a sus animales -alertó este especialista-, cuando
la vacuna para el carbunco es la más eficiente y barata de todas (cuesta sólo
10 centavos la dosis)." Objeto de colección En la Argentina también es
posible hallar la bacteria que causa el carbunco fuera de su medio ambiente
natural: los pastizales y los animales que de ellos se nutren. "Puede
haber cepas de la bacteria en laboratorios de microbiología especializados,
en laboratorios veterinarios o en aquellos de referencia a los que se derivan
materiales de los que se sospecha que contienen la bacteria", afirmó Daniel
Sordelli, director del Departamento de Microbiología de la Facultad de Medicina
de la Universidad de Buenos Aires (UBA). "No es algo común que esté en cualquier
laboratorio -aclaró este microbiólogo-. Aun así, es posible que alguien la
tenga, porque una bacteria con la que uno ha trabajado es algo que suele conservar
en los ceparios de microbiología como quien colecciona objetos filatélicos.
"Pero de existir las cepas en laboratorios de nuestro país, éstas deben ser
especímenes clínicos de campo sensibles a los antibióticos y no resistentes
como lo son, según se sospecha, las que han sido utilizadas en los Estados
Unidos", agregó Sordelli. En el Laboratorio Azul, por ejemplo, no sólo se
realizan trabajos científicos con el carbunco; también se exportan cepas a
los Estados Unidos para colaborar con el proyecto de decodificación del genoma
del Bacillus anthracis que lleva adelante la Universidad de Louisiana
ANTRAX
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