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OTROS POETAS 3
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OTROS POETAS 1
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OTROS POETAS 2
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Julián Sánchez Prieto EL PASTOR POETA Hermanos Álvarez Quintero Eduardo Marquina Ismael Enrique Arciniegas |
OTROS POETAS 4
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Miguel Ramos Carrión Manuel Benítez Carrasco Martín de San Martín Francisco Villaespesa
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(Zaragoza,
28-04-1844 — Madrid, 25-02-1903)
UN DURO AL AÑO
I
Monte arriba, cara al viento, buscando reposo y calma, íbame yo muy contento, dándole descanso al alma,
y cuando al alto llegué, y al dar la vuelta a la cima, un rebaño me encontré que se me venía encima.
Avanzaban las ovejas marchando al paso tranquilas, y pasaban las parejas al sonar de las esquilas:
y a los últimos reflejos de los rayos vespertinos las vi perderse a lo lejos por los ásperos caminos.
Detrás de ellas, lentamente, dando al aire una canción y sacando indiferente su mendrugo del zurrón,
venía un pastor, un niño, un imberbe zagalejo, que me inspiró ese cariño que es tan súbito en un viejo.
—¡Hola! ¿tú eres el pastor? —Sí señor, ¿qué se le ofrece? —¿Tienes padres?
—no señor. —¿Cuántos años tienes?
—Trece.
—¿Y cuánto ganas, amigo? —Un duro.
—¿al día?
—¡anda maño! —¿Un duro al mes?
—¡que no, digo! ¡Un duro al año!
II
Le dejé que se marchara y en el monte me senté, y avergonzado, la cara en las manos oculté.
Pasaron por mi memoria templos, palacios y reyes, los aplausos y las glorias, los discursos y las leyes,
los millones del banquero, las fiestas del potentado, réditos del usurero, ladrones en despoblado,
fortunas mal heredadas en el tapete perdidas, cortesanas celebradas de ricas galas prendidas,
los que de lujo se afanan, tantas glorias, tanto daño... y en tanto hay seres que ganan... ¡Un duro al año!
III
¡Un duro! ¡Oh Dios! ¡Cuántas veces lo habré derrochado yo, en miles de pequeñeces que mi gusto me perdió!
en comer sin tener ganas, en caprichos, en favores, en vanidades humanas, en guantes, coches y flores,
en un rato de placer, en un libro sin valor, en apostar, en beber, en humo, en un buen olor...
Y ese duro que se olvida en cuanto correr se deja, era un año de la vida de aquel niño que se aleja...
Y vi que somos peores todos los seres humanos. Unos, falsos soñadores; otros, falsos puritanos
ya ateos, ya creyentes, todos en el daño iguales resolviendo diligentes grandes problemas sociales;
y hay seres que, en esa edad, ignoran su propio engaño y deben a la humanidad... ¡Un duro al año!
IV
¡No! Mientras que el frío enero, en una espantosa noche, mi prójimo, por dinero, me lleve a mi casa en coche;
mientras de la mina obscura saque el carbón tanta gente, pasando tanta amargura para que yo me caliente;
mientras de la alegre fiesta salga yo, que siento y creo, y al pobre que me moleste le mande airado a paseo;
mientras derroche la moda, y se gasten, grande o chico, mil duros en una boda, mil en entierros del rico,
y hasta el sol desigual sea en dar al hombre sus rayos, y hayan niños con librea que me sirvan de lacayos
ni creo en leyes humanas ni en el que las bombas tira... ¡Palabras! Palabras vanas. ¡Mentira, todo mentira!
No hay a las penas consuelos; ¡sufrir y siempre sufrir! ¡El Cristo se fue a los cielos, pero volverá a venir!
Su reino será de espanto, sus leyes muy diferentes y allí se ha de ver el llanto y el rechinar de los dientes
y ha de subir a mil codos más alto el nuevo diluvio; en él moriremos todos y más alto que el Vesubio
nos ha de ver impasible ese niño, ese pastor, ya convertido en terrible ángel exterminador,
y entre torrentes de lava gritará desde alto escaño: —¡Yo soy aquel que ganaba un duro al año!
V
Así a mis solas decía, Solo, en la cumbre del monte, mientras el sol se escondía en el rojizo horizonte,
en la sombra se ocultaban lentamente las aldeas, y allá lejos humeaban las fabriles chimeneas.
Y se veían las cruces de las altas catedrales y los rayos y las luces de las fiestas mundanales.
Allí lloran afligidos miles de seres humanos; allí viven compungidos los que se llaman cristianos
entre el ruido y movimiento de las modernas ciudades, resumen triste y cruento de las necias vanidades...
Y allá, perdido en la plana, cantando, tras su rebaño, iba aquel niño que gana ¡Un duro al año!
