ðHwww.oocities.org/es/beatriz_luna/marionoel.htmwww.oocities.org/es/beatriz_luna/marionoel.htm.delayedx¹iÕJÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÿÈ êg7OKtext/html€Ø¸g7ÿÿÿÿb‰.HSat, 15 Apr 2006 04:24:31 GMTNMozilla/4.5 (compatible; HTTrack 3.0x; Windows 98)en, *¹iÕJg7 Mario Noel Rodríguez
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Mario Noel Rodríguez (El Salvador)



CADA QUIEN SU LUNA

todo comenzó con “Dark side of the moon”, disco que nos marcó y perdimos.

I
II
III
IV
V
VI
VII
VIII
IX
X
XI
XII
XIII
XIV
XV


I



Danza.
Sitio escogido para la voz que resuena marítima,
para el silencio de los años caminados, escalados,
recibidos en herencia por los mayores que entraron de noche al mundo,
que ahora van con su pálida hojarasca rumbo al final que no menciono.
Testiga es la noche dando tumbos en las sienes,
empolvadas por el ruido de las décadas
donde nada más nos acompañan estas almas dormidas,
bello linaje produciendo anhelos de vivir.
¿Es que alguna vez hemos conquistado la luz solos?

Danza.
Empinar la copa para tragar monedas de sol en tu espalda,
espalda cercada por las tremendas manos del olvido,
olvido opacado por el vientre que es abismo de rocío.

Danza.
Vaivén para hacerte una con las campanas.
Furia de los cuerpos que preguntan por el desbordado blancor,
cuerpos que en la ruta despintan a la sorprendida, fisgona luna.

Danza lunar.
Dulce danza de dos, ataviados como fugitivos,
fugitivos de nosotros en la noche más arrebatada de los días.





II



Bajá luna –pan blanco,
arroz de los tiempos idos-
bajá que la danza es para vos.

Bajá con la carita que nadie puede ver,
verdadera luz que alucina nuestra espalda.

Vení blanquita.
Vení a sentir con los musos desprovistos de todo
este compás de cielo y pelo.

Bajá a bendecir los cuerpos,
alarmados por el alto costo de la felicidad.





III



Palpo el delicado pellejo que levanta tu edificio.
Floreros de amores antiguos
han derramado su agua verdosa,
osamentas de besos que una vez sonrieron
pasan viendo mis ojos que tiemblan
en el abismo azul de tus sueños.
Se pasa bien en la lenta vegetación que recojo,
no hay ventanales para apagar día y noche,
voy de tu gripe al crepúsculo sin levantar polvo.
Un cosquilleo brutal me contramina a las vértebras
que tantas veces he dibujado copulando.
No existe el ¨to be or not to be¨ dulciopaco
estampado con fierros viejos
en el tórax de los hermanos que pasan sacando la mano
para no hincharse de anónimos,
no ser aburridas calaveras sin ton ni canción.
Juro –pez de esta luna, Jonás sin ataduras-
que de ésto no habrá allá donde nadie será nadie.





IV



Te han llamado de queso, enamorada,
y sólo besás las ubres amadas.
Blanca, pálida alucinación,
no soy el último que con su violín agoniza,
el terco macho levantando la extremidad
(para orinar tu sombra,
el minotauro jadeando sobre su hembra.
Blanca, blanquita,
por la virtud de estar allí removiéndote en gemidos,
restregando el aserrín de tu cara de anona,
danos de mamar esa verdad que calza recio,
verdad con días sin relojes, con flores.





V



Pasan las de nombres que creé en la penumbra.
Las de húmedas timideces cuando damos el paso a las prendas.
Las madrugadoras que amarran al macho del poste orinado de rocío.
Las hermosas oidoras cuando la humanidad duerme.
La campesina más franca con la que descubres árboles fluorescentes.
Las hembras que levantan una pierna para que entremos a la luz.
Las amadas que lloran dormidas por un lucero perdido.

Todas en una.
Mis alas saben tanto de su ancla.
Su vientre es la luna que rompe las ventanas.



