MIRADAS DESDE UN NODO PERIFÉRICO. Víctor Manuel Andrade Guevara (1)
Introducción
Un escrito sobre la globalización a estas alturas puede ser únicamente un
ejercicio más de megalomanía ante el alud de artículos, libros y discursos que
existen sobre el tema al que, no sin cierta razón, algunos conciben como un
significante vacío.
No obstante esta variedad de textos y abordajes –nos referimos
exclusivamente a aquellos que se ubican en el campo de las ciencias sociales–
parece ser que la mayoría de autores y tendencias han insistido en la practica
errónea de analizar el fenómeno desde una perspectiva unidisciplinar,
ignorando o, en todo caso, articulando de manera acrítica e incoherente las
elaboraciones en otros campos disciplinares o en otras escuelas o corrientes
teóricas distintas a aquella a la que se inscribe el autor en cuestión.
Desde un punto de vista epistemológico este abordaje es equivocado ya que
establece una asincronía peligrosa entre los cambios paradigmáticos que se
están dando en el campo de las ciencias sociales y el surgimiento de ese nuevo
objeto que algunos denominan globalización y otros mundialización.
En efecto, podemos decir que el objeto teórico "Globalización" es un objeto
"complejo" cuya recursividad y autorreflexión están cargados históricamente,
mostrándose como un momento más en el proceso de cambio de las diferentes
formas de objetivación de la especie humana cuya conciencia genérica empieza a
abrirse paso. Esto implica que la globalización tiene al mismo tiempo una
dimensión económica, una dimensión política, geográfica y cultural, o como
diría Wallerstein, citando a Bruno Latour es un hecho natural al mismo tiempo
que histórico y narrativo.
Roland Robertson se acerca al problema cuando plantea que la globalización
es un fenómeno multidimensional; sin embargo, a pesar de la agudeza de su
enfoque, no acierta a integrar esa multidimensionalidad en una construcción
holística. Su multidimensionalidad es más analítica que real. Desde el punto
de vista de los sistemas complejos – que por definición incluyen una dimensión
histórica y, por lo tanto, la autonomía de los actores, los sistemas complejos
no pueden ser deconstruidos analíticamente. Por el contrario, cada una de las
dimensiones está en las otras y viceversa.
Por ello, se requiere un mayor intercambio entre historiadores,
economistas, sociólogos, geógrafos, teóricos de la cultura y antropólogos,
para construir una explicación–comprensión del fenómeno de la globalización
que procure ser completa, tratando de ser fiel al principio expuesto por Hegel
cuando afirmaba: la verdad es lo completo.
Esperando contribuir de manera modesta a tan desmesurada tarea, a
continuación trato de establecer algunas coordenadas que nos ubiquen acerca de
la relación entre globalización –considerada desde una perspectiva social y
económica – y la teoría de la cultura.* Se repasa entonces, de manera muy
somera, a los autores más significativos acerca del tema de la globalización
en el plano económico y societal junto con aquellos que tocan el tema en
relación con el mundo de la significación y las prácticas simbólicas
cotidianas; es decir, la cultura.
El objetivo de este ensayo consiste en mostrar las principales aportaciones
de estos teóricos así como señalar los déficit en sus análisis para, a partir
de ahí, sugerir algunos elementos teóricos acerca de las posibles direcciones
que puede tomar el intentar construir una explicación acerca de la
globalización apoyada en el paradigma de la complejidad desde una perspectiva
espaciotemporal situada en la periferia latinoamericana.
Es decir, se pretenden establecer algunas coordenadas para observar las
relaciones entre el funcionamiento del mercado global –tanto el mercado de
mercancías físicas como el mercado de dinero y de capitales como el mercado de
fuerza de trabajo que son los hombres y las mujeres, y cuyo proceso de
reproducción está sometido a una lógica de extracción de plusvalor y de
intercambio desigual- con los procesos de significación y generación del
sentido y las maneras en que estos procesos, a su vez, inciden en las
relaciones de poder a escala global y local.
La Emergencia del Paradigma de la Globalización
La presión exitosa de los capitales y las instituciones financieras
internacionales para promover la apertura de los mercados nacionales, el
derrumbe de las sociedades de Europa Oriental y del paradigma del socialismo
autoritario, las políticas privatizadoras y, de manera simultanea, la
revolución en las tecnologías comunicacionales e informáticas y en los
sistemas productivos, junto con la modificación en los hábitos de consumo y
formas de vida que esto trajo consigo hicieron que se empezara a hablar de la
llegada de una nueva etapa denominada Globalización. En la mayoría de los
casos dicho término asumió un uso que podemos llamar "comercial"; término del
que no pretendemos dar cuenta en este escrito. Por desgracia, ese parece ser
el concepto más utilizado en los discursos políticos y en las conversaciones
cotidianas, es, como acertadamente lo califica Jhon Saxe Fernández(2000), el
concepto pop de la globalización. Este uso del término es el derivado del
lenguaje utilizado por los académicos –principalmente economistas- que
conciben como normal una economía de mercado extendida a todo el planeta en el
que es posible un intercambio de equivalentes que no debe ser distorsionado
por externalidades como el estado o las barreras étnicas o comunitarias. En
general, para este tipo de autores, no existe una diferenciación entre lo que
es el mercado y lo que es el capitalismo como modo específico de producción,
mucho menos consideran como parte de los costos del crecimiento económico y la
obtención de utilidades la destrucción del hábitat por la energía degradada
para sostener el ritmo de acumulación o los impactos que debieran tener en el
análisis cuestiones como la cultura, las formas societales y políticas o la
construcción de identidades.
En esta teoría, desprendida de las determinaciones externas al discurso
económico, se ha utilizado el concepto de globalización desde una perspectiva
más bien descriptiva que hace alusión principalmente al fenómeno creciente de
la apertura comercial y la determinación de los factores externos para la
formulación de las políticas económicas nacionales y, principalmente, la
mundialización del mercado de capitales; en especial, el capital financiero
que excede en proporciones estratosféricas el intercambio de mercancías y de
capital productivo. Esta literatura económica elude la explicación teórica,
compensando a menudo esta deficiencia con sofisticados instrumentos modélicos
y cuantitativos (2)
De igual forma, en su análisis económico privilegia los momentos de la
circulación y el intercambio, dejando en segundo lugar los aspectos
productivos y de distribución de rentas.
Esta visión se manifiesta igualmente de manera significativa en el lenguaje
de Kenichi Ohmae (1997) quien con la globalización, ve demasiado
prematuramente el fin del Estado Nación. Esta concepción también se ve
reflejada en el lenguaje tecnoempresarial (3) que trata de sacar -como era de
esperarse– un uso estratégico para diseñar las nuevas fórmulas mercadotécnicas
y organizacionales orientadas a la administración de las empresas globales.
Semejante concepción de la globalización es en buena medida derivada de la
idea que difundiera Francis Fukuyama acerca de que, con el derrumbe de los
regímenes comunistas de Europa Oriental, se habría manifestado una victoria
final de la forma económica capitalista y la democracia liberal como forma
política llegando así al "final de la historia".
