La cuestión del género desde la perspectiva de la construcción del conocimiento

 

The gender question from the building of knowledge approach

 

 

Ana Sánchez

 

 

La formación científica y técnica es hoy en día indispensable para poder participar como ciudadanas/os en la sociedad, poder expresar la propia opinión e intervenir en la toma de decisiones. Ello conlleva otras cuestiones fundamentales, que son el derecho a una educación y una transparencia en la información y divulgación de los saberes científico-tecnológicos.

 

 

Scientific and technological education are now essential for citizens wanting to take part in Society, express their own point of view and be involved in decision-making. All this implies other basic questions, which are the right to education and a transparency in the information and communication of scientific-technological knowledge.

 

 

Autorreflexión y modelo de ciencia

 

Aquí se propone un doble juego necesario: el haz, una ciencia democratizada (formación científica de la ciudadanía), inseparable de su envés, científic@s epistemilogizad@s (es decir, ejercitad@s en la autorreflexión).

El proceso de consolidación de la ciencia occidental –que duró varios siglos– se caracterizó por la existencia de un método y una epistemología genuinos tendentes (¿lo consiguen?) a un conocimiento objetivo y neutral del mundo natural. Ese tipo de conocimiento, basado en la observación y la experimentación, así como en la formalización y matematización de los conocimientos, ha adquirido en nuestros días un gran poder. Hemos pasado de una ciencia fundamentalmente teórica y explicativa a una situación en que ciencia y tecnología están tan imbricadas que su análisis resulta ya inseparable. La ciencia ahora –además de una forma específica de conocimiento– es acción, acción transformadora del entorno, de los seres vivos.

Por consiguiente, hemos pasado de una independencia, que la ciencia necesitó en otros tiempos para su propio desarrollo, a una dependencia de ésta respecto a factores sociales, económicos e institucionales. Se precisa mucho dinero para la realización de la tecnociencia. Además, su tremendo poder transformador lleva a cuestiones de control de la propia ciencia por parte de la sociedad civil, las instituciones y la legislación. L@s no científic@s también tenemos derecho a opinar sobre ciencia, lo cual impone dos requisitos fundamentales, la democratización de los saberes científicos y la necesidad de divulgación y preparación durante el proceso educativo.

Una primera consecuencia es la necesidad de una formación científico-tecnológica de la ciudadanía, que posibilite la opinión (y, si es necesario, el control) de los procesos implicados. Pero, de forma concomitante, se hace precisa la formación de l@s científic@s en la autorreflexión. Quien trabaja en tecnociencia debe tomar conciencia de hallarse en un engranaje dominado por una lógica, como dice Edgar Morin: el cuatrimotor ciencia-técnica-economía-industria.1 ¿Cómo va a escapar la investigación pública a esa lógica? ¿Cómo se van a posicionar l@s investigador@s de nuestro país en el engranaje tecnocientífico dominado por el mercado, las prisas, el prestigio? Precisamos una epistemología compleja, que no atienda al lucro, el éxito y las modas impuestas por las sociedades científicas dominantes; que formule otras preguntas frente a los mismos hechos. ¿Qué concepción tenemos del mundo, de sus interrelaciones y de la forma que tenemos de relacionarnos con él? ¿Qué proyecto tenemos para la historia de la humanidad y del planeta? Desde un enfoque complejo y desde una perspectiva planetaria, debemos atender a lo local y lo global. Este doble movimiento hará que los proyectos de investigación no respondan únicamente a intereses y necesidades del primer mundo, que no suele respetar los habitantes y las formas de vida del tercero.

Todo conocimiento es humano, elaborado por mujeres y hombres configurad@s por la pertenencia triple e indisoluble a individuo-especie-sociedad. La entrada de lo social apunta al sistema de creencias, la cosmovisión compartida (o no) por una comunidad. La tecnociencia no escapa a ello, no es una forma de conocimiento «caída del cielo».

