POR EL ARCO DE SAN MAMES
Cuando en 1950 la
Directiva presidida por Enrique Guzmán tomó las riendas del Athletic, convocó
un concurso de ampliación y reforma de San Mamés; ganó el equipo equipo formado
por los arquitectos José Antonio Domínguez Salazar (San Sebastián, 1911),
Ricardo Magdalena Gayán y Carlos de Miguel González (Madrid, 1904-1986), y el
ingeniero Carlos Fernández Casado (Logroño, 1905-Madrid, 1988).
Entendían los autores del proyecto
–de 1951– que la tribuna era la pieza clave del conjunto, y su importancia
había de ser tal, que dominara y definiese toda la parte arquitectónica del
futuro campo. Querían hacer –ajustándose a las limitaciones económicas del
Club– algo original y audaz: construir la cubierta de hormigón armado más
grande del mundo. En EE. UU. los hangares para aviones B-52 en Lake City y
Limestone tenían 104 metros de luz libre, y la cubierta del estadio de
Montgomery 114 metros de luz teórica, pero rebajada a 87 por dos apoyos
intermedios. En Europa el hangar de Marignane (Francia) sólo tenía 101,50
metros.
Las empresas constructoras que
comparecieron al concurso de obra no querían pillarse los dedos (sólo el
andamio empleado en Limestone costó cien mil dólares) y presentaron unos
presupuestos más elevados que los anticipados en el proyecto. El Club pidió
también bajar el borde delantero de la cubierta para evitar que en días
desapacibles de viento y lluvia se mojasen los espectadores de la tribuna alta.
Se imponía la 'solución metálica', que en principio habían descartado los
autores, a causa de las dificultades en el suministro de materiales. [En los
primeros años de la posguerra hubo problemas en el abastecimiento de cemento,
hierro, etc.] Las conexiones personales de miembros de la Directiva con Altos
Hornos de Vizcaya, S.A. permitieron subsanar todos los inconvenientes. En la
construcción de la nueva tribuna se emplearon 360 toneladas de hierro y 3.800
de cemento, junto a 6.000 metros cúbicos de arena y 10.000 de gravilla de
caliza. Se obtuvo un hormigón de gran resistencia y magnífico aspecto externo,
que permitió incluso el abujardado directo de toda la fachada.
El proyecto inicial consistía en una
superficie cilíndrica de losas curvas de hormigón armado, apoyadas sobre arcos
del mismo material, estribados en los muros de costado de la tribuna;
posteriormente se modificó en dos arcos atirantados apoyados en los mismos,
desde los que cuelga una cubierta plana inclinada hacia fachada. El tablero de
la techumbre está dispuesto en vigas transversales cada seis metros, con tres
puntos de sustentación: dos intermedios sobre los tirantes y una extremidad
empotrada en los pilares de fachada. Los arcos, de 115 metros de luz, soldados
a los elementos fundamentales de la cubierta, forman pareja arriostrados por
cruces de San Andrés, distanciándose 6,60 m. Son arcos atirantados, apoyados en
los extremos mediante articulación fija en uno y de libre deslizamiento en el
otro. Todos los elementos son de sección rectangular.
Las obras empezaron el 23 de enero de
1952; en mayo, una vez jugados los encuentros de Copa, comenzó la obra en toda
su amplitud con el derribo de la tribuna, pues mientras hubiera partidos se
fijó como premisa interferir lo menos posible en las localidades de la vieja
tribuna y preferencia, y al inicio de la Liga habilitar, como mínimo, los
asientos de la nueva preferencia y tribuna baja. La actual tribuna principal
–una innovación en aquella época y la más grande de Europa en su género– se
inauguró oficialmente en mayo de 1953. Era la primera vez que se empleaba la
tipología de arco o bowstring en una
estructura deportiva. En su realización –en condiciones meteorológicas
extremas, que entorpecieron y retardaron los trabajos–, intervinieron varias
empresas vizcainas: Basconia, S.A. de Basauri, que ejecutó la estructura
metálica; el montaje lo llevó a cabo la Sociedad Ibérica de Montajes Metálicos,
S.L., de Bilbao; y la constructora Isidro Castellanos, S.A. efectuó el resto de
la obra.
Hasta la inauguración del Guggenheim,
sólo dos obras nuestras: el Puente 'Vizcaya', de Ferdinand Arnodin y Alberto de
Palacio, y la tribuna de San Mamés, aparecían en las grandes publicaciones
internacionales de historia de la Construcción; no había más citas bilbainas,
ni vizcainas siquiera, en las obras de referencia. Si alguien pretendiese la
destrucción en Bilbao de una obra –en caso de que la hubiera–, de Gaudí o
Eiffel, originaría un escándalo mayúsculo pues se trata de dos celebridades; el
arquitecto Domínguez Salazar y el ingeniero Fernández Casado, –que volvieron a
colaborar en otra instalación deportiva, el Picadero cubierto de la Real
Sociedad Hípica Club de Campo de Madrid– también son dos grandes constructores
del siglo XX. A la inmensa mayoría de la gente estos nombres no les dicen nada,
como tampoco les suenan los de Aalto o Nervi. Domínguez Salazar, que aún vive,
construyó también el edificio de oficinas de Firestone, en Galdakano (1967).
La tribuna de preferencia de San
Mamés, llamada principal, es un bien de interés cultural por su valor
histórico, artístico, técnico y social –por lo tanto merecedora de protección y
defensa–, que debe ser calificada e inventariada en la categoría de monumento.
Desde las instancias oficiales: Ayuntamiento, Diputación Foral y Gobierno Vasco
se deberían adoptar las medidas cautelares necesarias, amparándose en el
artículo 2º de la Ley 7/90 de Patrimonio Histórico-Artístico, de Regulación del
Patrimonio Cultural Vasco, para incoar la tramitación del expediente de
calificación.