La
tregua de cristal
Juan Dufflar Amel
No sin fundados temores e
incertidumbre de la población se lleva a cabo en el Líbano la implementación
de la tardía Resolución 1701 del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, que
aprobó el cese de hostilidades entre el ejército sionista y las milicias de
Hezbolá.
Tras sostener durante 33 días
su criminal guerra de agresión, Israel inició el lento retiro de los 20 mil
soldados desplegados en el sur libanés, dejando tras sí un desolador panorama
de miles de muertos y heridos y un país parcialmente en ruinas.
Los frágiles y quebradizos
pilares que sustentan la mediatizada resolución del Consejo muestran, una vez más,
su incapacidad para hallar una solución inmediata, justa y definitiva a los
sangrientos conflictos en el Oriente Medio.
Su pasividad ante la masacre
perpetrada contra la población civil libanesa es expresión de su larga
historia de laxitud, parcialidad, mal uso y abuso del poder de veto de Estados
Unidos en su seno, que han minado la confianza y la credibilidad en el órgano
de la ONU, “cuya responsabilidad primordial es el mantenimiento de la paz y la
seguridad mundial”.
La Resolución 1701, acogida
con beneplácito por Washington y Tel Aviv, que la consideran “una victoria
militar y diplomática”, indica hacia qué lado el Consejo de Seguridad inclinó
la balanza de la justicia y del derecho internacional.
De forma explícita ella
responsabiliza a Hezbolá, y no a Tel Aviv, de ser el causante de la agresión
militar sionista contra el Líbano, y demanda la liberación incondicional de
los dos soldados capturados por las milicias libanesas chiítas, sin solicitar a
cambio la de los centenares de prisioneros libaneses en las cárceles israelíes.
En velada referencia a la
ilegal ocupación israelí, de las Granjas de Sheeba, en el Líbano meridional,
difiere su evacuación para futuras negociaciones entre las partes en conflicto.
En el espíritu de su letra y
su contenido, la Resolución 1701 es una ampliación de la 1559, adoptada en el
2005, que exigió la retirada del Líbano de los efectivos sirios que
garantizaban la seguridad territorial y el desarme de las milicias de Hezbolá,
favoreciendo los intereses israelo-norteamericanos en la región.
De hecho, está destinada a
lograr lo que Tel Aviv no consiguió con las armas: desarmar a la resistencia
para dejar al Líbano indefenso.
A ello se deben los cantos de
sirena del presidente norteamericano, George W. Bush, y los del primer ministro
israelí, Ehud Olmert, alegando un gran triunfo. Nada más alejado de la
realidad.
En su ofensiva militar contra
el País de los Cedros, Israel ha sufrido una derrota militar, política y
moral, ya que no logró uno de sus objetivos fundamentales: aniquilar a las
milicias de Hezbolá, que acrecentaron su prestigio y el de sus dirigentes ante
el pueblo libanés y el mundo árabe.
“Hezbolá forma parte del ejército
libanés”, ha afirmado recientemente Emile Lahud, el presidente del Líbano.
El mito de la
“invencibilidad” del ejército sionista ha quedado en total descrédito. Sus
bajas mortales superan los 150 efectivos y 450 el número de sus heridos entre
oficiales y soldados, lo que es considerado una tragedia nacional.
Las ciudades israelíes han
sido impactadas por cohetes Katiuska, y sintieron por vez primera el rigor de
los efectos de una guerra en su propio territorio.
Olmert es hoy objeto de
virulentas críticas por su errónea conducción de las operaciones militares en
el Líbano, lo que ha creado una situación de desacierto e inseguridad a su
gobierno.
En medio de un precario cese
el fuego, 15 mil efectivos del ejército libanés y otro número igual de las
fuerzas de contención de la ONU han empezado a ocupar posiciones en el sur
libanés para tratar de garantizar el cese de las hostilidades.
