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Introducción
La cuestión de la
complejidad, ¡es compleja!
En una escuela,
la cuestión fue planteada a niños: "¿qué es la complejidad?". La respuesta
de una alumna fue: "la complejidad es una complejidad que es compleja". Es
evidente que se encontraba en el corazón de la cuestión. Pero antes de
abordar esa dificultad, es necesario decir que el dogma, la evidencia
subyacente al conocimiento científico clásico, es, como decía Jean Perrin,
que el papel del conocimiento es explicar lo visible complejo por lo
invisible simple. Más allá de la agitación, la dispersión, la diversidad,
hay leyes. Así pues, el principio de la ciencia clásica es, evidentemente,
el de legislar, plantear las leyes que gobiernan los elementos
fundamentales de la materia, de la vida; y para legislar, debe desunir, es
decir, aislar efectivamente los objetos sometidos a las leyes. Legislar,
desunir, reducir, estos son los principios fundamentales del pensamiento
clásico. En modo alguno pretendo decretar que esos principios estén a
partir de ahora abolidos.
Pero las
prácticas clásicas del conocimiento son insuficientes. Mientras que la
ciencia de inspiración cartesiana iba muy lógicamente de los complejo a lo
simple, el pensamiento científico contemporáneo intenta leer la
complejidad de lo real bajo la apariencia simple de los fenómenos. De
hecho, no hay fenómeno simple. Tómese el ejemplo del beso. Piénsese en la
complejidad que es necesaria para que nosotros, humanos, a partir de la
boca, podamos expresar un mensaje de amor. Nada parece más simple, más
evidente. Y sin embargo, para besar, hace falta una boca, emergencia de la
evolución del hocico. En necesario que haya habido la relación propia en
los mamíferos en la que el niño mama de la madre y la madre lame al niño.
Es necesario, pues, toda la evolución complejizante que transforma al
mamífero en primate, luego en humano, y, anteriormente, toda la evolución
que va del unicelular al mamífero. El beso, además, supone una mitología
subyacente que identifica el alma con el soplo que sale por la boca:
depende de condiciones culturales que favorecen su expresión. Así, hace
cincuenta años, el beso en el Japón era inconcebible, incongruente.
Dicho de otro
modo, esa cosa tan simple surge de una hinterland de una
complejidad asombrosa. Hemos creído que el conocimiento tenía un punto de
partida y un término; hoy pienso que el conocimiento es una aventura en
espiral que tiene un punto de partida histórico, pero no tiene término,
que debe sin cesar realizar círculos concéntricos; es decir, que el
descubrimiento de un principio simple no es el término; reenvía de nuevo
al principio simple que ha esclarecido en parte. Así, piénsese en el caso
del código genético que, una vez descubierto, nos reenvía a la pregunta:
¿por qué existe esa diversidad extraordinaria de formas en los animales y
los vegetales? Cito una frase de Dobzhansky, el biólogo, que dice:
"Desgraciadamente la naturaleza no ha sido lo bastante gentil como para
hacer las cosas tan simples como nosotros quisiéramos que fuesen. Debemos
afrontar la complejidad." Un físico, que es al mismo tiempo un pensador,
David Bohm, y que ataca ya el dogma de la elementalidad -sobre el que
retornaré-, dice: "Las leyes físicas primarias jamás serán descubiertas
por una ciencia que intenta fragmentar el mundo en sus
constituyentes."
Aunque Bachelard
dijese que, de hecho, la ciencia contemporánea buscaba -porque el pensaba
en la física- la complejidad, es evidente que los científicos desconocían
que eso era lo que les concernía. Frecuentemente tienen una doble
consciencia; creen siempre obedecer a la misma vieja lógica que han
recibido en la escuela; pero, de hecho, sin que lo sepan, en su espíritu
trabaja otra lógica y otros principios de conocimiento.
Pero a la
complejidad le ha costado emerger. Le ha costado emerger, ante todo,
porque no ha sido el centro de grandes debates y de grandes reflexiones,
como por ejemplo ha sido el caso de la racionalidad con los debates entre
Lakatos y Feyerabend o Popper y Kuhn. La cientificidad, la falsabilidad
son grandes debates de los que se habla; pero la complejidad nunca ha sido
debatida. La bibliografía sobre la complejidad es, al menos por lo que yo
conozco, muy limitada. Para mí, la contribución importante es el artículo
de Weaver, colaborador de Shannon, como ustedes saben, en la teoría de la
información, quien, en 1948, escribió el artículo "Science and complexity"
en el Scientific American, artículo que es un resumen de un estudio
más extenso. Es von Neumann quien, en la teoría "On self reproducing
automata" aborda con una visión muy profunda esa cuestión de la
complejidad de las máquinas, de los autómatas naturales en comparación con
los autómatas artificiales. Se refirió a ella Bachelard en Le nouvel
esprit scientifique; von Foerster en diversos escritos,
particularmente en su texto, ahora bien conocido, "On self organizing
systems and their environment". Está H. A. Simon: "Architecture of
complexity", que fue primero un artículo autónomo y que fue luego
compilado en su libro. Podemos encontrar la complejidad, en Francia, en
las obras de Henri Atlan: Entre le cristal et la fumée, y estaba
Hayek quien escribió un artículo titulado "The theory of complex
phenomena" en Studies in philosophy, politics and economics, que es
bastante interesante.
Desde luego, se
ha tratado mucho de la complejidad en el dominio teórico, físico, en el
dominio sistémico; pero con frecuencia, en mi opinión, se ha tratado sobre
todo de lo que Weaver llama la complejidad desorganizada que hizo
irrupción en el conocimiento con el segundo principio de la termodinámica,
el descubrimiento de ese desorden microscópico, microcorpuscular, en el
universo. Pero la complejidad organizada es, con frecuencia, reconducida a
la complicación. ¿Qué es la complicación? Cuando hay un número increíble
de interacciones, por ejemplo entre moléculas en una célula o neuronas en
un cerebro, ese número increíble de interacciones y de interretroacciones
sobrepasa evidentemente toda capacidad de computación -no solamente para
un espíritu humano, sino incluso para un ordenador muy perfeccionado- y
entonces efectivamente es mejor atenerse al input y al
output. Dicho de otro modo, es muy complicado; la complicación es
el enredamiento de interretroacciones. Ciertamente, es un aspecto de la
complejidad, pero creo que la importancia de la noción está en otra parte.
La complejidad es mucho más una noción lógica que una noción cuantitativa.
Posee desde luego muchos soportes y caracteres cuantitativos que desafían
efectivamente los modos de cálculo; pero es una noción de otro tipo. Es
una noción a explorar, a definir. La complejidad nos aparece, ante todo,
efectivamente como irracionalidad, como incertidumbre, como angustia, como
desorden.
Dicho de otro
modo, la complejidad parece primero desafiar nuestro conocimiento y, de
algún modo, producirle una regresión. Cada vez que hay una irrupción de
complejidad precisamente bajo la forma de incertidumbre, de aleatoriedad,
se produce una resistencia muy fuerte. Hubo una resistencia muy fuerte
contra la física cuántica, porque los físicos clásicos decían: "es el
retorno a la barbarie, no es posible situarse en la indeterminación cuando
desde hace dos siglos todas las victorias de la ciencia han sido las del
determinismo". Ha sido necesario el éxito operacional de la física
cuántica para que, finalmente, se comprenda que la nueva indeterminación
constituía también un progreso en el conocimiento de la misma
determinación.
La idea de la
complejidad es una aventura. Diría incluso que no podemos intentar entrar
en la problemática de la complejidad si no entramos en la de la
simplicidad, porque la simplicidad no es tan simple como esto. En mi texto
"Los mandamientos de la complejidad" publicado enScience avec
conscience, intenté extraer trece principios del paradigma de
simplificación, es decir principios de intelección mediante
simplificación, para poder extraer de modo correspondiente, complementario
y antagonista a la vez -he aquí una idea típicamente compleja- principios
de intelección compleja. Voy simplemente a retomarlos y hacer algunos
comentarios. Esa será la primera parte de mi exposición; la segunda parte
estará consagrada un poco más precisamente al problema del conocimiento
del conocimiento o a la epistemología compleja que está relacionada con
todo eso.
