El
Estado tambaleante
JOAQUÍN RIVERY TUR
Indudablemente,
la forma de Estado vigente en una buena parte del mundo no
cubre las expectativas de las grandes mayorías, y ya las
minorías poderosas están en dificultades para
mantenerlo, aunque donde más se destaca el fracaso del
"Estado democrático" es en América Latina.
La "democracia representativa", pregonada como
el pico más alto de los derechos de los seres humanos,
tiene colosales grietas de nacimiento.
¿Por qué las multitudes se lanzan a la calle y no
quieren que continúen jugando con sus destinos oligarquías
enriquecidas al máximo por la putrefacción estatal y la
corrupción ejercida o aceptada por los que mandan?
¿Por qué en Venezuela las capas más pobres votan una y
otra vez por Hugo Chávez desde que este esgrimiera la
bandera de una Asamblea Constituyente para cambiar el país?
La pregunta es necesaria porque las mismas demandas de
Venezuela se repiten hoy con demasiada frecuencia en el
continente como para ignorarlas. El problema es que la
Asamblea Constituyente fue para el pueblo venezolano el
punto de viraje en lo que estaba ocurriendo en su
sociedad, donde las enormes riquezas del petróleo dejaban
en la pobreza al 80% de la población.
La Constituyente significó para los venezolanos que justo
el día en que se conmemoraban 236 años del nacimiento de
Simón Rodríguez (maestro de El Libertador Simón Bolívar),
el pasado 28 de octubre, tras dos años de aplicación de
la Misión Robinson, el país era declarado Territorio
Libre de Analfabetismo. Y con el impulso de la primera, se
aceleraba la Misión Robinson II para llevar a los recién
alfabetizados a límites superiores.
Se abrieron oportunidades para los bachilleres y para los
que no tenían oficio ninguno con el fin de prepararlos
para la vida. La medicina llegó gratuita a los barrios
pobres.
Si vamos a hablar en cifras escuetas, la Asamblea
Constituyente y las ideas que la impulsaron han logrado
que la riqueza del petróleo se distribuya mejor y si ya
el año pasado la pobreza estaba cerca del 50%, a mediados
de 2006 se ha reducido al 33%.
Evo Morales no ganó en Bolivia con un programa
neoliberal, sino con un discurso desde la raíz del alma
indígena, enarbolando también la Asamblea Constituyente
como arma de cambio.
El objetivo fundamental es que las riquezas nacionales
sirvan a la mayoría del pueblo y que las privatizaciones
corruptas hechas desde Paz Estenssoro (1985) hasta la
fecha tenían que ser revertidas para redistribuir
riquezas.
El Gobierno de Evo Morales ya significa para los
bolivianos miles de personas atendidas de la vista por la
Operación Milagro, nuevos hospitales y una campaña de
alfabetización rápida, que en 30 meses debe acabar con
la ignorancia absoluta en el Altiplano.
El pasado 2 de agosto, el Presidente de Brasil, que aspira
a un segundo mandato, anunció en una entrevista con el
canal SBT de televisión, que apoya la convocatoria a una
Asamblea Constituyente para realizar una amplia reforma
política en el mayor país de América del Sur porque no
cree que el Congreso actual, con sus privilegios y
corrupciones, consiga hacer ningún cambio serio.
Su convocatoria, argumentó, "no puede ser una
iniciativa del Gobierno, tiene que ser de la sociedad, y
la sociedad puede usar al Gobierno como inductor para
llevar el proyecto al Congreso Nacional" y el pedido
podría ser realizado tan pronto termine el proceso de las
elecciones generales del próximo octubre, en las que Lula
es el favorito a la reelección, quizás con menos
compromisos.
El vendaval cubano de 1959 fue el anuncio de que la
situación de las grandes masas debía de cambiar en América
y tenía tanta fuerza y tales principios de sustentación
que no precisaba de convocar a una Constituyente. La
Constitución vino de forma natural después, para
cementar lo logrado por el empuje de la sociedad
mayoritaria, y sus ráfagas de ejemplo han estado azotando
las lacras continentales.
Otro fogonazo de la tendencia al viraje lo dio República
Dominicana, donde una coalición de organizaciones de
izquierda también insistió en la necesidad de una
reforma a la Constitución para que el Estado sea
distinto.
La inquietud de Washington se completa, porque Andrés
Manuel López Obrador acaba de plantear en el Zócalo, el
corazón de la raíz de México, la necesidad de una
Constituyente para derruir el Estado que —afirma—
oprime a los pobres e irrespeta la "democracia".
Todos son ejemplos de un avance claro de la conciencia
social de las masas latinoamericanas, expresado en
reclamos multitudinarios en las calles contra el Área de
Libre Comercio de las Américas y los Tratados de Libre
Comercio con Estados Unidos.
Está claro que el neoliberalismo únicamente deja en el
continente una herencia de mayor miseria de la que había
antes y por eso la demanda repetida de convocar a
Asambleas Constituyentes que puedan cambiar la situación
que todavía hoy se vive, resulta uno de los campos de
lucha contra las oligarquías y las transnacionales.
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