Hoy, con motivo de las transformaciones que está provocando la ingeniería
genética y los nuevos productos farmacológicos capaces de eliminar la
depresión y el sufrimiento, este autor nos habla de la llegada de una era
"posthumana".
El discurso tecnoempresarial sobre la globalización se fue gestando al
mismo tiempo que los políticos conservadores llegaron al poder en la década de
los 80’s promoviendo privatizaciones y utilizando un discurso que insistía en
la importancia de mercados abiertos como único principio regulador de la
economía, generando con ello una discusión en el ámbito académico de las
ciencias sociales.
Dada la evidencia de una tendencia simultánea a la integración económica
regional en la comunidad europea, en América del Norte y en el Sudeste
Asiático, junto con la exclusión de los intercambios sufrida por vastos
segmentos de la geografía mundial, el concepto de la globalización fue
inmediatamente cuestionado. En su lugar, se dice, lo que existe es una
integración dividida en bloques regionales a lo sumo. Paul Hirst y Graham
Thompson (4) han sido los autores más significativos de este cuestionamiento a
la globalización. Se apoyan para ello en la presentación de una serie de datos
como la evolución del comercio mundial, en la que se demuestra, por ejemplo,
que el porcentaje del comercio exterior en 1900, en relación con el total de
esa época, comparado con el porcentaje actual, es significativamente menor.
Asimismo, se manifiesta el hecho de que la economía mundial estaba unificada
en ese entonces por una red de comunicaciones como el telégrafo o las redes
telefónicas. Lo que han ganado las actuales tecnologías de la comunicación en
todo caso es una multiplicación asombrosa de la velocidad en la circulación y,
con ello, como diría Marx, aumentos en la tasa de plusvalía debido a la mayor
rotación del capital.
En ese mismo sentido, autores como Ricardo Pettrella (5) hablan más bien de
una triadización en la que se excluyen del intercambio mundial de mercancías y
capitales bastos segmentos poblacionales de África, América Latina y Asia.
El reiterado uso del concepto se convirtió pronto en un campo de batalla
recuperado por los marxistas quienes adujeron en todo caso la paternidad de la
explicación de dicho fenómeno y la confirmación de una tendencia que está
registrada en el cuerpo teórico marxista.
Ciertamente, es Marx el que habla en "La Ideología Alemana" de la
existencia empírica en un plano histórico universal de los hombres, orillada
por el desarrollo de las fuerzas productivas, misma que tiende a superar su
vida puramente local.
En la Ideología Alemana habla así de cómo el mercado mundial y sus vaivenes
transforman el modo de vida de los hombres de acuerdo a la dinámica de los
precios internacionales y la interconexión entre los diferentes sistemas
productivos.
El Espíritu del Mundo –dice- se nos revela como mercado mundial.
Tanto la Teoría de la dependencia como la teoría del intercambio desigual
intentaron explicar la dinámica de la lucha política en los países periféricos
a partir del vínculo internacional entre Centro y Periferia.
Destacadamente, autores como Samir Amin(1976), o Arghiri Emmanuel(1972)
utilizando la teoría marxista del valor, hablaban ya de la acumulación a
escala mundial y de las diferencias en el desarrollo originadas por el pago
desigual del trabajo y la transferencia de valor desde la periferia hacia el
centro. En esa misma perspectiva, se ha analizado la globalización como una
era en que el capitalismo mantiene una serie de monopolios en las sociedades
centrales, a saber: el monopolio financiero, el monopolio científico y
tecnológico, el monopolio militar, un monopolio sobre los recursos naturales
junto con un mercado mundial trunco, que posibilita el intercambio global de
mercancías y capitales pero no de la fuerza de trabajo (Amin 1997 y 1999).
Desde los años 70’s, utilizando una mezcla entre la teoría marxista y la
teoría de la Historia de Fernand Braudel, Immanuel Wallerstein (1979)
construye su teoría de los Sistemas Mundiales argumentando que la unidad de
análisis que permite un estudio objetivo de los procesos históricos de la
sociedad es el sistema mundial, dada la interconexión e influencias que
reciben desde fuera unidades más pequeñas como las sociedades nacionales.
Así, para Wallerstein como para Marx, la lógica de acumulación del capital
contiene una tendencia intrínseca a la ocupación espacialmente cada vez más
extendida del mercado de fuerza de trabajo y los recursos naturales debido a
que esta es la única manera de que se pueda reproducir, de manera expandida,
la economía capitalista.
Asimismo, Wallerstein retoma la teoría de los ciclos de Kondratieff que
sostiene la existencia de una tendencia del capitalismo a alternarse en fases
depresivas y expansivas de 50 años aproximadamente. En esta lógica, es esta
dinámica de la acumulación lo que determina en todo caso las formaciones de
clase en los distintos Estados Nacionales y las formas estructurales que
adoptan los aparatos estatales en cada una de las regiones y las naciones.
Una condición limitada de esta teoría de sistemas mundiales la constituye
el hecho de que pone énfasis en la acumulación de capital en la perspectiva
del trabajo industrial clásico sin analizar si existe una diferenciación
sustantiva con respecto de la moderna producción basada en la informatización
y el conocimiento.
Así las cosas, para los teóricos del sistema mundial el nuevo proceso de
globalización no es un fenómeno novedoso sino la continuidad de una tendencia
a la expansión continua que tiene el capitalismo histórico. Por ello, más que
de globalización, tanto los marxistas más ortodoxos como los teóricos del
sistema mundial prefieren hablar de Mundialización. (6)
Existe pues, un tratamiento prioritario por parte de los marxistas del
aspecto económico para explicar el fenómeno de la globalización. Al mismo
tiempo, algunos marxistas que sí se ocupan de analizar los aspectos
culturales, subordinan la lógica de la producción y el intercambio cultural a
la lógica de la autorreproducción expandida del proceso de valorización del
capital concibiendo a esta como un mecanismo ideológico funcional que busca la
reproducción del sistema. (7)
En el plano de la comunicación, neomarxistas como Armand Mattelart (1997) o
Herbert Schiller(1995 y 1998) hablan de un mercado mundial de imágenes o de un
"definitional control" que ejercen las agencias informativas
norteamericanas como CNN en la percepción cotidiana de la realidad mundial. La
comunicación, vista desde este enfoque, es analizada a partir de las
determinaciones económicas que se dan en función de la lógica de acumulación
del capital y la circulación de mercancías involucradas en la constitución de
las corporaciones mediáticas antes que en el contenido semántico de las
propias imágenes.
La otra vertiente que explica la globalización, si bien, la incluye como
parte de esta tendencia económica del capitalismo a expandirse, considera
otras dimensiones institucionales propias de la modernidad como las
instituciones políticas y militares, el desarrollo científico y tecnológico
que posibilita las transformaciones habidas en la tecnología de las
comunicaciones, particularmente la tecnología satelital, el uso de la fibra
óptica y el internet, que permiten veloces intercambios de mensajes y, sobre
todo, de capitales y mercancías que ejercen efectos inmediatos en todo el
planeta. (8)
Así, para autores como Beck (9) y Giddens(1994 y 2000), la globalización no
sería el resultado de una tendencia de largo plazo que se inició desde los
orígenes del capitalismo sino una etapa específica del momento actual que se
caracteriza por la posibilidad de establecer comunicaciones e intercambios de
capitales en tiempo real a escala planetaria. La tendencia de la modernidad a
expandirse globalmente no opera pues, como un proceso de continuidad con
etapas anteriores, como pensaría por ejemplo Roland Robertson, sino en una
relación de discontinuidad.