 

Aportaciones feministas a la conceptualización de la tecnociencia

 

Mucho se ha escrito ya sobre la crítica feminista a la ciencia occidental. La principal idea relacionada con esta postura contempla que la ciencia occidental es un reflejo de la forma de concebir el mundo por parte de una fracción de la población, representada por el varón occidental, blanco, de clase media-alta. Su percepción del mundo implica una determinada forma de concebir y relacionarse con la naturaleza. Desde Bacon, el deseo de controlar y dominar la naturaleza ha impregnado la metodología investigadora. Una segunda consecuencia de esta percepción sería una relación de adversidad con la naturaleza, relacionada con el estilo cognitivo y la epistemología dominantes en la ciencia y la filosofía occidentales. La consecuencia de esta relación sería (y éstas son las grandes palabras) una construcción dicotómica que contempla la separación entre sujeto y objeto, entre naturaleza y cultura, entre objetivo y subjetivo (y un largo etcétera). Tal construcción dicotómica se hallaría en la base epistemológica del reduccionismo y mecanicismo dominantes en la ciencia hasta finales del siglo xx.

La respuesta feminista ante esta postura sería la necesidad de complementar la visión androcéntrica y occidentalocéntrica con otras miradas, las de las mujeres, pero también con las de otras culturas. Se podrían así modificar los valores dominantes, entre ellos, y fundamentalmente, la forma de relacionarse con la naturaleza, ya que los valores atribuidos a las mujeres por nuestra sociedad tienen alcance ético y epistémico. La relacionalidad y los cuidados, dos características consideradas «femeninas» en nuestra sociedad, pasan a ser valores convenientes para la tecnociencia. En este sentido, la acción de dispensar cuidados llevaría a una nueva relación de respeto y no explotación de la naturaleza, valores compartidos por los movimientos de concienciación ecológica y pacifista.

En cuanto al alcance epistemológico de la relacionalidad, se proponen constantemente modelos interactivos, tendentes a romper la construcción dicotómica mencionada y que demuestran la inseparabilidad entre conceptos como sujeto y objeto. Tal situación conduce a propugnar otro modelo de ciencia no reduccionista y no mecanicista, atenta a otra concepción de la causalidad (casi nunca lineal, sino múltiple), pocas veces jerárquica (dando cuenta de las diversas relaciones de dominancia entre las partes y el todo) y, probablemente, más interesada en la comprensión que en la explicación.

 

Las mujeres como sujeto y objeto de la ciencia

 

En ocasiones anteriores2 se ha constatado la existencia, en áreas como la biomedicina, la psicología o las ciencias sociales, de un extraño doble juego. Existe la creencia, tanto en ámbitos cotidianos de nuestra sociedad como entre la comunidad tecnocientífica, en las diferencias entre mujeres y hombres. Creencia alimentada por la fuerte vectorialización de nuestra sociedad, organizada en función del sexo biológico, lo cual ha llevado a una serie de tendencias y líneas de investigación en las que se buscan exacerbadamente diferencias cognitivas y conductuales entre mujeres y hombres y a construir explicaciones para ello, basadas en la teoría de la evolución, la genética, la endocrinología y la psicología. Así, en el ámbito de la investigación científica y en su discurso, esta creencia en las diferencias funciona como guía heurística para su descubrimiento. Los estudios feministas han criticado, desde la ya antigua hipótesis del cazador (según la cual el macho era el único protagonista del proceso de hominización), hasta el auge y actual permanencia de diferentes teorías defendidas por la sociobiología (como la teoría de la selección sexual, usada como legitimadora de las diferencias en conductas de apareamiento y de cuidados de la prole que se observan en nuestra sociedad pero que son explicadas casi únicamente por causas biológicas).3

Por otra parte, no obstante, el uso del genérico masculino, muestra de la invisibilidad de las mujeres en nuestra sociedad, hace que en biomedicina se desdeñen, incluso olviden, las diferencias. Carme Valls, expone claramente en este mismo número la ocurrencia de graves fallos en la atención sanitaria a mujeres derivados de un descuido de la variable «sexo». Dicha invisibilidad de las mujeres es un tópico recurrente en disciplinas como la historia, la sociología o la economía, en las que la metodología ha ido variando y abarcando variables que contemplen la situación de las mujeres. En biomedicina, sin embargo, se ha avanzado menos, quizá por un efecto perverso de que aquellas ciencias que se consideran más «objetivas» tienen menos posibilidades de no caer en las inevitables subjetividades.

