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JULIO CORTÁZAR


Datos Biográficos


"HAPPY NEW YEAR"

Mirá, no pido mucho,
solamente tu mano, tenerla
como un sapito que duerme así contento.
Necesito esa puerta que me dabas
para entrar a tu mundo, ese trocito
de azúcar verde, de redondo alegre.
¿No me prestás tu mano en esta noche
de fín de año de lechuzas roncas?
No puedes, por razones técnicas.
Entonces la tramo en el aire, urdiendo cada dedo,
el durazno sedoso de la palma
y el dorso, ese país de azules árboles.
Así la tomo y la sostengo,
como si de ello dependiera
muchísimo del mi mundo,
la sucesión de las cuatro estaciones,
el canto de los gallos, el amor de los hombres.


CEREMONIA RECURRENTE

El animal totémico con sus uñas de luz,
los ojos que junta la oscuridad debajo de la cama,
el ritmo misterioso de tu respiración, la sombra
que tu sudor dibuja en el olfato, el día ya inminente.
Entonces me enderezo, todavía batido por las aguas del sueño,
vuelvo de un continente a medias ciego
donde también estabas tú pero eras otra,
y cuando te consulto con la boca y los dedos, recorro el   horizonte de tus
flancos
(dulcemente te enojas, quieres seguir durmiendo, me dices bruto y          tonto,
te debates riendo, no te dejas tomar pero ya es tarde, un fuego
de piel y de azabache, las figuras del sueño)
el animal totémico a los pies de la hoguera
con sus uñas de luz y sus alas de almizcle.

Y después despertamos y es domingo y febrero.


EL SIMULACRO

Cada vez que te encuentro en el recuerdo
y canta en plena noche el gallo grana,
una sed de combate y de campana
me lanza al sacrificio en que te pierdo.

Quién sabe dónde estás, ya ni me acuerdo
si eran tus ojos de oro o de avellana,
pero mi sangre es esa luz que mana
y en la dulce manzana otra vez muerdo.

¡Oh balbuceo en la tiniebla, duelo
de musgo y de leopardo y de gemido,
desesperada imitación de cielo!

Luego es ceniza y sórdida alborada,
el derrotado sueño, el pozo herido
de una sola cabeza en una almohada.


ESTA TERNURA

Esta ternura y estas manos libres,
¿a quién darlas bajo el viento? Tanto arroz
para la zorra, y en medio del llamado
la ansiedad de esa puerta abierta para nadie.

Hicimos pan tan blanco
para bocas ya muertas que aceptaban
solamente una luna de colmillo, el té
frío de la vela del alba.
Tocamos instrumentos para la ciega cólera
de sombras y sombreros olvidados. Nos quedamos
con los presentes ordenados de en una mesa inútil, y fue preciso beber la sidra caliente
en la verguenza de la medianoche.
Entonces, ¿nadie quiere esto,
nadie?


ENCANTACIÓN

No más que por la sombra y el perfume
que son tu nombre, por el desencanto
no más de toda cosa en ti, por tanto
que cinerariamente te resume,

volvería como Usher o Ulalume
vuelven por los espejos del espanto
a proponer el turbio trueque, el canto
que encarnara el horror que nos consume.

Pero si pienso, lamia, en lo que puede
la mera niebla de tu inexistencia
no más que en tu perfume y en tu sombra,

mi voluntad a su fantasma cede
y prefiere anegarse en tanta ausencia
donde una nada a esa otra nada nombra.


ENCARGO

No me des tregua, no me perdones nunca.
Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.
¡No me dejes dormir, no me des paz!
Entonces ganaré mi reino,
naceré lentamente.
No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;
tállame como un sílex, desespérame.
Guarda tu amor humano, tu sonrisa, tu pelo. Dalos.
Ven a mí con tu cólera seca de fósforo y escamas.
Grita. Vomítame arena en la boca, rómpeme las fauces.
No me importa ignorarte en pleno día,
saber que juegas cara al sol y al hombre.
Compártelo.

Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,
lo que nadie te pide: las espinas
hasta el hueso. Arráncame esta cara infame,
oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.


CANTOS ARGENTINOS

I
Tiempo hueco barato
donde guitarras blandas
se enredan en las piernas
y mujeres sin rostro
sin senos ni pestañas
con el vientre de piedra
lloran en los caminos.

Ah giro de los vientos
sin pájaros sin hojas
los perros boca arriba
olfatean en vano
un material desnudo
de fragancia y contento
un aire sin perdices
sin tiempo sin amigos
una vida sin patria
un silencio de látigo
que ni siquiera azota.

II
El río baja por las costas
con su alternada indiferencia
y la ciudad lo considera
como una perra perezosa.

Ni amor, ni espera, ni el combate
del narrador contra la nada.
Con languidez de cortesana
mira a su río Buenos Aires.

El tiempo es ese gris compadre
pitando allí sin hacer.


A UN GENERAL

Región de manos sucias de pinceles sin pelos
de niños boca abajo de cepillos de dientes

Zona donde la rata se ennoblece
y hay banderas innúmeras y cantan himnos
y alguien te prende, hijo de puta,
una medalla sobre el pecho

Y te pudres lo mismo.



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