Para estos autores es más bien el flujo comunicacional y la importancia que
tiene la sociedad del conocimiento para la nueva configuración de los sistemas
productivos y el entrelazamiento de las redes sociales, lo que define la
globalización. En la versión de Giddens – sin duda la más acabada y completa
en esta tendencia- la globalización implica un proceso no sólo de
interdependencia global sino la penetración de estos procesos en los aspectos
más íntimos de la individualidad; es decir, la transformación de la intimidad,
que forma parte de la construcción permanente y reflexiva del yo.
Los sistemas expertos generados a partir de los grandes complejos
científico-tecnológicos y las grandes estructuras de diferenciación social
propician la posibilidad de los que Giddens y Beck llaman "modernización
reflexiva": una modernidad plástica que autorreproduce sus estructuras y
responde a los problemas (riesgos) que se le van presentando, al tiempo que
posibilita la expansión reflexiva del yo.
Si bien Beck y Giddens parten de reconocer la mundialización del riesgo;
esto es, que vivimos en una sociedad donde ya no cabe la seguridad sino que el
riesgo se manifiesta como una cualidad inmanente de la sociedad global
contemporánea, centra su atención en los cambios que se han producido en las
sociedades del norte sin reparar mucho en los cambios que ocurren en las
llamadas sociedades periféricas ni en los efectos polarizantes que provoca la
globalización.
Una postura muy interesante que retoma aspectos tanto de la visión marxista
que pone énfasis en el sistema productivo y de intercambio mundial como de
esta visión centrada en la planetarización por efectos de la tecnología
comunicacional e informática es la que sostiene Manuel Castells(1999). En sus
tres volúmenes de la "Era de la Información" Castells da cuenta de la
estructura de la economía global, el papel que guarda la información y el
conocimiento para la integración de las nuevas formas de producción e
intercambio así como las modificaciones en la configuración del
espacio-tiempo. La velocidad de las comunicaciones –incluida la transferencia
de grandes masas de capital- da lugar a una configuración y una percepción
distinta del espacio-tiempo que Castells llama el espacio de los flujos.
Lo central ya no son los lugares sino los puntos de inflexión espacio
temporal en permanente movilidad. De forma simultánea, el tiempo cronológico
es sustituido por una experiencia de la temporalidad-atemporal que elimina la
continuidad de las duraciones. Frente a ello –dice Castells- la única
alternativa para reencontrar la continuidad temporal -y por lo tanto, la
posibilidad de darle sentido a proyectos colectivos- es pensar en el tiempo
glacial; el tiempo de la muy larga duración que mencionaba Fernand Braudel, el
tiempo en el cual piensan los movimientos ecologistas.
Castells usa todavía el lenguaje marxista -después de todo fue uno de los
grandes teóricos del fenómeno urbano que se identificó con la tradición del
marxismo estructuralista creada por Luis Althusser- para hablar del
capitalismo como un modo de producción cuya etapa específica está definida por
la constitución de un "Capitalismo Informacional" que depende en alto grado de
la generación de información y conocimiento. Para ello, hace un minucioso
análisis sobre las relaciones entre tecnología, capital y estado para
determinar los niveles de productividad y la gestión de la reproducción
económica.
Así, llega a la conclusión de que, por más que haya las condiciones para un
avanzado cambio tecnológico, este no redundará en una mayor productividad – y
por lo tanto, en una mayor rentabilidad necesaria para el capitalismo- si no
existe una adecuada promoción y regulación por parte del estado para
vincularla al sistema productivo. De lo anterior se desprende que se requiere
aún del papel promotor y organizador de este último para la investigación y la
aplicación tecnológica.
Llega a estas afirmaciones una vez que se ha puesto a analizar el proceso
de surgimiento de la tecnología informática y su sincronización con la crisis
de rentabilidad que tuvo el capitalismo de bienestar desde los años 70´s para
dar lugar al proceso de acumulación llamado flexible.
Si bien Castells habla en el segundo volumen de un Estado cada vez más
impotente, lejos está de suponer la pronta desaparición del Estado-Nación como
forma fundamental de regulación política. Se ocupa en señalar, eso sí, que a
diferencia de lo que planteaba Nicos Poulantzas en los tiempos en que el
estructuralismo marxista era un discurso influyente, el estado ya no
necesariamente ocupa un lugar central en la regulación de la vida de las
gentes.
Castells satisface los requerimientos en información empírica e histórica
para brindarnos una visión de conjunto del capitalismo informacional, si bien,
se hecha de menos un modelo teórico explicativo más coherente que permitiría
tener una idea más acabada de la sociedad global contemporánea. La descripción
detallada de los procesos que ocurren en las diversas áreas del planeta
–incluida la emergencia de los nacionalismos, el quiebre de los regímenes
comunistas de Europa Oriental y los cambios en las estructuras familiares y
los roles sexuales- no encuentra una forma teórica coherente ya que es más
bien descriptiva.
El Enfoque Multidimensional.
En sentido estricto, uno de los pioneros en cuanto a trabajos sobre el tema
de la globalización desde un enfoque nítidamente sociológico, ha sido Roland
Robertson (1992 y 1998), quien cuenta ya con una larga bibliografía al
respecto.
Utilizando una versión renovada de la teoría estructural funcionalista de
Parsons, Robertson construye un enfoque multidimensional del proceso de
globalización que incluye los aspectos económicos, culturales, políticos y de
valores que permiten la integración de una sociedad que tiene como referencia
espacial el planeta entero.
Como procedía Parsons para el caso de las sociedades nacionales, Robertson
reconstruye la ligazón entre pautas culturales, dinámicas económicas y
configuración de un orden político, incluyendo la extensión de un conjunto de
valores que se universalizan, para explicar la globalización.
La globalización –dice Robertson- significa la particularización de lo
universal y la universalización de lo particular.
Es esta sin duda, una caracterización muy aguda que recoge elementos que
por igual se refieren tanto a los aspectos económicos como a los políticos y
culturales. El comercio mundial y la división del trabajo se extienden por
todo el planeta interconectando los procesos económicos locales; por otra
parte, las decisiones políticas que ocurren en el seno de los Estados-Nación
se ven cada vez más determinados por los procesos que ocurren en el exterior a
la vez que se ejerce influencia de adentro hacia fuera. La dimensión cultural,
relacionada siempre con un referente espacial –la localización- se ve sujeta
también a un intercambio universal que hace que las representaciones
simbólicas particulares cobren una importancia global y que las tendencias
universalizantes –entre ellas los patrones de consumo generalizado que impone
la cultura capitalista o las tendencias hacia una racionalización universal de
la que hablaba Max Weber- se adapten a los usos particulares: Ugr. Los
diferentes usos que le dan a la Coca Cola en Rusia, Chiapas o los Estados
Unidos.
