LA PROFECÍA DEL ARQUITECTO RAMÍREZ

 

Hace varias décadas Pedro Ramírez Vázquez, entonces Secretario de Asentamientos Humanos y Obras Públicas de México, pronosticó la incidencia de la televisión en el devenir del fútbol: "Aun en las capitales extraordinariamente pobladas y con gran afición futbolística, los estadios sólo consiguen llenarse en muy pocos eventos. Es por ello previsible que, en la medida que la televisión vaya teniendo mayor desarrollo, los estadios tenderán a ser de menor capacidad".

 

El tiempo se ha encargado de darle la razón al gran arquitecto mejicano, autor del imponente Estadio Azteca de Mexico D.F., escenario de dos finales de la Copa del Mundo. Aumenta la población y al parecer crece la afición al fútbol, pero sin embargo disminuye el número de asistentes a los campos. En Madrid, los estadios del Manzanares y Bernabeu tienen ahora menos capacidad que en 1970, cuando el número de habitantes de la capital española y su zona de influencia, era la mitad del actual. Analicemos el caso de los 'colchoneros'. Hace cuarenta años, en su viejo Metropolitano, 'metían' 70.000 personas (en todos los campos buena parte de las localidades eran de pié y los graderíos de 'goma'); en 1966 inauguraron el Manzanares –para 73.000, la mayoría sentados– que no se llenaba casi nunca. Tras las obras de reforma –estaba, además, afectado de aluminosis– caben 55.000 espectadores, pero rara vez se agota el billetaje. Acuciados por las necesidades económicas se van a trasladar al estadio de La Peineta, de la Comunidad de Madrid, aún con menor aforo.

 

La buena marcha de los equipos no siempre suscita una mayor afluencia de aficionados a los campos. Hace cuarenta años, en el viejo Riazor, entraban 45.000 personas; en aquél tiempo el Deportivo de la Coruña era un equipo de los llamados 'ascensores', que una temporada subía y a la siguiente bajaba. Desde los años 90 el 'Depor' protagoniza la época más gloriosa de su historia; no obstante, su nuevo estadio tiene menos aforo que el antiguo, y La Coruña el doble de habitantes que entonces. Otro tanto cabe decir del Celta, que no llenaba Balaídos ni en los partidos de Champions League. El caso del ahora denominado Manuel Ruiz de Lopera responde más a un intento de satisfacer el faraonismo del presidente verdiblanco y a liberar al 'beticismo' del complejo por el campo del eterno rival. El remodelado estadio del Betis, aún a falta de una tribuna de gol nueva, todavía no se ha llenado.

 

Incluso los socios o abonados que tienen la entrada pagada no siempre acuden a presenciar los partidos. La Directiva del F. C. Barcelona, que cuenta con 105.000 socios, ensaya métodos yanquis de animación para atraer a los más remisos. Estos actos festivos desagradan a un sector de socios veteranos; les parece que Laporta "ha convertido al Barça en un circo". Lo mismo sucedería en Bilbao. La pasada temporada 2003-04, en el partido frente al Athletic, no llegaban a 58.000 los espectadores del Nou Camp.

 

El mundillo del fútbol pasa por un periodo de recesión. Esta tendencia es general desde hace muchos años en otros países europeos; el profesor británico Ch. Cobb afirmaba en 1982: "La afición inglesa al fútbol está cambiando; al haber un mayor nivel de vida, la gente ya no soporta la lluvia en el campo tan alegremente, sino que prefiere ver los partidos por televisión o irse de fin de semana por ahí, ya que están cambiando los modos del ocio".

 

Las grandes Ligas han sufrido un retroceso en las cifras de asistentes a los estadios. En la temporada 2003-04 creció un 11% en Alemania; sin embargo, en el encuentro de la Bundesliga entre el Bayern y el Werder Bremen –partido cumbre– de este año, sólo había media entrada en el Olímpico de Munich. El Olímpico romano, que es compartido por la Roma y la Lazio, tiene una capacidad para 82.777 espectadores; durante la temporada 2003-04 el estadio sólo registró una media de 46.458 incondicionales del equipo rossonero y 49.341 de la escuadra rival.

 

La media de espectadores en San Mamés también decae de forma gradual; en la temporada 1999-00 fue de 34.474; durante la 2002-03 bajó a 34.151; y en la siguiente sólo 32.579. ¿Para qué construir un campo de 55.000 localidades? Los equipos tienen un techo y es contraproducente jugar en estadios con muchos asientos vacíos; es lo que le pasa, por ejemplo, al Espanyol en el Lluis Companys, que compite en un ambiente desangelado. Los macro-estadios ya no tienen sentido. El reto que ahora deben afrontar los clubes no es tanto el de atraer más espectadores sino el de conservar los que ya tienen, ofreciendo mayor comodidad y nuevos servicios. Hace más de un cuarto de siglo ya lo previó el citado arquitecto Ramírez:

 

"Ahora, ante las nuevas perspectivas de los sistemas electrónicos, seguramente los estadios serán proyectados para otras capacidades, con varias pantallas gigantes para que el espectador tenga opción, en el mismo estadio, de observar el detalle y la repetición de las jugadas importantes. Estas nuevas posibilidades permitirán a los asistentes de los futuros estadios tener la máxima percepción del juego y compartir el colorido, la pasión y la atmósfera de competencia que sólo se logra con la participación comunitaria en la convivencia del estadio".

 

Si los clubes de fútbol, que han vendido su alma al diablo (diablesa en este caso), no se acomodan a la nueva coyuntura, los aficionados optarán por quedarse en su casa o en el bar.

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