 

La comunicación científica y el análisis metafórico

 

La ciencia, lo sabemos, se comunica a través del lenguaje. Y, sea en un lenguaje especializado, sea en el divulgativo, utiliza metáforas. El análisis de las metáforas en el discurso científico4 ha servido para poner de relieve el alcance significativo, ideológico y heurístico de su empleo. Las metáforas son desveladoras y reveladoras de la concepción de la naturaleza, la metodología y la epistemología que subyacen a la tecnociencia actual. Así, el análisis metafórico está orientado a la identificación de los presupuestos reduccionistas y sexistas de determinadas concepciones, programas de investigación y teorías.5,6,7 Dentro de la biología, por ejemplo, podemos volver a la sociobiología para evocar el carismático ejemplo de El gen egoísta de Richard Dawkins. La investigación en tecnologías de reproducción asistida también está repleta de metáforas patriarcales, como la pasividad, la culpa de las mujeres, así como de metáforas constitutivas de la ciencia occidental, como el mecanicismo, el reduccionismo...

 

Otras avenidas

 

Desde la perspectiva de los estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, se concibe la ciencia y tecnología como una red de actores en la que entran a formar parte aspectos económicos (industria y patentes), políticos (fomento de la investigación, prohibición de determinadas líneas), sociales (agentes afectados) y mediáticos (impacto de la imagen de la ciencia que ofrecen los medios de comunicación, que llega a la población en general). Inherentes a todos estos aspectos son los valores e intereses propios de cada grupo, que interaccionan y, lógicamente, entran en conflicto.

Estudios recientes sobre el eje ciencia-tecnología-sociedad analizan la interacción entre todos estos valores e intereses, centrándose en la elucidación de los siguientes aspectos: impacto, riesgo, beneficios y coste.

Pongamos un ejemplo: en biomedicina, las investigaciones e implementaciones relativas a tecnologías de reproducción asistida, ingeniería genética (y sus patentes) o células madre abren debates que requieren una reflexión multidisciplinaria, desde disciplinas como la bioética o la filosofía de la ciencia y desde determinados valores e ideologías, como el feminismo y el ecologismo. De hecho, en lo que respecta a investigación e implementación, no se debe olvidar que en las investigaciones biomédicas antes aludidas el material base con que se investiga es el propio cuerpo de los humanos y, como comentaré a continuación, fundamentalmente de las humanas. Más en concreto, el poder manipulador y transformador de las ciencias biomédicas reproductivas afecta demasiado a las vidas, relaciones y definiciones antroposociales del parentesco como para que no sea la sociedad, en conjunto, y los grupos más implicados en particular (las mujeres) los que opinen.

 

El cuerpo de la mujer y su invisibilidad

 

Nos centraremos, finalmente, en el cuerpo de las mujeres y su manipulación en las investigaciones sobre reproducción asistida y células madre de origen embrionario. Precisamente, y en contra de los clásicos preceptos de la ciencia occidental, la tecnociencia excede en estas investigaciones la distinción entre sujeto y objeto, naturaleza y sociedad. Rebasa los límites de la separación entre el sujeto observador y el cuerpo de la «paciente» (devenido objeto fragmentado, sin conciencia), ya que la capacidad de intrusión (endoscopia y manipulación genética de las células), acompañada de la metodología reduccionista, parece no tener límite. Los límites de la observación se amplían por medio de endoscopias, radiografías, ecografías, tomografías...Los límites de la intrusión hacen lo propio con la terapia génica. El material humano se desagrega, se convierte en material fragmentado listo para manipular y patentar.