Pero la actual situación en
el Líbano continúa rodeada del peligro de nuevos enfrentamientos armados
mientras Israel no se retire incondicionalmente de todos los territorios árabes
ocupados en Palestina, Siria y el País de los Cedros, demanda que las
resoluciones del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas han reiterado sin éxito
alguno, desde 1967; única solución para el logro de la paz en el Oriente
Medio.
Ver además:
Líbano
-> Sobre
la reconstrucción de Líbano
Rafael Morales
-> Rabia
y dolor en el Líbano
Angel Palacios y Eduardo Viloria
->
Libano: Ensayo general
para Irán
Seymour M. Hersh
-> Israel
bombardeo la ciudad libanesa de Sheeba
-> LA
GUERRA LIBANESA-ISRAELÍ ESCINDIÓ LA UNIDAD DEL
MUNDO ÁRABE
Víctor Litovkin
->
AI acusa a Israel de
perpetrar "crímenes de guerra" en Líbano
Kyra Núñez
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Nota de/para los amigos que me escriben:
De: Andrés Gómez, director de Areítodigital
Asunto: Artículo
COMO SI FUERAN LOS DUEÑOS DE CUBA
23 de agosto del 2006
Miami.- Siguen
lloviendo declaraciones inquietantes sobre Cuba por parte del gobierno de
Estados Unidos. Éstas no auguran
nada bueno para el presente y el futuro de las relaciones entre ambos países.
De manera altamente irresponsable la Administración Bush continúa
groseramente inmiscuyéndose en los asuntos internos de Cuba violando su soberanía,
así como también, los preceptos del derecho internacional que rigen las
relaciones entre los Estados, amenazando, además –como señala la Declaración
“La soberanía de Cuba debe ser respetada”, firmada ya por más de 13 mil
personalidades internacionales de la cultura--, la integridad, la seguridad y la
paz del pueblo cubano.
El más reciente anuncio de otro acto amenazante de agresión es la designación
de un jefe especial de inteligencia o “encargado de misión” (mission
manager), como lo nombra, John Negroponte, director de la Agencia Nacional de
Inteligencia, responsabilizado de obtener información de inteligencia de Cuba y
de Venezuela. Coincide este nombramiento con la decisión del presidente cubano,
de manera provisional, de delegar sus funciones oficiales en el vicepresidente
Raúl Castro. La responsabilidad de este funcionario de inteligencia será
garantizarle a sus superiores informaciones precisas para poder asegurar la
implementación de decisiones y estrategias en la política a seguir con Cuba y
Venezuela.
Es en las más recientes declaraciones de los voceros del Departamento de Estado
en las que se palpa la enorme frustración del gobierno norteamericano con
relación a los acontecimientos teniendo lugar en Cuba. Son esas declaraciones
las que de manera descomedida se entrometen en asuntos que sólo competen al
pueblo y a las autoridades cubanas determinar. Insólitamente,
como si fueran los dueños de Cuba, estos voceros se han dado a la tarea de dar
a conocer los vetos de la Administración Bush sobre qué es y qué no es legítimo
en Cuba, y quién puede o quién no puede gobernar en Cuba.
En su reciente entrevista publicada en el diario Granma, el
vicepresidente cubano, refiriéndose a este tipo de declaraciones sobre Cuba,
las calificó como de “una actitud de bravucón de barrio, y a su vez de gran
estupidez”.
Señalaré algunas de ellas. Por
ejemplo, Sean McCormack, vocero principal del Departamento de Estado, en una
reciente conferencia de prensa de ese departamento, se refirió al cumplimiento
del orden constitucional cubano, al provisionalmente asumir el vicepresidente
cubano las funciones de Jefe de Estado y de Gobierno, como “la imposición de
Raúl Castro” como tal.
A su vez, Tom Casey, segundo de McCormack como vocero del Departamento de
Estado, de manera desfachatada respondió preguntas de periodistas sobre las
recientes declaraciones del vicepresidente cubano de la siguiente manera.
