Irak se prepara en medio de la penuria para una nueva guerra
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JULIETA RUDICH, Bagdag |
Irak est en pie de guerra y la desconfianza es
palpable en toda situaci-n. Al preguntar por el nombre de un puente en busca
de orientaci-n en las antiguas calles del centro de Bagdad, un guardia responde
ce-udo: 'ÀY para qu quiere usted saberlo?'. En otra ocasi-n
acaba uno en la comisar'a por haber osado enfocar con una cmara una
parada de autobuses.Asesores del Gobierno, como el ex ministro de Educaci-n
Universitaria, el doctor A. K. al Hashimi, quien preside la Organizaci-n
de Amistad Iraqu' para la Paz y la Solidaridad, se-alan que 'no existe evidencia
alguna sobre una conexi-n de Irak con los atentados del 11 de septiembre,
ni tampoco sobre el eje del mal inventado por Bush'.
'El que est mojado no teme la lluvia', dice con calma Yumaa Lasem Sucar, mientras vende sus ovejas en una transitada avenida de Bagdad. Al igual que la mayor'a de sus compatriotas, asegura que los iraqu'es 'estn ya acostumbrados' a la guerra, dado que las fuerzas areas estadounidenses y britnicas siguen bombardeando bases militares del norte y a veces del sur del pa's. Tambin se ven en estado de guerra por la presi-n econ-mica y moral resultante de las sanciones impuestas por la ONU tras la guerra del Golfo. En las propias palabras de Al Hashimi, 'Corea del Norte, Irn e Irak son tres casos muy distintos, cuyo nico punto en comn es que disgustan a Estados Unidos, porque luchan por su propia soberan'a'. A-ade que la exigencia de dejar entrar a los inspectores de la ONU en Irak no es ms que un pretexto, mientras que 'el verdadero objetivo de Washington es aprovechar el 11 de septiembre para hacer con Irak lo que no pudo hacer antes: cambiar a Sadam Husein por un Gobierno marioneta'. Al Hashimi insisti- en que Irak no se dejar intimidar y continuar apoyando la lucha de los palestinos 'porque su enemigo es tambin el nuestro: Estados Unidos y el sionismo internacional. Bush hijo no lograr lo que su padre nunca consigui-'. Esta versi-n es prcticamente la nica que se propaga abiertamente. Es la misma visi-n que tiene tambin el vendedor Yumaa, de 37 a-os, orgulloso de haber sido soldado tanto en la guerra contra Irn como en la del Golfo, que en su opini-n result- una victoria para Irak porque Estados Unidos no logr- derrocar al presidente. 'El enemigo vino a vencernos y sacarnos el petr-leo, pero no lo logr-. Sadam es un autntico rabe valiente, un verdadero hombre. Hasta los recin nacidos exclaman 'ÁSadam!' apenas salen del vientre de su madre', dice con nfasis patriota. Es la primera jornada de la pasada Fiesta del Sacrificio (Aid al Adha), la mayor fiesta musulmana. Por la amplia avenida pasan coches destartalados de los a-os ochenta. Los poco autom-viles nuevos son modelos muy caros adquiridos mediante trucos en Jordania y otros pa'ses vecinos, como Siria y Turqu'a, con los que Irak mantiene intercambios comerciales no previstos en el embargo. De vez en cuando, se detiene uno de los coches y el conductor se baja a comprar corderos vivos para sacrificarlos en casa, como dicta la tradici-n. 'Hoy d'a, los que tienen dinero se llevan entre dos y cuatro animales, pero los dems festejan sin carne', indica Yumaa refirindose al creciente abismo entre pobres y ricos, en constante aumento la ltima dcada. En el pa's que dispone de las segundas mayores reservas de petr-leo del mundo, antes de la invasi-n de Kuwait un dinar costaba, al cambio oficial, tres d-lares (2,61 euros), pero ahora se necesitan 2.000 dinares para conseguir un d-lar en el mercado libre. Un funcionario pblico, que antes ganaba de 300 a 500 d-lares mensuales y ahora s-lo de tres a siete, no comprar un cordero por 25 d-lares. Si acaso, un kilo de carne, por un d-lar y medio, o de tomates, por medio d-lar. Gran parte de la poblaci-n subsiste gracias a los paquetes que el Gobierno concede a cada individuo, con copiosas raciones de alimentos bsicos como harina, azcar, grasa y alubias. No obstante, Unicef calcula que unos 800.000 ni-os padecen de malnutrici-n por falta de vitaminas y prote'nas. La mortalidad infantil se ha disparado. En 1989 era comparable a la de Turqu'a -situada en un 4,8%- y ahora, con un 12%, supera a la de Yemen o Sudn. Ms que la falta de medicamentos denunciada por el Gobierno iraqu', la principal causa de la alta mortandad es la contaminaci-n del agua potable. Los sistemas de depuraci-n estn deteriorados y la Comisi-n de Sanciones de la ONU bloquea parte del suministro de repuestos para las instalaciones. Pero el embargo continuar en pie. Incluso la retenci-n de importaciones se ha vuelto ms severa desde el 11 de septiembre, segn Tun Myat, coordinador del programa humanitario de las Naciones Unidas en Irak (UNOHCI), tambin llamado Petr-leo por Alimentos, establecido hace seis a-os de forma provisional para cubrir las necesidades bsicas de nutrici-n, medicina e infrastructura para el pa's sancionado. Myat lamenta que 'no hayan tenido el efecto deseado las sanciones destinadas a presionar al Gobierno de Irak', porque perjudican nicamente a la poblaci-n civil. El programa previsto