EXPLICANDO UNA TARDE ANATOMÍA
Explicando una tarde anatomía un sabio profesor
del corazón a sus alumnos daba perfecta descripción. Anonadado por sus propias penas, la cátedra olvidó; —Dicen señores, exclamaba pálido, que nadie consiguió vivir sin esa víscera preciosa— —¡Error, extraño error!— Hay un ser en mi ser, una hija mía, que ayer me abandonó; —¡Las hijas que abandonan a sus padres no tienen corazón!— Un estudiante que del aula oscura se oculta en un rincón, mientras los otros, asombrados oyen tan público dolor, sonriendo a un amigo y compañero le dijo a media voz: —¡Piensa que a su hija el corazón le falta... y es que lo tengo yo!—
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Margarita, está linda la mar y el viento lleva esencia sutil de azahar; yo siento en el alma una alondra cantar: tu acento. Margarita, te voy a contar un cuento:
Este era un rey que tenía un palacio de diamantes, una tienda hecha de día y un rebaño de elefantes; un quiosco de malaquita, un gran manto de tisú y una gentil princesita, tan bonita, Margarita, tan bonita como tú.
Una tarde la princesa vio una estrella aparecer; la princesa era traviesa y la quiso ir a coger.
La quería para hacerla decorar un prendedor, con un verso y una perla, y una pluma y una flor.
Las princesas primorosas se parecen mucho a ti: cortan lirios, cortan rosas, cortan astros. Son así.
Pues se fue la niña bella, bajo el cielo y sobre el mar, a cortar la blanca estrella que la hacía suspirar.
Y siguió camino arriba, por la luna y más allá; mas lo malo es que ella iba sin permiso de papá.
Cuando estuvo ya de vuelta de los parques del Señor, se miraba toda envuelta en un suave resplandor.
Y el rey dijo: "¿Qué te has hecho? Te he buscado y no te halle; y ¿qué tienes en el pecho que encendido se te ve?"
La princesa no mentía, y así dijo la verdad: "Fui a cortar la estrella mía a la azul inmensidad."
Y el rey clama: "¿No te he dicho que el azul no hay que tocar? ¡Qué locura! ¡Qué capricho! El Señor se va a enojar."
Y ella dice: "No hubo intento: yo me fui no sé por qué. Por las olas y en el viento fui a la estrella y la corté."
Y papá dice enojado: "Un castigo has de tener: vuelve al cielo y lo robado vas ahora a devolver."
La princesa se entristece por la dulce flor de luz, cuando entonces aparece sonriendo el buen Jesús.
Y así dice: "En mis campiñas esa rosa te ofrecí: son mis flores de las niñas que al soñar piensan en mí."
Viste el rey ropas brillantes, y luego hace desfilar cuatrocientos elefantes a la orilla de la mar.
La princesa está bella pues ya tiene prendedor en que lucen con la estrella, verso, perla, pluma y flor.
Margarita, está linda la mar, y el viento lleva esencia sutil de azahar; tu aliento. Ya que lejos de mí vas a estar, guarda niña, un gentil pensamiento al que un día te quiso contar un cuento.
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Vital Aza
(1851 — 1912)
Cuando de niño empecé a darme a la poesía, tan en serio lo tomé, que sólo en serio escribía.
Romántico exagerado, era lo triste mi fuerte. ¡Válgame Dios! Le he soltado cada soneto, ¡A la muerte!
La fatalidad, el sino, el hado, la parca fiera, el arroyo cristalino y la tórtola parlera....
Todo junto le servía a mi necia inspiración para hacer una elegía que partía el corazón.
No hubo desgracia ni duelo que en verso no describiera.... ¡Si estaba pidiendo al cielo que la gente se muriera!
¿Que airado el mar se tragaba la barca del pescador? Pues yo en mi lira lanzaba los lamentos de rigor....
¿Que un amigo se moría, viejo o joven, listo o zafio? Pues, ¡zas!, al siguiente día publicaba su epitafio.
¿Que una madre acongojada gemía en llanto deshecha? ¿Que por una granizada se perdía la cosecha?
Pues yo enjugaba aquel llanto en versos de arte mayor, y maldecía en un Canto
al granizo destructor.
Escéptico y pesimista ¡me hacía unas reflexiones!.... Sirva de ejemplo esta lista de varias composiciones:
Ludibrio, Dios iracundo, Profanación y adulterio, Los desengaños del mundo, El ciprés del cementerio.
Pues, ¿y una composición en que, imitando a otros vates, con la mejor intención decía estos disparates?
«¡Ay! El mundo en su falsía aumentará mi delito, vertiendo en el alma mía la duda de lo infinito.
¡Triste errante y moribundo, sigo el ignoto sendero, sin encontrar en el mundo un amigo verdadero!
¡Todo es falsedad, mentira! ¡En vano busco la calma! ¡Son las cuerdas de mi lira sensibles fibras del alma!
¡El mundo, en su loco anhelo me empuja hacia el hondo abismo! ¡Dudo de Dios y del cielo, y hasta dudo de mí mismo!
¡Esta existencia me hastía! ¡Nada en el mundo es verdad!» ___________________________
¡Y todo esto decía a los quince años de edad!
