¿Eligió
filmar en una toma ininterrumpida por alguna razón temática
o artística, o se trató sólo de un desafío
técnico al que no pudo resistirse?
Vivimos
en un mundo, y estamos rodeados de percepciones del mismo: eso sucede
en una sola toma. La TV nos presenta continuamente transmisiones en vivo
que se filman de la misma manera. Eso tiene mucha relación con
la percepción humana. Vamos al teatro y vemos que un actor puede
vivir en ese mundo durante más de 90 minutos sin salirse de su
papel hasta que la obra termina. Por eso digo que no tiene nada de extraño.
Eso no equivale a decir que no fue una tarea extremadamente compleja.
¿El
mismo camarógrafo filmó toda la película? ¿Cómo
pudo responder a la exigencia física que implica sostener y manipular
la cámara tanto tiempo?
Tillman
Buttner es un buen camarógrafo. Sin duda otro camarógrafo
lo hubiera hecho de otra manera. Pero en esto hay otro aspecto. La cámara
se movía permanentemente, y pasársela a otra persona era
imposible. Sería grandioso tener una combinación de operador
de steadicam y director de fotografía de modo tal de pensar de
forma rápida durante el proceso y resolver temas de color, composición,
etc. Sin duda hay ciertas imperfecciones. Tillman filmó la película
como operador más que como director de fotografía. Una vez
terminado el rodaje trabajamos mucho en la calidad de la imagen. Usamos
el material filmado como base, como tela de la pintura completa. Trabajamos
sobre el color, la luz, la composición y el movimiento de la cámara,
sin alterar nunca el tiempo de la película, lo que equivale a decir
que no usamos ningún tipo de montaje.
¿Es
verdad que hicieron falta ocho meses de ensayo?
Como
director no quiero ocho meses para ensayar. Quiero más. Pero la
realidad se impone. Empezamos a trabajar en diciembre de 2001 en los bocetos,
el vestuario, la creación de los sets. En mayo de 2002 comenzamos
con los ensayos. En la práctica, no pudimos empezar a ensayar en
el Hermitage sino hasta dos meses antes del rodaje. El Hermitage es uno
de los museos más importantes del mundo, y siempre está
abierto. No queríamos interferir en su rutina, de modo que hasta
el último día no pudimos hacer un ensayo completo. Dedicamos
mucho tiempo a la selección de actores. El principal trabajo de
ensayo se llevó a cabo con los personajes más importantes,
aquellos que tendrían un papel más elaborado. Tenían
que trasladarse por las habitaciones con mucha precisión. Ensayamos
todos los días, incluso sábados y domingos, durante dos
meses.
El
cuidado del museo era toda una preocupación, ¿no?
El
Hermitage es nuestro patrimonio nacional. Se trata de un enorme complejo
de edificios que contiene una serie de tesoros muy valiosos, por lo cual
se lo protege mucho. Aceptamos todas las condiciones que nos fijaron los
servicios de seguridad.
¿El
diálogo estaba pautado en el guión o hubo alguna improvisación?
Mi
principio es que una película es un organismo vivo y que, mientras
se trabaja en ella, tiene que haber oportunidades de hacer modificaciones.
Eso es válido para la trama y en mayor medida para el diálogo.
Cuando rodamos, sólo grabamos una banda de sonido como guía.
Cuando grabamos la definitiva, tuvimos la oportunidad de hacer correcciones
importantes y de agregar detalles al texto. La conformación de
cada papel sólo tuvo lugar cuando recibimos el material filmado.
Fortalecimos la relación entre el texto, los papeles y las imágenes
que teníamos.
Usaron
867 actores y miles de extras. ¿Sabe con exactitud cuántos?
Claro
que lo sé. No sólo el número exacto de actores, también
sé cuántos no se presentaron. El día del rodaje hacía
mucho frío. La temperatura era de -23ø y las condiciones
de trabajo eran muy difíciles. De la enorme cantidad de gente que
esperábamos —en la toma participaban más de 4.500
personas— sólo 22 faltaron.
¿Por
qué tiene tanta importancia para usted el Hermitage?
Es
una historia personal. Las impresiones artísticas más importantes
de mi vida están relacionadas con el Hermitage. Podría decirse
que mi maduración artística se vincula con el Museo. En
lo personal, considero que no hay nada superior a la pintura o a la literatura.
En el Hermitage tenemos la increíble oportunidad de estar frente
a una enorme diversidad y a una colosal retrospectiva histórica
de obras artísticas, todas ellas concentradas en un solo lugar.
Se calcula que si uno pasara un minuto ante cada pintura y escultura,
para poder ver toda la colección necesitaría quedarse ahí
tres años. Es una enorme escuela. El Hermitage es el centro de
San Petersburgo y de Rusia. Es el corazón joven de Rusia.
¿Cómo
cree que el público que no es ruso recibirá su película?
Toda
obra artística tiene una vida propia y, en un sentido absoluto,
ni siquiera necesita espectadores. Ya está hecha, ya existe. El
que ve El arca rusa tiene que hacer un esfuerzo para entenderla. Por otro
lado, el que la va sin ningún preconcepto, con la mente abierta,
entiende todo. No hay que tener miedo a las películas difíciles.
El espectador paga un precio muy alto por una película, y no en
dinero. Los espectadores invierten su tiempo en el cine, una parte de
su vida, y una película mala, una película agresiva, le
resta varios siglos de vida a la humanidad. Hay que ir con alegría
al encuentro de estas películas difíciles. Son películas
que respetan a los espectadores, que no los degradan, que prefieren gente
libre y con un sentido desarrollado de su democracia interna. La comprensión
de esos filmes no tiene que ser literal.
¿Es
necesario conocer la historia y el arte de Rusia para apreciarla?
No
hay necesidad. No hicimos una película sobre historia del arte,
ni una que se limita a ilustrar un gran museo. Hicimos una película
sobre la vida de gente, sobre cómo y qué miramos. La película
nos muestra lo que soñamos con ver, más allá del
país en que vivamos. Hay elementos históricos, pero no son
complejos. Nuestro objetivo era ser comprensibles, y tratamos de hallar
el aspecto sensible y humano en los hechos históricos. Sólo
el cine nos brinda la oportunidad de analizar la atmósfera de un
hecho. Eso es lo que más amo y valoro del cine. Queríamos
mostrar a nuestros contemporáneos la atmósfera de una época
pasada. Se puede volver a esa época de una forma casi documental
y generar sensaciones asombrosas.
¿Es
difícil vivir en Rusia en la actualidad? ¿Es difícil
ser un artista?
Vivir
en Rusia no es más difícil ni más fácil que
en cualquier otro país. Nacimos aquí, aquí tenemos
nuestras raíces, nuestros afectos y desengaños. Hay momentos
difíciles, ya que vivimos en un país en que las condiciones
políticas y económicas no son demasiado estables. Y tenemos
un pasado conflictivo. Como artistas, vivimos una cuota adicional de presión:
la responsabilidad ante nuestros grandes predecesores. De Rusia salieron
Dostoievsky, Tchaikovsky, Tolstoi, Chejov... La lista de nombres que me
precede es interminable. Como representante de un fenómeno cultural
joven como el cine, tengo que comparar lo que hago con lo que ya se hizo.
Rusia es para mí un gigantesco espacio cultural que tiene un pasado
asombroso y un gran futuro.
Traducción
de Cecilia Beltramo, Clarin, Jueves 6 de noviembre de 2003 |