 

Sobre la reproducción asistida

En la reproducción asistida se rebasaron también los límites entre mujer y hombre, creando el extraño constructo de la «pareja paciente». En el formidable análisis de Irma Van der Ploeg8 se mostraba que, en un procedimiento de fecundación in vitro, los biomédicos parecen estar tratando a la pareja, desdeñando las enormes diferencias que suponen para el cuerpo femenino y masculino estos tratamientos. Se desdibuja y minimiza, de este modo, el aporte energético y fisiológico del cuerpo de la mujer, que «sufre» la estimulación ovárica y la punción para la extracción de los óvulos maduros. Se han analizado los riesgos a largo plazo de la aplicación de estos tratamientos, pero no parece que se tengan en cuenta los datos aportados y las recomendaciones de actuar con más precaución y menos precipitación. De nuevo, desdeñando la perspectiva de las mujeres, a los posibles riesgos (embarazo múltiple, hiperestimulación ovárica, cáncer ginecológico) se les denomina «complicaciones». Es posible observar a menudo que, sólo cuando existe una solución se reconoce que había un problema. La literatura recoge numerosos ejemplos, desde los años ochenta del siglo pasado, sobre la problemática de la estimulación ovárica y los embarazos múltiples. Sólo ahora, cuando que se van descubriendo formas de remediarlos se dice que se ha logrado resolver un problema (cuya existencia nunca antes se había reconocido).

 

Acerca de la investigación en células madre embrionarias

Si con las tecnologías de reproducción asistida las mujeres han perdido parte del control de sus procesos reproductivos (y desde el feminismo no se ha logrado –ni en hospitales, ni en comités bioéticos, ni en redacción de leyes– participar en las tomas de decisión), con la investigación en células madre embrionarias parece que va a ocurrir otro tanto.

A partir de 1998 se inician las investigaciones en células madre, adquiriendo la clonación un nuevo sentido. Se abandona una imagen de la clonación reproductiva asociada a la creación un mundo feliz y se apoya fervientemente la clonación terapéutica. Las células madre son células indiferenciadas que pueden reproducirse in vitro y que tienen la potencialidad (al ser manipuladas adecuadamente) de convertirse en cualquier tipo celular. Y, de nuevo la pregunta, ¿qué material biológico se requiere?

L@s científic@s se lamentan de las limitaciones legislativas, culturales o religiosas que frenan el desarrollo de sus investigaciones, recordemos la polémica suscitada en España acerca de la utilización de los 40 000 embriones congelados actualmente sobrantes de los tratamientos de reproducción asistida para investigación en células madre. Científicas como Margarita Salas han reclamado una reforma urgente de la Ley de reproducción asistida de 1988, argumentando que, de no utilizarlos en la investigación, esos embriones sólo pueden ser destruidos. Aquí conviene, no obstante, la reflexión epistemológica, contraponiendo una hipótesis radical a esta hipótesis posibilista. Ante el argumento de que «hay que utilizarlos», cabe preguntarse qué metodología científica ha llevado a su almacenamiento y a qué lógica del provecho obedece este aserto. ¿Llegaremos a vaciar el almacén? ¿Qué haremos cuando se agote? También conviene plantearse, desde un punto de vista metodológico, de qué manera se ha llegado a generar tal cantidad de embriones y a costa de cuántos miles y miles de óvulos.

Tal vez exista una relación entre esta producción masiva de material humano sobrante de las prácticas de la reproducción asistida y el hecho de haber conseguido, por fin, el material más difícil, los óvulos. Los datos presentados en la tabla I permiten argumentar que diversas líneas de investigación, ahora punteras, no están en realidad tan separadas como parece. Tres de ellas, de hecho, convergen en una cuarta: la investigación en células madre. Además, todas ellas tienen numerosos puntos en común, tanto la fecundación in vitro con transferencia embrionaria (FIVTE), la clonación, la investigación en células madre y la ingeniería genética. Observemos cómo el material sobrante de la FIVTE se utiliza para la clonación terapéutica y la investigación en células madre. Recordemos que las técnicas terapéuticas de las células madre se apoyan en la ingeniería genética.