En esa perspectiva, Robertson pretende encontrar los orígenes de la
globalización con el advenimiento de las religiones y los valores
universalistas y defiende una visión del nacionalismo como una tendencia
universalista, que no se orienta al aislamiento sino que contempla la apertura
a los otros salvaguardando diferencias específicas que no excluyen el
reconocimiento de una relación abierta universalmente, que reconoce los
derechos y las pretensiones de otros nacionalismos que, sin embargo, comparten
un proyecto de ciudadanía común.
El enfoque de Robertson es interesante porque analiza de manera conjunta
-multidimensional, dentro de la teoría neoparsoniana- los procesos económicos,
políticos y culturales, evitándole caer en un determinismo económico o
cultural.
Sin embargo, este esquema no le ayuda a diferenciar mucho de manera
regional el peso de cada uno de los factores, ni tampoco, como previenen con
acertado énfasis los marxistas, los efectos polarizantes que genera la
acumulación de capital en la esfera económica.
Capitalismo, Posmodernidad y Diferencia.
Una versión interesante de la globalización que reconstruye el esquema
marxista reformulado tanto en términos del modo de producción como en sus
aspectos culturales es el formulado por Fredric Jameson y David Harvey.
Jameson, quien ha abordado el tema de la posmodernidad concibiéndola como el
producto de la lógica cultural del capitalismo tardío (Jameson 1998), insiste
en que la critica de los metarrelatos universalistas y el relativismo
cultural, así como la constitución de una sociedad que virtualmente elimina la
historia, que construye nuevas formas de ordenación espacial tanto en la
configuración de las ciudades como en el diseño arquitectónico, y que
reproduce estos cambios formales en las estética de las artes visuales,
obedece a los cambios que se producen en el capitalismo multinacional.
Así, la expansión del consumo - incluyendo el consumo cultural de la
tradición y la mercantilización de las artes – confiere a las mercancías de un
sustrato sígnico que se aleja de los esquemas funcionales y de las estructuras
lineales de relato. En su lugar surge la superposición de imágenes y épocas
tanto en el video como el cine o la arquitectura regional que se alejan de los
viejos cánones modernistas. De esta manera se amplía el viejo proceso de
inversión que denunciara el viejo Marx, al aparecerse el inmenso arsenal de
mercancías en su apariencia sígnica sin tomar en cuenta los procesos de
producción ni la historia que esto conlleva.
Jameson cuestiona por lo tanto la parcialidad en que pueden incurrir los
llamados "Estudios Culturales" surgidos en los últimos años como una tendencia
metodológica y epistemológica dentro de las ciencias sociales que trata de
rebasar las fronteras disciplinarias y las teorías de corte determinista al
abordar los estudios de la constitución de problemáticas y sujetos, tales como
las identidades de genero, de origen étnico o racial o de estilos de vida en
ámbitos locales y particulares, poniendo por delante, además, la dimensión
subjetiva de la constitución de los mismos, sin tomar en cuenta la
articulación con el proceso de acumulación de capital que tiene lugar a escala
global. Cuando se hace esto, se está cayendo en la trampa de buscar las
diferencias en un mundo donde ya todo ha sido previamente homogeneizado a
partir de la lógica del mercado capitalista.
Es necesario –dice Jameson (en Jameson y Zizek 1999)- nombrar el sistema.
En esa perspectiva, la globalización –concebida filosóficamente– puede
interpretarse como una totalidad destotalizandose (recurre aquí a la
formulación similar que hiciera Sartre en "La Crítica de la Razón
Dialéctica"). El proceso de globalización hace que se junten y se entrelazen
contradictoriamente una serie de procesos opuestos: lo universal con lo
particular, lo global y lo local, lo tradicional y lo moderno, las dimensiones
macro y micro, que tienen como trasfondo un proceso de reproducción de las
estructuras de acumulación. Vista así la globalización, seria esta una forma
concreta en que se manifiesta el fenómeno de la posmodernidad, de la cual es,
que duda cabe, el mejor desmontador de sus síntomas. (Jameson 2000).
Aplicando esta tentativa de explicación a uno de sus objetos preferidos de
análisis como es la estética cinematográfica, Jameson hace un mapeo de la
distribución geográfica de las construcciones sintagmáticas en el cine tanto
del centro como de la periferia, para relacionarlas con los distintos usos del
espacio determinados, no de manera mecánica sino transcodificada, con los
movimientos que imprime la lógica de la acumulación del capital extendida
globalmente. (Jameson 1997)
De la misma manera David Harvey, quien ve a la posmodernidad como producto
del paso de un modo de regulación fordista a un modo de regulación flexible,
establece la relación de los cambios en este nuevo modo de regulación con los
procesos de percepción y uso del espacio que se reflejan también en las
producciones estáticas de las artes plásticas y el diseño arquitectónico.
Teniendo como objeto fundamental de investigación los procesos de
urbanización en relación con el proceso de acumulación de capital en un
principio, Harvey ha hecho un uso interesante del lenguaje geográfico para
analizar los cambios en la configuración urbana. De hecho, en anteriores obras
hablaba de la necesidad de construir un materialismo histórico geográfico,
debido a la novedad que imprime el capitalismo contemporáneo al hecho de que
se relacionen de manera distinta el tiempo y el espacio. El espacio concebido
como una relación entre un centro y sus periferias y su correspondiente
estructuración jerárquica ha sido sustituido por una serie de relaciones
cambiantes y acéntricas debido a la alta movilidad que le imprime a los
intercambios y a las relaciones sociales un capitalismo flexible, que muda
constantemente sus formas de producción y de organización espacial según la
lógica de la rentabilidad y su necesidad incesante de explotar la naturaleza,
la fuerza de trabajo y las propias representaciones simbólicas.
Esta nueva sensibilidad posmoderna se expresa en obras cinematográficas
como las de Wim Wenders en "Las Alas del Deseo" o "París Texas" donde hay una
serie de superposiciones de planos temporales que van desde el tiempo profano
de las personas hasta el tiempo atemporal del ángel que puede traspasar
diversas épocas y no entiende las modificaciones en el ritmo de vida y las
prisas de los hombres comunes. (Harvey 1998)
La globalización entonces, trae consigo una serie de modificaciones en la
percepción espacial tanto en el plano global como en las dimensiones
corporales ya que el capitalismo global y flexible somete a las personas a
ritmos cambiantes de vida según las relaciones espaciales y temporales que
propicia la acumulación de capital por su alta movilidad. Esto se traduce en
la desestructuración de las biografías, en la eliminación de rutinas fijas y
en modalidades de uso del espacio y el cuerpo que, en gran medida, están
sometidos a procesos de dominación anónima, motivados por lo que Harvey llama
un desarrollo geográfico desigual. (Harvey 2000)
Un aspecto que se vuelve interesante en el trabajo de Harvey es que analiza
las transformaciones del capitalismo tanto en el centro como en la periferia.