como dispositivo de emergencia deja mucho que desear, porque se ve entorpecido tanto por la Comisi-n de Sanciones como por las autoridades iraqu'es, encargadas de la distribuci-n de las importaciones. El coordinador de UNOHCI admite que entre los miembros del Consejo de Seguridad 'Estados Unidos es el que con ms frecuencia obstaculiza el suministro de mercanc'as a Irak' y ms an despus de los atentados del 11 de septiembre, 'debido a la agudizaci-n de la desconfianza rec'proca'. Irak vive sin noticias del exterior, sin una prensa y televisi-n que ofrezcan pluralidad de opiniones y sin conexiones por satlite o acceso a Internet, salvo excepciones. Faltan ordenadores, porque las sanciones en un principio detuvieron su suministro alegando que pod'an ser utilizadas para fines blicos. Ahora que se permite su importaci-n, los precios son tan altos que s-lo estn al alcance de un reducido segmento privilegiado de la sociedad. "El enemigo vino a vencernos y sacarnos el petr-leo, pero no lo logr-" Por otro lado, varios usuarios, como Christian Mostegel, comerciante austriaco residente en Bagdad, saben que el nico suministrador de Internet tiene su base en el Ministerio de Econom'a y dan por supuesto que los mensajes pasan por un control. Fuera de los ambientes de extrema confianza, no suelen escucharse cr'ticas contra el Gobierno ni se mencionan las rutinarias ejecuciones y torturas de miembros de la oposici-n, registradas por la organizaci-n Amnist'a Internacional. Tampoco se discute sobre el problema de los kurdos en el norte, ni sobre los conflictos con los shi'es en el sur del pa's, aunque de vez en cuando alguien menciona que lo de las matanzas tiene que ser cierto. 'ÀC-mo explicar de lo contrario que dos de mis t'os, de ideas de oposici-n, desaparecieran sin dejar rastro?', se pregunta un iraqu'. La gente se expresa con suma precauci-n. 'No tememos por nosotros sino por las represalias que recaen sobre nuestras familias', advierte una estudiante de literatura. Por la misma raz-n tambin muchos iraqu'es exiliados en el extranjero piden no ser citados con su nombre cuando dan informaciones que pudieran disgustar a las autoridades iraqu'es. El hotel Oberoi, en la ciudad de Mosul, ha cerrado la mitad de sus habitaciones con vista panormica para que nadie divise desde el balc-n la mansi-n que Sadam Husein construy- en las cercan'as. En el bar del hotel, un tcnico italiano que asesora una fbrica de medicamentos comenta que siempre que viaja a Irak deja la cmara de fotos en casa. Lo mismo hace un funcionario de la ONU 'con tal de no ser tachado de esp'a'. Se ha perdido la costumbre de ver forasteros haciendo fotos a voluntad. No debe entonces quedar at-nito el visitante al encontrarse de pronto ante una jaur'a de un centenar de ni-os que se abalanzan sobre l gritando fuera de s'. Entonces alguien se acercar a ayudar al forastero para explicarle: 'Se-or, no se asuste, comprenda que a estos ni-os nunca nadie los ha fotografiado'. El rgimen potencia la baza del islamismo Si aprenden el Corn de memoria, los delincuentes comunes presos en Irak pueden salir de la crcel antes de cumplir la condena. Es una de las nuevas medidas aplicadas por el Gobierno en los ltimos a-os en el marco de la campa-a de fe. Desde que en la guerra del Golfo el partido Baas de Sadam Husein, a pesar de su fundamento laico, escribi- en la bandera de la repblica 'Al es grande', la religiosidad ha comenzado a extenderse hacia todos los sectores de la sociedad iraqu', conocida como una de las ms seculares del mundo rabe. Se impusieron castigos propios de la ley islmica, como la amputaci-n de manos a los condenados por robo; la televisi-n comenz- a impartir cada d'a una hora de religi-n al menos; se prohibi- el consumo de alcohol en lugares pblicos y las discotecas se cerraron. Cada vez se ven menos mujeres sin velo y cada vez se construyen ms mezquitas. En el terreno del antiguo aeropuerto de Al Muthana, en Bagdad, destruido por los bombardeos en 1991, el Estado est erigiendo la mayor mezquita del planeta, en la que se eternizar el nombre del presidente iraqu'. La Gran Mezquita Sadam Husein, con su cpula de 135 metros de altura, ser tres veces ms grande que la catedral de San Pedro de Roma y tendr cuatro minaretes de 280 metros, es decir, todav'a ms altos que la torre Eiffel. Se ver como una isla flotante en un lago artificial con la forma de mapa de la naci-n rabe, la uni-n de todos los Estados rabes ansiada por el partido en el poder. Otra enorme mezquita abrir sus puertas en el lugar antes ocupado por el hip-dromo del barrio residencial de Al Mansur. Mientras que fuentes oficiales indican que el nuevo nfasis religioso de la poblaci-n es s'ntoma de los temores y la desesperaci-n de una poblaci-n azotada por el embargo internacional, algunos ciudadanos califican megal-manos estos proyectos para los que se gastan sumas desorbitantes en tiempos de crisis y no descartan que la intenci-n de Sadam Husein sea recuperar la simpat'a de los dems pa'ses islmicos, perdida durante la ltima guerra, y a la vez sofocar las corrientes contestatarias de la poblaci-n shi' del sur del pa's, que podr'a volcarse contra l. |