 

Banalización de las aportaciones del cuerpo de la mujer

De la recién iniciada investigación en células madre de origen embrionario también se desprenden ciertos sesgos sexistas que tienden a hacer invisible la aportación de las mujeres y a desdeñar las consecuencias que estas intervenciones puedan tener en su salud. La polémica suscitada en nuestro país parece girar alrededor del estatus del embrión, si bien a nadie le preocupa el cuerpo de la mujer. Pero la pregunta es: ¿de dónde se extraen los óvulos? La mujer dispone de unos 450 o 500 óvulos, cuya difícil obtención precisa siempre de estimulaciones ováricas e intrusiones quirúrgicas (procesos que reciben metafóricamente el nombre de «recogida de óvulos», otro mecanismo lingüístico de ocultación, invisibilización de la aportación del cuerpo de las mujeres).

Y, sin embargo, curiosamente, el óvulo (el material más escaso y costoso de obtener), no aparece en los estudios sobre la obtención de células madre embrionarias mediante clonación reproductiva.

Un somero análisis de los métodos de obtención de células madre recogidos en la bibliografía especializada sigue una determinada pauta: según ésta se parte de un varón del que se extrae una célula para obtener el núcleo. De la nada, aparece un óvulo (en otro lugar de este artículo se indica el proceso de obtención del óvulo, mediante hormonación e intervención quirúrgica). No sólo la mujer parece invisible, el óvulo aparecer ex nihilo.

La cultura tecnocientífica de la biomedicina es visual. Los significados afloran en torrente a partir de esquemas, gráficas y estadísticas. Pero hay también una cierta parte de información que no se muestra. Entre la información que he reunido desde que inicié mis pesquisas sobre las células madre no he logrado encontrar datos acerca de cuántos embriones se precisan en una experimentación, de qué cantidad de material biológico de origen humano se llegará a necesitar en cada implementación o, en última instancia, de dónde se van a obtener los óvulos. No hay datos, no hay previsiones.

Ante tal falta de información, es lógico preguntar: ¿qué control tenemos sobre la utilización de óvulos en dichas investigaciones? ¿o sobre el número de óvulos producidos por las mujeres que se someten a tecnologías de reproducción asistida? Pero éstas no parecen, desde la perspectiva de riesgos, costes y beneficios antes formulada, preguntas relevantes a la hora de decidir sobre la continuidad de estas investigaciones. Aunque la escasez de óvulos y el escaso éxito en las clonaciones debería ser un argumento en este análisis.

 

Intereses y ganancias

 

Si seguimos analizando las claves de la polémica desatada en España, los «argumentos» aportados por los miembros de la comunidad científica que defienden la utilización de embriones (ya sean los sobrantes de las tecnologías de reproducción o los producidos por clonación terapéutica) parecen apoyar que la investigación científica es algo puro, que trabaja por el «bien de la humanidad», desvinculada de dos de los factores que los análisis sobre ciencia, tecnología y sociedad (C/T/S) reconocen como impulsores de desarrollo: los factores económicos y de prestigio. Si en la FIVTE, el impulso inductor parecía ser el deseo de las mujeres por ser madres, (apelando a la «demanda» de hijo y desconsiderando la relación entre oferta tecnológica y generación social de la demanda), en la investigación en células madre parece ser la necesidad de curar diversas enfermedades. Por el momento, sin embargo, esta posibilidad se sustenta sobre promesas a largo plazo, descuidándose un análisis de los intereses financieros, farmacéuticos y de patentes vinculados a estas investigaciones.

Según Jeremy Rifkin,9 existen tres grandes compañías (públicas, no lo olvidemos), con interconexiones entre ellas y entre sus distintas líneas de investigación y sus actores implicados:

 

 

Geron y Advanced Cell Technology poseen ya diversas patentes sobre el proceso de clonación, embriones humanos clonados y células madre clonadas. Rifkin teme que estas compañías puedan dictar los avances futuros de una investigación médica que utilice células madre. Según él, investigadores, institutos y otras empresas tendrán que pagar a Geron y ACT para acceder al uso de embriones. ¿Debemos permitir que estas empresas sean propietarias de células madre primarias? ¿Se pueden patentar propiedades de la vida? Es posible patentar inventos, pero ¿también los descubrimientos? Rifkin teme que nos hallemos ante la posibilidad de crear una sociedad eugenésica comercial.