Mandamientos
del paradigma de simplificación
1.
Podemos decir que el principio de la ciencia clásica es: legislar.
Corresponde al principio del derecho, quizás. Es una legislación, pero no
es anónima, que se encuentra en el universo, es la ley. Y ese principio es
un principio universal que fue formulado por el lugar común: "Sólo hay
ciencia de lo general", y que comporta la expulsión de lo local y de lo
singular. Ahora bien, lo que es interesante es que, en el universo
incluso, en lo universal, ha intervenido la localidad. Quiero decir que
hoy parece que nuestro universo es un fenómeno singular, que comporta
determinaciones singulares y que las grandes leyes que lo rigen, que
podemos llamar leyes de interacción (como las interacciones
gravitacionales, las interacciones electromagnéticas, las interacciones
fuertes, en el seno de los núcleos atómicos), esas leyes de interacción no
son leyes en sí, sino leyes que sólo se manifiestan, sólo se actualizan a
partir del momento en que hay elementos en interacción; si no hubiese
partículas materiales, no habría gravitación, la gravitación no existe en
sí. Esas leyes no tienen un carácter de abstracción y están ligadas a las
determinaciones singulares de nuestro universo; hubiese podido haber otros
universos posibles -quizás los haya- y que tuviesen otros caracteres
singulares. La singularidad está a partir de ahora profundamente inscrita
en el universo; y aunque el principio de universalidad reside en el
universo, vale para un universo singular donde aparecen fenómenos
singulares y el problema es combinar el reconocimiento de lo singular y de
lo local con la explicación universal. Lo local y singular deben cesar de
ser rechazados o expulsados como residuos a eliminar.
2. El
segundo principio era la desconsideración del tiempo como proceso
irreversible; las primeras leyes físicas pudieron muy bien ser
concebidas en un tiempo reversible. Y, de alguna manera, la explicación
estaba depurada de toda evolución, de toda historicidad. Y también aquí
hay un problema muy importante: el del evolucionismo generalizado. Hoy el
mundo, es decir el cosmos en su conjunto y la materia física en su
constitución (particular, nuclear, atómica, molecular), tiene una
historia. Ya Ullmo, en esa epistemología piagetiana a la que François
Meyer colaboró, decía muy firmemente: "La materia tiene una historia"; hoy
todo lo que es material es pensado, concebido a través de su génesis, su
historia. El átomo es visto históricamente. El átomo de carbono es visto a
través de su formación en el interior de un sol, de un astro. Todo es
profundamente historizado. La vida, la célula, François Jacob lo subraya
con frecuencia, una célula es también un corte en el tiempo.
Dicho de otro
modo, contrariamente a esa visión que ha reinado durante un tiempo en las
ciencias humanas y sociales, según la cual se creía poder establecer una
estructura por eliminación de toda dimensión temporal y considerarla en sí
fuera de la historia, hoy de todas las otras ciencias llega la llamada
profunda para ligar lo estructural u organizacional (prefiero decir esto
último y diré por qué) con lo histórico y evolutivo. Y lo que es
importante efectivamente, es que el problema del tiempo se ha planteado de
manera totalmente paradójica en el siglo último.
En efecto, en el
momento mismo en que se desarrollaba el evolucionismo ascensional bajo su
forma darviniana, es decir una idea de evolución complejizante y
diversificante a partir de una primera protocélula viviente, en el momento
en que la historia humana era vista como un proceso de desarrollo y de
progreso, en ese mismo momento, el segundo principio de la termodinámica
inscribía, él mismo, una especie de corrupción ineluctable, de degradación
de la energía que podía ser traducida bajo la óptica boltzmaniana como un
crecimiento del desorden y de la desorganización. Estamos confrontados a
una doble temporalidad; no es una flecha del tiempo lo que ha aparecido,
son dos flechas del tiempo, y dos flechas que van en sentido contrario. Y
sin embargo, es el mismo tiempo; y sin embargo es la misma aventura
cósmica: ciertamente, el segundo principio de la termodinámica inscribe un
principio de corrupción, de dispersión en el universo físico; pero al
mismo tiempo, este universo físico, en un movimiento de dispersión, se ha
constituido y continúa constituyéndose.
Se constituye de
galaxias, de astros, de soles, dicho de otro modo, se desarrolla mediante
la organización al mismo tiempo que se produce mediante la
desorganización. El mundo biológico es un mundo que evoluciona; es la
vida; pero la vida, al mismo tiempo, se hace a través de la muerte de
individuos y a través de la muerte de especies. Se ha querido yuxtaponer
esos dos principios; es lo que Bergson hizo; Bergson, uno de los raros
pensadores que ha mirado de frente el segundo principio; pero, según él,
ese principio era la prueba de que la materia biológica era diferente de
la materia física, puesto que la materia física tiene algo de corrupto en
ella, mientras que la sustancia biológica no padece el efecto del segundo
principio. Desgraciadamente para él, se descubrió a partir de los años 50
que la originalidad de la vida no está en su materia constitutiva, sino en
su complejidad organizacional.
Estamos, pues,
confrontados a ese doble tiempo que no solamente tiene dos flechas, sino
que además puede ser a la vez irreversible y reiterativo. Ha sido,
evidentemente, la emergencia del pensamiento cibernético la que lo ha
mostrado. No era solamente el hecho de que, a partir de un flujo
irreversible, puede crearse un estado estacionario, por ejemplo el del
torbellino; en el encuentro de un flujo irreversible y de un obstáculo
fijo, como el arco de un puente, se crea una especie de sistema
estacionario que es al mismo tiempo móvil, puesto que cada molécula de
agua que torbellinea es arrastrada de nuevo por el flujo, pero que
manifiesta una estabilidad organizacional. Todo esto se reencuentra en
todas las organizaciones vivientes: irreversibilidad de un flujo
energético y posibilidad de organización por regulación y sobre todo por
recursión, es decir, autoproducción de sí. Luego tenemos el problema de
una temporalidad extremamente rica, extremamente múltiple y que es
compleja. Nos hace falta ligar la idea de reversibilidad y de
irreversibilidad, la idea de organización de complejización creciente y la
idea de desorganización creciente. ¡He aquí el problema al que está
confrontada la complejidad! Mientras que el pensamiento simplificante
elimina el tiempo, o bien no concibe más que un solo tiempo (el del
progreso o el de la corrupción), el pensamiento complejo afronta no
solamente el tiempo, sino el problema de la politemporalidad en la que
aparecen ligadas repetición, progreso, decadencia.
3. El
tercer principio de simplificación es el de la reducción o también de la
elementalidad. El conocimiento de los sistemas puede ser reducido al
de sus partes simples o unidades elementales que los constituyen. Sobre
esto, seré muy breve.
Resumo. Es en el
dominio físico donde ese principio parecía haber triunfado de modo
incontestable, dominio que, evidentemente, se encuentra más afectado por
ese principio. He hecho alusión al problema de la partícula que es
aporética (onda y corpúsculo), y por tanto la sustancia es fluctuante; nos
dimos cuenta de que en lo que se creía ser el elemento puro y simple, a
partir de ahora existía la contradicción, la incertidumbre, lo compuesto
-aludo a la teoría de los quarks- y quizás lo inseparable -aludo a la
teoría del Bootstrap-. Hay límites a la elementalidad; pero esos
límites no son solamente intrínsecos; tienen también que ver con el hecho
de que, una vez que hemos inscrito todo en el tiempo, la elementalidad
aparece también como eventualidad, es decir que el elemento constitutivo
de un sistema puede también ser visto como evento. Por ejemplo, existe una
visión estática que consiste en considerarnos nosotros mismos en tanto que
organismos; estamos constituidos por 30 o 50 mil millones de células. En
modo alguno, y creo lo que Atlan justamente precisó; no estamos
constituidos por células; estamos constituidos por interacciones entre
esas células.
