La formación científica y
técnica es hoy en día indispensable para poder participar como ciudadanas/os en
la sociedad, poder expresar la propia opinión e intervenir en la toma de
decisiones. Ello conlleva otras cuestiones fundamentales, que son el derecho a
una educación y una transparencia en la información y divulgación de los saberes
científico-tecnológicos.
Scientific and technological education are now
essential for citizens wanting to take part in Society, express their own point
of view and be involved in decision-making. All this implies other basic
questions, which are the right to education and a transparency in the
information and communication of scientific-technological knowledge.
Autorreflexión y modelo de
ciencia
Aquí
se propone un doble juego necesario: el haz, una ciencia democratizada
(formación científica de la ciudadanía), inseparable de su envés, científic@s
epistemilogizad@s (es decir, ejercitad@s en la
autorreflexión).
El proceso de consolidación
de la ciencia occidental –que duró varios siglos– se caracterizó por la
existencia de un método y una epistemología genuinos tendentes (¿lo consiguen?)
a un conocimiento objetivo y neutral del mundo natural. Ese tipo de
conocimiento, basado en la observación y la experimentación, así como en la
formalización y matematización de los conocimientos, ha adquirido en nuestros
días un gran poder. Hemos pasado de una ciencia fundamentalmente teórica y
explicativa a una situación en que ciencia y tecnología están tan imbricadas que
su análisis resulta ya inseparable. La ciencia ahora –además de una forma
específica de conocimiento– es acción, acción transformadora del entorno, de los
seres vivos.
Por consiguiente, hemos pasado de una independencia, que la
ciencia necesitó en otros tiempos para su propio desarrollo, a una dependencia
de ésta respecto a factores sociales, económicos e institucionales. Se precisa
mucho dinero para la realización de la tecnociencia. Además, su tremendo poder
transformador lleva a cuestiones de control de la propia ciencia por parte de la
sociedad civil, las instituciones y la legislación. L@s no científic@s también
tenemos derecho a opinar sobre ciencia, lo cual impone dos requisitos
fundamentales, la democratización de los saberes científicos y la necesidad de
divulgación y preparación durante el proceso educativo.
Una
primera consecuencia es la necesidad de una formación científico-tecnológica de
la ciudadanía, que posibilite la opinión (y, si es necesario, el control) de los
procesos implicados. Pero, de forma concomitante, se hace precisa la formación
de l@s científic@s en la autorreflexión. Quien trabaja en tecnociencia debe
tomar conciencia de hallarse en un engranaje dominado por una lógica, como dice
Edgar Morin: el cuatrimotor ciencia-técnica-economía-industria.1
¿Cómo va a escapar la investigación pública a esa lógica? ¿Cómo se van a
posicionar l@s investigador@s de nuestro país en el engranaje tecnocientífico
dominado por el mercado, las prisas, el prestigio? Precisamos una epistemología
compleja, que no atienda al lucro, el éxito y las modas impuestas por las
sociedades científicas dominantes; que formule otras preguntas frente a los
mismos hechos. ¿Qué concepción tenemos del mundo, de sus interrelaciones y de la
forma que tenemos de relacionarnos con él? ¿Qué proyecto tenemos para la
historia de la humanidad y del planeta? Desde un enfoque complejo y desde una
perspectiva planetaria, debemos atender a lo local y lo global. Este doble
movimiento hará que los proyectos de investigación no respondan únicamente a
intereses y necesidades del primer mundo, que no suele respetar los habitantes y
las formas de vida del tercero.
Todo conocimiento es humano,
elaborado por mujeres y hombres configurad@s por la pertenencia triple e
indisoluble a individuo-especie-sociedad. La entrada de lo social apunta al
sistema de creencias, la cosmovisión compartida (o no) por una comunidad. La
tecnociencia no escapa a ello, no es una forma de conocimiento «caída del
cielo».