En este tenor, destaca el señalamiento que hace acerca del surgimiento de
nuevas formas de explotación del trabajo similares a las que había en la
Europa precapitalista sobre todo en la periferia. El modo de regulación global
y flexible implica un intenso intercambio de mercancías, una intensa movilidad
de capitales y un flujo cada vez más elevado de mano de obra, así como una
estructuración del uso de los cuerpos y extracción de recursos naturales y
energía. Si bien, se echa de menos en Harvey, lo mismo que en Jameson, un
tratamiento más profundo y desarrollado de los efectos del cambio tecnológico
e informático en los sistemas de producción, junto con sus efectos políticos y
sociales.
Globalización y Cultura.
En ese sentido, la obra de Scott Lash y Jhon Urry (1997) tiene el mérito de
conjuntar en una perspectiva coherente las implicaciones culturales con los
cambios ocurridos en los sistemas productivos a partir de la informatización.
En primer término Lash y Urry desembrollan el camino al proceder a una
conceptualización más acabada de las relaciones entre economía y cultura. Así,
Scott Lash en una obra anterior muy interesante (Lash 1997) establece el
concepto de "régimen de Significación" como paralelo a un régimen de
acumulación, tal y como lo entienden los teóricos de la escuela
regulacionista, lo que le permite construir de manera más coherente una
conceptualización de la cultura, un término que ha sido abordado desde las más
variadas perspectivas.
Para Lash, el posmodernismo sería un régimen de significación, lo cual
quiere decir que se manifiesta exclusivamente en el plano de los objetos
culturales, mismo que pueden ser analizados a partir de dos planos, a saber:
1.- Una Economía cultural específica que incluye:
2.- Un Modo específico de Significación que se refiere a las distintas
modalidades en que pueden relacionarse lo significado, el significante y el
referente.
Con base en ello, dice el autor citado, podemos establecer las diferencias
sobre las relaciones entre cultura y sociedad que se han dado en las
sociedades tradicionales, las sociedades modernas y las posmodernas.
En las sociedades tradicionales, la característica central es que existe
una unidad indiferenciada entre los aspectos societales, utilitarios y
simbólicos. La cultura va inextricablemente ligada a las otras dimensiones sin
que se pueda establecer una separación analítica entre lo real y lo simbólico.
Los objetos están cargados al mismo tiempo de atributos utilitarios tanto
como rituales o estéticos.
Por contraste, en la sociedad moderna se tiende a constituir una separación
entre cultura y sociedad. La cultura es vista aquí desde una perspectiva
representacional donde el sistema de signos y símbolos "representan" a las
realidades materiales. Los signos y símbolos ya no estarían cargados de una
sustancia propia sino que serían copias o desdoblamientos de los aspectos
significados.
Esto se traduce en el arte al asumir la estética vanguardista el papel de
un arte representacional. Los cambios formales y estilísticos serían distintas
maneras de percibir y expresar una realidad. Se establece por lo tanto, una
diferencia entre el plano cognitivo y expresivo. El conocimiento adecuado de
un objeto o proceso, depende de una correcta representación y una adecuada
relación epistémica entre sujeto y objeto. En el plano de lo real estético
-dice Lash- existe una separación entre estética y teoría.
Con la llegada de la posmodernidad en cambio, se vuelve a retornar a la
antigua desdiferenciación entre cultura y sociedad, entre el aspecto
utilitario y la representación simbólica de los objetos y los procesos
sociales. En otras palabras, en las sociedades del capitalismo desorganizado,
las mercancías son al mismo tiempo signos, lo mismo que los objetos o
tradiciones culturales se trocan en mercancías. Esto es posible, entre otras
cosas, por las nuevas tecnologías comunicativas que privilegian la
comunicación por imágenes antes que por textos escritos. La comunicación
figural privilegia la dimensión emotiva y expresiva, estética, por encima de
la comunicación cognitiva o reflexiva. De ahí la inviabilidad de las teorías
positivistas o dialécticas que implican criterios epistemológicos ya sea
correspondentistas o universalistas; los llamados metarrelatos por los
teóricos posmodernos como Lyotard (1994) o Vattimo (1992).
Es en este plano donde Lash y Urry, si bien comparten la idea de una
modernización reflexiva de Giddens y Beck, se despegan al argumentar que estos
últimos privilegian la reflexividad cognitiva, eludiendo la reflexividad
estética, que, debido al consumo extendido mediante la publicidad que se
promueve en torno a los productos, se ha generalizado modificando
considerablemente las formas de vida.
Otro argumento que diferencia a Lash y Urry de Beck y Giddens es el
señalamiento de que en las sociedades del capitalismo desorganizado ocurre
también otro tipo de reflexividad; aquella que se da a partir de la
comunicación entre diferentes comunidades que se forman de manera superpuesta
a los actos comunicativos dados mediante mecanismos sistémicos de coordinación
de las acciones. Llama a este tipo de reflexividad, la reflexividad
hermenéutica, tomada por supuesto, de los planteamientos de los teóricos
comunitaristas como Charles Taylor (2001) y Michael Walter(1994).
Esta idea de fusión entre los aspectos sígnicos y los aspectos materiales
se expresa en el plano estético con el alejamiento del arte representacional.
Las construcciones artísticas se funden con la realidad conformando una
unidad. En el teatro, por ejemplo, el público puede formar parte del propio
escenario, en la literatura, como procede Jostein Gaarder al escribir "El
Libro de Sofía" o el italiano Italo Calvino cuando presenta su novela "Si una
noche de Invierno un Viajero", los planos de la realidad y la ficción son
confundidos.
Pero para Lash y Urry, esta confusión entre realidad y ficción, entre
sustancia y representación no ocurre solamente en el plano discursivo y
filosófico sino que opera también en la vida cotidiana.
Al estar dotado de un sustrato sígnico, inseparable analíticamente, las
mercancías pasan a engrosar la esfera de la industria cultural. Así, en el
capitalismo posmoderno o desorganizado los grandes eventos culturales, como
una bienal de arte expresionista en Nueva York, son convertidos en un acto
económico por excelencia. De igual forma, la edición e impresión de libros, la
producción de discos compactos y de las grandes películas en la industria
Hollywoodense, configuran procesos económicos de alta complejidad lo mismo que
los complejos turísticos que utilizan la historia y la tradición como
patrimonios culturales que se ofrecen como mercancía y sirven para la
inversión y la acumulación de capital.
Por otra parte, la acumulación flexible trajo consigo el desplazamiento en
la centralidad de la producción de la antigua clase obrera industrial cuyo
trabajo era más bien manual y requería pocos conocimientos y trajo en cambio
los sistemas de producción de aparatos y bienes de alta tecnología que
concentran su principal carga de valor en el diseño y elaboración apoyados en
el uso de altos niveles de conocimiento -configurando así el modelo llamado
I+D-, es decir, investigación más desarrollo.
Esta nueva organización del trabajo trae consigo un desplazamiento de la
vieja clase obrera concentrada en actividades manuales por la nueva fuerza de
trabajo dotada de altos niveles de información y conocimiento. Con ello tiene
lugar una reconfiguración del uso del espacio en las ciudades al constituirse
una nueva división del trabajo y una nueva hegemonía de los sectores
empresariales de las industrias de punta que, en su ubicación y
relocalización, arrastran tras de sí el porvenir de los diversos suburbios y
barrios. Antiguos centros comerciales de alta dinámica comercial se ven
convertidos de la noche a la mañana en zonas abandonadas y marginales.