No son ladrillos
unas al lado de las otras; están en interacción. Y esas interacciones, son
acontecimientos, ellos mismos ligados por acontecimientos repetitivos que
son martilleados por el movimiento de nuestro corazón, movimiento a la vez
regular e inscrito en un flujo irreversible. Todo elemento puede ser leído
también como evento. Y está sobre todo el problema de la sistematicidad;
hay niveles de emergencia; los elementos asociados forman parte de
conjuntos organizados; al nivel de la organización del conjunto, emergen
cualidades que no existen en el nivel de las partes.
Cierto, hemos
descubierto que finalmente todo eso pasa en nuestro ser, no solamente en
nuestro organismo, sino incluso en el pensamiento, en nuestras ideas, en
nuestras decisiones, que pueden reducirse a torbellinos de electrones.
Pero es evidente que no se puede explicar la conquista de la Galia por
Julio César sólo por los movimientos de torbellinos electrónicos de su
cerebro, de su cuerpo y de los de los legionarios romanos. Incluso si un
demonio consiguiese determinar esas interacciones físicas, nada
comprendería de la conquista de la Galia que sólo puede comprenderse al
nivel de la historia romana y de las tribus galas. Del mismo modo, diría
que en términos de cambios bioquímicos, los amores de César y de Cleopatra
son totalmente ininteligibles. Así pues, es cierto que no reduciremos los
fenómenos antroposociales a los fenómenos biológicos, ni éstos a las
interacciones físico-químicas.
4. El
cuarto principio simplificador es el del Orden-Rey. El Universo
obedece estrictamente a leyes deterministas, y todo lo que parece desorden
(es decir, aleatorio, agitador, dispersivo) sólo es una apariencia debida
únicamente a la insuficiencia de nuestro conocimiento.
Las nociones de
orden y ley son necesarias, pero insuficientes. Sobre esto, Hayek, por
ejemplo, muestra bien que cuanta más complejidad hay, menos útil es la
idea de ley. Hayek piensa, obviamente, en la complejidad socioeconómica;
es su tipo de preocupación; pero él se da cuenta de que es muy difícil,
porque son complejos, predecir los fenómenos sociales. Es evidente que las
"Leyes" de la Sociedad o las "Leyes" de la Historia son tan generales, tan
triviales, tan planas, que carecen de interés. Hayek dice: "Por lo tanto,
la búsqueda de leyes no es marca del proceder científico, sino solamente
un carácter propio de las teorías sobre fenómenos simples". Vincula muy
fuertemente la idea de leyes con la idea de simplicidad. Pienso que si
esta visión es bastante justa en lo que concierne a los fenómenos
sociales, no lo es menos que, en el mundo físico o biológico, el
conocimiento debe a la vez detectar el orden (las leyes y determinaciones)
y el desorden, y reconocer las relaciones entre orden y desorden. Lo que
es interesante, es que el orden y el desorden tienen una relación de
complementariedad y complejidad. Tomemos el ejemplo, que frecuentemente
cito, de un fenómeno que presenta, bajo una perspectiva, un carácter
aleatorio sorprendente, y, bajo otra perspectiva, un carácter de
necesidad; ese fenómeno es la constitución del átomo de carbono en las
calderas solares. Para que ese átomo se constituya, es necesario que se
produzca el encuentro, exactamente en el mismo momento, de tres núcleos de
helio, lo que es un acontecimiento completamente aleatorio e improbable.
Sin embargo, desde que ese encuentro se produce, una ley entra en acción;
una regla, una determinación muy estricta interviene; el átomo de carbono
se crea. Así pues, el fenómeno tiene un aspecto aleatorio y un aspecto de
determinación. Además, el número de interacciones entre núcleos de helio
es enorme en el seno del sol; y además ha habido muchas generaciones de
soles en nuestro sistema solar; finalmente con el tiempo, se crea una
cantidad considerable de átomos de carbono, se crea en todo caso una
amplia reserva necesaria para la creación y el desarrollo de la vida.
Vemos como un fenómeno que parece ser extremamente improbable, por su
carácter aleatorio, finalmente, es cuantitativamente bastante importante y
puede entrar en una categoría estadística. Todo lo cual depende, pues, de
la perspectiva desde la cual se mire y diría sobre todo que es interesante
-es necesario- reunir todas esas perspectivas. Es en este sentido que
propongo un tetragrama, que en modo alguno es un principio de explicación,
sino que es mucho más un recordatorio indispensable; es el tetragrama
orden-desorden-interacciones-organización.
Esto debo también
precisarlo bien; cuando se dice tetragrama, se piensa en un tetragrama muy
famoso, aquel que en el Monte Sinaí, el Eterno proporcionó a Moisés para
revelarle su nombre, nombre sagrado e impronunciable: JHVH. Aquí el
tetragrama del que hablo no es la Fórmula suprema: expresa la idea de que
toda explicación, toda intelección jamás podrán encontrar un principio
último; éste no será el orden, ni una ley, ni una fórmula maestra E= MC2,
ni el desorden puro. Desde que consideramos un fenómeno organizado, desde
el átomo hasta los seres humanos pasando por los astros, es necesario
hacer intervenir de modo específico principios de orden, principios de
desorden y principios de organización. Los principios de orden pueden
incluso crecer al mismo tiempo que los de desorden, al mismo tiempo que se
desarrolla la organización. Por ejemplo, Lwoff escribió un libro titulado
L'ordre biologique, es un libro muy interesante porque, en efecto,
hay principios de orden que son válidos para todos los seres vivientes,
para todo organización viviente. Sólo que esos principios de orden válidos
para toda organización viviente pueden existir si las organizaciones
vivientes son vivientes; así pues, no existían antes de la existencia de
la vida, sino en estado virtual, y cuando la vida se extinga cesarán de
existir. He aquí un orden que tiene necesidad de autoproducirse mediante
la organización y ese orden es bastante particular puesto que tolera una
parte importante de desorden, incluso hasta colabora con el desorden como
von Neumann lo vio acertadamente en su teoría de los autómatas. Así pues,
hay, al mismo tiempo que crece la complejidad, crecimiento del desorden,
crecimiento del orden, crecimiento de la organización (y perdonen que use
esa palabra cuantitativa de "crecimiento"). Es cierto que la relación
orden-desorden-organización no es solamente antagónica, es también
complementaria y es en esa dialéctica de complementariedad y de
antagonismo donde se encuentra la complejidad.