Aportaciones feministas a la
conceptualización de la tecnociencia
Mucho se ha escrito ya sobre
la crítica feminista a la ciencia occidental. La principal idea relacionada con
esta postura contempla que la ciencia occidental es un reflejo de la forma de
concebir el mundo por parte de una fracción de la población, representada por el
varón occidental, blanco, de clase media-alta. Su percepción del mundo implica
una determinada forma de concebir y relacionarse con la naturaleza. Desde Bacon,
el deseo de controlar y dominar la naturaleza ha impregnado la metodología
investigadora. Una segunda consecuencia de esta percepción sería una relación de
adversidad con la naturaleza, relacionada con el estilo cognitivo y la
epistemología dominantes en la ciencia y la filosofía occidentales. La
consecuencia de esta relación sería (y éstas son las grandes palabras) una
construcción dicotómica que contempla la separación entre sujeto y objeto, entre
naturaleza y cultura, entre objetivo y subjetivo (y un largo etcétera). Tal
construcción dicotómica se hallaría en la base epistemológica del reduccionismo
y mecanicismo dominantes en la ciencia hasta finales del siglo xx.
La
respuesta feminista ante esta postura sería la necesidad de complementar la
visión androcéntrica y occidentalocéntrica con otras miradas, las
de las mujeres, pero también con las de otras culturas. Se podrían así modificar
los valores dominantes, entre ellos, y fundamentalmente, la forma de
relacionarse con la naturaleza, ya que los valores atribuidos a las mujeres por
nuestra sociedad tienen alcance ético y epistémico. La relacionalidad y los cuidados, dos características
consideradas «femeninas» en nuestra sociedad, pasan a ser valores convenientes
para la tecnociencia. En este sentido, la acción de dispensar cuidados llevaría
a una nueva relación de respeto y no explotación de la naturaleza, valores
compartidos por los movimientos de concienciación ecológica y pacifista.
En
cuanto al alcance epistemológico de la relacionalidad, se proponen
constantemente modelos interactivos, tendentes a romper la construcción
dicotómica mencionada y que demuestran la inseparabilidad entre conceptos como
sujeto y objeto. Tal situación conduce a propugnar otro modelo de ciencia no
reduccionista y no mecanicista, atenta a otra concepción de la causalidad (casi
nunca lineal, sino múltiple), pocas veces jerárquica (dando cuenta de las
diversas relaciones de dominancia entre las partes y el todo) y, probablemente,
más interesada en la comprensión que en la explicación.
Las mujeres como sujeto y
objeto de la ciencia
En
ocasiones anteriores2 se ha constatado la existencia, en áreas como
la biomedicina, la psicología o las ciencias sociales, de un extraño doble
juego. Existe la creencia, tanto en ámbitos cotidianos de nuestra sociedad como
entre la comunidad tecnocientífica, en las diferencias entre mujeres y hombres.
Creencia alimentada por la fuerte vectorialización de nuestra sociedad,
organizada en función del sexo biológico, lo cual ha llevado a una serie de
tendencias y líneas de investigación en las que se buscan exacerbadamente
diferencias cognitivas y conductuales entre mujeres y hombres y a construir
explicaciones para ello, basadas en la teoría de la evolución, la genética, la
endocrinología y la psicología. Así, en el ámbito de la investigación científica
y en su discurso, esta creencia en las diferencias funciona como guía heurística
para su descubrimiento. Los estudios feministas han criticado, desde la ya
antigua hipótesis del cazador (según la cual el macho era el único protagonista
del proceso de hominización), hasta el auge y actual permanencia de diferentes
teorías defendidas por la sociobiología (como la teoría de la selección sexual,
usada como legitimadora de las diferencias en conductas de apareamiento y de
cuidados de la prole que se observan en nuestra sociedad pero que son explicadas
casi únicamente por causas biológicas).3
Por
otra parte, no obstante, el uso del genérico masculino, muestra de la
invisibilidad de las mujeres en nuestra sociedad, hace que en biomedicina se
desdeñen, incluso olviden, las diferencias. Carme Valls, expone claramente en
este mismo número la ocurrencia de graves fallos en la atención sanitaria a
mujeres derivados de un descuido de la variable «sexo». Dicha invisibilidad de
las mujeres es un tópico recurrente en disciplinas como la historia, la
sociología o la economía, en las que la metodología ha ido variando y abarcando
variables que contemplen la situación de las mujeres. En biomedicina, sin
embargo, se ha avanzado menos, quizá por un efecto perverso de que aquellas
ciencias que se consideran más «objetivas» tienen menos posibilidades de no caer
en las inevitables subjetividades.
