GARA 2005-10-17

 

1- ¿ San Mames, patrimonio de todos?

Si es verdad lo que dice uno de los más insignes historiadores de nuestro siglo, que los grados de ilustración y riqueza de los pueblos se manifiestan y deben apreciarse por el número y grandiosidad de sus monumentos públicos modernos y por los que han sabido conservar de la antigüedad, a Bilbao este dicho u opinión le coloca por lo más bajo de la escala de la inteligencia y de los recursos pecuniarios». Así se expresaba Juan E. Delmas, en 1886, a propósito del desmantelamiento del viejo puente de San Antón el que figura en los escudos de Bilbao y del Athletic, acaecido cuatro años antes. Más indignado se mostraba el siempre morigerado Trueba en un artículo de 1882, que dada su dureza, El Noticiero Bilbaino se resistió a publicarlo: «Si el puente de San Antón se arrasa día llegará en que este arrasamiento sea en la historia de la villa un verdadero padrón de ignominia para los bilbainos de la generación actual y sobre todo para los capitulares que lo decretaron o consintieron. Ese puente que tiene como una especie de consagración histórica, heráldica y municipal en el escudo de la villa que será más lógico hacer pedazos como si fuera el de un pueblo bastardo y confeso de traición en el momento en que desaparezca el puente que campea en él». Llovía sobre mojado, porque en 1866 los ediles habían permitido la demolición de la histórica torre de Zubialdea. Este edificio, anterior a la fundación de la Villa, fue escenario de cruentos sucesos medievales; en 1358 el infante D. Juan de Aragón pereció a manos de los sicarios del rey D. Pedro I el Cruel, en presencia y por mandato de éste, y dos años antes Juan de Avendaño tuvo el mismo fin por orden de D. Tello. «No acertamos a discurrir la causa que fecundiza ocultamente el germen de destrucción en un pueblo que siempre se ha distinguido por sus valientes creaciones», escribía el periodista madrileño Lorenzo F. de Moñiz, en alusión al inminente derribo de San Francisco de Bilbao. El convento, edificado a partir de 1501, fue destruido en 1859 y la iglesia, la mayor de Bizkaia en 1866. En 1817 había sido abatida la torre de Santiago. Estas construcciones, sin parangón en la Villa, fueron arrumbadas a pesar de la protesta de los intelectuales locales. En medio de la ignorancia general, podía más el empuje de los logreros. Pasado siglo y medio esa falta de sensibilidad, que se prodigaba en tiempos decimonónicos, perdura en la idiosincrasia bilbaina. De ahí la actitud de algunos conspicuos seguidores rojiblancos, que rechazan la publicidad en las camisetas o la equipación para la UEFA propuesta por Darío Urzay porque según ellos «la camiseta forma parte de la filosofía» (sic), y en cambio son decididos partidarios del 'nuevo campo'. ¿Cabe mayor incoherencia? San Mamés, inaugurado en 1913, es muy anterior a la llamada 'filosofía', que surge al filo de los años cincuenta; y tan antiguo como la camiseta rojiblanca que fue usada antes por teams ingleses desde 1867; incluso después de 1910 continuaron utilizándose las camisolas blanca y albiazul de los inicios. Tampoco el nombre del equipo es privativo; hubo muchos Athletic Club que le precedieron. En símbolos, lo único original que tiene el Athletic es el campo y el himno. (Hace 90 años, el escudo del Athletic y el de la 'sucursal' de Madrid eran idénticos, si exceptuamos el tajado, que incluía el blasón de las respectivas villas; los madrileños se han mantenido más fieles al diseño primigenio). San Mamés es algo más que césped, hormigón armado, asientos de plástico, etc., pues constituye una muestra de lo que se denomina patrimonio inmaterial o patrimonio intangible; es un «legado integrado por las obras colectivas que emanan de una cultura y se basan en la tradición», en definición de la U.N.E.S.C.O. recogida en el acta de la Convención para la Salvaguarda del Patrimonio Cultural Inmaterial (París, 2003) Como todo proceso de recreación colectiva, es una herencia viva un valor del presente, algo que hacemos día a día, transmitida de generación en generación por todos los seguidores del Athletic desde 1913. San Mamés supone una parte muy significativa de la memoria colectiva de los vizcainos, en cuanto a vivencias deportivas se refiere. Los anglosajones denominan heritage site a estos lugares. En abril de 2000 el estadio Maracaná de Rio de Janeiro, fue declarado 'patrimonio histórico' por el Consejo Consultivo del Instituto de Patrimonio Histórico Nacional de Brasil, para salvaguardarlo de la voracidad de grupos privados que pretendían demolerlo. El Ayuntamiento de Bilbao, la Diputación Foral y la Consejería de Cultura, deberían asumir la defensa de este patrimonio, tan digno de ser conservado como el arqueológico y más vulnerable si cabe, porque no hay concienciación al respecto. En el artículo citado, remachaba Antonio de Trueba: «La colectividad municipal y sobre todo los ciudadanos que han recibido el honroso encargo de representarla, deben, necesitan estar muy por encima del vulgo que llama feos a los monumentos ennegrecidos por el tiempo y santificados por los recuerdos históricos» (Š) y no dejarse imbuir por otros intereses, difíciles de cohonestar con lo que debiera ser una recta administración pública, sobre todo en Bilbao, donde añadía el escritor encartado «aún hay gentes que pertenecen al número de las muchas que creen que lo presente nada debe a lo pasado».