5. La
antigua visión, la visión simplificante, es una visión en la que
evidentemente la causalidad es simple; es exterior a los objetos; les es
superior; es lineal. Ahora bien, hay una causalidad nueva, que
introdujo primeramente la retroacción cibernética, o feedback
negativo, en la cual el efecto hace bucle con la causa y podemos decir que
el efecto retroactúa sobre la causa. Este tipo de complejidad se
manifiesta en el ejemplo de un sistema de calefacción de una habitación
provisto de un termostato, donde efectivamente el mismo termostato inicia
o detiene el funcionamiento de la máquina térmica. Lo que es interesante,
es que no es solamente ese tipo de causalidad en bucle el que se crea; es
también una endo-exo-causalidad, puesto que es efectivamente también el
frío o el calor exterior lo que va a desencadenar la detención o la
activación del dispositivo de calefacción central; pero en este caso, la
causa exterior desencadena un efecto interior inverso de su efecto
natural: el frío exterior provoca el calor interior. Porque hace frío
fuera, la habitación está caliente. Desde luego, todo esto puede ser
explicado de manera muy simple cuando se consideran los segmentos
constitutivos del fenómeno del bucle retroactivo; pero el bucle que liga
esos segmentos, el modo de ligar esos segmentos deviene complejo. Hace
aparecer la endo-exo-causalidad. La visión simplificante, tan pronto como
se trata de máquinas vivientes, busca primeramente la exo-causalidad
simple; ésta ha sido la obsesión conductista, por ejemplo. Se piensa que
el estímulo que provocó una respuesta (como la saliva del perro)
produjo casi esa respuesta. Después, nos dimos cuenta de que lo
interesante era saber también lo que pasaba en el interior del perro y
reconocer cuál era la naturaleza organizadora de la endo-causalidad que
estimuló al perro a alimentarse. Todo lo que es viviente, y a fortiori
todo lo que es humano, debe comprenderse a partir de un juego complejo o
dialógico de endo-exo-causalidad. Así, es necesario superar, incluido en
el desarrollo histórico, la alternativa estéril entre endo-causalidad y
exo-causalidad. En lo que concierne a la extinta URSS, por ejemplo, dos
visiones simplificantes se enfrentan: la primera concibe el estalinismo
según una causalidad puramente endógena que va de Marx a Lenin y de éste a
Stalin como una especie de desarrollo cuasi deductivo a partir de un
cuasi-gen doctrinal; al contrario, otros lo ven como un fenómeno
accidental, es decir, ven en el estalinismo el efecto de las
determinaciones del pasado zarista, de la guerra civil, del cerco
capitalista, etc. Resulta evidente que ni una ni la otra de esas visiones
son suficientes; lo interesante es ver la espiral, el bucle de
fortalecimiento de causas endógenas y de causas exógenas que hace que en
un momento el fenómeno se desarrolle en una dirección más que en otra,
dando por presupuesto que existen desde el comienzo virtualidades de
desarrollo múltiples. Tenemos, pues, sobre el tema de la causalidad una
revisión muy importante por hacer.
6.
Sobre la problemática de la organización, no quiero insistir. Diré
que en el origen está el principio de emergencia, es decir que cualidades
y propiedades que nacen de la organización de un conjunto retroactúan
sobre ese conjunto; hay algo de no deductivo en la aparición de cualidades
o propiedades de todo fenómeno organizado. En cuanto al conocimiento de un
conjunto, es necesario pensar en la frase de Pascal que suelo citar:
"Tengo por imposible concebir las partes al margen del conocimiento del
todo, tanto como conocer el todo sin conocer particularmente las
partes".
Esto remite la
cuestión del conocimiento a un movimiento circular ininterrumpido. El
conocimiento no se interrumpe. Conocemos las partes, lo que nos permite
conocer mejor el todo, pero el todo vuelve a permitir conocer mejor las
partes. En este tipo de conocimiento, el conocimiento tiene un punto de
partida cuando se pone en movimiento, pero no tiene término. Tenemos que
vérnoslas en la naturaleza, no solamente biológica sino física, con
fenómenos de auto-organización que plantean problemas enormes. No insisto
sobre ello. Los trabajos de Pinson, que conocemos y que encuentro muy
notables, dan nacimiento, desde el punto de vista organizacional, a una
concepción que podemos llamar hologramática. Lo interesante es que tenemos
de ello un ejemplo físico que es el holograma producido por el láser; en
el holograma, cada parte contiene la información del todo. No la contiene,
por lo demás, totalmente; pero la contiene en gran parte, lo que hace que
efectivamente podamos romper la imagen del holograma, reconstituyéndose
otros micro-todos fragmentarios y atenuados. Thom dijo: "La vieja imagen
del hombre-microcosmos, reflejo del macrocosmos, mantiene todo su valor;
quien conozca al hombre conocerá el universo".
Sin ir tan lejos,
es notable constatar que, en la organización biológica de los seres
multicelulares, cada célula contiene la información del todo. Contiene
potencialmente el todo. Y en este sentido es un modo hologramático de
organización. En el lenguaje, el discurso toma sentido en relación a la
palabra, pero la palabra sólo fija su sentido en relación a los discursos
en los que se encuentra encadenada. Aquí también hay una ruptura con toda
visión simplificante en la relación parte-todo; nos hace falta ver cómo el
todo está presente en las partes y las partes presentes en el todo. Por
ejemplo, en las sociedades arcaicas, en las pequeñas sociedades de
cazadores-recolectores, en las sociedades que llamábamos "primitivas", la
cultura estaba engramada en cada individuo. Había en ellas algunos que
poseían la totalidad de la cultura, esos eran los sabios, eran los
ancianos; pero los otros miembros de la sociedad tenían en su espíritu el
conocimiento de saberes, normas, reglas fundamentales.
Hoy, en las
sociedades-naciones, el Estado conserva en él las Normas y Leyes, y la
Universidad contiene el Saber colectivo. No obstante, pasamos, tras
numerosos años en la familia primero, y luego sobre todo en la escuela, a
engramar la cultura del todo; así cada individuo porta prácticamente, de
un modo vago, inacabado, toda la sociedad en él, toda su sociedad.
Los problemas de
organización social sólo pueden comprenderse a partir de este nivel
complejo de la relación parte-todo. Aquí interviene la idea de
recursión organizacional que, a mi parecer, es absolutamente
crucial para concebir la complejidad de la relación entre partes y todo.
Las interacciones entre individualidades autónomas, como en las sociedades
animales o incluso en las células, puesto que las células tienen cada una
su autonomía, producen un todo, el cual retroactúa sobre las partes para
producirlas. Dicho de otro modo, las interacciones entre individuos hacen
la sociedad; de hecho, la sociedad no tendría ni un gramo de existencia
sin los individuos vivientes; si una bomba muy limpia, como la bomba de
neutrones, aniquilase toda Francia, permanecerían todos los monumentos: el
Elíseo, la Cámara de los Diputados, el Palacio de Justicia, los Archivos,
la Educación Nacional, etc.; pero no habría ya sociedad, porque,
evidentemente, los individuos producen la sociedad. No obstante, la
sociedad misma produce los individuos o, al menos, consuma su humanidad
suministrándoles la educación, la cultura, el lenguaje. Sin la cultura,
seríamos rebajados al más bajo rango de los primates.
Dicho de otro
modo, son las interacciones entre individuos las que producen la sociedad;
pero es la sociedad la que produce al individuo. He aquí un proceso de
recursividad organizacional; lo recursivo se refiere a procesos en los
cuales los productos y los efectos son necesarios para su propia
producción. El producto es al mismo tiempo el productor; lo que supone una
ruptura total con nuestra lógica de las máquinas artificiales en la que
las máquinas producen productos que les son exteriores. Ver nuestra
sociedad a imagen de esas máquinas, es olvidar que esas máquinas
artificiales están en el interior de una sociedad que se autoproduce ella
misma.
7. El
pensamiento simplificante fue fundado sobre la disyunción entre el objeto
y el medio ambiente. Se comprendía el objeto aislándolo de su medio
ambiente; era tanto más necesario aislarlo como era necesario extraerlo
del medio ambiente para colocarlo en un nuevo medio ambiente artificial
que se controlaba, que era el medio de la experiencia, de la ciencia
experimental. Efectivamente, gracias a la experiencia, se podían variar
las condiciones del comportamiento del objeto, y, por lo mismo, conocerlo
mejor. La experimentación a hecho progresar considerablemente nuestro
conocimiento. Pero hay otro conocimiento que sólo puede progresar
concibiendo las interacciones con el medio ambiente. Este problema se
encuentra en física, donde las grandes leyes son leyes de interacción. Se
encuentra también en biología, donde el ser viviente es un sistema a la
vez cerrado y abierto inseparable de su medio ambiente del que tiene
necesidad para alimentarse, informarse, desarrollarse. Nos hace falta,
pues, no desunir, sino distinguir los seres de su medio ambiente.