La comunicación científica y
el análisis metafórico
La
ciencia, lo sabemos, se comunica a través del lenguaje. Y, sea en un lenguaje
especializado, sea en el divulgativo, utiliza metáforas. El análisis de las
metáforas en el discurso científico4 ha servido para poner de relieve
el alcance significativo, ideológico y heurístico de su empleo. Las metáforas
son desveladoras y reveladoras de la concepción de la naturaleza, la metodología
y la epistemología que subyacen a la tecnociencia actual. Así, el análisis
metafórico está orientado a la identificación de los presupuestos reduccionistas
y sexistas de determinadas concepciones, programas de investigación y
teorías.5,6,7 Dentro de la biología, por ejemplo, podemos volver a la
sociobiología para evocar el carismático ejemplo de El gen egoísta de Richard Dawkins. La
investigación en tecnologías de reproducción asistida también está repleta de
metáforas patriarcales, como la pasividad, la culpa de las mujeres, así como de
metáforas constitutivas de la ciencia occidental, como el mecanicismo, el
reduccionismo...
Otras
avenidas
Desde la perspectiva de los
estudios sobre ciencia, tecnología y sociedad, se concibe la ciencia y
tecnología como una red de actores en la que entran a formar parte aspectos
económicos (industria y patentes), políticos (fomento de la investigación,
prohibición de determinadas líneas), sociales (agentes afectados) y mediáticos
(impacto de la imagen de la ciencia que ofrecen los medios de comunicación, que
llega a la población en general). Inherentes a todos estos aspectos son los
valores e intereses propios de cada grupo, que interaccionan y, lógicamente,
entran en conflicto.
Estudios recientes sobre el
eje ciencia-tecnología-sociedad analizan la interacción entre todos estos
valores e intereses, centrándose en la elucidación de los siguientes aspectos:
impacto, riesgo, beneficios y coste.
Pongamos un ejemplo: en
biomedicina, las investigaciones e implementaciones relativas a tecnologías de
reproducción asistida, ingeniería genética (y sus patentes) o células madre
abren debates que requieren una reflexión multidisciplinaria, desde disciplinas
como la bioética o la filosofía de la ciencia y desde determinados valores e
ideologías, como el feminismo y el ecologismo. De hecho, en lo que respecta a
investigación e implementación, no se debe olvidar que en las investigaciones
biomédicas antes aludidas el material base con que se investiga es el propio
cuerpo de los humanos y, como comentaré a continuación, fundamentalmente de las
humanas. Más en concreto, el poder manipulador y transformador de las ciencias
biomédicas reproductivas afecta demasiado a las vidas, relaciones y definiciones
antroposociales del parentesco como para que no sea la sociedad, en conjunto, y
los grupos más implicados en particular (las mujeres) los que
opinen.
El cuerpo de la mujer y su
invisibilidad
Nos
centraremos, finalmente, en el cuerpo de las mujeres y su manipulación en las
investigaciones sobre reproducción asistida y células madre de origen
embrionario. Precisamente, y en contra de los clásicos preceptos de la ciencia
occidental, la tecnociencia excede en estas investigaciones la distinción entre
sujeto y objeto, naturaleza y sociedad. Rebasa los límites de la separación
entre el sujeto observador y el cuerpo de la «paciente» (devenido objeto
fragmentado, sin conciencia), ya que la capacidad de intrusión (endoscopia y
manipulación genética de las células), acompañada de la metodología
reduccionista, parece no tener límite. Los límites de la observación se amplían
por medio de endoscopias, radiografías, ecografías, tomografías...Los límites de
la intrusión hacen lo propio con la terapia génica. El material humano se
desagrega, se convierte en material fragmentado listo para manipular y
patentar.