 

 

2- Por el arco de San Mames

 

Cuando en 1950 la Directiva presidida por Enrique Guzmán tomó las riendas del Athletic, convocó un concurso de ampliación y reforma de San Mamés; ganó el equipo equipo formado por los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar (Donosti, 1911), Ricardo Magdalena Gayán y Carlos de Miguel González (Madrid, 1904-1986), y el ingeniero Carlos Fernández Casado (Logroño, 1905-Madrid, 1988). Entendían los autores del proyecto de 1951 que la tribuna era la pieza clave del conjunto, y su importancia había de ser tal, que dominara y definiese toda la parte arquitectónica del futuro campo. Querían hacer ajustándose a las limitaciones económicas del Club algo original y audaz: construir la cubierta de hormigón armado más grande del mundo. En EE. UU. los angares para aviones B-52 en Lake City y Limestone tenían 104 metros de luz libre, y la cubierta del estadio de Montgomery 114 metros de luz teórica, pero rebajada a 87 por dos apoyos intermedios. En Europa el hangar de Marignane (Francia) sólo tenía 101,50 metros. Las empresas constructoras que comparecieron al concurso de obra no querían pillarse los dedos (sólo el andamio empleado en Limestone costó cien mil dólares) y presentaron unos presupuestos más elevados que los anticipados en el proyecto. El Club pidió también bajar el borde delantero de la cubierta para evitar que en días desapacibles de viento y lluvia se mojasen los espectadores de la tribuna alta. Se imponía la 'solución metálica', que en principio habían descartado los autores, a causa de las dificultades en el suministro de materiales. [En los primeros años de la posguerra hubo problemas en el abastecimiento de cemento, hierro, etc.] Las conexiones personales de miembros de la Directiva con Altos Hornos de Vizcaya, S.A. permitieron subsanar todos los inconvenientes. En la construcción de la nueva tribuna se emplearon 360 toneladas de hierro y 3.800 de cemento, junto a 6.000 metros cúbicos de arena y 10.000 de gravilla de caliza. Se obtuvo un hormigón de gran resistencia y magnífico aspecto externo, que permitió incluso el abujardado directo de toda la fachada. El proyecto inicial consistía en una superficie cilíndrica de losas curvas de hormigón armado, apoyadas sobre arcos del mismo material, estribados en los muros de costado de la tribuna; posteriormente se modificó en dos arcos atirantados apoyados en los mismos, desde los que cuelga una cubierta plana inclinada hacia fachada. El tablero de la techumbre está dispuesto en vigas transversales cada seis metros, con tres puntos de sustentación: dos intermedios sobre los tirantes y una extremidad empotrada en los pilares de fachada. Los arcos, de 115 metros de luz, soldados a los elementos fundamentales de la cubierta, forman pareja arriostrados por cruces de San Andrés, distanciándose 6,60 m. Son arcos atirantados, apoyados en los extremos mediante articulación fija en uno y de libre deslizamiento en el otro. Todos los elementos son de sección rectangular. Las obras empezaron el 23 de enero de 1952; en mayo, una vez jugados los encuentros de Copa, comenzó la obra en toda su amplitud con el derribo de la tribuna, pues mientras hubiera partidos se fijó como premisa interferir lo menos posible en las localidades de la vieja tribuna y preferencia, y al inicio de la Liga habilitar, como mínimo, los asientos de la nueva preferencia y tribuna baja. La actual tribuna principal una innovación en aquella época y la más grande de Europa en su género se inauguró oficialmente en mayo de 1953. Era la primera vez que se empleaba la tipología de arco o bowstring en una estructura deportiva. En su realización en condiciones meteorológicas extremas, que entorpecieron y retardaron los trabajos, intervinieron varias empresas bizkainas: Basconia, S.A. de Basauri, que ejecutó la estructura metálica; el montaje lo llevó a cabo la Sociedad Ibérica de Montajes Metálicos, S.L., de Bilbao; y la constructora Isidro Castellanos, S.A. efectuó el resto de la obra. Hasta la inauguración del Guggenheim, sólo dos obras nuestras: el Puente 'Vizcaya', de Ferdinand Arnodin y Alberto de Palacio, y la tribuna de San Mamés, aparecían en las grandes publicaciones internacionales de historia de la Construcción; no había más citas bilbainas, ni vizcainas siquiera, en las obras de referencia. Si alguien pretendiese la destrucción en Bilbao de una obra en caso de que la hubiera, de Gaudí o Eiffel, originaría un escándalo mayúsculo pues se trata de dos celebridades; el arquitecto Domínguez Salazar y el ingeniero Fernández Casado, que volvieron a colaborar en otra instalación deportiva, el Picadero cubierto de la Real Sociedad Hípica Club de Campo de Madrid también son dos grandes constructores del siglo XX. A la inmensa mayoría de la gente estos nombres no les dicen nada, como tampoco les suenan los de Aalto o Nervi. La tribuna de preferencia de San Mamés, llamada principal, es un bien de interés cultural por su valor histórico, artístico, técnico y social por lo tanto merecedora de protección y defensa, que debe ser calificada e inventariada en la categoría de monumento. Desde las instancias oficiales: Ayuntamiento, Diputación Foral y Gobierno Vasco se deberían adoptar las medidas cautelares necesarias, amparándose en el artículo 2º de la Ley 7/90 de Patrimonio Histórico-Artístico, de Regulación del Patrimonio Cultural Vasco, para incoar la tramitación del expediente de calificación.