Por otra parte,
el pensamiento simplificante se fundó sobre la disyunción absoluta entre
el objeto y el sujeto que lo percibe y concibe. Nosotros debemos plantear,
por el contrario, el principio de relación entre el
observador-conceptuador y el objeto observado, concebido. Hemos mostrado
que el conocimiento físico es inseparable de la introducción de un
dispositivo de observación, de experimentación (aparato, desglose, reja) y
por esto incluye la presencia del observador-conceptuador en toda
observación o experimentación. Aunque no hubiese hasta el presente ninguna
virtud heurística en el conocimiento astronómico, es interesante apuntar
aquí el principio antrópico extraído por Brandon Carter: "La presencia de
observadores en el universo, impone determinaciones, no solamente sobre la
edad del universo a partir de la cual los observadores pueden aparecer,
sino también sobre el conjunto de sus características y de los parámetros
fundamentales de la física que se despliega ahí". Añade que la versión
débil del principio antrópico estipula que la presencia de observadores en
el universo impone determinaciones sobre la posición temporal de estos
últimos; la versión fuerte del principio antrópico supone que la presencia
de observadores en el universo impone determinaciones, no solamente sobre
su posición temporal, sino también sobre el conjunto de propiedades del
universo. Es decir, que el universo pertenece a una clase de modelos de
universo capaces de abrigar seres vivientes y de ser estudiados por ellos.
Lo que es una cosa extraordinaria, puesto que todo nuestro conocimiento
del cosmos, efectivamente, hace de nosotros seres cada vez más periféricos
y marginales. No solamente estamos en una estrella de extrarradio, de una
galaxia del extrarradio, sino que además somos seres vivientes, quizás los
únicos seres vivientes del universo -por abreviar, no tenemos prueba de
que haya otros en él- y desde el punto de vista de la vida, somos la única
rama donde ha aparecido esa forma de conciencia reflexiva que dispone de
lenguaje y que puede verificar científicamente sus conocimientos. El
universo nos marginaliza totalmente.
Ciertamente, el
principio antrópico en absoluto suprime esa marginalidad; pero dice que es
necesario, de una determinada manera, que el universo sea capaz, incluso
de un modo altamente improbable, de hacer seres vivientes y seres
conscientes. Desde la versión débil, el ejemplo que da es bastante
interesante; dice: "Nuestro sol tiene 5 mil millones de años; es un
adulto; tiene asegurado, salvo error, 10 mil millones de años. La vida
comenzó tal vez hace 4 mil millones de años, es decir, prácticamente al
principio del sistema solar. Nosotros, seres humanos, aparecimos en el
medio de la edad solar". Hay aquí algo que no es puramente arbitrario, al
azar. Suponiendo que la vida hubiese comenzado más tarde, no habría
tenido, sin duda, condiciones de desarrollo posible; pero, si la vida
hubiese empezado más tarde, la consciencia humana habría aparecido en el
momento en que el sol hubiese comenzado a extinguirse, es decir en el
momento en que quizás no habría sido más que un relámpago antes del
crepúsculo final. Dicho de otro modo, tiene cierto interés intentar pensar
nuestro sistema en relación a nosotros y nosotros en relación a nuestro
sistema.
Y es una
invitación al pensamiento rotativo, de la parte al todo y del todo a la
parte. Ya la reintroducción del observador en la observación había sido
efectuada en la micro-física (Bohr, Heisenberg) y la teoría de la
información (Brillouin). Aún de modo más profundo el problema se plantea
en sociología y en antropología: ¿cuál es nuestro lugar, nosotros
observadores-conceptuadores, en un sistema del que formamos parte?
Tras la noción de
observador se esconde la noción, aún deshonrosa, de sujeto. Sin duda, en
física, puede prescindirse de la noción de sujeto, a condición de precisar
bien que toda nuestra visión del mundo físico se hace mediante la
intermediación de representaciones, de conceptos o de sistemas de ideas,
es decir de fenómenos propios del espíritu humano.
Pero, ¿podemos
prescindir de la idea de observador-sujeto en un mundo social constituido
por interacciones entre sujetos?
8. a
11. Hay también otra cuestión que me parece importante, es que,
en el conocimiento simplificante, las nociones de ser y de existencia
estaban totalmente eliminadas por la formalización y la
cuantificación. Ahora bien, creo que han sido reintroducidas a partir
de la idea de autoproducción que, ella misma, es inseparable de la idea de
recursión organizacional. Tomemos un proceso que se autoproduce y que así
produce el ser; crea el "sí mismo". El proceso autoproductor de la vida
produce seres vivientes. Estos seres son, en tanto que sistemas
abiertos dependientes de su medio ambiente, sometidos a aleatoriedades,
existentes. La categoría de existencia no es una categoría
puramente metafísica; somos "seres-ahí", como dijo Heidegger, sometidos a
las fluctuaciones del medio exterior y sometidos efectivamente a la
inminencia a la vez totalmente cierta y totalmente incierta de la muerte.
Dicho de otro modo, estas categorías del ser y de la existencia que
parecen puramente metafísicas, las reencontramos en nuestro universo
físico; pero el ser no es una sustancia; el ser sólo puede existir a
partir del momento en que hay auto-organización. El sol es un ser que se
autoorganiza evidentemente a partir, no de nada, sino a partir de una nube
cósmica; y cuando el sol estalle, perderá su ser...
Si podemos
referirnos en lo sucesivo a principios científicos que permiten concebir
el ser, la existencia, al individuo, al sujeto, es cierto que el estatus,
el problema de las ciencias sociales y humanas, se modifica. Es muy
importante, puesto que el drama, la tragedia de las ciencias humanas y de
las ciencias sociales especialmente, es que, queriendo fundar su
cientificidad sobre las ciencias naturales, encontró principios
simplificadores y mutilantes en los que era imposible concebir el ser,
imposible concebir la existencia, imposible concebir la autonomía,
imposible concebir el sujeto, imposible concebir la
responsabilidad.
12. y
13. Ahora, llego al último punto, que es el más dramático. El
conocimiento simplificante se funda sobre la fiabilidad absoluta de la
lógica para establecer la verdad intrínseca de las teorías, una vez
que éstas están fundadas empíricamente según los procedimientos de la
verificación. Ahora bien, hemos descubierto, con el teorema de Gödel, la
problemática de la limitación de la lógica. El teorema de Gödel ha
demostrado los límites de la demostración lógica en el seno de sistemas
formalizados complejos; éstos comportan al menos una proposición que es
indecidible, lo que hace que el conjunto del sistema sea indecidible. Lo
que es interesante en esta idea, es que se la puede generalizar: todo
sistema conceptual suficientemente rico incluye necesariamente cuestiones
a las que no puede responder desde sí mismo, pero a las que sólo se puede
responder refiriéndose al exterior de ese sistema.
Como dice
expresamente Gödel: "El sistema sólo puede encontrar sus instrumentos de
verificación en un sistema más rico o metasistema". Tarski lo dijo también
claramente para los sistemas semánticos. Los metasistemas, aunque más
ricos, comportan también una brecha y así seguidamente; la aventura del
conocimiento no puede ser cerrada; la limitación lógica nos hace abandonar
el sueño de una ciencia absoluta y absolutamente cierta, pero es necesario
decir que no era sólo un sueño. Era el sueño finalmente de los años 20, el
sueño del matemático Hilbert que creía efectivamente que podía probarse de
modo absoluto por la metamatemática, matemáticamente, lógicamente,
formalmente la verdad de una teoría. Era el sueño del positivismo lógico
que creyó fundar con certeza la teoría científica. Ahora bien, Popper,
después Kuhn, cada uno a su modo, han mostrado que lo propio de una teoría
científica es ser biodegradable. Hay aquí una brecha en la lógica a la que
se añade otra brecha, que es el problema de la contradicción. Es un
problema muy viejo, puesto que lo contradictorio o el antagonismo está
presente en Heráclito, Hegel, Marx.
