La desmesura informativa
Rafael Morales
De manual que cada grupo de poder
defienda sus intereses. Pero un medio de comunicación debe informar, ganando
autoridad y ventas, sobre la base del mayor respeto a los lectores, es decir
proporcionando una información contrastada lo más ajustada posible a la
realidad y una opinión fundamentada aunque lógicamente subjetiva. Esa
autoridad tiende a perderse cuando los intereses económicos de una empresa de
comunicación se superponen de forma exagerada a la información misma, amañándola.
Justo lo que sucede con El País cuando escribe sobre América Latina.
Ya no se trata sólo de Venezuela, el apoyo indirecto al golpe de Estado de
Carmona (en el que estuvo implicado el multimillonario Cisneros), la etiqueta
gratuita de grupos paramilitares para los Círculos Bolivarianos, el empeño
por señalar intenciones totalitarias a un gobierno democrático o el silencio
sistemático sobre logros y reveses del proyecto bolivariano. Con México, más
de lo mismo. Ya antes de que los tribunales electorales dieran el triunfo a
Felipe Calderón, El País publicó una entrevista con el candidato
conservador como si ya fuera el presidente electo, ignorando la exigencia de
la mitad de aquel país según la cual debía contarse “voto por voto” o
el conservador quedaría sin credibilidad democrática. Precisamente lo
sucedido. Ahora arremete contra López Obrador porque desconoce la victoria en
falso de su adversario, dándose el lujo de acusarlo de insensato, populista,
radical y antisistema. Cuando el candidato de centro izquierda sólo se atiene
al cumplimiento de las reglas del juego democráticas que el presidente Fox y
Calderón burlaron con apoyo mediático.
Pero, cuando le conviene, este periódico apela a la importancia de las reglas
del juego. En este momento existe un conflicto grave en Bolivia en torno a la
Asamblea Constituyente. El País opina que la razón cae del lado de la
oposición. Quizás. Pero, para empezar, este medio ha escamoteado durante
meses la información adecuada sobre las reformas iniciadas por el presidente
Evo Morales. Para continuar, resulta pura demagogia usar ese conflicto político
para decir, vía editorial, que “no es amedrentando a las empresas
extranjeras como resolverá sus problemas. Morales debe serenarse. Su elección
supuso el ascenso democrático de los indígenas y la reparación de una
injusticia histórica. El ejercicio del poder no debe transformar aquel logro
en una dictadura”.
Tufillo paternalista y juicio de intenciones aparte, este periódico descubre
sus cartas sin querer. Lleva meses defendiendo las tropelías de Repsol en
Bolivia, que llegó a inscribir como propias las reservas de gas ajenas en la
Bolsa de Nueva York y está demandada por contrabando de petróleo. El grupo
BBVA administra fondos de pensiones y aprobó un Bono Solidario para todos los
bolivianos que cumplan 65 años de edad, aunque allí la esperanza de vida
apenas llega a los 53 años para los hombres y 58 para las mujeres. Una
tomadura de pelo cruel. ¿Y los negocios a veces escandalosos de Iberdrola y
de Unión Fenosa?
PRISA también parece “amedrentada” aunque nadie la amenaza. ¿Por qué?
Logró generosos espacios para su expansión gracias al gobierno de Sánchez
de Lozada, derrocado por el pueblo boliviano. Hoy el grupo español domina la
Teledifusora ATB, Bolivia.com, el diario La Razón, El Nuevo Día,
el diario Extra, la edición de los libros de texto… Quizás tema por
el futuro de sus inversiones en Bolivia, prefiera la política neoliberal de
Felipe Calderón por el mismo motivo y ataque a Hugo Chávez porque le concede
menos posibilidades de negocio que Carmona y su amigo Cisneros. En todo caso,
la línea editorial e informativa de El País sobre México, Venezuela
y Bolivia se mantiene dentro de los parámetros conservadores de otros diarios
españoles. Lamentablemente.
rafaelmorales@canariasahora.com
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Nota de/para los amigos que me escriben:
De:
Izquierda Unida Canaria
Asunto: Envío de artículo con la solicitud de su divulgación
Sabemos que estas cosas
ocurren, todos los días, pero uno no deja de indignarse y rebelarse contra los
abusos de Israel
Confesiones
de un soldado israelí: "Tratamos a los palestinos como animales"
Comienzan a surgir en la sociedad israelí las primeras voces contra la guerra. El domingo,
una marcha en Tel Aviv para pedir el final de los bombardeos en
Gaza y el
Líbano. Hoy, una noticia que conmocionó a la opinión pública: el sargento
Itzik Shabbat anunció que se negaba a participar en la ofensiva contra Beirut, "Lo hago para oponerme a esta locura y para romper con la ilusión de que todos estamos a favor de esta guerra innecesaria basada en mentiras", afirmó este joven reservista de 28 años que vive en
Sderot, ciudad próxima a Gaza en la que suelen caer los misiles
Qassam de
Hamás.