Particularmente se ven afectados por esta dinámica en los Estados Unidos los
trabajadores negros que, con el viejo modo de regulación fordista centrado en
la fábrica de línea de montaje y un Estado benefactor, habían logrado en la
generación anterior un ascenso social. Surge así lo que Lash y Urry denominan
la "infraclase": el nuevo sector de trabajadores desplazados que no cuentan
con el capital cultural suficiente para integrarse a las nuevas modalidades de
la producción y que ya no cuentan con los antiguos centros fabriles o
comerciales que, en no pocas ocasiones, han emigrado a la periferia.
Este proceso se da de manera concomitante a una reconfiguración del espacio
urbano y el entorno arquitectónico que implica una nueva sensibilidad en la
percepción del espacio. La alta movilidad a la que se ve sometido el diseño
urbano debido a los cambios en la inversión inmobiliaria y el flujo de
capitales, colonizan, por así decirlo, la configuración y percepción del
espacio y el modo de vida de la gente.
La deficiencia que se observa en Lash y Urry es la falta de atención que
dedica a los cambios económicos y culturales que ocurren en la periferia donde
son muy pocos los lugares en los que se puede hablar de la existencia de un
sector de la economía donde exista el modelo I más D. Por otra parte, el
fenómeno a explicar es el hecho de que un mismo régimen de acumulación
extendido a escala global sea compatible con varios regímenes de significación
tanto en el centro como la periferia donde aún subsisten comunidades con
patrones culturales tradicionales.
En buena medida, recuperando este planteamiento de la modernización
reflexiva, Jhon Tomlinson nos presenta un impecable panorama acerca de las
relaciones entre globalización y cultura, poniendo el acento sobre todo en el
segundo elemento del binomio. A Tomlison le interesa analizar "como la
globalización transforma el contexto de la construcción de los significados y
el sentido de identidad de las personas" (10)
Tomlison recupera la idea de Giddens sobre la globalización como una
"conectividad compleja" que posibilita proximidad espacial, una compresión
espacio temporal y una proximidad funcional. Para Tomlinson, el concepto de
cultura debe entenderse como "El orden de vida en que los seres humanos
conferimos significados a través de la representación simbólica" (11). Esto
nos remite a los modos de vida ordinarios en que los hombres reproducen
existencialmente los significados "Todas esas prácticas comunes que enriquecen
el anecdotario de vida", "las historias por las que interpretamos
cronológicamente nuestra existencia en,lo que Heidegger llama: la proyección
de la situación humana". (12)
Al repasar algunas concepciones sobre esta relación, Tomlison previene
acerca de los determinismos reduccionistas; por ejemplo el de Malcom Waters
(13) quien, efectivamente, piensa que la globalización tiene mayores
posibilidades de concretarse en el plano cultural debido a que los bienes
culturales tendrían más capacidad de circular en relación con los bienes
materiales. Otro tanto sucede con algunos teóricos marxistas de la cultura que
hablan de los peligros de la homogeneización promovida por los media o, en una
posición distinta, a Ulf Hannerz quien afirma que existe una globalización de
la cultura pero no un solo sistema de significados. Coincidente con esta
postura es el planteamiento de Mike Featherstone (14) quien se encarga de
estudiar los efectos de la cultura del consumo en los hábitos cotidianos de
las personas y la variedad de usos y recepciones que se hacen de las
mercancías uniformizantes en un sentido muy distinto del de Ritzer (5) que ve
quizá con demasiada alarma la macdonalización del mundo.
Al final, Tomlison lo que propone es la necesidad de observar y reflexionar
sobre la nueva confluencia entre la identidad local, la identidad nacional y
una emergente identidad cosmopolita que surge a partir de la conciencia de que
compartimos todos los habitantes del planeta los mismos riesgos y
posibilidades.
Una vez revisados los conceptos de globalización y cultura, podemos
plantear una serie de problemáticas que están en el centro de la discusión
académica al respecto, entre las que destacan las siguientes:
A pesar de las restricciones existentes en la economía global al libre
flujo de la fuerza de trabajo, las elevadas tasas de migración están
modificando los perfiles culturales de las naciones y regiones; por un lado,
generando encuentros y sincretismos culturales como el fenómeno del
Spanglish en la frontera México-Estados Unidos, por el otro, una
consecuencia por demás relevante: la separación entre lugar y cultura.
Los territorios han dejado de ser referentes culturales o depositarios de
tradiciones e identidades ya que en un mismo espacio como Nueva York o Los
Ángeles coexisten una multitud de culturas y razas (16). Además de lo
anterior, la tendencia omniabarcante de los "media" hace posible que en una
habitación se concentren expresiones objetuales de las más diversas
culturas, trayendo la globalización al propio espacio de la intimidad.
Ese mismo fenómeno da lugar a las múltiples identidades que puede asumir
un mismo sujeto debido a la flexibilidad laboral y a las facilidades para la
migración como lo estudia Michael Kearney (1997) en el caso de los indígenas
zapotecos de Oaxaca que migran por temporadas hacia Los Ángeles y otras
partes de Estados Unidos.
Por otra parte, los modernos medios de transporte, cada vez más veloces,
han llevado a considerar la importancia de los "No Lugares" como se refiere
Marc Augé al momento de analizar las implicaciones del viaje por carretera o
las sendas turísticas. Asimismo, la tecnología del internet hace posible lo
que Paul Virilio llama " La Deslocalización del Arte"(1994) y, en otro
lugar, el fin de la geografía(1997) Pero este trabajo etnográfico, nos previene Marc Augé (1998), debe
hacerse tomando en cuenta el efecto de ficción que puede encontrarse en los
distintos relatos de los otros y, sobre todo, en los efectos de
ficcionalización que generan los propios medios de comunicación. El
ejercicio hermenéutico de interpretación de los relatos de los otros, debe
llevarse a cabo considerando el contexto en que se generan esos efectos de
ficcionalización que son capaces de presentar objetos virtuales como si
fueran reales. Hecho este seguimiento sobre la literatura acerca de las relaciones entre
globalización y cultura, pasaremos ahora a establecer algunas conclusiones
provisionales a guisa de resumen y a relacionarlas con las implicaciones
epistemológicas que esto tiene en relación con el pensamiento complejo.
CONCLUSIONES PROVISIONALES.
1.- Es necesaria la construcción en ciencias sociales de un paradigma
explicativo del concepto de globalización que se apoye en una perspectiva
multidimensional como lo ha planteado Robertson.
Desde este punto de vista, la globalización debe analizarse con el enfoque
del pensamiento complejo y de una ciencia posnormal que ya no admite la
tradicional división entre las disciplinas de las ciencias sociales: economía,
sociología y antropología, demografía e historia, deben constituir un corpus
unificado para el estudio de los procesos globales. Asimismo, este enfoque
implica alejarse de los determinismos unilaterales ya sea economicistas o
culturalistas, así como de los relativismos estériles. Existe, dice Edgar
Morín (1994), una complejidad empírica y una complejidad epistemológica. La
primera tiene que ver con la diversidad de aspectos y elementos que entran en
la conformación de un fenómeno; la segunda con las relaciones que se
establecen entre un sujeto cognoscente que no está fuera de lo que se conoce y
de la diversidad de objetos que no son una realidad exterior al sujeto de
conocimiento. Su perspectiva va más allá del constructivismo sistémico
sostenido por Maturana, por Heinz Von Foerster y Niklass Luhmann (1997), en la
medida en que establece la necesidad de conjuntar los conocimientos de las
distintas ciencias, tanto sociales como naturales, y definir los objetos a
partir de sus determinaciones múltiples.