La cuestión está
en saber si la aparición de una contradicción es signo de error, es decir,
si es necesario abandonar el camino que ha conducido a ella o, si por
contrario, nos revela niveles profundos o desconocidos de la realidad.
Existen contradicciones no absurdas, a las que nos conduce la observación,
así la partícula se presenta al observador tanto como onda tanto como
corpúsculo; esta contradicción no es una contradicción absurda; ella se
funda sobre una andadura lógica; partiendo de determinadas observaciones,
se llega a la conclusión de que lo observado es algo inmaterial, una onda;
pero otras observaciones, no menos verificadas, nos muestran que, en otras
condiciones, el fenómeno se comporta como una entidad discreta, un
corpúsculo. Es la lógica la que conduce a esa contradicción. El verdadero
problema es que es la misma lógica la que nos conduce a momentos
aporéticos los cuales pueden o no pueden ser superados. Lo que revela la
contradicción, si ella es insuperable, es la presencia de un nivel
profundo de la realidad que cesa de obedecer a la lógica clásica o
aristotélica.
Diría, en dos
palabras, que el trabajo del pensamiento, cuando es creador, es realizar
saltos, transgresiones lógicas, pero que el trabajo de la verificación es
retornar a la lógica clásica, al nudo deductivo, el cual, efectivamente,
sólo opera verificaciones segmentarias. Podemos formular proposiciones,
aparentemente contradictorias, como por ejemplo: yo soy otro. Yo "soy"
otro, como decía Rimbaud, o esa hermosa frase de Tarde, por citar a un
precursor de la sociología, que reza: "Lo más admirable de todas las
sociedades, esa jerarquía de consciencia, esa feudalidad de almas vasallas
de la que nuestra persona es la cima", es decir, esa multiplicidad de
personalidades en el yo; en la identidad existe un tejido de nociones
extremamente diversas, existe la heterogeneidad en lo idéntico. Todo esto
es muy difícil de concebir, pero es así.
Así, en el
corazón del problema de la complejidad, anida un problema de principio de
pensamiento o paradigma, y en el corazón del paradigma de complejidad se
presenta el problema de la insuficiencia y de la necesidad de la lógica,
del enfrentamiento "dialéctico" o dialógico de la contradicción.
La
epistemología compleja
El segundo
problema es el de la epistemología compleja que, en última
instancia, es aproximadamente de la misma naturaleza que el problema del
conocimiento del conocimiento. Continúa cuestiones de lo que he dicho,
pero sobrepasándolas, englobándolas. ¿Cómo concebir ese conocimiento del
conocimiento?
Podemos decir que
el problema del conocimiento científico podía plantearse a dos niveles.
Estaba el nivel que podríamos llamar empírico, y el conocimiento
científico, gracias a las verificaciones mediante observaciones y
experimentaciones múltiples, extrae datos objetivos y, sobre estos datos
objetivos, induce teorías que, se pensaba, "reflejaban" lo real. En un
segundo nivel, esas teorías se fundaban sobre la coherencia lógica y así
fundaban su verdad los sistemas de ideas. Teníamos, pues, dos tronos, el
trono de la realidad empírica y el trono de la verdad lógica, de este modo
se controlaba el conocimiento. Los principios de la epistemología compleja
son más complejos: no hay un trono; no hay dos tronos; en modo alguno hay
trono. Existen instancias que permiten controlar los conocimientos; cada
una es necesaria; cada una es insuficiente.
La primera
instancia, es el espíritu. ¿Qué es el espíritu? El espíritu es la
actividad de algo, de un órgano llamado cerebro. La complejidad
consiste en no reducir ni el espíritu al cerebro, ni el cerebro al
espíritu. El cerebro, evidentemente, es un órgano que podemos analizar,
estudiar, pero que nombramos tal cual por la actividad del
espíritu.
Dicho de otro
modo, tenemos algo que podemos llamar el espíritu-cerebro ligado y
recursivo puesto que uno coproduce al otro de alguna manera. Pero de todas
formas, este espíritu-cerebro ha surgido a partir de una evolución
biológica, vía la hominización, hasta el homo llamado
sapiens. Por lo tanto, la problemática del conocimiento debe
absolutamente integrar, cada vez que ellas aparecen, las adquisiciones
fundamentales de la bio-antropología del conocimiento. Y ¿cuáles
son esas adquisiciones fundamentales?
La primera
adquisición fundamental es que nuestra máquina cerebral es hiper-compleja.
El cerebro es uno y múltiple. La menor palabra, la menor percepción, la
menor representación ponen en juego, en acción y en conexión miríadas de
neuronas y múltiples estratos o sectores del cerebro. Éste es
bihemisférico; y su funcionamiento favorable acontece en la
complementariedad y en el antagonismo entre un hemisferio izquierdo más
polarizado sobre la abstracción y el análisis, y un hemisferio derecho más
polarizado sobre la aprehensión global y lo concreto. El cerebro es
hipercomplejo igualmente en el sentido en que es "triúnico", según la
expresión de Mac Lean. Porta en sí, no como la Trinidad tres personas en
una, sino tres cerebros en uno, el cerebro reptiliano (celo, agresión), el
cerebro mamífero (afectividad), el neocórtex humano (inteligencia lógica y
conceptual), sin que haya predominancia de uno sobre otro. Al contrario,
hay antagonismo entre esas tres instancias, y a veces, a menudo, es la
pulsión quien gobierna la razón. Pero también, en y por ese desequilibrio,
surge la imaginación.
Lo más importante
quizás en la bio-antropología del conocimiento nos retorna a las críticas
kantianas, en mi opinión ineludibles; efectivamente, se ha descubierto
mediante medios nuevos de observación y de experimentación lo que Kant
descubrió mediante procedimientos intelectuales y reflexivos. Nuestro
cerebro está en una caja negra que es el cráneo, no tiene comunicación
directa con el universo. Esa comunicación se efectúa indirectamente vía la
red nerviosa a partir de las terminales sensoriales. ¿Qué es lo que llega
a nuestra retina, por ejemplo? Son estímulos, que en nuestro
lenguaje actual llamamos fotones, que van a impresionar la retina y esos
mensajes van a ser analizados por células especializadas, después
transcritos en un código binario el cual va a llegar a nuestro cerebro
donde, de nuevo, van, según procesos que no conocemos, a traducirse en
representación. Es la ruina de la concepción del
conocimiento-reflejo.
Nuestras visiones
del mundo son traducciones del mundo. Traducimos la realidad en
representaciones, nociones, ideas, después en teorías. Desde ahora está
experimentalmente demostrado que no existe diferencia intrínseca alguna
entre la alucinación y la percepción. Podemos efectuar determinados
estímulos sobre determinadas zonas del cerebro y hacer revivir
impresiones, recuerdos con una fuerza alucinatoria sentida como
percepción. Dicho de otro modo, lo que diferencia la percepción de la
alucinación es únicamente la intercomunicación humana. Y quizás ni eso,
pues hay casos de alucinación colectiva. A menos que se admita la realidad
de la aparición de Fátima, es cierto que miles de personas, que una
muchedumbre, pueden producir una misma alucinación.
Así, del examen
bio-antropológico del conocimiento se desprende un principio de
incertidumbre fundamental; existe siempre una relación incierta entre
nuestro espíritu y el universo exterior. Sólo podemos traducir su lenguaje
desconocido atribuyéndole y adaptándole nuestro lenguaje. Así, hemos
llamado "luz" a lo que nos permite ver, y entendemos hoy por luz un flujo
de fotones que bombardean nuestras retinas. Es ya hora de que la
epistemología compleja reintegre un personaje que ha ignorado totalmente,
es decir, el hombre en tanto que ser bio-antropológico que tiene un
cerebro. Debemos concebir que lo que permite el conocimiento es al mismo
tiempo lo que lo limita. Imponemos al mundo categorías que nos permiten
captar el universo de los fenómenos. Así, conocemos realidades,
pero nadie puede pretender conocer La Realidad con "L" y "R".
