Otra
vez Jefferson Pérez
Susana Klinkicht
Una
vez más, el marchista cuencano Jefferson Pérez ha dado una
inmensa alegría a su país, al ganar la medalla de oro en
el Mundial de Atletismo de Helsinki. Y una vez más, el
atleta tuvo que soportar con estoicismo un fenómeno que ya
le resulta habitual, aunque no ha dejado de dolerle: la
gente no creía en la posibilidad del triunfo, a pesar de
haber demostrado tantas veces su voluntad para ganar. Una de
las consecuencias de esta incredulidad fue que, también una
vez más, la carrera tuvo que ser seguida por los más fanáticos
a través de la Internet. Al parecer, ningún canal se
esforzó por conseguir una transmisión televisiva.
Luego,
la gente volvió a preguntar por la fórmula que convierte a
Pérez en el mejor atleta ecuatoriano de todos los tiempos.
No se trata de una ecuación matemática que se pueda
calcular. Pero, a más de los entrenamientos, con todos sus
aspectos adicionales de cuidado físico y psíquico, el
secreto debe estar en su perseverancia.
Una
muestra de ello la dio el 11 de mayo pasado, en China,
cuando tuvo un fracaso tan rotundo que hubiese sido
comprensible si colgaba los zapatos: llegó 12 minutos después
del ganador, el australiano Nathan Deaker, a pesar de que,
en el kilómetro 15 prácticamente se había derrumbado.
Pero continuó marchando allí y en Colombia, donde ganó
después de lesionarse en los entrenamientos en Arequipa.
Este
campamento peruano también encierra una clave de su éxito:
acostumbrado como está ya a las comodidades, en esa ocasión
demostró a sus compañeros la humildad que solo tienen las
personas maduras, cuando participó sin chistar en los
quehaceres domésticos.
Hay
que anotar que tampoco ha protestado, como solía hacer de
joven y con razón, por el poco interés que ha puesto el país
en la preparación del equipo ecuatoriano. Su entrenador, o
más bien su asistente, es Manuel Ortiz, un profesor de
colegio que ha sabido entregarse a su tarea y aprovechar la
cercanía del experimentado atleta para aprender, más que
para enseñar. En comparación, el español
"Paquillo" Fernández, segundo en Helsinki, tiene
un presupuesto de 60 mil euros y se queja, seguramente también
con razón. Su entrenador es el campeón Robert Korzeniowski,
el polaco que triunfó cuando Jefferson Pérez sufrió su
amarga derrota en Atenas.
Después
de su triunfo olímpico en 1996 y a más tardar tras el
Mundial de Atletismo en París, hace dos años, los
dirigentes y gobernantes hicieron serios propósitos de
enmienda, pero no han logrado dar forma permanente a su
respaldo al atletismo. Tal como sucede en los demás ámbitos
de la vida del Ecuador, también aquí falta
institucionalidad.
Ni
siquiera se ha logrado sacar provecho de la fama que ha
adquirido Jefferson Pérez para atraer a los atletas,
aficionados y fanáticos del mundo a este país y a su
ciudad. El inacabado centro de alto rendimiento ha sido
visitado desde entonces por ministros y presidentes, el último
fue Lucio Gutiérrez, pero las promesas de convertir al
elefante blanco, en trance de convertirse en ruina, en un
lugar de entrenamiento privilegiado, permanecen incumplidas.
E-mail: susanak@etapa.com.ec
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