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EMILY DICKINSON
Datos Biográficos
EN MI FLOR ME HE ESCONDIDO
En mi flor me he escondido
para que, si en el pecho me llevases,
sin sospecharlo tú también allí estuviera...
Y sabrán lo demás sólo los ángeles.
En mi flor me he escondido
para que, al deslizarme de tu vaso,
tú, sin saberlo, sientas
casi la soledad que te he dejado.
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Renunciación – es una penetrante virtud –
es dejar que se vaya
la presencia – por una expectativa –
no ahora –
retirar los ojos –
el amanecer –
no sea que el día –
el gran progenitor –
sobreviva
renunciación - es elegir
en contra de sí mismo –
cuanto más grande el acto –
hace que aparezca –
más pequeña – la oculta visión – Aquí -
PODRÍA ESTAR MÁS SOLA
Podría estar más sola sin mi soledad,
tan habituada estoy a mi destino,
tal vez la otra paz,
podría interrumpir la oscuridad
y llenar el pequeño cuarto,
demasiado exiguo en su medida
para contener el sacramento de él,
no estoy habituada a la esperanza,
podría entrometerse en su dulce ostentación,
violar el lugar ordenado para el sufrimiento,
sería más fácil fallecer con la tierra a la vista,
que conquistar mi azul
ENSUEÑO
Para fugarnos de la tierra
un libro es el mejor bajel;
y se viaja mejor en el poema
que en el más brioso y rápido corcel
Aun el más pobre puede hacerlo,
nada por ello ha de pagar:
el alma en el transporte de su sueño
se nutre sólo de silencio y paz.
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El corazón pide placer primero –
luego – excusa del dolor –
luego – los pequeños anodinos
que matan el dolor –
luego - irse a dormir –
y luego – si tiene que ser
el deseo de su inquisidor
el privilegio de morir –
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Que yo siempre amé
yo te traigo la prueba
que hasta que amé
yo nunca viví – bastante -
que yo amaré siempre –
te lo discutiré
que amor es vida –
y vida inmortalidad –
esto – si lo dudas – querido –
entonces yo no tengo
nada que mostrar
salvo el calvario –
POEMA XXXVII
Corazón, le olvidaremos
en esta noche tú y yo.
Tú, el calor que te prestaba.
Yo, la luz que a mí me dio.
Cuando le hayas olvidado
dímelo, que he de borrar
aprisa mis pensamientos.
Y apresura tu labor
no sea que en tu tardanza
vuelva a recordarle yo.
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En mi jardín avanza un pájaro
sobre una rueda con rayos –
de música persistente
como un molino vagabundo –
jamás se demora
sobre la rosa madura –
prueba sin posarse
elogia al partir,
cuando probó todos los sabores –
su cabriolé mágico
va a remolinear en lontananzas –
entonces me acerco a mi perro,
y los dos nos preguntamos
si nuestra visión fue real –
o si habríamos soñado el jardín
y esas curiosidades –
¡pero él, por ser más lógico,
señala a mis torpes ojos –
las vibrantes flores!
¡Sutil respuesta!
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Morir – sin morir
y vivir – sin la vida
es el más arduo milagro
propuesto por la fe.
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