En
la reproducción asistida se rebasaron también los límites entre mujer y hombre,
creando el extraño constructo de la «pareja paciente». En el formidable análisis
de Irma Van der Ploeg8 se mostraba que, en un procedimiento de
fecundación in vitro, los biomédicos parecen estar tratando a la pareja,
desdeñando las enormes diferencias que suponen para el cuerpo femenino y
masculino estos tratamientos. Se desdibuja y minimiza, de este modo, el aporte
energético y fisiológico del cuerpo de la mujer, que «sufre» la estimulación
ovárica y la punción para la extracción de los óvulos maduros. Se han analizado
los riesgos a largo plazo de la aplicación de estos tratamientos, pero no parece
que se tengan en cuenta los datos aportados y las recomendaciones de actuar con
más precaución y menos precipitación. De nuevo, desdeñando la perspectiva de las
mujeres, a los posibles riesgos (embarazo múltiple, hiperestimulación ovárica,
cáncer ginecológico) se les denomina «complicaciones». Es posible observar a
menudo que, sólo cuando existe una solución se reconoce que había un problema.
La literatura recoge numerosos ejemplos, desde los años ochenta del siglo
pasado, sobre la problemática de la estimulación ovárica y los embarazos
múltiples. Sólo ahora, cuando que se van descubriendo formas de remediarlos se
dice que se ha logrado resolver un problema (cuya existencia nunca antes se
había reconocido).
Si
con las tecnologías de reproducción asistida las mujeres han perdido parte del
control de sus procesos reproductivos (y desde el feminismo no se ha logrado –ni
en hospitales, ni en comités bioéticos, ni en redacción de leyes– participar en
las tomas de decisión), con la investigación en células madre embrionarias
parece que va a ocurrir otro tanto.
A
partir de 1998 se inician las investigaciones en células madre, adquiriendo la
clonación un nuevo sentido. Se abandona una imagen de la clonación reproductiva
asociada a la creación un mundo feliz y se apoya fervientemente la clonación
terapéutica. Las células madre son células indiferenciadas que pueden
reproducirse in vitro y que tienen la potencialidad (al ser manipuladas
adecuadamente) de convertirse en cualquier tipo celular. Y, de nuevo la
pregunta, ¿qué material biológico se requiere?
L@s
científic@s se lamentan de las limitaciones legislativas, culturales o
religiosas que frenan el desarrollo de sus investigaciones, recordemos la
polémica suscitada en España acerca de la utilización de los 40 000 embriones
congelados actualmente sobrantes de los tratamientos de reproducción asistida
para investigación en células madre. Científicas como Margarita Salas han
reclamado una reforma urgente de la Ley de reproducción asistida de 1988,
argumentando que, de no utilizarlos en la investigación, esos embriones sólo
pueden ser destruidos. Aquí conviene, no obstante, la reflexión epistemológica, contraponiendo una
hipótesis radical a esta hipótesis posibilista. Ante el argumento de que «hay
que utilizarlos», cabe preguntarse qué metodología científica ha llevado a su
almacenamiento y a qué lógica del provecho obedece este aserto. ¿Llegaremos a
vaciar el almacén? ¿Qué haremos cuando se agote? También conviene plantearse,
desde un punto de vista metodológico,
de qué manera se ha llegado a generar tal cantidad de embriones y a costa
de cuántos miles y miles de óvulos.
Tal
vez exista una relación entre esta producción masiva de material humano sobrante
de las prácticas de la reproducción asistida y el hecho de haber conseguido, por
fin, el material más difícil, los óvulos. Los datos presentados en la tabla I
permiten argumentar que diversas líneas de investigación, ahora punteras, no
están en realidad tan separadas como parece. Tres de ellas, de hecho, convergen
en una cuarta: la investigación en células madre. Además, todas ellas tienen
numerosos puntos en común, tanto la fecundación in vitro con
transferencia embrionaria (FIVTE), la clonación, la investigación en células
madre y la ingeniería genética. Observemos cómo el material sobrante de la FIVTE
se utiliza para la clonación terapéutica y la investigación en células madre.
Recordemos que las técnicas terapéuticas de las células madre se apoyan en la
ingeniería genética.