Desarrollando Casey lo que parece ser una sostenida campaña en varios
frentes por parte de la Administración Bush para desprestigiar a Raúl Castro,
Casey se refiere a él como “Fidel´s baby brother”. No
quiso decir Casey con toda intención “el hermano menor”, como es Raúl de
Fidel, sino el “hermano bebé” de Fidel.
Raúl “bebé”… Raúl,
que les ha dado a todos ellos, y a los antecesores de ellos, desde hace 50 años,
veinte millones de vueltas; ahora, los voceros de esta administración lo
quieren representar como un imbécil. Por
que no sólo Casey se refirió a Raúl de esa manera, sino a reglón seguido lo
llamó, “Fidel lite”, o sea, Raúl como la versión “peso pluma” de
Fidel.
Raúl, “peso pluma”… Esto
sería risible sino fuera que esa es la gente que gobierna a este país y
quienes conducen la política guerrerista que ha ocasionado tanta miseria y
destrucción, y la cual le ha costado la vida a decenas de miles de personas,
especialmente civiles inocentes, en Irak, Palestina, el Líbano y Afganistán.
En esa misma reciente conferencia de prensa el vocero del Departamento de Estado
después de reiterar la existencia de los planes del gobierno norteamericano
para “una transición hacia la democracia” en Cuba, y de su manifiesto empeño
para precipitar (hasten) la misma, volvió a referirse al hecho de haber asumido
el vicepresidente cubano temporalmente la jefatura del Estado como la
“imposición de una sucesión dinástica en la Isla”.
Y, además dijo, que dicha situación era inaceptable a Estados Unidos.
Al señalársele por un periodista que en este país ha habido hijos que suceden
en la presidencia a sus padres, Casey contestó, “sí, pero aquí lo hacemos a
través de elecciones libres y limpias”…
Estas respuestas del vocero del Departamento de Estado pretenden establecer que
en Cuba no existe una Constitución --refrendada por el pueblo cubano en libre
elección hace ya 30 años--, en la cual está establecido el orden
constitucional de sucesión a la jefatura del Estado, el cual ha sido cabalmente
cumplido.
Además, ese funcionario también pretende ignorar que ha sido en Estados Unidos
y no en Cuba donde ha habido una sucesión presidencial ilegítima.
¿Es que no le conviene recordar al señor Casey que su jefe, George W. Bush,
además de haber obtenido cientos de miles de votos menos para la presidencia en
las elecciones del 2000 que Albert Gore --que de acuerdo a los patrones que
Estados Unidos pretende imponer al resto del mundo, de por sí hace la elección
de George W. Bush a la presidencia, ilegítima--, sino que, además, el equipo
de campaña del Partido Republicano, bajo la dirección de su hermano, Jeb Bush,
entonces como hoy, gobernador de la Florida, robó miles de votos en este estado
de la Florida lo cual, impúdica e ilegalmente, le permitió a ese señor Bush
apropiarse de la presidencia?
Urge que se establezca una política sensata y justa por parte de Estados Unidos
con Cuba que garantice la integridad, la seguridad y la paz del pueblo cubano.
De nuestras familias en Cuba.
En sus recientes declaraciones, el vicepresidente cubano, Raúl Castro, reiteró
la disposición de Cuba a establecer ese tipo de relaciones con Estados Unidos.
Recordó Raúl un fragmento del Informe Central al Tercer Congreso del
Partido en 1986 sobre este tema: “Cuba, como lo hemos expuesto muchas veces,
no es remisa a discutir su prolongado diferendo con Estados Unidos e ir a la búsqueda
de paz y mejores relaciones entre nuestros dos pueblos […]
Pero ello tendría que ser sobre la base del más irrestricto respeto a
nuestra condición de país que no tolera sombras a su independencia, por cuya
dignidad y soberanía lucharon y se sacrificaron generaciones enteras de
cubanos. Esto será posible únicamente
cuando Estados Unidos se decida a negociar con seriedad y esté dispuesto a
tratar con nosotros con espíritu de igualdad, reciprocidad y el más pleno
respeto mutuo.”
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