 

 

3- Un nuevo San Mames de siempre

 

En el programa electoral de la candidatura de Fernando Lamikiz para las elecciones de 2004, se expresa que «el Club necesita un nuevo campo a fin de: .Modernizar sus instalaciones .Mayor comodidad para socios y aficionados .Atender las peticiones de ingreso de nuevos Socios Facilitar el acceso de la juventud al fútbol.» Para abordar esas mejoras, y las que proponía Ugartetxe: «agrupar a las familias, a los amigos, hacer una grada joven, hacer acceso para minusválidos y palcos vips a un precio muy superior para empresas» e incluso «el rejuvenecimiento de la masa social, incremento de localidades o entradas más baratas para niños», no se precisa construir un campo nuevo, basta con una reforma integral de San Mamés. El 'nuevo campo', pensado para medrar, no ha hecho más que mermar. En 1997, en tiempos de Arrate, se necesitaba 'un estadio multiusos y polifuncional' para 60.000 espectadores; en 2003, con el proyecto de Ugartetxe, se había reducido la capacidad a 55.000. La media de asistentes a San Mamés en los últimos años, no supera los 35.000 aficionados. Un campo de 55.000 espectadores con poco más de media entrada ofrece un aspecto desolador. Recuerdo a un tifosi de 'la Juve' que vino a Bilbao para ver a su equipo en un partido de la Champions; le encantó el ambiente de 'la Catedral' y quería un campo igual para Turín. (La Juventus juega en Delle Alpi, con un aforo para 69.000 personas, aunque sólo acudió una media de 34.365 en la temporada 2003-04) Antes de la semifinal copera de 2005 contra el Betis, la última vez que, de verdad, se abarrotó San Mamés, fue el 15 de mayo de 1998, cuando el Athletic se jugó la clasificación para la 'Champions' contra el Zaragoza. En ocasiones se agota el papel, pero no hay llenazo porque entre un cuatro y un siete por ciento de los socios no asiste a esos partidos. No es necesario hacer un campo nuevo para atender la demanda, se puede paliar con el sistema de reventa, puesto en práctica hace más de cinco años por el Unicaja de Málaga y el F. C. Barcelona, e imitado por otros equipos. El socio avisa de su intención de no asistir a uno o varios partidos; la anulación se realiza en las oficinas de Ibaigane, por medio del móvil, cajero automático o correo electrónico; el club pone a la venta su localidad y en la temporada siguiente cuando renueva el carné, se le descuenta el dinero que ha obtenido (el 50% del precio en taquilla), siempre que la suma no supere la mitad de la cuota anual. Esta medida, tendente a flexibilizar el compromiso económico del socio y aumentar los ingresos del club y la afluencia de aficionados al campo, fue aprobada en la asamblea del 18 de octubre de 2003, pero con el peculiar vade retro de Lamikiz a todo lo relacionado con la anterior