No hay sólo
condiciones bio-antropológicas del conocimiento. Existen,
correlativamente, condiciones socioculturales de producción de todo
conocimiento, incluido el científico. Estamos en los comienzos
balbucientes de la sociología del conocimiento. Una de sus enfermedades
infantiles es reducir todo conocimiento, incluido el científico,
únicamente a su enraizamiento sociocultural; ahora bien, desgraciadamente,
no se puede hacer del conocimiento científico unaideología del
mismo tipo que las ideologías políticas, aunque -y volveré sobre ello-
toda teoría sea una ideología, es decir construcción, sistema de ideas, y
aunque todo sistema de ideas dependa a la vez de capacidades propias al
cerebro, de condiciones socioculturales, de la problemática del lenguaje.
En ese sentido, una teoría científica comporta inevitablemente un carácter
ideológico. Existen siempre postulados metafísicos ocultos en y bajo la
actividad teórica (Popper, Holton).
Pero la ciencia
establece un diálogo crítico con la realidad, diálogo que la distingue de
otras actividades cognitivas.
Por otro lado, la
sociología del conocimiento está aún poco desarrollada y comporta en ella
una paradoja fundamental; sería necesario que la sociología fuese más
potente que la ciencia que estudia para poderla tratar de modo plenamente
científico; ahora bien, desgraciadamente la sociología es científicamente
menos potente que la ciencia que examina. Eso quiere decir evidentemente
que es necesario desarrollar la sociología del conocimiento. Existen
estudios interesantes, pero muy limitados, que son estudios de sociología
de los laboratorios; ponen de manifiesto que un laboratorio es un
micro-medio humano donde bullen ambiciones, celos, rivalidades, modas...
Se dudaba un poco de ello. Es cierto que esto resumerge la actividad
científica en la vida social y cultural; pero no se trata sólo de eso. Hay
mucho más que hacer desde el punto de vista de la sociología de la
cultura, de la sociología de la intelligentsia (Mannheim). Hay todo
un dominio extremamente fecundo por prospectar. A este nivel es preciso
desarrollar una socio-historia del conocimiento, incluida en ella la
historia del conocimiento científico. Acabamos de ver que toda teoría
cognitiva, incluida la científica, es coproducida por el espíritu humano y
por una realidad sociocultural. Eso no basta.
Es necesario
también considerar los sistemas de ideas como realidades de un tipo
particular, dotadas de una determinada autonomía "objetiva" en relación a
los espíritus que las nutren y se nutren de ellas. Es necesario, pues, ver
el mundo de las ideas, no sólo como un producto de la sociedad solamente o
un producto del espíritu, sino ver también que el producto tiene, en el
dominio complejo, siempre una autonomía relativa. Es el famoso problema de
la superestructura ideológica que ha atormentado a generaciones de
marxistas, porque, evidentemente, el marxismo sumario y cerrado hacía de
la superestructura un puro producto de las infraestructuras, pero el
marxismo complejo y dialéctico, comenzando por Marx, percibía que una
ideología retroactuaba, evidentemente, y jugaba su papel en el proceso
histórico. Es necesario ir todavía más lejos. Marx creyó volver a poner la
dialéctica sobre los pies subordinando el papel de las ideas. Pero la
dialéctica no tiene cabeza ni pies. Es rotativa.
A partir del
momento en que se toma en serio la idea de recursión organizacional, los
productos son necesarios para la producción de los procesos. Las
sociedades humanas, las sociedades arcaicas, tienen mitos fundacionales,
mitos comunitarios, mitos sobre ancestros comunes, mitos que les explican
su situación en el mundo. Ahora bien, esas sociedades sólo pueden
consumarse en tanto que sociedades humanas si tienen ese ingrediente
mitológico; el ingrediente mitológico es tan necesario como el ingrediente
material. Puede decirse: no, por supuesto tenemos primeramente necesidad
de comer y luego... los mitos, sí, ¡pero no tanto! Los mitos mantienen la
comunidad, la identidad común que es un vínculo indispensable para las
sociedades humanas. Forman parte de un conjunto en el que cada momento del
proceso es capital a la producción del todo.
Dicho esto,
quiero hablar del grado de autonomía de las ideas y tomaré dos ejemplos
extremos; un ejemplo que me ha impresionado siempre resulta evidente en
todas las religiones. Los dioses que son creados por las interacciones
entre los espíritus de una comunidad de creyentes tienen una existencia
plenamente real y plenamente objetiva; ellos no tienen ciertamente la
misma objetividad que una mesa, que la caza; pero tienen una objetividad
real en la medida en que se cree en ellos: son seres que viven por los
creyentes y éstos operan con sus dioses un comercio, un intercambio de
amor pagado con amor. Se les demanda ayuda o protección y, a cambio, se
les dona ofrendas. Mejor aún: hay muchos cultos en los que los dioses
aparecen, y lo que me ha fascinado siempre en la macumba es ese
momento en el que llegan los dioses, los espíritus, que se apoderan de tal
o cual persona, que bruscamente hablan por la boca del dios, hablan con la
voz del dios, es decir que la existencia real de esos dioses es
incontestable. Pero esos dioses no existirían sin los humanos que los
protegen: ¡he aquí la restricción que es necesario hacer a su existencia!
En el límite, esta mesa puede aún existir tras nuestra vida, nuestro
aniquilamiento, aunque no tuviese ya la función de mesa; eso sería lo que
continuaría su existencia. Pero los dioses morirían todos desde que
cesásemos de existir.
Entonces, ¡he ahí
su tipo de existencia!
Del mismo modo,
diría que las ideologías existen con mucha fuerza. ¡La idea trivial de que
podemos morir por una idea es muy verdadera! Claro está, mantenemos una
relación muy equívoca con la ideología. Una ideología, según la visión
marxiana, es un instrumento que enmascara intereses particulares bajo
ideales universales. Todo esto es verdad; pero la ideología no es
solamente un instrumento; ella nos instrumentaliza. Somos poseídos por
ella. Somos capaces de actuar por ella. Así pues, existe el problema de la
autonomía relativa del mundo de las ideas y el problema de la organización
del mundo de las ideas.
Hay necesidad de
elaborar una ciencia nueva que sería indispensable para el conocimiento
del conocimiento. Esa ciencia sería la noología, ciencia de las
cosas del espíritu, de las entidades mitológicas y de los sistemas de
ideas, entendidos en su organización y su modo de ser específico.
Los problemas
fundamentales de la organización de los sistemas de ideas no resultan
solamente de la lógica, existe también lo que llamo la
paradigmatología. Ésta significa que los sistemas de ideas obedecen
a algunos principios fundamentales que son principios de asociación o de
exclusión que los controlan y comandan.
Así, por ejemplo,
lo que podemos llamar el gran paradigma de Occidente, bien formulado por
Descartes, ya citado, que consiste en la disyunción entre el objeto y el
sujeto, la ciencia y la filosofía; es un paradigma que no sólo controla la
ciencia, sino que controla la filosofía. Los filósofos admiten la
disyunción con el conocimiento científico, tanto como los científicos la
disyunción con la filosofía. He aquí, pues, un paradigma que controla
tipos de pensamiento totalmente diferentes, incluso antagonistas, pero que
le obedecen igualmente. Ahora bien, tomemos la naturaleza humana como
ejemplo del paradigma. O bien el paradigma hace que esas dos nociones, las
de naturaleza y hombre, estén asociadas, como ocurre de hecho en Rousseau,
es decir que sólo se puede comprender lo humano en relación con la
naturaleza. O bien, esas dos nociones están disjuntas, es decir que sólo
puede comprenderse lo humano por exclusión de la naturaleza; éste es el
punto de vista de la antropología cultural aún reinante.