2.-Es importante la contribución de los teóricos de la llamada
modernización reflexiva (Beck, Giddens) en la medida en que han contribuido
significativamente a analizar las transformaciones del capitalismo en las
sociedades centrales fundamentalmente. Fenómenos como las nuevas formas de
construcción del yo reflexivo, el papel de la confianza en los sistemas
expertos creados por los aparatos científico-tecnológicos, la mundialización
del riesgo y la aparición de fenómenos como lo que Ulrich Beck llama
"subpolítica", debido al nuevo papel que juegan los factores técnicos apoyados
en los conocimientos científicos para la toma de decisiones. Sin embargo, como
acertadamente critica Lash a estos dos autores, no toman en cuenta la
reflexividad estética y hermenéutica posibilitada por las nuevas formas de
comunicación con predominio de lo figural ni la reflexividad hermenéutica que
surge a partir de la interrelación entre diferentes comunidades. Otro elemento
que no toman en consideración los teóricos de la modernización reflexiva, -
incluido Lash- es la forma en que se expresa el proceso de globalización en
las sociedades periféricas. De hecho, no admiten como válida esa división que
utilizan los teóricos del sistema mundial, ni la polarización económica que
tiene lugar, debido a efectos sistémicos propios del mecanismo de acumulación.
3.- Esta misma característica atraviesa la obra de Robertson quien, si bien
construye un enfoque mulltidimensional, evitando construir una visión
determinista, comete el mismo error que se le atribuyera a Parsons cuando
construyó su paradigma del "sistema social", a saber: el poner demasiado
énfasis en los aspectos integrativos (culturales y de valor) y menos atención
a los aspectos de la asignación (la economía y el poder). Empero, su
formulación acerca de la universalización de lo particular y la
particularización de lo universal como señal característica de la
globalización contribuye de manera importante a esclarecer el debate teórico y
filosófico, entre valores universales y particulares.
4.- Desde mi perspectiva, es acertado el señalamiento que hacen los
teóricos de sistemas mundiales al afirmar que la globalización, al estar
subordinada al proceso sistémico de acumulación de capital, conlleva un
proceso polarizante entre países o regiones pobres y ricas y a diferencias de
clase. Sin embargo, su concepción sobre las relaciones entre la economía
global y la cultura, parece bastante mecánico y determinista. También se hecha
de menos en este enfoque una orientación mas antropológica, que tome en cuenta
las diferencias culturales y las identidades, al mismo tiempo que valora las
identidades de clase producto de la acumulación de capital, así como una
reflexión sobre los impactos en la estructura de clases que generan las nuevas
formas de producción apoyadas en el conocimiento.
5.- Esto es lo que se perfila en la obra de los neomarxistas Fredic Jameson
y David Harvey quienes, articulando de manera adecuada economía y cultura
–particularmente el ámbito estético– y las consecuencias en la percepción
espaciotemporal y el diseño y uso del espacio, orientan sobre una nueva forma
de abordar tanto los aspectos económicos como los culturales. Particularmente
ha sido Harvey el que, en una de sus últimas obras, ha analizado con más
detalle las formas de funcionamiento del capitalismo y el modo de regulación
global en relación con el uso del espacio y las nuevas posibilidades de
construir un sujeto que, articulando los diferentes niveles entre diferencias
de clase, género e identidades culturales, se convierta en un motor impulsor
de la transformación del capitalismo.
Lo mismo hace Jameson al enriquecer su deslumbrante análisis de la estética
posmoderna con el análisis de la globalización hecho por Giovanni Arrighi
(1996), quien a su vez, articula espléndidamente el análisis de Braudel sobre
la larga duración con el planteamiento marxista, ubicando la fase actual de la
financierización como la última de un ciclo sistémico de acumulación cuyas
tendencias se bifurcaran en una dirección de alta incertidumbre.
Al hacerlo, Jameson sigue recuperando el concepto marxista de totalidad y
la filosofía de Hegel al manifestar que la globalización permite que se
expresen fenómenos a escala global con tendencias contradictorias donde se
enfrentan lo local y lo global, lo particular y lo universal, la diferencia y
la identidad.
En una línea parecida trabaja Scott Lash quien tiene además el mérito de
hacer un penetrante análisis sobre las implicaciones de la llamada "Economía
del Conocimiento" y la doble cara de las mercancías en su función instrumental
y sígnica propia del capitalismo desorganizado o global. Este análisis lo
complementa con su seguimiento de lo que podríamos llamar industria cultural
global. Solamente que su análisis no combina la reflexión sobre las relaciones
entre economía y cultura que se dan tanto en las sociedades centrales como en
las periféricas.
Ahora bien, lo que vuelve bastante penetrante y completa la visión de Lash
es la inclusión de lo que, siguiendo a Giddens, llama reflexividad estética y
hermenéutica.
Esto podemos explicarlo así: El predominio de la comunicación mediante
imágenes favorece la dimensión emotiva y afectiva antes que la cognitiva,
-utilizada sobre todo en la publicidad comercial– dando lugar a lo que
concibe como una "esfera pública figural" que altera las presuposiciones de
Habermas (1998) sobre dicho concepto ya que este basa su idea de la esfera
pública a partir del predominio de lo argumental y, por lo tanto, por lo
cognitivo antes que por lo mimético-figural.
6.- Se puede sostener la tentativa de explicar las relaciones entre
Globalización y Cultura como producto del ensanchamiento de la lógica de la
acumulación del capital en su etapa financiera en conjunción con el encuentro
de múltiples racionalidades y culturas.
En esa perspectiva, la prospectiva realizada por Marx se habría mostrado
superior a la de Weber ya que, mientras la lógica de la acumulación se ha
extendido globalmente, el racionalismo occidental y la ética protestante se
ven acotadas o fundidas con el confucianismo, el islam o el shintoismo,
religiones todas ellas compatibles con el capitalismo que las subordina a su
lógica.
Utilizando los conceptos de Habermas presentados en su teoría de la Acción
Comunicativa(1987), podemos decir que el sistema económico globalizado ha
impuesto su dinámica inclusive al sistema político en la medida que el medio
dinero (que aquí seguimos utilizando como una expresión del funcionamiento de
la ley del valor) (17) opera de manera mucho más abstracta y veloz,
convirtiéndose así en el medio que impone el ritmo de las transformaciones en
las relaciones espacio temporales. La capacidad que posee el dinero como medio
abstracto, universalizante y homogeneizante de atravesar espacios y culturas
le hace superar las capacidades del medio poder ya que este, por definición,
debe quedar anclado en espacios localizados que, cuando trascienden el
estado-nación, constituyen a lo más imperios apoyados en el control militar
que pueden ser utilizados excepcionalmente pero que de ninguna manera pueden
constituir una matriz hegemónica de dominación global.