En este artículo he querido evocar las más pesimistas opiniones que se generan alrededor del análisis del poder y la capacidad de control de las empresas privadas. Quiero recordar con ello las dificultades de libertad de investigación, en una comunidad científica dominada por la lógica de las patentes y del beneficio económico. He tenido mucho interés en buscar las interconexiones entre reproducción asistida, células madre y clonación, pues siempre se ha querido aparentar que el único interés de la investigación en técnicas de reproducción era satisfacer los deseos de maternidad. Mantengo, junto a Verena Stolcke y tantas otras que, en el aspecto reproductivo, el cuerpo de las mujeres constituye un recurso limitado, de gran interés tecnológico y que se ha querido lograr el acceso al óvulo para poder utilizarlo en las otras líneas de investigación como clonación y células madre.

Por último, una reflexión sobre la cantidad y la cualidad. En este mismo número de Quark se habla acerca de las dificultades que siguen teniendo las mujeres para acceder al mundo tecnocientífico. También en este aspecto deseo dejar mi apunte. Integrarse es desintegrarse. Es necesario lograr, sin duda, el imprescindible avance cuantitativo, pero sin olvidar que, en la andadura, sería necesario ir cambiando determinados valores dominantes ahora en ciencia (entre ellos, control, explotación de la naturaleza y los vivientes, beneficios, prisas y prestigio) por otros valores como la cultura de la paz y de los cuidados. Este cambio nos llevaría, si seguimos los análisis sobre ciencia, tecnología y sociedad relativos a riesgos, costes y beneficios, a abandonar y/o modificar determinadas líneas de investigación.

 

Biblografía

 

1 Morin, Edgar: La Identidad Humana, Cátedra, Madrid, 2003.

2 Sánchez, Ana: «Complejidad y feminismo», RELEA (Revista latinoamericana de estudios avanzados, 1999.

3 Sánchez, Ana: «El debate sobre la selección sexual: complejidad versus determinismo», Arbor: ciencia, pensamiento y cultura 1993; cxlix (565): 141-172.

4 Bustos, Eduardo de: La metáfora: ensayos transdisciplinares, Fondo de Cultura Económica, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid, 2000.

5 Harding, Sandra: Whose Science?, Whose Knowledge? Cornell University Press, Ithaca, 1991.

6 Keller, Evelyn Fox: Reflexiones sobre género y ciencia, Ed. Alfons el Magnànim, Valencia, 1991.

7 Merchant, Carolyn: The Death of Nature, Harper & Row Eds., San Francisco, 1980.

8 Van der Ploeg, Irma: «L’individualité féminine à l’épreuve des technologies de reproduction», En: De la contraception à l’enfantement, L’Harmattan, París, 1999.

9 Rifkin, Jeremy: El siglo de la biotecnología, Crítica, Barcelona, 1999.

 

 

Ana Sánchez

 

Doctora en Filosofía y profesora titular de Lógica, Filosofía de la Ciencia y Filosofía del Lenguaje en la Universidad de Valencia. Miembro de la Asociación por el Pensamiento Complejo de París y del Instituto Universitario de Estudios de la Mujer de la Universidad de Valencia. Sus líneas de investigación son el desarrollo de la intersección entre la epistemología de la complejidad de Edgar Morin y la epistemología feminista; ciencia, tecnología, sociedad y género; coeducación, ciencia y tecnología y es investigadora principal de un estudio sobre técnicas de reproducción asistida subvencionado por el Instituto de la Mujer de Madrid.

 

sanchana@uv.es

 

 

 

Tabla I Diversas líneas de investigación, ahora punteras, no están en realidad tan separadas como parece

 

 

FIVTE*

Clonación

Células madre

Material biológico

Óvulos

Espermatozoides

Óvulos

Células

Embriones

Cordón umbilical

Placenta

Médula ósea

Finalidad

Reproducción

 Terapia

 reproductiva

terapéutica

 

* FIVTE: fecundación in vitro con transferencia embrionaria