Banalización de las
aportaciones del cuerpo de la mujer
De
la recién iniciada investigación en células madre de origen embrionario también
se desprenden ciertos sesgos sexistas que tienden a hacer invisible la
aportación de las mujeres y a desdeñar las consecuencias que estas
intervenciones puedan tener en su salud. La polémica suscitada en nuestro país
parece girar alrededor del estatus del embrión, si bien a nadie le preocupa el
cuerpo de la mujer. Pero la pregunta es: ¿de dónde se extraen los óvulos? La
mujer dispone de unos 450 o 500 óvulos, cuya difícil obtención precisa siempre
de estimulaciones ováricas e intrusiones quirúrgicas (procesos que reciben
metafóricamente el nombre de «recogida de óvulos», otro mecanismo lingüístico
de ocultación, invisibilización de la
aportación del cuerpo de las mujeres).
Y,
sin embargo, curiosamente, el óvulo (el material más escaso y costoso de
obtener), no aparece en los estudios sobre la obtención de células madre
embrionarias mediante clonación reproductiva.
Un
somero análisis de los métodos de obtención de células madre recogidos en la
bibliografía especializada sigue una determinada pauta: según ésta se parte de
un varón del que se extrae una célula para obtener el núcleo. De la nada,
aparece un óvulo (en otro lugar de este artículo se indica el proceso de
obtención del óvulo, mediante hormonación e intervención quirúrgica). No sólo la
mujer parece invisible, el óvulo aparecer ex nihilo.
La
cultura tecnocientífica de la biomedicina es visual. Los significados afloran en
torrente a partir de esquemas, gráficas y estadísticas. Pero hay también una
cierta parte de información que no se muestra. Entre la información que he
reunido desde que inicié mis pesquisas sobre las células madre no he logrado
encontrar datos acerca de cuántos embriones se precisan en una experimentación,
de qué cantidad de material biológico de origen humano se llegará a necesitar en
cada implementación o, en última instancia, de dónde se van a obtener los
óvulos. No hay datos, no hay previsiones.
Ante tal falta de
información, es lógico preguntar: ¿qué control tenemos sobre la utilización de
óvulos en dichas investigaciones? ¿o sobre el número de óvulos producidos por
las mujeres que se someten a tecnologías de reproducción asistida? Pero éstas no
parecen, desde la perspectiva de riesgos, costes y beneficios antes formulada,
preguntas relevantes a la hora de decidir sobre la continuidad de estas
investigaciones. Aunque la escasez de óvulos y el escaso éxito en las
clonaciones debería ser un argumento en este análisis.
Intereses y
ganancias
Si seguimos analizando las claves de la polémica desatada
en España, los «argumentos» aportados por los miembros de la comunidad
científica que defienden la utilización de embriones (ya sean los sobrantes de
las tecnologías de reproducción o los producidos por clonación terapéutica)
parecen apoyar que la investigación científica es algo puro, que trabaja por el
«bien de la humanidad», desvinculada de dos de los factores que los análisis
sobre ciencia, tecnología y sociedad (C/T/S) reconocen como impulsores de
desarrollo: los factores económicos y de prestigio. Si en la FIVTE, el impulso
inductor parecía ser el deseo de las mujeres por ser madres, (apelando a la
«demanda» de hijo y desconsiderando la relación entre oferta tecnológica y
generación social de la demanda), en la investigación en células madre parece
ser la necesidad de curar diversas enfermedades. Por el momento, sin embargo,
esta posibilidad se sustenta sobre promesas a largo plazo, descuidándose un
análisis de los intereses financieros, farmacéuticos y de patentes vinculados a
estas investigaciones.
Según Jeremy Rifkin,9 existen tres grandes
compañías (públicas, no lo olvidemos), con interconexiones entre ellas y entre
sus distintas líneas de investigación y sus actores implicados:
Geron y
Advanced Cell Technology poseen ya diversas patentes sobre el proceso de
clonación, embriones humanos clonados y células madre clonadas. Rifkin teme que
estas compañías puedan dictar los avances futuros de una investigación médica
que utilice células madre. Según él, investigadores, institutos y otras empresas
tendrán que pagar a Geron y ACT para acceder al uso de embriones. ¿Debemos
permitir que estas empresas sean propietarias de células madre primarias? ¿Se
pueden patentar propiedades de la vida? Es posible patentar inventos, pero
¿también los descubrimientos? Rifkin teme que nos hallemos ante la posibilidad
de crear una sociedad eugenésica comercial.