VI



Con el pelo rizado una nube entra a la alcoba.
Debo confesarte esta pasión colgada de los años idos.
De niño agonizaba endiablado
dibujando historias en faldas de tías encendidas.
La prima hundía la rodilla en mi pecho de palomo
y el viento nos empujaba a la inocente humedad.
Música acuática por las sábanas a la hora de rememorar.
Una cíclope me enseñó a leer la voz de los muertos,
de su boca probé la miel de la desilusión,
juntos parimos un aluvión de dudas.
Tiembla la alcoba,
me hundo en tu ombligo,
flor que limpia tantos pecados.



VII



Succionar los delicados rayos que explotan de su blusa,
por ello fallezco y vivo.
Lactancia de luz,
para esto viviré hasta la consumación de los números.
Bebetoria de fuentes que arranco a la más pura noche.
La almohada no entiende al gallo
y éste muchos menos los primeros rayos.



VIII



Mujer atravesada por el cansado refugio de la noche.
Yo lavo los pies al deseo.
Mujer comiéndole las uñas al firmamento.
Yo busco en el ombligo el origen de la inspiración.
Mujer antena parabólica.
Yo bebo leche de las colinas.
Mujer trazando una línea recta al pasado.
Yo sermoneo a los secuestradores de las promesas no cumplidas.
Mujer que al final de los tiempos
ganará conmigo la carrera del salmón.



IX



Parecida a nada, idéntica a mi exceso,
novia de mis luces,
no habrá muerte mayor que ésta,
ritual que la vida provocó para no estar sola.

Voy en ti, voy en mí,
van los luceros que nacen maduros,
vamos aferrados a la sentencia de fallecer cantando.



X



Esconde esta promesa en la selva aquella.
Guárdala bajo siete troncos.
Cuida que los grillos no coman su olor a cielo.
Ponle encima el ojo amoroso de los abuelos.
Déjale agua para su raíz que silba.

A mi regreso la quemaremos juntos,
secreto que los gorriones se llevarán a la tumba.



XI



En pleamar, mi boca no se cansa de beber enloquecida
(luna de mirada sangrante.
Aquí el ballenato arranca su piel,
se hinca ante lo maravilloso del azul rabioso.
Aquí nadie viene con panderetas y tambores.
Aquí un bullicio de pedrería baja,
un bullicio de cardumen sube hasta ser aureola,
Corte de la mujer que tropezó conmigo.
Ella no se da cuenta,
acaba de dar a luz soles gemelos.



XII



“Como un camino que se pierde
en otro continente.”
CÉSAR MORO

De la mañana a la noche soy puerta
a la selva muerta de tu sombra.
De la noche a la mañana soy maceta
sosteniendo el liquen nervioso de tu saliva.
Y soy trompeta de jazz despidiendo el rostro sudoroso
(de mi viejo y su serrucho.
Y soy careta de ángel vomitando en las aceras del ruido.
Y soy nuestros cuerpos.
Y soy laberinto huyendo.
Y soy nuestra sed en el camino borrado de los días.



XIII



Rastro de ardillas en tu sueño soy.
Oleaje de sangre cuando la dulzura abre tu boca
para dejar salir las dudas en tropel.

Esta madrugada, con los ojos desorbitados,
la luna se atragantaba en el estanque infantil.



XIV



Me desparramo como pez sin memoria
sobre el tapete azul de tu pecho gaviota.
No valen adjetivos en este caer
sobre el viejo imán robado al futuro.
Con tu mano de franela decoras los rincones,
los escondrijos donde he sembrado
el trigo de la libertad,
la avena de lo desigual, pero amado.

Me desparramo en líneas incandescentes
sobre lo que esta pasión
ha llamado otro sentir los astros del camino,
otro vivir acercándonos,
otro escaparse por otra ruta.
Me desparramo en fuego, en tormenta de sueños,
en besos,
en nostalgia de lo andado.



XV



Te han llamado rosa nocturna
y los jardineros mueren de hambre.

Te han llamado moneda de tiempos de la alegría,
fruta exótica en manos quintuplicadas,
pan de los ángeles.
Te han llamado bruja, luna lunera,
pero nosotros,
danzantes de tu sombra
te bautizamos hoguera.








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