Además del impacto visual que para cualquier interesado casual
en la propuesta cinematográfica de Sokurov causará el impresionante
despliegue de vestuarios de varias épocas, la exhibición de
obras maestras de artistas célebres (El Greco, Rembrandt, Van Dyck,
Rubens, etc.) y el sobrecogedor impacto del último Gran Baile Real
que tuvo lugar allí antes de la revolución bolchevique (al son
de una mazurka de Glinka interpretada por la Orquesta del Teatro Mariinsky
conducida por Valery Gerviev), El arca rusa ofrece un recorrido crítico
por personajes de la historia del país, a través de pequeñas
escenas —viñetas, casi— de momentos de la vida de Pedro
el Grande, los zares Nicolás I y II, y Catalina la Grande.
Pero si bien la proeza fílmica es más que evidente,
el mérito real de El arca rusa depende menos del despliegue escénico
y la hazaña Libro Guinness, que de la idea teórica y la fascinante
alquimia visual que se produce en el momento cinematográfico. A su
manera, Sokurov logra combinar estéticas y teorías enfrentadas
para configurar un discurso único y aportar conceptos que merecerán
ser debatidos a lo largo del tiempo.
En su nostalgia crítica por un tiempo perdido (y reemplazado
por una "convención que duró 80 años", tal
como el Narrador describe a la etapa comunista), Sokurov —como lo hiciera
su par Tarkovsky— prefiere respetar la respiración, el flujo
del tiempo real oponiéndose a las agresivas teorías de montaje
que son centrales a la escuela soviética (Eisenstein, Pudovkin, Kuleshov),
cuyos postulados procedían de una lectura estética de la dialéctica
marxista.
Ahora bien: no hay tiempo real en los 300 años que recorre
el filme en 90 minutos, si no un tiempo onírico en el que multiples
capas de fantasmas coexisten, como si el sueño baziniano del realismo
a través del plano secuencia pudiera ampliarse hacia lo metafísico.
Sokurov no apuesta por un realismo fotográfico sino por uno espiritual,
armando en su filme una elegía de tiempos idos en el que uno no puede
evitar sentir compasión por esas almas condenadas a hundirse en el
tiempo y a flotar eternamente por el museo.
Pero esto no debería ser confundido por una nostalgia por
los tiempos imperiales, ni una oda a los zares. Sokurov prefiere dejar su
entramado dialéctico —el verdadero montaje del filme— a
las conversaciones que tiene con el Marqués, diálogo en el que
el tiempo de los zares, y su mezcla de despotismo y pretensión cultural,
es debatido.
Casi
como Titanic —película a la que se asemeja hasta conformar su
inverso exacto—, hundido en 1912, El arca... tiene su punto culminante
en un ballet que tuvo lugar en 1913. El filme culmina con un plano del río
Neva, donde la aristocracia se hundirá y dará paso a otra etapa,
y a otra, en una inacabable cadena en la que lo único que parece sobrevivir,
en eterna flotación, es ese misterio insondable que algunos gustan
definir como "el alma rusa".
El
arca rusa
GENERO:
Drama
TITULO ORIGINAL: "RUSSKIJ KOVCHEG" (RUS/ALE, 2002)
DURACION: 96 MIN ATP
DIRECCION: A. SOKUROV
INTERPRETES: SERGEI DREIDEN
SALAS: CINEMARK, ABASTO, METRO
EXCELENTE
Clarin,
6 de noviembre de 2004