Un paradigma
complejo, por el contrario, puede comprender lo humano a la vez en
asociación y en oposición con la naturaleza. Es Kuhn quien ha puesto de
relieve fuertemente la importancia crucial de los paradigmas, aunque haya
definido mal esa noción. Él la utiliza en el sentido vulgar anglosajón de
"principio fundamental". Yo la empleo en un sentido intermedio entre su
sentido lingüístico y su sentido kuhniano, es decir que ese principio
fundamental se define por el tipo de relaciones que existen entre algunos
conceptos maestros extremadamente limitados, pero cuyo tipo de relaciones
controla todo el conjunto de los discursos, incluida la lógica de los
discursos. Cuando digo lógica, es necesario ver que de hecho
creemos en la lógica aristotélica; pero en ese tipo de discurso que es el
discurso de nuestro conocimiento occidental, es la lógica aristotélica la
que nos hace obedecer, sin saberlo, a ese paradigma de disyunción, de
simplificación y de legislación soberana; y el mundo del paradigma es
evidentemente algo muy importante que merece ser estudiado en sí mismo,
pero a condición siempre de abrirlo sobre el conjunto de las condiciones
socioculturales y de introducirlo en el corazón mismo de la idea de
cultura. El paradigma que produce una cultura es al mismo tiempo el
paradigma que reproduce esa cultura. Hoy, el principio de disyunción, de
distinción, de asociación, de oposición que gobierna la ciencia no
solamente controla las teorías, sino que al mismo tiempo comanda la
organización tecno-burocrática de la sociedad. Esa división, esa
hiperdivisión del trabajo científico aparece de un lado, evidentemente,
como una especie de necesidad de desarrollo intrínseco, porque desde que
una organización compleja se desarrolla, el trabajo se especializa
mientras que las tareas se multiplican para llegar a una riqueza más
compleja. Pero ese proceso, no solamente es paralelo, sino que está ligado
al proceso de la división del trabajo social, al proceso de la
heterogeneización de tareas, al proceso de la no-comunicación, de la
parcelación, de la fragmentación de las actividades humanas en nuestra
sociedad industrial; resulta evidente que hay en ello una relación muy
profunda entre el modo como organizamos el conocimiento y el modo como la
sociedad se organiza. La ausencia de complejidad en las teorías
científicas, políticas y mitológicas está ella misma ligada a una
determinada carencia de complejidad en la organización social misma, es
decir, que el problema de lo paradigmático es extremamente profundo porque
remite a algo muy profundo en la organización social, que no es evidente
en principio; remite a algo muy profundo, sin duda, en la organización del
espíritu y del mundo noológico.
A modo de
conclusión
Concluyo: ¿qué
sería una epistemología compleja?
No es la
existencia de una instancia soberana que sería el Señor epistemólogo
controlando de modo irreductible e irremediable todo saber; no hay trono
soberano. Hay una pluralidad de instancias. Cada una de esas instancias es
decisiva; cada una es insuficiente. Cada una de esas instancias comporta
su principio de incertidumbre. He hablado del principio de incertidumbre
de la bioantropología del conocimiento. Es necesario también hablar del
principio de incertidumbre de la sociología del conocimiento; una sociedad
produce una ideología, una idea; pero eso no es signo de que ella sea
verdadera o falsa. Por ejemplo, en la época en que Laurent Casanova (es un
recuerdo personal) estigmatizaba al existencialismo sartriano diciendo de
éste: "Es la expresión de la pequeña burguesía laminada entre el
proletariado y la burguesía", el desafortunado Sartre decía: "Sí, quizás;
es verdad; pero eso no quiere decir, sin embargo, que el existencialismo
sea verdadero o falso". Del mismo modo, las conclusiones "sociológicas" de
Lucien Goldmann sobre Pascal, incluso si ellas están fundadas, no afectan
a los Pensées.
Lucien Goldmann
decía: "La ideología de Pascal y de Port-Royal es la ideología de la
nobleza de toga laminada entre la monarquía y la burguesía ascendente".
Quizás, pero ¿es que la angustia de Pascal ante los dos infinitos puede
reducirse al drama de la nobleza de toga que va a perder su toga? No está
tan claro.
Dicho de otro
modo: incluso las condiciones más singulares, las más localizadas, las más
particulares, las más históricas de la emergencia de una idea, de una
teoría, no son prueba de su veracidad -claro está- ni tampoco de su
falsedad. Dicho de otro modo, hay un principio de incertidumbre en el
fondo de la verdad. Es el problema de la epistemología; es el
problema de ladialéctica; es el problema de la verdad. Pero
también aquí la verdad se escapa; y también aquí el día en que se haya
constituido una facultad de noología, con su departamento
deparadigmatología, ese no será el lugar central desde donde se
podría promulgar la verdad.
Hay un principio
de incertidumbre y, como decía hace un instante, hay un principio de
incertidumbre en el corazón mismo de la lógica. No hay
incertidumbre en el silogismo; pero en el momento del ensamblaje en un
sistema de ideas, hay un principio de incertidumbre.
Así, hay un
principio de incertidumbre en el examen de cada instancia constitutiva del
conocimiento. Y el problema de la epistemología es hacer comunicar esas
instancias separadas; es, de alguna manera, hacer el circuito. No quiero
decir que cada uno deba pasar su tiempo leyendo, informándose sobre todos
los dominios. ¡No! Pero lo que digo es que si se plantea el problema del
conocimiento, y por tanto el problema del conocimiento del conocimiento,
estamos obligados a concebir los problemas que acabo de enumerar. Son
ineluctables; y no porque sea muy difícil informarse, conocer, verificar,
etc., hay que eliminar esos problemas. Es necesario, en efecto, darse
cuenta de que es muy difícil y que no es una tarea individual; es una
tarea que necesitaría el encuentro, el intercambio, entre todos los
investigadores y universitarios que trabajan en dominios disjuntos, y que
se encierran, por desgracia, como ostras cuando se les solicita. Al mismo
tiempo, debemos saber que no hay más privilegios, más tronos, más
soberanías epistemológicas; los resultados de las ciencias del cerebro,
del espíritu, de las ciencias sociales, de la historia de las ideas, etc.,
deben retroactuar sobre el estudio de los principios que determinan tales
resultados. El problema no es que cada uno pierda su competencia. Es que
la desarrolle bastante para articularla con otras competencias, las
cuales, encadenadas, formarían un bucle completo y dinámico, el bucle del
conocimiento del conocimiento. Esta es la problemática de la epistemología
compleja y no la llave maestra de la complejidad, de la que lo propio,
desgraciadamente, es que no facilita llave maestra alguna.
Nota: Este texto corresponde a las
páginas 43-77 de L'intelligence de la complexité, editado por
L'Harmattan, París, 1999. Agradecemos a Edgar Morin su amable autorización
para traducir y publicar el texto. Traducción de José Luis Solana
Ruiz.
Edgar Morin. Director honorario de
investigaciones del CNRS. París, Francia.
Resumen
La epistemología de la
complejidad
Las teorías de la
complejidad a las que se ven abocadas no pocas disciplinas, tanto en la
ciencias físicas como en las biológicas, las matemáticas o las ciencias
socioculturales, están apuntando a un trasfondo en el que se construye una
nueva epistemología: la epistemología de la complejidad. ¿Cómo
entenderla?
Abstract
Epistemology of complexity
The
theories of complexity developed in many disciplines -like physics,
biological sciences, mathematics or socio-cultural sciences, are aiming at
a background in which to construct a new epistemology: the epistemology of
complexity. How to understand it?
epistemología | complejidad | paradigma
| noología | Edgar Morin epistemology | complexity | paradigme |
noology | Edgar Morin 2004-02
|