Francamente, yo no sé cómo algún lector sensato no me pegó un puntapié por necio y por mentecato.
***
Por fortuna ya no siento aquellas melancolías ni doy a nadie tormento con vanas filosofías.
Ya no me meto en honduras, ni hablo de llantos ni penas, ni canto mis amarguras ni las desdichas ajenas.
He cambiado de tal modo, que soy otro diferente; pues hoy me río de todo, ¡y me va perfectamente!
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Leopoldo Lugones
(1874 — 1938)
A ti, única
(Quinteto de la luna y del mar)
PIANO
Un poco de cielo y un poco de lago donde pesca estrellas el grácil bambú, y al fondo del parque, como íntimo halago, la noche que mira como miras tú. Florece en los lirios de tu poesía la cándida luna que sale del mar, y en flébil delirio de azul melodía, te infunde una vaga congoja de amar. Los dulces suspiros que tu alma perfuman te dan, como a ella, celeste ascensión. La noche..., tus ojos..., un poco de Shuman... y mis manos llenas de tu corazón.
PRIMER VIOLÍN
Largamente, hasta tu pié se azula el mar ya desierto, y la luna es de oro muerto en la tarde rosa té. Al soslayo de la luna recio el gigante trabaja, susurrándote en voz baja los ensueños de la luna. Y en lenta palpitación, más grave ya con la sombra, viene a tenderte de alfombra su melena de león.
SEGUNDO VIOLÍN
La luna te desampara y hunde en el confín remoto su punto de huevo roto que vierte en el mar su clara. Medianoche van a dar, y al gemido de la ola, te angustias, trémula y sola, entre mi alma y el mar.
CONTRABAJO
Dulce luna del mar que alargas la hora de los sueños de amor; plácida perla que el corazón en lágrima atesora y no quiere llorar por no perderla. Así el fiel corazón se queda grave, y por eso el amor, áspero o blando, trae un deseo de llorar, tan suave, que sólo amarás bien si amas llorando.
VIOLONCELO
Divina calma del mar donde la luna dilata largo reguero de plata que induce a peregrinar. En la pureza infinita en que se ha abismado el cielo, un ilusorio pañuelo tus adioses solicita. Y ante la excelsa quietud, cuando en mis brazos te estrecho en tu alma, sobre mi pecho, melancólico laúd.
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SONETO PARA EMPEZAR UN AMOR
Ocurre que el olvido, antes de serlo, fue grande amor, dorado cataclismo; muchacha en el umbral de mi egoísmo, ¿qué va a pasar? mejor es no saberlo.
Muchacha con amor, ¿dónde ponerlo? Amar son cercanías de uno mismo. Como siempre, rodando en el abismo, se irá el amor, sin verlo ni beberlo.
Tumbarse a ver qué pasa, eso es lo mío; cumpliendo años irás en mi memoria, viviendo para ayer, como una brasa,
porque no llegará la sangre al río, porque un día seremos sólo historia y lo de uno es tumbarse a ver qué pasa.
DE MÍ, UNA GUITARRA
Cuando yo me haya ido —qué triste que me vaya— de esta madera mía que me hagan una guitarra.
Cuando termine la muerte, si dicen: "¡A levantarse!", a mí que no me despierten.
Que por mucho que lo piense, yo no sé lo que me espera cuando termine la muerte.
Que yo me conformo siempre, y una vez acostumbrado a mí que no me despierten.
Para encontrarme conmigo vuelvo a salir a la calle, calle del tiempo perdido.
Para encontrarme contigo estoy buscando en el suelo las huellas de su sonido.
Para encontrarme con nadie me pongo a mirar arriba, ¡Auxilio, que Dios me ampare!
Mis cuentas no están cabales: me falta una golondrina y me sobran tres cristales.
Mira qué cosa tan rara: pasé la noche contigo estando solo en mi cama.
En este día cualquiera párate a ver cómo canta, antes que me vaya fuera,
mi corazón en tu mano y tu boca en mi garganta por la mañana temprano.
Ponte a vivir como loco: ama, ríe, bebe, olvida. Puesto a vivir todo es poco por más que dure la vida.
El mar no puede morir, se quedará navegando aunque no haya nadie aquí.
Si otros no buscan a Dios yo no tengo más remedio: me debe una explicación.
No digo que sí o que no. Digo que si Dios existe no tiene perdón de Dios.
No digo que no o que sí. Digo que me gustaría que Él también creyera en mí.
Yo no le guardo rencor. Si le encuentro alguna vez nos perdonamos los dos.
Mi pobre tierra no puede darme lo que estoy buscando. Nadie da lo que no tiene.
Yo no culpo a Andalucía, sé muy bien que a su esperanza le pasó lo que a la mía.
Averigua quién te dio esas ganas de morirte. Ha tenido que ser Dios.
Ha tenido que ser Dios un día que estaba triste. No tiene otra explicación.
AUTÉNTICA POESÍA - Herrera/Muñoz - 2001
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