En este artículo he querido
evocar las más pesimistas opiniones que se generan alrededor del análisis del
poder y la capacidad de control de las empresas privadas. Quiero recordar con
ello las dificultades de libertad de investigación, en una comunidad científica
dominada por la lógica de las patentes y del beneficio económico. He tenido
mucho interés en buscar las interconexiones entre reproducción asistida, células
madre y clonación, pues siempre se ha querido aparentar que el único interés de
la investigación en técnicas de reproducción era satisfacer los deseos de
maternidad. Mantengo, junto a Verena Stolcke y tantas otras que, en el aspecto
reproductivo, el cuerpo de las mujeres constituye un recurso limitado, de gran
interés tecnológico y que se ha querido lograr el acceso al óvulo para poder
utilizarlo en las otras líneas de investigación como clonación y células madre.
Por último, una
reflexión sobre la cantidad y la cualidad. En este mismo número de Quark
se habla acerca de las dificultades que siguen teniendo las mujeres para acceder
al mundo tecnocientífico. También en este aspecto deseo dejar mi apunte.
Integrarse es desintegrarse. Es necesario lograr, sin duda, el imprescindible
avance cuantitativo, pero sin olvidar que, en la andadura, sería necesario ir
cambiando determinados valores dominantes ahora en ciencia (entre ellos,
control, explotación de la naturaleza y los vivientes, beneficios, prisas y
prestigio) por otros valores como la cultura de la paz y de los cuidados. Este
cambio nos llevaría, si seguimos los análisis sobre ciencia, tecnología y
sociedad relativos a riesgos, costes y beneficios, a abandonar y/o modificar
determinadas líneas de investigación.
Biblografía
1 Morin, Edgar: La Identidad Humana, Cátedra, Madrid,
2003.
2 Sánchez, Ana: «Complejidad y
feminismo», RELEA (Revista
latinoamericana de estudios avanzados, 1999.
3
Sánchez, Ana: «El debate sobre la selección sexual: complejidad
versus determinismo», Arbor: ciencia, pensamiento y cultura 1993;
cxlix (565):
141-172.
4 Bustos, Eduardo de: La metáfora: ensayos
transdisciplinares, Fondo
de Cultura Económica, Universidad Nacional de Educación a Distancia, Madrid,
2000.
5 Harding, Sandra: Whose Science?, Whose Knowledge? Cornell
University Press, Ithaca, 1991.
6 Keller, Evelyn
Fox: Reflexiones sobre género y ciencia, Ed.
Alfons el Magnànim, Valencia, 1991.
7
Merchant, Carolyn: The Death of Nature, Harper & Row
Eds., San Francisco, 1980.
8 Van der Ploeg, Irma: «L’individualité
féminine à l’épreuve des technologies de reproduction», En: De la contraception à l’enfantement,
L’Harmattan, París, 1999.
9 Rifkin, Jeremy: El siglo de la
biotecnología, Crítica, Barcelona, 1999.
Doctora
en Filosofía y profesora titular de Lógica, Filosofía de la Ciencia y Filosofía
del Lenguaje en la Universidad de Valencia. Miembro de la Asociación por el
Pensamiento Complejo de París y del Instituto Universitario de Estudios de la
Mujer de la Universidad de Valencia. Sus líneas de investigación son el
desarrollo de la intersección entre la epistemología de la complejidad de Edgar
Morin y la epistemología feminista; ciencia, tecnología, sociedad y género;
coeducación, ciencia y tecnología y es investigadora principal de un estudio
sobre técnicas de reproducción asistida subvencionado por el Instituto de la
Mujer de Madrid.
Tabla I Diversas líneas de investigación, ahora
punteras, no están en realidad tan separadas como parece
|
|
FIVTE* |
Clonación |
Células madre |
Material biológico
|
Óvulos Espermatozoides |
Óvulos Células |
Embriones Cordón umbilical Placenta Médula ósea |
|
Finalidad |
Reproducción |
Terapia reproductiva |
terapéutica |
* FIVTE: fecundación in vitro con transferencia
embrionaria