Directiva, ha sido desestimada por la actual. Derribar un campo que se puede remodelar, para levantar otro al lado, no tiene sentido; mucho menos erigirlo en Zorrotzaurre. En la actualidad San Mamés está mejor comunicado que nunca; la boca de metro, la estación de tren de cercanías y las paradas de Bilbobus y tranvía, se hallan al lado de las puertas de acceso; todavía hace una década, los aficionados de la margen derecha teníamos que ir andando desde el apeadero de la Universidad de Deusto, y desde la estación de Olabeaga los de la margen izquierda. Antes, los espectadores de la general sobre todo los chavales íbamos al campo con dos horas de anticipación, para coger sitio; incluso algunos 'audaces' se subían a los contrafuertes de la grada para divisar mejor el terreno de juego. Por supuesto, el partido se veía de pié; y era tal la avalancha de gente a la salida, que recuerdo haber bajado más de una vez la escalera del vomitorio de acceso sin apenas pisar los peldaños de la misma. Ahora se tiende a reducir el número de espectadores en los estadios, pero se aumenta la comodidad; todas las localidades son de asiento. Aunque en algunos campos por ejemplo, San Mamés hay que estar codo con codo y hombro con hombro. En los estadios nuevos o reformados, vemos que ya no se pone a prueba la paciencia y el confort de los aficionados. Ha mejorado el diseño de los asientos y ampliado la separación entre ellos; los pasillos y accesos a los vomitorios son más anchos y el desalojo se realiza de manera rápida y ordenada. Cosa que no sucede en 'la Catedral', pero que se puede corregir. La tribuna Este de San Mamés fue el colmo de la chapucería, un error de la Directiva y un horror técnico; una solución rápida y 'barata' pero obsoleta desde el momento de su construcción. Hay que desmantelar ese bodrio y construir una tribuna que una gol norte y gol sur, en tres niveles de graderío, como la nueva del Betis y de algunos estadios modernos de Japón y otros países. Con cabinas de radio y televisión en la grada y cafetería, restaurante, tienda oficial, taquillas, etc., en los bajos. Se puede habilitar un parking bajo el terreno de juego, como se hace en EE.UU., pero encarecería las obras; sería más factible un gran aparcamiento subterráneo en los terrenos de la antigua Feria de Muestras, donde Bilbao Ría 2000 tiene previsto construir dos torres de viviendas. Es posible una reforma integral de San Mamés; un campo de 50.000 espectadores y con localidades para jóvenes, personas mayores o de movilidad reducida; dotado de los medios más modernos ascensores, calefacción, servicios, etc. y de seguridad: materiales ignífugos, pavimentos anti-deslizantes, que dejarían como nuevo nuestro viejo y querido San Mamés de siempre.

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