Se acerca la hora del regreso a Gaza. Apuro las últimas entrevistas en Jerusalén. En un café de Jaffa
Road, me encuentro con Yehuda Shaul, fundador de la ONG
Breaking the Silence (Rompiendo el silencio).
"Todo es una locura: la ocupación, la forma inhumana en que tratamos a los palestinos", me dice. "En Israel entras al
ejército con 18 años porque quieres luchar contra el enemigo de tu país, porque quieres dejar tu marca en la historia, y haces lo que te dicen, sin pensar. Y allí todo te ayuda para que no pienses. Misiones que cumplir, órdenes que seguir".
"Y no ves a los palestinos como seres humanos, los ves como animales. Entras a su casa durante la noche, los despiertas, les gritas, las mujeres allí, los hombres allí, y rompes todo. Son cosas que no harías aquí en Israel, pero las haces allí. Y, para poder hacerlo, niegas la realidad. Es la única forma. Creas entre tú y la realidad un muro de silencio".
"Te pongo otro ejemplo: si encuentras en la noche un paquete sospechoso que puede ser una bomba, llamas al primer mohamed que encuentras en la calle y le dices que lo abra. Podrías llamar a un experto que lo desactivase, tardaría diez minutos en venir, pero mejor hacer que un palestino se juegue la vida, ya que para ti es lo mismo, no lo ves como un ser humano. Yo hacía eso con mis soldados en
Hebrón".
"Y también en Nablus, cuando quería entrar a una casa, si pensaba que podía haber una bomba trampa, cogía al mohamed de turno y lo obligaba a que abriera la puerta. Es parte de la rutina del ejército: usar a los palestinos como escudos humanos".
"Lo mismo cuando estás en un check point, los obligas esperar mucho más de los necesario, a veces durante horas, y coges a un palestino al azar y le das una paliza, de cada quince o veinte que pasan, para que el resto tenga miedo y esté tranquilo. Sólo así, tú que estás con cuatro soldados más los dominas a ellos que son miles".
"Y cuando entras a Gaza con el carro de combate y ves un coche nuevo, aunque tengas espacio en la carretera, pasas por encima. Y también disparas a los tanques de agua. Para meterles miedo, para que te respeten, porque esa es la lógica de lo que nos enseñan a los soldados israelíes".
"Además, eres joven y empiezas a disfrutar de ese poder, de que la gente haga todo lo que les digas. Es como
un video juego. Estás en un check point en medio de la ruta, tienes a veinte coches esperando, y con sólo
mover el dedo hacen lo que tú quieras. Juegas con ellos. Los haces avanzar, retroceder. Los vuelves locos.
Tienes 18 años y te sientes poderoso".
"Tres meses antes de abandonar el ejército, dirigía una unidad en Hebrón, había hecho una buena carrera, así
que tenía tiempo libre. Una mañana me miré ante el espejo y comprendí que todo aquello era un error y supe
que no podría seguir adelante con mi vida si no hacía algo. Por eso, apenas salí, junto a los soldados de
mi unidad, montamos una exposición con nuestras fotos, se llamaba Traer Hebrón a Tel Aviv".
"Cayó como una bomba en la sociedad. Vinieron parlamentarios, periodistas. Pasaron siete mil personas.
Entonces creamos Breaking the silence, donde damos espacio para que los soldados cuenten los abusos que
cometen sistemáticamente. Más de 350 lo han hecho. Ahora tenemos exposiciones y vídeos en Europa, en Israel".
"Alguna gente dice que son casos aislados. Las madres dicen: mi hijo, que está ahora en el ejército es bueno,
no hace estas cosas, esto sólo lo hacen los soldados beduinos o los etíopes. Pero no es cierto. Todos las
hacemos, porque es la lógica de la ocupación israelí: aterrorizar a los palestinos".
"Los check points no sirven para detener a los palestinos de entrar a Israel, es para que la realidad no
entre a Israel. Porque esta es una sociedad de soldados, todos pasamos por el ejército tres años cuando
somos jóvenes y luego un mes al año. Y todos hacemos eso. Por eso existe el muro de silencio, de negación,
porque todos somos responsables y no lo queremos admitir".
"Ellos son las víctimas, nosotros los victimarios. Pero como victimarios, también pagamos un precio. Esta es
una sociedad que no se anima a mirar a los ojos a la verdad, a sus propios actos. Es una sociedad, como
consecuencia, moralmente enferma".
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