De esta manera el sistema económico global coloniza la pluralidad de los
mundos de vida y se superpone a la acción comunicativa emprendida
lingüísticamente o, por los medios electrónicos conectados también
globalmente, debido a que impone su dinámica aún a los subsistemas que
debieran ser más autónomos como el propio subsistema científico.
La reflexividad hermenéutica de que acertadamente habla Scott Lash referida
al intercambio comunicativo entre diversas comunidades sólo podría poner freno
a los imperativos del mercado y la acumulación si a su vez se apoya en una
reflexividad cognitiva capaz de develar esta colonización de la cultura y los
mundos de la vida por el sistema económico.
Esto implica operar –como sugiere Jameson– una transcodificación en la que
los códigos estéticos y culturales puedan ser interpretados en relación con el
código que rige al capitalismo en la era del modo de regulación global
valiéndose para ello ya sea de las cartografías cognitivas que propone Jameson
o de un materialismo histórico geográfico de acuerdo con Harvey. En el
lenguaje de Lash y Urry, se tendrían que analizar las correspondencias y
diferencias entre el régimen de acumulación y los regímenes de significación
que son variados, incluyendo las diferencias entre las sociedades posmodernas
y las tradicionales.
A este fenómeno holístico complejo e histórico que es el capitalismo global
sólo puede hacer frente una pluralidad de sujetos que articulen las demandas
por más bienestar, recuperación de la biodiversidad, equidad de género y
democracia política en una estrategia unitaria cuyo diseño, por supuesto,
requerirá de un gran derroche de energía y tolerancia para construir un nuevo
modelo de configuración del orden mundial.
Un modelo explicativo que recurra al paradigma del pensamiento complejo
para explicar y comprender la globalización podría integrar de manera
coherente la idea de sistemas históricos que articulan en un todo complejo
estructurado distintas temporalidades (la larga duración, la corta duración y
el acontecimiento) con la idea de sistemas desarrollada por el pensamiento
complejo donde los actores, a través de múltiples formas de significación y la
construcción de mundos de vida, pueden desconectar la colonización del mundo
de vida por los sistemas, retomando la idea de "conciencia genérica" de Lucaks
(1978) como conciencia de la especie que puede abrir paso a nuevas creaciones
y a la objetivación de nuevos imaginarios sociales.
Es decir, se requiere recuperar la constitución ontológica de la sociedad
como un espacio donde cabe la creación, la constitución de nuevos mundos ya
que la sociedad no es únicamente un sistema que se autorreproduce
maquínicamente, para usar un término construido por Felix Guattari (1994),
sino un lugar en el que hay capacidad de objetivar nuevas formas societales,
nuevas redes de sentido, nuevas ontologías y cosmologías, cuyo espacio de
definición es el sentido y la política. En este esquema, cabe también el
planteamiento que hiciera Cornelius Castoriadis acerca de la sociedad como
producto de la praxis instituyente que, a través de la creación de
significaciones imaginario-sociales, genera un orden instituido
ontológicamente, haciendo posible así la superación de la lógica
conjuntista-identitaria propia de la matemática contemporánea que se extiende
al campo de todas las prácticas científicas.
Esta tentativa remite por supuesto a un basto Programa de Investigación que
articule diversas tradiciones teóricas y una inmensa masa de investigación
empírica, base sin la cual, difícilmente puede ser abordado un estudio desde
el paradigma de los sistemas complejos e históricos.
Asimismo se requiere situar este programa de investigación colectiva
reconstruyendo las mejores tradiciones teóricas del occidente desarrollado
moderno y posmoderno para insertarlas en un proyecto civilizatorio
democrático, dialógico e igualitario que recoja las mejores tradiciones
comunitarias, de amor por la naturaleza y solidarias que se han dado en
América Latina y otras partes del planeta.
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Veracruzana.
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1999. El Capitalismo en la Era de la Globalización. Buenos
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Editorial. Paidos.
1998. Los Fantasmas del Capitalismo. Bogotá:
Editorial. Ancora.
1998. Conclusiones del Foro Virtual: "El Derecho a Comunicar y la
Comunicación de los Derechos". En página de Internet.
http:composite.uqam.ca/videaz/docs/Essen/html
1996. Un Paisaje de
Acontecimientos. Buenos Aires: Editorial. Paidos.
2) Vease Por ejemplo, entre algunos de los estudios más
serios sobre las implicaciones monetarias y financieras de la globalización el
de Erik Swingedow. Producing Futures. Global Finance as a Geographical
Project. en: William Leecer And Peter Daniels. The Global Economy in
Transition. Edit.Longman. Edinburgh. 1996. pp. También, Andrew Leyshon.
Dissolving Difference: Money Dissembeding. And the Creatión of Global Finance
Space. En Ibid. Pp. 61-133
3) Desde la perspectiva del discurso de la
Administración de las Empresas Globales vease Peter. F. Drucker. La Sociedad
Post Capitalista. Edit. Diana. 1996.
4) Paul Hirst y Graham Thompson.
Globalization In Question. Polity Press. Cambridge. 1996
5) Ricardo
Petrella. "La Mundialisation et le Technologie et de Léconomie. Revista
Futuribles. No. 135. pp. 35-48
6) Para una diferencia teórica sobre los
conceptos de Mundialización y Globalización ver: Chesnais. (1996. Pp.
233-270). Este autor establece una continuidad teórica con la obra de
Christian Palloix quien anteriormente había trabajado sobre "La
Internacionalización del Capital." En ibid.1977.Edit. Siglo XXI. Vease
Tambien: John Borrego. (1998). Tambien . Zaki Laidi: (1997) Según Borrego: "El
próximo paradigma de Hegemonía estará compuesto por formas sociales globales
integradas con un sistema altamente disperso y cernido de sistemas regionales
y locales de producción que alimentarán el mercado global. Esta formación es
la esencia de la forma global que sustituye las formas nacionales
hegemónicas".
7) En esta perspectiva se inscribe la obra de Herbert
Schiller.The Global Information Highway.: Project for an Ingobernable World.
En Brook y Boal (Comps). Resisting the Virtual Life. 1995. Pp. 17-33 Edward
Said: (1994).
8) Existen interpretaciones del fenómeno de la globalización
que tratan de explicarlo como producto de los cambios tecnológicos. Vease:
Michael Talalay, Chris Farrands y Roger Tooze. (1997)
9) Véase Ulrich
Beck. (1999 y 2000)
10) Jhon Tomlison. Globalización Y Cultura. Oxford
University Press. Londres. 2001
11) Ibid. Pp. 22
12) Ibid Pp. 23.
13) Malcom Waters. (1995)
14) Mike Featherstone. (2001)
15)
Georges Ritzer. (1996)
16) Vease. Renato Rosaldo. Ciudadanía Cultural en
san José California. Incluido en: De lo Local a lo Global. Perspectivas desde
la Antropología. Ed. U.A. M. 1994. Pp. 103-126
17) El mantenimiento de la
utilidad de La ley del Valor aún en una economía con trabajo plenamente
automatizado lo argumenta de manera interesante Amin en (1998)